El gobierno anterior, la llamada “Gran Coalición” es el principal perdedor de los comicios federales. En cambio, triunfa la ultraderecha Alternativa por Alemania. Hay que preparar una respuesta obrera y juvenil frente al giro a derecha.
Miércoles 27 de septiembre de 2017
Los resultados electorales sorprendieron mucho: Los conservadores de la CDU y sus socios bávaros CSU obtuvieron sus peores resultados desde 1949, la socialdemocracia incluso su peor resultado en la historia de la república federal y el partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD) entró al parlamento con un 12,6 % y 94 escaños. Junto con la AfD, solo los neoliberales FDP celebraron sus resultados, entrando nuevamente al Bundestag con el 10,7 % y 80 escaños, después de haber quedado sin representación parlamentaria en las elecciones pasadas.
Ya mucho antes quedaba claro que no había otro gobierno posible sin Angela Merkel a la cabeza. También estaba claro que la AfD entraría al parlamento con un resultado de dos dígitos. Su cómodo tercer puesto no fue lo que más sorprendió este domingo, sino el retroceso significativo de los conservadores de Merkel.
Los dos partidos – CDU y CSU – pierden juntos un 8,6 por ciento con relación al resultado de 2013, la mayor pérdida de todos los partidos. Según sondeos, perdieron más de 1,3 millones de votos que fueron hacia los liberales (FDP) y casi un millón hacia la AfD. El partido conservador de Bavaria CSU perdió incluso más, 10,5 % en comparación con el 2013, lo que los deja en una fuerte crisis interna frente a los comicios regionales el año que viene que son de gran importancia para la CSU que teme no poder seguir gobernando sola.
La socialdemocracia sigue en declive. Supera con poco el veinte por ciento (20,5%) y con eso empeora su peor resultado electoral del 2009, donde sacó el 23 %. Tal como en 2009, la derrota electoral es el resultado de su política en la “gran coalición”. A pesar de la campaña electoral, cada vez menos gente cree que el SPD sea el “partido de la justicia social” como acostumbró a decir su candidato Martin Schulz. Después de gobernar juntos con Merkel los últimos cuatro años, el SPD no apareció como una oposición a los conservadores. Esto se vio muy claramente en el debate televisivo entre Schulz y Merkel que para muchos no fue más que un debate entre socios de gobierno.
Es sorprendente que el partido de izquierda reformista Die Linke no pudo sacar provecho frente a este derrumbe de los dos grandes partidos tradicionales y del SPD en particular. Con un 9,2 % suben apenas un 0,6 % frente al resultado de los comicios anteriores. Pero, aunque gana alrededor de 430.000 votos de la socialdemocracia, pierde casi la misma cantidad que migran hacia la ultraderechista AfD. Eso se da porque Die Linke ya no parece como una alternativa al establishment lo que se ve más claramente en Alemania oriental donde Die Linke es fuerte y forma parte de tres gobiernos regionales (Berlin, Brandenburgo, Thuringia). Ahi la AfD obtiene sus mejores resultados, sacando en promedio un 21 % y siendo en todos los Länder orientales la primera o segunda fuerza más votada.
Frente a esta situación, el análisis postelectoral de la dirigencia de Die Linke parece un autoengaño: “Obtuvimos el segundo mejor resultado en nuestra historia partidaria”, dijo la candidata Sahra Wagenknecht. Sería más correcto decir que Die Linke no avanza en medio de un giro a derecha. Y donde directamente está en el gobierno, tiene corresponsabilidad del ascenso de la AfD.
Aunque este partido de extrema derecha es el gran ganador, esta victoria electoral solo intensificará la lucha interna entre las diferentes alas ya existentes. El mismo lunes, en la primera rueda de prensa después de las elecciones, la presidenta del partido, Frauke Petry anunció que no formará parte del bloque parlamentario de su propio partido. Los dos candidatos, Alexander Gauland y Alice Weidel, exigieron su salida del partido, lo que recuerda a la salida del fundador del partido en 2015, Bernd Lucke, que se fue después de conflictos con el ala más derechista. La AfD se fortalecerá en todos los ámbitos, recibiendo fondos para abrir una fundación y locales en muchas ciudades del país entre otros nuevos recursos. Pero también se intensificarán las tensiones entre el ala “pragmática” de Petry y el ala protofascista de Gauland y otros.
Dificultades de formar gobierno y una posición más inestable en el mundo
Pocas horas después de conocerse los resultados ya empezó la guerra para posicionarse mejor frente a futuras negociaciones sobre puestos en el gobierno. El SPD rechazó formar nuevamente parte de una “gran coalición” debido a que su participación en la última lo llevó a su peor resultado en la historia. Pero incluso los verdes y el FDP, con los que Merkel podría formar un gobierno tripartito (la tal llamada coalición “Jamaica” por los colores de los tres partidos, negro, verde y amarillo), hicieron declaraciones dudosas y no se comprometieron completamente a formar parte del nuevo gobierno. El lunes por la mañana hasta pareció que se podría romper el bloque parlamentario entre los socios conservadores CDU y CSU ya que el líder de la CSU, Horst Seehofer, hizo declaraciones en este sentido, aunque después aclaró que no iba a llegar a tal punto. Todo eso demuestra que ya empezaron las negociaciones.
