Tuvimos el honor de recibir al principal referente del periodismo de rock del país en El Círculo Rojo (domingos de 22 a 24 hs por Radio Con Vos, FM 89.9): sus comienzos, la radio, sus criterios a la hora de recomendaciones musicales, el rol de las mujeres en el rock argentino, el rock durante la Dictadura y varios otros temas, recorrieron una rica conversación que aquí compartimos en La Izquierda Diario.
Miércoles 24 de abril de 2019 15:30
Alfredo Rosso en los estudios de Radio Con Vos entrevistado por El Círculo Rojo.
Es el periodista que más conoce en Argentina sobre la cultura y uno de los pioneros en el periodismo de rock, con trabajos en revistas legendarias como Mordisco y Expreso Imaginario, entre otras. También hombre de radio: actualmente al frente de La Trama Celeste (sábados de 22 a 24 hs por AM 750), Truco Gallo junto a Claudio Kleiman por (viernes por Radio UBA) y el mítico ciclo La Casa del Rock Naciente -que ya lleva más de 21 años- por Rock & Pop en el mismo horario que El Círculo Rojo, los domingos de 22 a 24 hs. Pero la magia de la radio nos permitió tener el honor de contarlo como invitado para una fructífera e inolvidable charla con Fernando Rosso, Pablo Anino, Celeste Murillo y Augusto Dorado.
Escuchá la entrevista completa haciendo click acá
FR - Para empezar por el principio: periodismo de rock o periodismo y rock ¿qué te llevo hacia esos hacia esos lugares?
AR – Bueno, el amor a la música sin dudas. Pero además el amor al idioma porque yo aprendí inglés en los setentas… Estaba empezando a ganar ritmo en mi aprendizaje del idioma; descubrí una librería que vendía libros ingleses (en el centro, Librería Rodríguez) y da la casualidad que tenía muchas revistas de rock que venían de Inglaterra: Melody Maker, New Musical Express… y ahí me di cuenta que había artículos muy interesantes de gente que escribía tratando a los discos con respeto y preguntándole a los músicos cosas acerca de la vida y del cosmos (risas). Entonces me di cuenta de que esa música que tanto me gustaba tenía su equivalente en un periodismo piola, un periodismo inteligente, un periodismo yo diría “con la camiseta puesta” porque esos tipos (y estoy hablando de gente que por ahí no les resulta conocida pero que fueron próceres del periodismo rockero británico y estadounidense como Ian Mac Donald, Charles Shaar Murray, Nick Kent, Lester Bangs) eran toda gente que le ponía el corazón… y sabía escribir. Eso me fascinó y dije “cómo me gustaría hacer eso”, o sea, ser un canal, un intermediario entre el artista y el receptor, que es el público.
FR - ¿Y cuánto había de periodismo de rock en la Argentina en ese momento?
Mirá, había poco… pero lo poco que había era bastante bueno porque estamos hablando de gente como Juan Carlos Kreimer, que escribió las line notes (los comentarios) del primer disco de Manal y que escribió el primer libro de rock: Agarrate. ¡El primer libro del rock pero en el año ´71 cuando apenas teníamos 3 o 4 años de historia! O sea, había que tener esa capacidad y tener ganas. Me fascinó el libro de Kreimer. Después otra gente: Miguel Grinberg -obviamente pionero de todo- y desde ya mi gran maestro en estas lides, Jorge Pistocci, fundador de la revista Mordisco… Por supuesto, Daniel Ripoll -el fundador de Pelo- también… Así que te estoy nombrando tres o cuatro de las personas que dejaron su marca en mí en la Argentina…
AD - A la hora de decir “recomiendo a tal banda o tal artista” ¿qué elementos ponés en la balanza? Sos una persona de una amplitud musical bastante grande y nos hiciste comprar muchos discos y gastar plata a muchos nosotros…
¡Eso me dice mucha gente! (risas) He causado hasta problemas matrimoniales por el presupuesto familiar… Yo creo que un artista que me interesa es un artista que se sale un poco del libreto, que tenga el don de la originalidad y de la osadía… de no hacer un disco igual al anterior, de resistir las presiones del mercado. Desde el punto de vista de las letras, me encantan las letras que son un poco humanistas, existencialistas, que salen un poco de hablar del ombligo, de hablar del mundillo de la música y del rock en sí… Prefiero las letras que vuelan un poco más alto, no las autorreferenciales. Me gusta también la gente que puede alterar su mensaje tanto musical como lírico a medida que va creciendo y desarrollándose en la vida porque es un poco patético escuchar a veces a un personaje que tiene mi edad, de mi generación, haciendo letras adolescentes… Cuando uno pasa cierta edad, si está del lado equivocado de los 60… Hay ciertas cosas que uno las ve con una óptica un poco distinta de la que tenía a los 25 años… Aunque yo digo que tengo 35 años, lo demás son los dolores de la mañana, no les doy bola (risas)…
PA - Cambiaron mucho las formas de consumo musical: antes uno se juntaba socialmente a escuchar un vinilo (o un cassette) y ahora va seleccionando temas en Youtube o en Spotify en el colectivo ¿cómo ves esos cambios en el consumo de la música? ¿qué se gana y qué se pierde?
