Boca se llevó su campeonato número 25 en el torneo más populoso de los últimos años. Las razones, en esta nota.
Lionel Pasteloff @LionelPasteloff
Lunes 2 de noviembre de 2015 00:00
Hay una sentencia en el deporte y sobre todo en el fútbol, que afirma que a los campeones no se los discute. Más allá de de lo debatible de la máxima, podría indicarse que, a los que se consagran en un torneo de treinta equipos, se los puese discutir poco. Los de Arruabarrena se llevaron un torneo extenso, con idas y vueltas, que los tuvo siempre como protagonistas, aunque de distintas películas.
Comenzó arrasando. Ese inolvidable principio, con seis triunfos en seis partidos de copa, vino acompañado con éxitos a nivel local. Fueron doce partidos invictos, incluyendo un triunfo superclásico y un trabajado éxito en Lanús. Después de llevarse el partido con River sobre el final, el xeneize tuvo el incidente nefasto del panadero y declinó. El mazazo lo llevó a dos derrotas seguidas con juego nulo. Aldosivi y Vélez se aprovecharon. El semestre se cerró decorado con un 4 a 0 a Newell’s y otra victoria por Copa Argentina. Sin embargo el amplio plantel quedaba aún más grande sin Libertadores por delante y hubo que depurar. Algunos nombres relevantes del primer semestre como Osvaldo, Burdisso y Torsiglieri, se fueron. Otros menos clave como el Burrito Martínez, Carrizo y Castellani también abandonaron el equipo.
Llegaron Tobio y fundamentalmente, Tevez. El golpe de efecto generado por el ex jugador de Juventus fue suficiente para despertar a varios. El equipo necesitaba un liderazgo real, algo que Orión, Cata Díaz y Gago no pudieron ofrecer, pese a algunos buenos rendimientos.
A partir de la llegada del Apache, Lodeiro recuperó el buen nivel del primer semestre, Pablo Pérez volvió a asomar y Calleri se potenció. El ex All Boys formó una gran dupla con Tevez. Ambos se asistieron generosamente y mostraron química. Pasaron los partidos y Boca avanzó casi monopolizando la punta (gran triunfo en Córdoba con 9), más allá del 3-4 con Unión que le quitó ese privilegio. La volvió a perder cayendo en un duelo clave contra San Lorenzo de local (la vieja cuenta pendiente de este equipo, saldada a medias, fue saber plantear esta clase de partidos) sin Tevez y Gago, perjudicado por la mala aplicación del reglamento en fechas FIFA.
El golpe lo dio la fecha siguiente. Ganó en el Monumental con gol de Lodeiro y recuperó el liderazgo. Sin brillar, tuvo un buen primer tiempo pese a perder indefinidamente a Gago y se hizo fuerte en el segundo. Cuando parecía enderezarse el recorrido, llegó el partido con Argentinos. Difícil, a Boca le permitió llevarse los tres puntos, pero la lesión de Tevez a Ham fue un incidente que borró el clima de paz que había dado el superclásico. Mientras también avanzaba también en Copa Argentina, vio como San Lorenzo perdía puntos contra Huracán, Tigre y Rosario Central, que pese a su gran juego, no llegó a disputarle plenamente el torneo. Boca despachó a Banfield y Crucero del Norte y empezó a festejar.
Pero como nada fue fácil en este 2015, tuvo que visitar al campeón vigente, que lo sopapeó. Tuvo dos expulsados y dos penales en contra, producto de la superioridad de un Racing que lo venció con claridad. Otra vez los rumores, el desgaste, la presión. Pese a que San Lorenzo había perdido y los de Coudet andaban lejos, el clima se tornaba complicado.
Pero una de las virtudes de este equipo de Arruabarrena fue ser obvio. ¿De qué forma? Ganándole a quienes tenía que ganarle. Es cierto que perdió puntos contra equipos inferiores, pero en líneas generales, les ganó a quienes tenía que ganarles. No por nada se llevó 20 de 29 partidos. Y así fue como se impuso ante Tigre y se llevó el torneo. Mostró poder ofensivo siempre (Tevez, Calleri, Palacios y las variantes que aportaron como Pavón, Chávez, Osvaldo y Martínez), volantes versátiles (gran rendimiento de Pérez y Lodeiro, grata aparición de Cubas y buenos pasajes de Gago y Erbes) y una mejoría de la defensa, que por momentos sostuvo al equipo. Orión se calmó tras las rojas iniciales, Díaz se complementó muy bien con Torsiglieri y ordenó a Peruzzi y Tobio. El lateral izquierdo fue siempre problemático, pero entre Colazo y Monzón se repartieron las presencias.
Arruabarrena mostró dudas, pero también serenidad cuando todos se le venían encima. Rotó mucho (algo digno de elogio a veces, luego fuente principal de críticas), muchas veces jugó de acuerdo al rival y no siempre le salió bien. Ganó los dos clásicos con River (dato no menor) e hizo pesar las individualidades. No se sabe si seguirá (está atado a quien gane la presidencia) pero la experiencia recibida puede serle de mucha utilidad.
En una competición dispar que supo combinar buenos equipos con rejuntados de la B Nacional, se impuso el más parejo. El que arrancaba el 2015 con las mejores cartas y para llevarse el pozo completo. En el torneo de 30, fueron buenas.