Después de la huelga de tres días en febrero convocada por la Asamblea Menos Lectivas y los sindicatos que participan en ella (CGT, STEM y CNT Comarcal Sur), los sindicatos de la mesa sectorial (CCOO, UGT, AMPE y CSIF) ha convocado dos jornadas más de huelga para el 8 y el 21 de mayo.
Martes 9 de abril
Esta convocatoria surge después de que la Consejería de Educación del gobierno de Ayuso haya decidido no reducir las horas lectivas a 18 en Secundaria, en Formación Profesional y Régimen Especial, y 23 en Primaria e Infantil, como era antes de los recortes de Ignacio Wert y sus leyes de ajuste al gasto público. De este modo, se convierte en la única comunidad autónoma que no retorna a esa situación previa.
Esta actitud por parte de la Consejería no debería sorprendernos. La Comunidad de Madrid se ha caracterizado por defender a capa y espada los conciertos con la Iglesia y con las empresas, regalando becas de bachillerato a los ricos, cediendo suelo público a empresas y segregando al alumnado por su condición social, tanto económica como racial, religiosa, etc. Esta oleada de ataques no ocurre en abstracto. Tan culpable es el gobierno de Madrid como cómplice es el gobierno «progresista», cuya Lomloe no toca estos conciertos y ha supuesto un detrimento de la calidad de la enseñanza pública (ya de por sí mermada tras años de ataques y recortes en favor de las empresas).
Contra esto se levantó la huelga de febrero. La Asamblea Menos Lectivas exigió la bajada radical de ratios, el aumento de poder adquisitivo, la mejora y construcción de nuevas infraestructuras, la reducción de la burocracia que impedía la calidad del trabajo docente, el fin de los programas de segregación y, como señalamos, la recuperación de las horas lectivas. Estas consignas no sólo eran laborales, sino que tenían un cariz político: era la única forma de garantizar la calidad educativa, sobre todo, para los hijos de las familias humildes y trabajadoras.
La huelga, a pesar de tener como límite que no fue convocada por los sindicatos mayoritarios, incluso tener una fuerte oposición de algunos de ellos (CCOO hizo una campaña consciente para desmovilizar a la plantilla), consiguió construir un pequeño pero importante movimiento en el sector docente y dar un mazazo a la mesa de negociación. A través de la Asamblea Menos Lectivas se organizaron asambleas de centro y se consiguió organizar a miles de docentes (entre un 15% y un 18% secundaron la huelga). Sólo así se entiende la reacción de la Consejería, y la posterior convocatoria de los sindicatos de la mesa sectorial. Ante la competencia de la autoorganización de los trabajadores, deben demostrar de nuevo que son válidos para negociar en su nombre y mantener la conciliación con la Consejería y, de paso, con el Ministerio.
Esto es un hecho relevante: en alguna medida, han sido los trabajadores, autoorganizados y que lucharon por levantar esa convocatoria de febrero los que han forzado a que los sindicatos de la mesa de negociación se pongan en perspectiva de lucha. ¿Ello niega el hecho de que lo hagan para lavar la cara y vender a los trabajadores a un nuevo acuerdo sectorial deleznable y hecho a medida de los intereses capitalistas de la Consejería? En absoluto, pero ello no quita que se abre la posibilidad de aprovechar el viento a favor y abrir la discusión sobre cómo luchar en los centros. Frente a las convocatorias timoratas y partidistas de los sindicatos mayoritarios, se debe luchar por construir dos jornadas de lucha que lleven a los docentes a rebasar sus direcciones, de desenmascarar estos métodos burocráticos. Sin superar este límite que imponen las direcciones de los sindicatos de la mesa, no se puede levantar una huelga exitosa, pues siempre correrá el riesgo de ser desviada o utilizada por los burócratas para aferrarse a su posición frente a la Consejería.
Ahora bien, para reconquistar los sindicatos mayoritarios, ampliar la lucha y superar la pasividad impuesta por sus direcciones, es necesario que el movimiento se extienda, que se luche por hacer de las asambleas de centro espacios autoorganizados donde todos los trabajadores, afiliados o no a estos sindicatos, debatan la hoja de ruta necesaria para defender sus derechos. Es el momento de construir un frente único, con una base organizada en los centros, que, por qué no decirlo, fuerce a las direcciones sindicales, sean desbancadas por la fuerza del movimiento y abra el horizonte a un nuevo periodo de lucha dentro de la enseñanza contra las políticas neoliberales de Ayuso (expresadas con menor o mayor virulencia en todo el Estado).
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