Lo que se gana yo creo que es una cosa -para mí personalmente- invalorable, que es poder escuchar música en movimiento. Me encanta escuchar música en los colectivos, en los medios de transporte, en la bicicleta (aunque no debería, como dicen las reglas), por la calle, en las salas de espera… En fin, la música llena toda mi vida en ese aspecto. Y quizás lo que se pierde a veces es una cuestión de fidelidad porque a mí me da pena a veces que un músico se pase 500 horas en un estudio de grabación puliendo una obra de arte para que después se escuche en una “latita”, en mp3 con baja definición. Neil Postman, que es un filósofo y un educador que yo respeto mucho, escribió un libro que se llama Divertirse hasta Morir (que le recomiendo a todo el mundo), un análisis de los medios de difusión en nuestra época, donde dice que toda nueva tecnología te da y te quita: la música no es la excepción…
FR – A veces tenemos como una nostalgia del pasado y siempre creemos que si hubo una edad de oro fue la que pasamos nosotros… En mi caso, el rock en los 90 (Divididos, Redondos). ¿Coincidís con eso o ahora ves expresiones buenas, nuevas?
Yo creo que tiene que ver mucho con las experiencias que uno tuvo en épocas fundamentales de su vida. Hay gente que te discutiría esos grupos, o esa época en particular, y te diría que la posta fueron los ´60, otra que la posta fueron los ´70, y otros que los ochentas (con los cambios que trajeron Virus, Soda Stereo, Sumo, etc) fueron la posta… Cada época tiene gente que la representa hay gente que suma algo a esta gran cadena que es el rock. Por ejemplo, yo no puedo concebir que alguien diga al escuchar “Tutti frutti” de Little Richard que es un tema viejo: es un tema absolutamente actual… o Elvis Presley cantando “Hound Dog” o “Heartbreak Hotel”. Creo que puede decirse de los 60, de los 70, de un tema de The Cure como “A Forest”, por decirte algo… O para no hablar sólo de grupos de afuera: para mí es tan contemporáneo Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta, como Fito o como los grupos que están en este momento como Francisca y los exploradores, Rosario Bléfari, o Cam Beszkin… Quiero decir además que creo que vivimos una nueva “era de oro” en el rock argentino, lo que ocurre es que -como siempre- no está en el mainstream. La gente que no vivió la época de los 60 o 70 dice “antes estaba Almendra y estaban Los Gatos y Manal” y creen que esos grupos estaban en la tele o sonaban en la radio, que eran masivos ¡No! Almendra apareció dos veces en la televisión y una de ellas haciendo playback (los grupos no tocaban en vivo en la mayoría de los casos en la tele).
