El mar Mediterráneo es un cementerio. El 3 de octubre de 2013 murieron ahogados 368 inmigrantes frente a la isla italiana de Lampedusa. Desde enero de 2014, más de 3000 personas perdieron la vida tratando de llegar a Europa por el Mediterráneo. Un verdadero genocidio en las fronteras de la Unión Europea
Josefina L. Martínez @josefinamar14
Viernes 3 de octubre de 2014
Hace un año las imágenes de la tragedia de Lampedusa conmovieron al mundo. El horror parecía insuperable, los cuerpos de cientos de personas tirados en la playa.
La mayoría de esos hombres, mujeres y niños provenían de Somalia y Eritrea, habían embarcado en las costas de Libia rumbo a Italia. Según algunas informaciones, tan sólo sobrevivieron seis de las 100 mujeres que iban en la embarcación.
Hace unas semanas otros 500 inmigrantes murieron en una nueva tragedia fronteriza, frente a las costas de Malta.
A fines de septiembre se publicó el informe de la Organización Internacional para las Migraciones (IOM), titulado “Viajes fatales”. En 200 páginas se analizan los datos sobre las migraciones en el mundo y la cantidad de víctimas fatales en los viajes para cruzar las fronteras.
Según este estudio, en lo que va del año 2014 murieron 3072 inmigrantes en el Mediterráneo, en comparación con unos 700 durante el año anterior.
A nivel mundial, se estima que unos 4077 migrantes murieron en este año, y 40.000 desde el año 2000 (22.000 de ellos intentando llegar a Europa). Se agrega que muchas muertes ni siquiera son contabilizadas, por ocurrir en zonas remotas del planeta, sin que nadie las registre.
La mayoría de los inmigrantes que perdieron la vida en el Mediterráneo eran de África y Medio Oriente. La isla de Lampedusa ha sido en los últimos años una de las más importantes puertas de entrada hacia Europa.
Durante el año 2011, con el estallido de la primavera árabe y la guerra civil en Libia, llegaron cerca de 50.000 inmigrantes, procedentes en su mayoría de Libia, Túnez, Etiopía y Somalia.
En estos 8 meses del 2014, las autoridades italianas han reportado la llegada de más de 112.000 inmigrantes, casi 3 veces más que durante todo el año 2013.
Aun cuando los países del sur de la Unión Europea son los más golpeados por la crisis económica, miles de inmigrantes irregulares intentan atravesar sus fronteras, escapando de situaciones aún más críticas: hambrunas, guerras civiles, enfermedades.
La mayoría proviene de las ex colonias europeas en África y Medio Oriente. Eritrea, Somalia, Gahna, Mali, Siria, Libia, Argelia y también Albania, Kosovo, o los llamados migrantes de largo recorrido, provenientes de Afganistán o Pakistán. Las vías de entrada más frecuentes son las costas del sur de Italia, las islas Griegas, las costas españolas o las fronteras balcánicas.
Hace un año, cuando ocurrió la tragedia de Lampedusa, los medios dieron mucha difusión a las declaraciones del Papa Francisco, llamando a los hechos de Lampedusa una verdadera “vergüenza”.
Sin embargo, esto no quedó en más que un discurso, ya que persisten y se han reforzado las leyes contra la inmigración en toda Europa. Leyes que no “frenan” los flujos migratorios (debidos a causas profundas) sino que vuelven más difíciles y peligrosas las condiciones para llegar y para quedarse, aumentando las muertes en el trayecto.
Los “viajes fatales” no son tragedias producto del azar, sino consecuencia de la crisis social del capitalismo y las políticas racistas y xenófobas de los países más ricos.
Sobre este tema, también puede leerse:
Un mundo en crisis: fronteras, migraciones y xenofobia (Parte I)
Un mundo en crisis: muros, vallas y naufragios (Parte II)
Josefina L. Martínez
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.