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Día del orgullo. A 54 años de Stonewall: huelgas con orgullo y la lucha contra la extrema derecha

Una huelga de trabajadores de Starbucks a propósito del mes del orgullo. Sobre la integración de la agenda LGBTIQ+ durante el neoliberalismo y el surgimiento de la extrema derecha.

Pablo Herón

Pablo Herón @PhabloHeron

Miércoles 28 de junio de 2023 10:41

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Desde el lunes hay más de 60 establecimientos de Starbucks en Estados Unidos donde sus trabajadores impulsan una “huelga con orgullo” a propósito del mes en el que se cumplen 54 años de la revuelta de Stonewall. Se espera que más de 150 tiendas también lo hagan para el final de la semana. Hay dos grandes motivos, uno es la avanzada de sectores conservadores que vienen atacando derechos e instalando que las personas LGBTIQ+, en particular las trans, tienen supuestos privilegios. El otro, por su derecho a poner en pie sindicatos y ser reconocidos como el organismo con el que puede negociar con la empresa sus condiciones laborales.

La emergencia de los sectores de ultraderecha que buscan atacar conquistas en aquellos lugares donde las hay, recordemos que en alrededor de 70 países todavía es ilegal ser homosexual, muestra que hay una gran pelea en frente y que es mejor reflexionar sobre las derivas que tuvo tuvo la lucha de las y los activistas de Stonewall. Pero también, que haya nuevas generaciones de jóvenes y trabajadores que no naturalizan la discriminación, que se movilizan y organizan por múltiples demandas sin limitarse a derechos democráticos para personas LGBTIQ+, ¿no abre la posibilidad de plantear una nueva pelea por libertad sexual para las amplias mayorías explotadas y oprimidas?

Antes de Stonewall

La historia de Stonewall que se cuenta en los últimos años en general se centra en los acontecimientos del barrio de Greenwich Village, Nueva York. Gays, lesbianas y travestis se enfrentaron a la policía, armaron barricadas, el acontecimiento duró varios días. La represión estatal estaba enmarcada en la persecución durante el macartismo contra la izquierda, activistas sindicales y también homosexuales tildados de amenaza comunista. El mayo francés, el black power, la segunda ola feminista, el movimiento contra la guerra de Vietnam, el hippismo y una juventud que cuestionaba el orden existente tuvieron su propia expresión entre gays, lesbianas, bisexuales y trans que decidieron era el momento para decir basta.

Stonewall mostró el potencial revulsivo de los sectores oprimidos, en sus revistas cuestionaban de conjunto el sistema capitalista y patriarcal: “Somos un grupo revolucionario de hombres y mujeres homosexuales formados con la convicción de que no es posible lograr la liberación sexual total para todas las personas a menos que las instituciones sociales existentes sean abolidas. Rechazamos el intento de la sociedad de imponer roles sexuales y mitos simplistas.” [1].

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No puede entenderse ese hecho puntual sin indagar en el pasado. El historiador John D’Emilio sostiene que bajo el capitalismo, la explotación asalariada abrió la posibilidad de dislocar la familia como una unidad productiva/reproductiva. Ese mercado “libre” de trabajo sentó las bases materiales para el desarrollo de una vida independiente por fuera de la familia. A su vez, plantea que la Segunda Guerra Mundial permitió que surgieran comunidades urbanas donde homosexuales pudieron construir relaciones y crear ámbitos de socialización que antes directamente no existían o eran muy marginales, sobre todo para varones blancos.

En medio de ese proceso surgieron las organizaciones homófilas (amor a los iguales) combatiendo la criminalización. Fueron las que sembraron la semilla en los años previos a Stonewall. Con la emergencia del movimiento de liberación sexual se conformaron organizaciones LGBT en todo Estados Unidos y se inauguraron las marchas del orgullo. Organizaciones similares surgieron en otros países en la misma época al calor de los sucesos de la lucha de clases internacional, Italia, Francia y Argentina tuvieron sus propias versiones del Frente de Liberación Homosexual.

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Fragmentación neoliberal

El movimiento de liberación sexual fue una vanguardia reducida, pero aún así logró instalar el debate contra la criminalización y la patologización consiguiendo conquistas rápidamente, como que la Asociación de Psiquiatras de Estados Unidos saque la homosexualidad de su listado de enfermedades.

Hoy en día el debate está muy lejos de ser una cuestión marginal. Las agendas de los partidos tradicionales, de las nuevas derechas, de los Estados, gobiernos y de determinados sectores empresariales contemplan la “cuestión LGBTIQ+” como una carta con la que hacer su propia política. El Partido Republicano con una campaña antitrans desatada para buscar chivos expiatorios de la crisis que atraviesa a la potencia imperialista. Putin planteando que la guerra contra Ucrania tiene entre sus fundamentos el combate a la supuesta agenda occidental pro-LGBT. Son solo algunos ejemplos.

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No llegamos acá de la nada. Algunos de los mismos partidos que impulsaron el neoliberalismo (como el Partido Demócrata), junto con un sector de empresas y activistas de los llamados nuevos movimientos sociales (LGBT, mujeres, antirracista) llevaron adelante la política de “inclusión”, basada en el reconocimiento de algunos derechos democráticos [2]. La conveniencia para las clases dominantes era (y lo sigue siendo) que mientras se aplicaban medidas como desregular el mercado financiero, atacar jubilaciones y derechos laborales, entre otras, la agenda de la diversidad servía para mostrar un costado “progresista”.