Entonces: el rock que tiene mensajes que son disruptivos, en el sentido de que te plantea una vida donde las cosas no son blancas o negras, que te plantea la incertidumbre de nuestros sueños -que no sabemos por qué soñamos lo que soñamos-, el rock que no es facilista, que no es cortesano (como dijo alguna vez el Indio Solari, una frase que me encanta), siempre estuvo al costado del mainstream… Ahora no es la excepción. Si vos querés ver realmente dónde está el rock creativo argentino, tenés que hacer lo mismo que hace 45 o 50 años: tenés que ir a Rosetti, al nuevo Matienzo, tenés que ir a todos estos “agujeros en la pared” como le llaman los ingleses (“holes in the wall”), a encontrar esas bandas. Antes no era distinto, la diferencia ahora -y me parece muy bien- es que se ha emparejado un poco más el tema del género: tenemos grandes creadoras como Marina Fages, Cam Beszkin, Rosario Bléfari, Paula Maffia, un montón de mujeres tanto solistas como miembros de bandas y eso es muy bienvenido.
Otra cosa que es muy bienvenida es la autogestión: el hecho de que hoy en día no haya que tener ningún temor reverencial a grabadoras, productoras y toda la gente que se mete en el medio, a veces con buenas intenciones pero muchas veces distorsionando o metiendo acoples innecesarios en la comunicación.
CM - Hablando un poco de gente con mensaje disruptivo, en una entrevista contaste de la importancia que tuvo en tu formación la Generación Beat ¿Esa relación viene un poco por esa yunta que se había dado entre literatura y el bebop, el jazz y la música, o simplemente la tomaste como una forma de nutrirte de esa u otras corrientes literarias?
Mirá, yo siempre acepto cuando me dicen que soy especialista en rock… Está bien, ok; yo tiré por ese lado, pero soy un gran amante de todo ese combo que venía junto que eran los escritores humanistas (Saul Bellow, por ejemplo) o el realismo mágico latinoamericano, los directores de cine de la época (desde Bergman hasta Passolini, Fellini, Godard, etc)… por lo general, si ibas a escuchar a Invisible, esa misma gente que veías en el recital te la encontrabas al otro día en algunos de los cines de “la L” como se los llamaba –que eran los cine arte de Corrientes: Losuar, Lorraine, Loire- y también te los encontrabas en las librerías de usados viendo que podían escamotear o comprar… Entonces, en definitiva el rock se acopló a una visión de la vida que es distinta a la visión costumbrista o a hacer lo que tus papás o las figuras de autoridad (padres, maestros, gobernantes) te decían que tenías que hacer. ¿Qué hizo el rock nacional desde La Cueva? Más o menos lo mismo que planteaban los escritores beat: salir a la calle, salir al camino, mezclar tu aliento con otros alientos… Escribir el propio libreto de tu vida, no dejar que nadie más te lo escriba porque algún día -y ojalá que sea temprano en tu vida- te das cuenta que tu vida es única e irrepetible, y que si dejas que otros la vivan por vos o te escriban el libreto, hablando mal y pronto, te jodés…
AD - En un momento Fernando nombraba Expreso Imaginario: sos parte de esa generación pionera en el periodismo de la cultura rock, pero también sos un hombre de radio, claramente tu voz es inconfundible ¿Cómo fue tu incursión en la radio? ¿Quiénes fueron tus maestros o referentes? Y por otro lado, nosotros cumplimos un año con El Círculo Rojo ¿qué consejo nos darías?
“Amigo te doy un consejo aunque yo consejos no doy”, decía Moris (risas)… Hay que “parar la maquinita”, eso es un buen consejo. Parar la pelota bajo el empeine… Hay un escritor mexicano que se llama Concheiro que dice que vivimos en una especie de “rueda de hámster” donde vamos todo el tiempo corriendo sin llegar a ninguna parte; otra metáfora que utiliza es el scroll down de los sitios web: pasan y pasan las noticias y no llegás a ningún lado… Entonces, parar la maquinita es un buen consejo.
