La primera guerra mundial ha dado lugar a algunas de las narrativas antibelicistas más interesantes del siglo pasado, contando con libros, películas, poemas, pinturas... todo como el eco de una batalla sembrada de fango, alambradas, muertos y jóvenes defenestrados en la flor de la vida.
Eduardo Nabal @eduardonabal
Jueves 13 de febrero de 2020
Toda una generación marcada por el discurso del belicismo que, desde entonces, va a ser cuestionado con virulencia desde varios frentes. El estreno de la interesante, aunque algo plúmbea “1917” de Sam Mendes, con sus premios y su mezcla de narrativa clásica e interés relativo, nos lleva a una nueva reflexión sobre las secuelas culturales de la Primera Guerra Mundial que arrancan ya desde la novelística de Erich María Remarque y su “Sin novedad en el frente”. Un gran libro que conocerá distintas versiones cinematográficas en distintas etapas de la historia de Hollywood.
“Sin novedad en el frente” rompe una lanza en favor de todos los soldados que murieron en el absurdo de una contienda bélica adonde fueron conducidos por sus mayores (profesores, sacerdotes, familiares) para convertirse en héroes y se convirtieron en carne de cañón de las potencias imperialistas por el reparto del mundo.
Esa misma atmósfera de polvo y trincheras reaparece en el filme de Mendes, aunque algo estropeada por un reparto sin mucho brillo y una mezcla de planos secuencia y planos esteticistas a la que el público actual ya no está acostumbrado.
En algunos filmes, que parten de novelas nada desdeñables, como “Regeneration” se nos habla también de las masculinidades tóxicas o las amistades homosociales que crea la compañía de la enfermedad, la camaradería y la muerte hasta llevar a los veteranos a la locura. Pero hay otras calidades donde la Gran Guerra significa la pérdida de una identidad como en la soberbia “Franzt” de Ozon sobre las secuelas psicológicas de la contienda, levemente inspirada en “Remordimiento”, el gran alegato anti belicista de Ernst Lubitchs, más conocido como autor de grandes comedias de enredo.
1917” despersonaliza y se distancia demasiado de sus personajes, observándolos como muñecos perdidos en una contienda, pero también sabe recurrir a la brillantez del uso de las panorámicas y el plano secuencia para contar su historia con una extraña sobriedad.
Aunque sin duda el gran filme que, a partir de un episodio de la primera guerra mundial, traza un vigoroso alegato anti belicista y contra la estratificación del poder militar sea “Senderos de gloria”, la obra maestra de Stanley Kubrick basada en un libro del “blacklisted” Humprey Cobb y protagonizada por el recientemente fallecido Kirk Douglas que sacó adelante el proyecto.
Senderos de gloria” sigue a la cabeza del cine antimilitarista por encima de “Johnny cogió su fusil”, ambientado en la Segunda Guerra Mundial y logrando desmontar toda la maquinaria del no-pensamiento militar y sus efectos devastadores sobre los soldados, sometidos a arbitrarios consejos de guerra para lavar la imagen del ejército. Ni siquiera el propio Kubrick pudo superarse a sí mismo con la también interesante pero menos contundente “La chaqueta metálica”, ambientada en la guerra del Vietnam.
No debemos dejar de citar la cinta de Losey “Rey y patria”, un duelo entre un condenado a muerte (Tom Couternay) y su alto mando (Dirk Bogarde), que debe mucho a “Senderos de gloria” y al reflejo del cineasta británico de la lucha de clases en diferentes ambientes claustrofóbicos y jerarquizados.
“1917” nos muestra la mejor cara del cine de Sam Mendes que, eludiendo la estética de videoclip o los excesos de algunos de sus filmes, se decanta por una narrativa original en su clasicismo y elegancia en la puesta en imágenes y demoledora en sus conclusiones. Tal vez la falta de un argumento sólido debilite algo la entidad de la propuesta, pero acompañada de las luces y las sombras de Roger Deakins “1917” es un nuevo alegato en el que la Primera Guerra Mundial nos muestra el belicismo en toda su crudeza desde un punto de vista humanista.
Eduardo Nabal
Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.