Será más difícil que nunca formar un gobierno. Aún no se descarta completamente la posibilidad de una “gran coalición” si las otras negociaciones fracasan y el ala derechista del SPD alrededor del presidente federal Frank-Walter Steinmeier y el vicecanciller Sigmar Gabriel imponen su postura de seguir gobernando aunque en el caso de conformarse la alianza entre CDU/CSU y SPD sería menos “grande” que durante los últimos cuatro años. Pasaron de ocupar el 80 % del parlamento a solo el 56 %. Pero lo más probable es que la socialdemocracia reconzca que la única forma de recuperarse es pasar a la oposición para evitar un escenario de “pasokización”, es decir el declive ininterrumpido de la socialdemocracia como ocurrió en Grecia.
Esto nos deja con la “coalición Jamaica” como la opción más realista. Ya que la CDU perdió muchos escaños y tanto los verdes como el partido liberal obtuvieron buenos resultados, intentarán sacar el máximo provecho en las negociaciones. Lo mismo hará la CSU que intentará perfilarse como el garante del “derecho y el orden” dentro del gobierno después de sus malos resultados. Pero, aun así, todos los partidos comparten el interés en formar un gobierno juntos ya que nuevas elecciones solo fortalecerían a la AfD y la opción de gobiernos en minoría de CDU/CSU-FDP como de CDU/CSU-Verdes serían demasiado inestables -ya que faltan muchos escaños para alcanzar una mayoría-. En resumidas cuentas, todas las variante que no sean la “coalición Jamaica” serían aún más inestables y acelerarían la erosión del sistema político.
La inestabilidad política del futuro gobierno – y durante las negociaciones para formar uno que se esperan que sean muy largas – tendrá consecuencias para la política exterior. A nivel europeo hay varios frentes de crisis – Brexit, Cataluña, Francia – que hacen de un gobierno poco estable una pesadilla para el imperialismo alemán. Lo mismo en la escala mundial, donde Alemania intenta posicionarse como alternativa viable frente a los Estados Unidos bajo Trump.
¿Un Frente popular contra la extrema derecha?
La misma noche electoral políticos de todos los partidos hicieron llamados para una suerte de “frente popular” contra la AfD. Mientras que el SPD se presentó como el “baluarte de la democracia” que representará desde la oposición, todos llamaron a la “unidad de los demócratas” contra la AfD, el tal llamado “87 %” (todos los partidos menos la AfD) que habría que considerar en la formación de un gobierno. Para decirlo de otro modo, la idea que postulan es que, si se forma cualquier gobierno “democrático” sin la AfD, no importa con qué partido, todo estará bien.
Ya durante la campaña electoral hubo una suerte de pacto de todos los partidos que se sintetizó en la fórmula: “Hay que ir a votar, sea lo que sea, si no es la AfD”. Pero este llamado no tuvo en cuenta dos hechos fundamentales que se mostraron más claramente después de las elecciones.
En primer lugar, los responsables centrales del ascenso de la AfD están en el gobierno federal de Merkel que con su política racista y derechista ayudó a la propaganda de la AfD. Todo el discurso político se deslizó hacia la derecha lo que “normalizó” en cierto sentido a la AfD. Esto se vio hasta en la noche electoral donde tanto Horst Seehofer de la CSU como Sahra Wagenknecht de Die Linke dijeron que habría que tomar en cuenta más posiciones de la AfD.
Las elecciones demostraron que el viejo sistema partidario está cada vez más debilitado. Mientras que millones de personas ya no aprueban la política del gobierno que perdió duramente, solo la AfD (y los liberales) sacaron el beneficio de esto. Die Linke fracasó con su intento de mostrarse como alternativa a izquierda frente al derrumbe de la “gran coalición”. Solo así se explica el ascenso de la AfD.
Seguramente muchas personas votaron a Die Linke para enfrentar a la extrema derecha de AfD, eso está claro. Pero al mismo tiempo -sobre todo en Alemania oriental- mucha gente le dio la espalda a Die Linke porque ya no es visto como un partido de protesta y de oposición. No se puede explicar de otra forma que en aquellos lugares donde Die Linke tiene participación en diferentes gobiernos, los resultados de la AfD son más altos. Tampoco los últimos cuatro años como “dirigente de la oposición” en el Bundestag le sirvieron a Die Linke para avanzar electoralmente ni mucho menos en la construcción de una oposición militante a la extrema derecha.
El ascenso de la AfD solo puede significar que hay que construir una nueva oposición fuerte y de izquierda que tenga respuestas programáticas claras frente a la desigualdad social, la precarización y el racismo que se han incrementado en el país. La pregunta del momento es cómo construir una oposición que no se proponga frenar el giro a derecha. Tiene que ser una oposición independiente de todos los partidos capitalistas, que no pacte ni mucho menos gobierne con los partidos burgueses y que se enfrente ofensivamente a la política del próximo gobierno. Una oposición militante que se proponga la lucha contra la precarización laboral, la falta de vivienda, el racismo, el sexismo y la falta de perspectivas para la juventud. Una oposición activa que luche en las empresas, los colegios, las universidades y en las calles. Queremos construir un movimiento así con todos aquellos – también con los que votaron a Die Linke con ilusiones– pero que ven que no alcanza con una oposición parlamentaria y que quieren luchar seriamente contra la AfD y contra las medidas del gobierno que viene.
El domingo, poco después de conocerse los resultados electorales, tuvo lugar la primera manifestación contra la extrema derecha. Miles de jóvenes se congregaron en el centro de Berlín frente al lugar donde celebraba sus resultados AfD para gritar “fuera Nazis”. Hay que desarrollar este camino. El próximo período estará marcado por la agudización de las contradicciones sociales y la polarización política. La izquierda clasista y combativa puede encontrar vías para fortalecerse en esta situación, a condición de que no se adapte a las ilusiones de conciliación de clases y los “cantos de sirena” de un frente popular contra la AfD.