En cuanto a las personas que me influenciaron fueron, por un lado el gran Hugo Guerrero Marthineitz que tenía, en el año 70-71, un programa que se llamaba El Show del Minuto en la AM a la tarde (a eso de las 15) en plena dictadura militar (no del Proceso -porque no hubo “dictablandas” como bien dice Claudio Gabis-, la dictadura de Onganía, Levingston y Lanusse era densa) y el tipo pasaba Pink Floyd, fue el primero… Agarró el disco de la vaca en la tapa, Atom Heart Mother, y pasó los 23 minutos de la “Suite”… Decía riéndose “Esto es Pink Floyd, una banda inglesa, jojojo…” (risas) y otro día te leía a Nicolás Guillén toda la tarde ¿Y te lo bancabas por qué? Porque era Hugo Guerrero, le creías… Y Graciela Mancuso que me dio la posibilidad de hacer un hermoso programa que se llamó Entre nosotros, de musicalizarlo en FMR. Edgardo Suárez, otro gran conductor que quiso hacer el Woodstock argentino, el festival de Lobos en el 70, y la dictadura no lo dejó, pero tenía puesta la camiseta de nuestra música… Era gente que tenía sensibilidad, no es que le gustaba solo el rock, les gustaban el cine, la literatura, podían hablar de cualquier cosa… Y obviamente Miguel Grinberg, que tuvo programas de rock cuando nadie tenía “ni un miserable amplificador”, como dice la canción de Charly.
AD - En esa primera experiencia también escuché que llegaste a entrevistar a Ray Bradbury y a Isaac Asimov…
Sí, Isaac Asimov, Ray Bradbury y Keith Jarrett… En esa época hacer entrevistas telefónicas era casi surrealista, como viajar a la luna y yo tenía un gran productor –que espero que siga vivito, coleando y produciendo cosas hermosas-, Juan Carlos Insúa, que era el productor de Graciela Mancuso y que lo heredé en el programa Entre Nosotros… él me vincula a la radio temática: él quería hacer todas las semanas un tema y que yo musicalizara en función de ese tema; él traía los textos. Entonces, en la
“Semana de la Ciencia Ficción” me dijo de hacerle un reportaje a Ray Bradbury y a Isaac Asimov: escribió un libreto y yo lo adapté… Fue un placer, me acuerdo que le dije a Asimoov “Usted escribió más de 400 libros” y me dijo “¡475!”, era súper exacto el tipo. A Bradbury le pregunté si él creía que el futuro iba a ser como la película Blade Runner, en la que hay un par de citas a él, y me dijo que para nada, que no creía que el futuro llegara a darse así… Las tengo grabadas en algún cassette.
FR - Rock y política: ¿Cuál es la relación que hay? Muchos movimientos estuvieron ligados a movimientos contestatarios políticamente…
Yo creo que el rock desconfió siempre de la política y lo bien que hizo. Por otra parte, sí se vinculó muchas veces a cuestiones humanitarias. Algunos desconfían de los grandes festivales benéficos, yo digo ok, pueden desconfiar todo lo que quieran y en algunos casos pueden haber servido también para agrandar los egos de los músicos… ¡pero a veces hay que hacer algo! Es mejor hacer algo que no hacer nada. Si algo de esa plata le llegó a los hambrientos de África o a la gente que fue víctima de un huracán o lo que fuere, los que perdieron toda una cosecha (estoy hablando de tres ejemplos concretos, no estoy inventando), fantástico… Por otro lado, siempre me gustó que el rock haya salido a la calle a defender causas como por ejemplo la no discriminación de género, que haya salido a luchar en contra de las armas nucleares (ya desde los sesentas existía el “No a la bomba”), que haya adherido a las campañas por los derechos civiles… o sea, son causas con las que en realidad es muy difícil disentir ¿Quién va a decir que no a eso? Pero me alegra mucho que nunca se haya vinculado y nunca haya apoyado la violencia. El rock argentino, por ejemplo, nunca la apoyó y -a veces- gente que no estuvo ahí habla por boca de ganso, como suele decirse… Por ejemplo, tiene muy mala fama ese concierto que se hizo en la época de la Guerra de Malvinas porque se dice que los músicos de alguna forma colaboraron con la dictadura: nada más alejado de eso. El mensaje de los músicos fue algo de paz, la canción de Raúl Porchetto que cantó todo el mundo era el símbolo de lo que hacían los músicos que estaban ahí presentes. La idea era reunir cosas para mandarle a los chicos que estaban ahí bancándosela en las Islas, que después no les hayan llegado esas cosas es uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia…
FR - ¿Y el rock en la dictadura como se les arregló?