Algunos Estados sancionaron leyes antidiscriminatorias, el matrimonio igualitario o de identidad de género. Empresas empezaron a pintar sus logos de color arcoiris y a vender productos dirigidos especificamente a personas LGBTIQ+ desarrollando un nuevo nicho de mercado. Un proceso en el que fomentaron como imágenes de las identidades gay y lésbica a sujetos con capacidad económica de consumir esos productos.

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Peter Drucker, graduado en historia y especialista en debates sobre el movimiento de liberación sexual, plantea que en la década de 1980 se estabilizaron tres aspectos de la identidad gay-lésbica que encajan con ese orden neoliberal: “la autodefinición de la comunidad como una minoría estable, su creciente tendencia hacia la conformidad del género y la marginación de sus propias minorías sexuales” [3].

Drucker sostiene que estos elementos encajan con el proyecto neoliberal basado en el ascenso social individual de sectores minoritarios: “Esta conformidad caía bien en la cantidad cada vez más grande de varones gay y lesbianas que perseguían carreras profesionales, de negocios o políticas en un número de sociedades capitalistas, sin necesariamente renunciar o esconder su sexualidad pero preferentemente sin ‘alardear’”.

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La idea de inclusión que tanto vende el neoliberalismo está dirigida principalmente hacia este sector y con esos mecanismos buscó integrar al capitalismo un sector social que en los 1970 le planteó una crítica radical, acotando el horizonte de las luchas a reclamar derechos democráticos elementales. Esa integración explica la emergencia de empresarios LGBT millonarios, de gays y lesbianas militando para variantes de ultraderecha que se plantean “inclusivas”. Pero la contracara de ese discurso basado en meritocracia, individualismo y el reconocimiento de algunos derechos, es que durante estas décadas la gran mayoría de trabajadores LGBTIQ+ vio aumentar la pobreza y la precarización en sus vidas.

Las “huelgas con orgullo” de les trabajadores de Starbucks en estos días, son la expresión de ese sector de jóvenes que empiezan a organizarse porque no naturalizan la desigualdad del capitalismo donde una ínfima minoría se vuelve más rica tras cada crisis y la gran mayoría ve empeorar sus vidas. Lo que detonó la medida de fuerza es que la empresa cambió su política de decoración de los locales en el mes del orgullo, sacando banderas arcoiris y mostrando que si “el tema” les genera problemas a la hora de facturar entonces su “política de inclusión” se puede adaptar y cambiar. Por eso denuncian el pinkwashing de la compañía, a la que también acusan de persecución y despidos a trabajadores LGBTIQ+ que impulsan sindicatos.

Liberación sexual para todes

Les trabajadores de Starbucks son parte de esas generaciones que fueron influidas a nivel de masas con en el discurso de la tolerancia y la inclusión, con valores contra la discriminación por sexualidad y género. Pero no son la única expresión ni algo acotado a Estados Unidos, las banderas del orgullo presentes en las revueltas de Chile, Puerto Rico y Colombia de los últimos años también muestran que en ese pacto neoliberal solo una minoría es la ganadora, y que la mejor respuesta es en las calles, con organización y una alianza de distintos sectores sociales.

La crisis del neoliberalismo, abierta desde el 2008 y por ahora sin una salida alternativa clara para las clases dominantes, abrió una nueva situación. La extrema derecha busca aprovecharla en su favor, planteando que hay “privilegios” para las personas LGBTIQ+, apuntándolos como chivos expiatorios de los grandes problemas sociales. Pero en la trastienda de sus discursos demagógicos, que hablan contra las castas o los partidos tradicionales, pretenden desarrollar una agenda de mayor ajuste contra las mayorías trabajadoras y oprimidas.

La emergencia de esas variantes, desde Putin hasta Trump, pasando por Vox, Bolsonaro y Milei, suelen llevar el terreno del debate a la defensa de los derechos conquistados (en los lugares donde hay conquistas). Sin embargo, la principal contradicción que dejó el “neoliberalismo progresista” es justamente la promesa de una igualdad que nunca fue, es la consciencia en vastos sectores de jóvenes de que hay que combatir la discriminación, una realidad que cala más aún en la mayoría trabajadora precarizada. Ahí está la fuerza y el potencial para romper con esa promesa de integración para unos pocos al capitalismo, para plantear una salida colectiva, que cuestione esta libertad sexual atada a la mercantilización y el estatus económico/social, el consumismo, el individualismo y todos los condicionamientos y exclusiones que este sistema sigue ejerciendo sobre la sexualidad y los géneros. Un horizonte que proponga tirar abajo este capitalismo patriarcal y senatar las bases materiales de una nueva sociedad que permita, en palabras de las y los activistas de Stonewall, desarrollar “relaciones basadas en la hermandad, la cooperación, el amor humano y la sexualidad desinhibida”.


[1Revista Come Out, Gay Liberation Front (Frente de Liberación Homosexual), septiembre de 1969

[2El fin del neoliberalismo progresista, Nancy Fraser

Pablo Herón

Columnista de la sección Género y Sexualidades de La Izquierda Diario.

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