¿Se puede ser “feminista” y de derecha? Parece que para algunas referentes del movimiento de mujeres en Uruguay sí. La figura de Argimón presenta amores y odios. Aquí la postura de las feministas socialistas.
Martes 10 de diciembre de 2019
Pareciera una contradicción en los términos declararse “feminista” y pertenecer a un Partido encasillado ideológicamente con la derecha (neo)liberal. Sin embargo, en un intento oportunista por empatizar con el feminismo uruguayo y con el enorme movimiento de mujeres que se extiende internacionalmente, la electa vicepresidenta Beatriz Argimón se autodefine como “feminista”.
Pero si el feminismo es ontológicamente el movimiento que lucha contra la opresión de la mujer, es claro que alguien que se dice feminista no puede a la vez comulgar con ideas propias del liberalismo económico, que garantiza las ganancias de las empresas capitalistas y opina que las relaciones sociales pueden regularse desde “el mercado”. Una ideología que brega por el aumento de la productividad de la masa trabajadora, la flexibilización laboral, el recorte del “gasto” público y la pérdida de conquistas obreras, claramente es incompatible con los postulados del feminismo.
Si bien Beatriz Argimón se autodefine como “feminista liberal”, ni siquiera fue capaz de garantizar los mínimos derechos a las mujeres, ya que, frente a la Ley del aborto, Argimón votó en contra. O sea, se jacta de defender los derechos de las mujeres, pero no ha podido otorgar uno tan básico y democrático como el de poder decidir sobre nuestro propio cuerpo.
Su “feminismo liberal” se expresa en la formación de la Red de Mujeres Políticas y el impulso de la “Bancada Bicameral Femenina”, es decir, mejorar mínimamente la representación femenina en las cámaras parlamentarias, independientemente del programa y las propuestas que sostengan. Ese feminismo liberal no llega a otorgar derechos básicos, y justifica y reproduce nuestra opresión.
Así que Beatriz, te decimos que NO TE CREEMOS. Es más, estamos convencidas que no sos, ni fuiste ni serás parte de nuestra lucha histórica por derribar todas las cadenas que hunden en la opresión a las mujeres. Sabemos que nunca vas a estar del lado de la lucha por una sociedad más igualitaria, por la sencilla razón de que estás de acuerdo con la desigualdad social propia de este sistema capitalista, que refuerza su dominación de clase apoyándose en la opresión de género, manteniendo salarios bajos y así reduciendo los costos de la mano de obra.
Sin embargo, no todas pensamos igual. La integrante de la Intersocial Feminista, Andrea Tuana, conversó hace pocos días con FM DelSol. Allí vertió comentarios bastante alarmantes. Viniendo de una reconocida referente de la lucha contra la violencia de género, el abuso sexual infantil, entre otras temáticas, es muy peligroso que se intente emparentar a Argimón con el movimiento feminista.
Argimón, aliada … de quienes nos oprimen y explotan
En la entrevista, Tuana afirmó que, si bien le preocupan algunas posturas antiderechos de algunos referentes de la coalición multicolor, sin embargo, resaltó que la próxima vicepresidenta “tiene un compromiso histórico con estos temas”. Afirmó, a criterio personal, que Argimón puede “ser una aliada” para la conquista de los derechos tan postergados de las mujeres.
Esa falsa concepción, casi esencialista, de creer que por ser mujer va a bregar por enfrentar la violencia machista o por mejorar las condiciones de vida de las mujeres trabajadoras, es refutada en más de una ocasión por la realidad.
Tal como expresan Andrea D’atri y Celeste Murillo en un artículo publicado recientemente en la Revista Ideas de Izquierda
“Las referencias a las formas “femeninas” de la política, que rozan con el esencialismo, tuvieron su exponente en la idea de que más mujeres en el poder representarían mejoras para la mayoría de las mujeres. Esa idea, presente en el feminismo liberal, fue desmentida por las experiencias de mujeres al frente de Estados capitalistas, imperialistas o semicoloniales. Pero también fue y es discutida actualmente por feministas, porque la sola presencia de mujeres no solo no garantiza mejoras para la mayoría sino que, al contrario, son parte del personal político que aplica planes de ajuste y austeridad que afectan particularmente a millones de sus congéneres. También es parte de las conclusiones el reconocimiento del rol funcional del feminismo liberal con respecto al neoliberalismo, al abandonar las críticas a la sociedad capitalista y aspirar una igualdad de género “a secas” en los marcos de los regímenes existentes”.