Por medio de eufemismos… para mí todo lo que se hizo en pos de la cultura en los años de plomo fue una resistencia, porque ya era una resistencia escribir una poesía, escribir un mensaje a un amigo, escribir una canción. Vos sabías que había cosas que no podías decir de frente con las palabras que querrías, entonces utilizabas eufemismos. Y de repente hubo gente que lo dijo con un hermoso lenguaje como Charly en “Canción de Alicia en el País” donde, utilizando una metáfora de Lewis Carroll, habló de los desaparecidos y de la indiferencia de la gente frente al clamor de las Madres de Plaza de Mayo… O podés encontrar canciones mucho más directas como León Gieco pidiendo que no fuéramos a la guerra con Chile por unos islotes del sur con “Solo le pido a Dios”; no es que necesariamente la haya escrito por esa situación, pero yo recuerdo que cuando estuvimos a punto de ir a los tiros con nuestros hermanos del otro lado de la cordillera -por culpa de unos delirantes y unos dementes- se escuchó casi por primera vez esa canción en un recital de él y fue tremendamente emotivo. O sea, el rock argentino estuvo presente donde tuvo que estar, resistiendo de la manera que se podía en ese momento. Nunca me voy a olvidar, hablando de Charly, el mensaje “no te dejes desanimar, no te dejes matar / quedan tantas mañanas por andar”, un tema de La Máquina de hacer Pájaros…
CM - Hablabas hace un rato sobre la presencia que tienen las mujeres en el rock, nombrabas a varias de las chicas que están tocando… En la última edición del Cosquín Rock estuvo muy presente el reclamo en boca de Lula Bertoldi de Eruca Sativa, por ejemplo, por más espacios para las mujeres en los festivales ¿Cómo ves en el futuro del rock este fenómeno?
Lo que mejor veo de todo eso, insisto, es la autogestión… porque los espacios, cuando no están, hay que arrebatarlos. Cuando yo veo, por ejemplo, que Marina Fages tiene una disquería donde vende no sólo sus discos sino también los discos de otros grupos independientes, y que además es artista plástica, y que además la ves a Rosario Bléfari con un montón de proyectos desde la época de Suárez y la ves también pintando y siendo actriz de teatro y de cine… Son tres que de alguna manera son los “role models”. Realmente nadie regala nada, los espacios hay que tomarlos por la fuerza de alguna forma. Sellos propios: ahora está la posibilidad de grabar un disco en un ambiente como éste, con una inversión muy razonable y no tenés que ir a pedirle por favor a un productor que te exija algún favor a cambio.
Por otra parte, quiero decir que me parece terrible esa situación de explotación sexual -de la cual hemos tenido lamentablemente unos cuantos ejemplos a lo largo del tiempo- y quiero recordar además que en una época eso se veía casi como con gracia y a mí siempre me pareció degradante: todo el tema de las groupies y todo ese asunto… Me parece muy bien que ese asunto hoy en día, a la luz de las denuncias de género, se esté sacando a la superficie.
AD - Tengo entendido que tuviste un tío que era responsable un sello y que fue el encargado de editar a los Beatles en Argentina. Vos también cumpliste ese papel en algún sello. En tu caso ¿qué bandas podés decir que si vos no estabas, no se hubieran conocido o no se editaban?
