El “corcholatazo” de ayer escenificado por Marcelo Ebrard y sus seguidores empañaron el discurso de transparencia y piso parejo, de un proceso aparentemente democrático ante los votantes del país que ratificaron a Claudia Sheinbaum como candidata presidencial, AMLO tuvo que responder a eso.
Raúl Dosta @raul_dosta
Jueves 7 de septiembre de 2023
Lo que todo mundo esperaba era ver cómo asimilaban los dirigentes de la 4T y su fundador el escándalo originado por Marcelo Ebrard horas antes del espectáculo “democrático” organizado por el Morena, en el que se daría a conocer un secreto a voces: la designación oficial de Claudia Sheinbaum como candidata presidencial para las elecciones del año que viene.
“Fue un ejemplo de ejercicio democrático, algo inédito. La costumbre, por décadas, siglos, era su imposición, el dedazo” dijo López Obrador, mencionando que antes no había democracia. En realidad, lo que hizo fue repetir el proceso del dedazo priista en circunstancias diferentes. Cuando el régimen priista gozaba de estabilidad, en Palacio Nacional se realizaban las “pasarelas”, en las que los aspirantes pasaban, uno a uno, a conversar y tratar de convencer al presidente en turno para que fuera “destapado”.
Así, los “tapados” esperaban con ansias la instrucción presidencial para el destape por algún funcionario priista, acción que normalmente llevaba a cabo el charro sindical Fidel Velázquez, autor de la célebre frase “el que se mueve no sale en la foto”, adagio que se cumplió con “el carnal” Marcelo y con Ricardo Monreal. Ambos, en varios momentos se mostraron con una posición un poco disidente, cuestionando el proceso e incluso planteando su salida en el caso de Monreal y curiosamente fueron los que se mostraron más agraviados en el proceso corcholatero.
Mostrarse como actores capaces de “irse por la suya”, de actuar con cierta independencia de la voluntad del jefe de la 4T, fue quizás el principal motivo de no salir adelante en la “encuesta” supuestamente democrática. Dicha encuesta significó darle a la antigua “pasarela” un carácter más público, pues en el antiguo priismo lo que discutía respecto al programa político a seguir en el próximo sexenio entre los tapados y el presidente era top secret.
Acá, López Obrador hizo el destape directo de cada uno de los aspirantes y permitió cierto diálogo de estos con los medios, luego, al dedazo final, se le llamó encuesta. Una encuesta de opinión que resulta totalmente antidemocrática, pues 12,500 “electores” aleatorios no son representativos de por lo menos 30 millones de votantes morenistas, para un proceso tan trascendental como elegir al encargado del “destino de la nación” en los próximos seis años.
Como siempre, la democracia burguesa, tiene ante sí el dilema de cómo evadir la democracia intrapartidaria. Lejos están las Convenciones para elegir candidato, aunque fueran amañadas o simuladas por las cúpulas dirigentes en el PRI el PAN, por nombrar a los partidos más voluminosos, incurrían la elección interna de delegados más o menos representativos, aunque no inmunes a los designios de los cacicazgos regionales. Esos tiempos ya no volverán porque la crisis orgánica de los viejos partidos no les permite ser tan horizontales y predomina en ellos la negociación cupular. El Movimiento de Regeneración Nacional nació prácticamente con dicho defecto hereditario (transmitido por los miles de chapulines que brincaron de lo viejo a lo nuevo) y ni AMLO ni nadie al parecer tiene la pretensión de enderezar la democracia interna del joven partido.
Hoy López Obrador tiene que lidiar con los hechos provocados por Marcel Ebrard y sus seguidores y determinar si el asunto queda en mero exabrupto por la impotencia de no ganar o que en realidad se trata de una ruptura definitiva con su partido.
Para ello tiene que hablar con “su amigo” las veces que sean necesarias como declaró en su mañanera de este 7 de septiembre, manteniéndole las puertas abiertas a la 4T para Marcelo, quien tuvo la precaución de declarar que las “incidencias” que le llevaban a pedir la reposición del proceso, no eran causal de fraude electoral (a diferencia de sus seguidores que agitaban “¡fraude!” y retomaban la vieja consigna de “voto por voto, casilla por casilla” con que las mayorías populares marchaban cuestionando el fraude de 1988) y posteriormente su representante Malú Micher salió a aclarar la postura de su facción, diciendo a los medios de comunicación que ellos permanecían dentro de la 4T.
Así las cosas, lo que sigue es una negociación rumbo a una reconciliación, lo que en términos amloístas significarían una reintegración acotada, como en su caso sucedió con Ricardo Monreal, o una ruptura “cordial” que mostraría que Ebrard tiene alternativas para competir en una nueva coalición. Al parecer, esta opción no le caería mal a AMLO, quien declaró que sería muy útil para sus fines de encumbrar a Sheinbaum, pues desplazaría a “un tercer o cuarto lugar” a la incómoda opositora Xóchitl Gálvez, la candidata del Frente Amplio por México, del PRI, PAN y PRD.