Figuras como Margaret Tatcher, Hillary Clinton o Angela Merkel demuestran que las mujeres de las clases dominantes gobiernan para los intereses de quienes representan, y no son justamente los intereses de las mujeres más postergadas. O sin ir más lejos en el tiempo, la autoconsagrada presidenta de Bolivia Jeanine Áñez, hoy lidera la represión brutal desatada contra el pueblo boliviano, contra las trabajadoras y trabajadores de El Alto, contra los pueblos originarios y contra las “mujeres de pollera” que enfrentar el golpe cívico militar, patriarcal y racista que hoy intenta asentarse en el país andino.
En su análisis, D’atri y Murillo continúan el debate afirmando en su artículo que
“Las mujeres en sí mismas no conformamos un bloque político. Nuestro género no posee una esencia que nos distinga o nos otorgue características positivas o distintivas que se traduzcan en una forma femenina de hacer política. Como en todo movimiento social, existen diferentes estrategias, perspectivas de clase, programas y convicciones políticas. La muestra más trágica de esta imposibilidad es la figura de la propia Añez al frente de un golpe racista y empresarial que, Biblia en mano, entró en la casa de gobierno de Bolivia quemando banderas Wiphala y jurando revanchismo”.
El género nos une, la clase nos separa
Beatriz Argimón es una política de la derecha más oligárquica de nuestro país, y su gestión, lejos de fortalecer la lucha de las mujeres – y en especial las más pobres-, contribuirá a mantener los privilegios de los sectores más poderosos de la sociedad: los grandes terratenientes del movimiento Por un Solo Uruguay, las multinacionales como UPM, las patronales de la industria y el comercio que mantienen salarios de miseria entre sus trabajadores y trabajadoras, etc.
Argimón integra un partido que tiene en sus filas a los elementos más reaccionarios como otra mujer, Verónica Alonso, que recientemente lideró la lucha contra la sanción de la Ley Integral para personas Trans. Un partido que cuenta con la llamada “bancada evangelista”, desde donde amplifica el discurso derechista “contra la ideología de género” y a favor de un modelo de familia monogámica y heterosexual, discriminando a las disidencias sexuales y perpetuando el rol asignado para las mujeres de ama de casa, relegado al hogar.
Una mujer proveniente del Partido Nacional, que hace acuerdos con un sector de ultraderecha y clerical como Cabildo Abierto, es difícil que a la vez luche por los derechos de las mujeres. Una mujer que no tiene problemas en compartir gobierno con Jorge Larrañaga, que fomenta la represión en los barrios pobres, incluso con los militares en la calle – como propuso con su Campaña Vivir sin Miedo, un partido que pretende aplicar política neoliberales – como se ha demostrado a lo largo de la historia – perjudicando a los sectores trabajadores y populares … en fin, un partido de nuestros enemigos de clase, la burguesía industrial, financiera y agropecuaria, amparadas por el imperialismo norteamericano que domina nuestra región.
Porque como se dice “el género nos une, la clase nos separa”, desde Pan y Rosas – agrupación que se define anticapitalista y antipatriarcal – sabemos que no podemos depositar ni un milímetro de expectativa en figuras como Argimón, porque representan la clase social que sostiene nuestra subordinación.
Desde nuestras fuerzas, siempre hemos bregado porque el movimiento de mujeres en Uruguay pantee una lucha basada en la independencia política respecto no solo del Estado capitalista y patriarcal, sino también de todos los partidos políticos que integran este régimen y este sistema de explotación y opresión.
Ante el período que se viene, en el que seguramente intentarán pasar mayores ajustes y recortes presupuestarios a la salud y la educación públicas, y que repercutirán centralmente sobre las mujeres más pobres, es necesario no darle tregua, y re-organizar a nuestro movimiento para que confluya con la pelea contra la carestía de la vida, contra los salarios de hambre, contra la invisibilización del maltrato y acoso laboral y sexual, y proponernos ser parte del movimiento que enfrentará los intentos de descargar la crisis sobre las espaldas de las y los trabajadores.
Esa es nuestra pelea.