Para empezar: a los 21 años, salir de la colimba y a las dos semanas estar trabajando en el Expreso Imaginario, en una radio y en una grabadora como Music-Hall, era una cosa increíble… y si eso sucede en un momento terrible para el país como fue el Proceso, parece más increíble todavía y eso me pasó a mí… ahora me doy cuenta de eso. Mi trabajo era editar discos en Music-Hall, que era una compañía de capital argentino pero que tenía la licencia de grandes sellos extranjeros como Atlantic, Warner Brothers, Elektra, M-Pire Records… o sea, estamos hablando de los Kinks, Television, Yes, Emerson, Lake & Palmer, los Eagles, Incredible String Band, etc. Así que mi trabajo era llegar a la mañana y ponerme escuchar discos a ver qué se editaba de esos discos en la Argentina. ¡Imaginate cómo me sentía! Bueno, yo creo que fui el responsable de la edición de The Incredible String Band, que es un honor haberlo hecho, de Oregon (una gran banda de jazz y música clásica contemporánea), de Graham Bond (un pionero del rythm and blues británico). Y era hermoso, fueron unos años divinos. Había algunos discos que yo no los editaba porque tenía miedo, eran muy costosos y tenía miedo de que me levantaran en peso. Un día me llama mi jefe, don Néstor Celasco, el dueño de la compañía y me dice “Alfredo ¿por qué no sale el triple de Yes –Yessongs- y el de Emerson, Lake & Palmer –Ladies and Gentlemen?”. Le digo “Jefe, son muy caros de producir”. “Me los saca inmediatamente”, me contesta. ¡Yo tenía ganas de abrazarlo! (risas).
FR - ¿Qué es La Casa del Rock Naciente?
La Casa del Rock Naciente es mi programa insignia, que comenzó en el año 1997 como un micro dentro de ¿Cuál es?, el programa de Mario Pergolini, Eduardo de la Puente y Marcelo Gantman. Mario me hizo sentir muy cómodo desde el principio, lo único que me pidió cuando le llevé un demo de lo que quería hacer fue “elevar un poco el pitch” (el tono), porque ellos hablaban como a los gritos. Por eso es que si alguien escucha algún micro de esa época me escucha diciendo “¡queridos cualeses!”… Eduardo de la Puente me llamaba “el Gallo Claudio” (risas). La idea fue armar un programa que recorriera a las seis décadas de rock y, como era un micro en un principio, le dediqué un día al blues, otro día a las novedades que salían afuera y yo recibía, otro día a las novedades argentinas, y otro a comparar estilos: por ejemplo, hoy psicodelia. En el año 2000, Quique Prosen (por entonces director de la Rock & Pop) me dio el gusto de hacer un programa largo que dura hasta el presente y el micro con Mario duró hasta el 2003, como siete temporadas. O sea que les estoy muy agradecido de haberme dado esa chance, yo creo que la aproveché…
FR - ¿Qué hay que ir a ver hoy? ¿Qué no se puede dejar de ver hoy, si tuvieras que recomendar algunas bandas?
Bueno, en principio la banda de Cam Beszkin hay que ir a verla, la banda de Mariana Bianchini también. Hay que ir a ver la de Marina Fages… He nombrado a tres chicas que en este momento son las bandas que más me gustan, que más disfruto en vivo. Pero también disfruto bandas de estilos que no son necesariamente rockeros, aunque hay gente que se gestó y se formó en el rock, como por ejemplo La Chicana de Acho Estol y Dolores Solá. Me fascinan, como me gusta mucho también Omar Giammarco, un gran cantautor que anda por el lado del candombe, del folk. Lo que más me encanta de esta época es el mestizaje; yo no soy un purista, jamás lo fui. Me encantan las mezcolanzas y eso es lo que amo por ejemplo de los festivales. Voy a un festival de rock y me encanta que aparezca una banda de Egipto en la carpa de World Music (porque todavía están más o menos compartimentados, eso no se puede evitar). Me encanta escaparme hacia los escenarios más raros. No me molesta ver las bandas masivas, no tengo ese prejuicio inverso de decir “Ah, ya es demasiado masivo, no les doy más bola”, eso me parece una estupidez…
FR – “Se vendió”…
Me parece una taradez total, cuando los Redondos llegaron a Obras los que dijeron “se vendieron”… ¿se vendió Pink Floyd con El lado oscuro de la luna, los Beatles con Sgt. Pepper o Led Zeppelin con el cuarto disco? Es una falacia total para mí. En fin.
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Luego de una anécdota del conductor de El Círculo Rojo sobre el compartir el apellido con Alfredo, quien recordó admás que rosso es rojo en italiano y felicitó al staff por el primer aniversario del programa, el creador de La Casa del Rock Naciente obsequió un cierre a toda música: el bello tema “Albayalde” del disco Dibujo de Rayo de la artista Marina Fages.