Pedro Lemebel, escritor, poeta, cronista radial, artista plástico y militante de izquierda falleció de un cáncer de laringe este viernes, 23 de enero. Un pequeño homenaje.
Sábado 24 de enero de 2015
Nacido en 1952 y criado a orillas de un basural y del Zanjón de la Aguada, un canal de aguas oscuras y malolientes que desemboca en el río Mapocho, cuya “agua chocolatada combina morocha con el río de cuerpos obreros que laburan a todo sol”, en fin, un barrio obrero.
Hace sus primeros estudios en el Liceo Industrial de Hombres de La Legua, el mismo barrio miseria donde el 11 de septiembre serían colgados de los postes de alumbrado público los primeros carabineros golpistas que entraron a la población. Después ese mismo canal transportaría los restos de la furia golpista.
En 1970 ingresa a la Universidad de Chile, donde cursa exitosamente la carrera de profesor de Artes Plásticas. Ejerce como maestro entre 1979 y 1983, año en el cual es despedido por su orientación homosexual. Nunca más trabajará como maestro.
De espíritu inquieto e irreverente se acerca a la literatura, participa en numerosos talleres literarios y concursos. Se hace conocido por reventar provocadoramente lanzamientos de libros y exposiciones de arte junto a Francisco Casas con las performances de “Las Yeguas del Apocalipsis”, convirtiéndose en el terror de la fauna artística chilena.
Se une al Partido Comunista de Chile. En 1986, en plena dictadura, Lemebel recitaba su Manifiesto (Hablo por mi diferencia) durante un acto de la izquierda en Estación Mapocho. Ante un público incrédulo se presenta con tacones altos, una camiseta de malla y su cara partida por la hoz y el martillo. Algunos aplauden, otros pifian para adentro, los más atrevidos murmuran “la revolución no se hace con el culo”. Rompe con el Partido Comunista de Chile.
A finales de los ’80 abandona su apellido paterno, un padre que había abusado de él, firmando desde entonces con el apellido materno; “el Lemebel es un gesto de alianza con lo femenino, inscribir un apellido materno, reconocer a mi madre huacha desde la ilegalidad homosexual y travesti”, declararía en una entrevista en 1997.
Ya llegada la democracia, que Lemebel irónicamente denominara en más de alguna ocasión "demos-gracia", fue parte de las listas negras en televisión, siendo vetado en el Canal Nacional y en Chilevisión. Sin embargo, esto lo tenía sin cuidado pues no le interesaba comparecer en el “microondas de la tontera”.
A finales de la década de los ’90, la figura de Lemebel había alcanzado proyección internacional. Su prosa deslumbrante y descarnada arrojaba luz a la situación de las minorías de existencia periférica, a la sexualidad encubierta, a la violencia descarnada, a la situación sociopolítica en dictadura en “demos-gracia”. Con ella reivindicaba su ser, su individualidad, obligaba al lector a tomar posición, a no ser indiferente.
Considerado por Roberto Bolaño “el mejor poeta de su generación en Chile” su obra trasciende, sin llegar al galardón de renombre (aparte del Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, otorgado por una universidad chilena de provincia). Así, se cuentan traducciones al francés, italiano e inglés.
Su marginalidad, por su condición homosexual, por su descendencia plebeya y su cara de indio le curtieron la hombría, pues sí que había que ser macho para ser maricón en el Chile de Pinochet, menospreciado por la sociedad, expuesto a la burla de sus compañeros de ruta, reivindicó no sólo su sexualidad, sino también su extracción social: “maricón y pobre son mis dos títulos nobiliarios”, diría en más de alguna ocasión.
Hoy, mientras eres velado en la Iglesia de la Recoleta Franciscana, acaso tu última performance, tu última provocación artística, te saludamos, Pedro Lemebel.
Tu voz ha dejado de resonar, mas tu lucha continúa. Nosotros te recordaremos con la sonrisa solidaria del revolucionario que lucha por un mundo libre, donde no tendrá cabida la explotación ni la opresión sexual.
Mark Turm
Traductor y docente en Alemania.