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“Boris Johnson deja una economía tambaleante, crisis con el brexit y una seguidilla de escándalos”

ENTREVISTA A ALEJANDRA RÍOS

“Boris Johnson deja una economía tambaleante, crisis con el brexit y una seguidilla de escándalos”

Redacción Contrapunto

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La caída de Boris Johnson muestra una crisis orgánica profunda, acelerada con el brexit. Una entrevista con Alejandra Ríos, corresponsal de la Red Internacional de La Izquierda Diario en Reino Unido.

La renuncia de Boris Johnson como líder del Partido Conservador pone fin a su gobierno. Los escándalos del partygate y el encubrimiento de Johnson de un alto miembro de su gobierno acusado de conducta sexual inapropiada, se suman al impacto negativo del brexit, la gestión de la pandemia, el alza de la inflación y un descontento social en aumento. Hace unas semanas, en medio de la huelga del transporte, los medios británicos se referían a un “verano del descontento”.

Más allá de cómo se resuelva la crisis de gobierno en los próximos días, ya sea que se mantenga Johnson de forma interina unas semanas o le busquen un reemplazante más rápido, hay causas profundas que están detrás de esta crisis. Sobre esto hablamos con Alejandra Ríos, corresponsal de la Red Internacional de La Izquierda Diario en Reino Unido.

¿Cómo se desencadena esta última crisis del gobierno de Johnson que lleva finalmente a su renuncia? ¿El partygate y el otro escándalo de abusos sexuales por parte del jefe adjunto del gobierno nos muestran una crisis profunda del régimen y la “casta política” que gobierna Reino Unido?

Alejandra Ríos: Claro, hay que tener en cuenta que la pandemia impactó muy negativamente sobre una gran parte de la población, como en la mayoría de los países, y el gobierno de Johnson llegó a imponer medidas muy duras de separación social y cuarentenas. El hecho de que, al mismo tiempo, estuvieran organizando fiestas en Downing Street (la residencia del primer ministro), generó mucha indignación cuando se conoció. Pero lo que más bronca produjo es que Boris Johnson mintió descaradamente sobre este tema: primero, en una de las sesiones del parlamento, declaró que no había roto las reglas del confinamiento y que no había estado en ninguna fiesta. Cuando se filtraron las fotos de él brindando y con botellas de vino de fondo, al ser cuestionado en el parlamento Johnson declaró que él pensaba que se trataban de “reuniones de trabajo”, en vez de fiestas sociales. Te imaginarás cómo cae eso. Por otra parte, “engañar” al Parlamento a sabiendas, es un delito de renuncia si se prueba. Este escándalo del partygate, y el hecho de que mintió en el Parlamento, llevó a que un sector del Partido Conservador le pidiera una moción de censura hace unas semanas. Y logró salir de esa por muy poco, con 211 votos de los 180 necesarios para ganar. Luego, en las elecciones extraordinarias del 23 de junio en dos circunscripciones electorales el Partido Conservador fue derrotado por los Demócratas Liberales y por el Partido Laborista. No nos olvidemos que Johnson fue abucheado por el público cuando se dirigía a un servicio en la Catedral de St. Paul’s, en Londres, durante la celebración del Jubileo de Platino de la reina Isabel. Pero después apareció un nuevo escándalo. Resulta que Johnson encubrió a Chris Pincher, jefe adjunto del gobierno, quien fue acusado en varias ocasiones de conducta sexual inapropiada. Johnson lo sabía, pero lo negó, hasta que se hizo público que había sido informado de todo esto y estaba mintiendo, pero cuando trató de corregirlo diciendo que “se había confundido”, ya era muy tarde. Fue entonces cuando los propios diputados del partido conservador le quitan el apoyo, y se desencadena esta crisis, con renuncias y todos queriendo bajarse del barco antes de que se hunda.

Hemos visto en los últimos años una seguidilla de crisis de gobierno en Reino Unido, y en especial en el Partido Conservador. Primero renunció Cameron, y después Theresa May. Parece una crisis irresuelta de larga data. ¿Nos puedes contar qué elementos centrales actuaron en cada momento?

Sí, si miramos para atrás, la realidad es que los últimos tres primeros ministros del Partido Conservador tuvieron que irse antes de terminar su mandato, expresión de una crisis orgánica profunda, acentuada luego de la crisis financiara del 2008. En realidad, la relación con Europa ha generado tensiones en el seno del Partido Conservador durante décadas. Margaret Thatcher hizo campaña por el “sí” en el referéndum celebrado en 1975 en el que Reino Unido eligió por abrumadora mayoría permanecer en lo que entonces era la Comunidad Económica Europea (CEE). Está la famosa foto de ella durante la campaña vistiendo un jersey que lleva las banderas de los nueve países que formaban el mercado común en esa época. Sin embargo, el cisma sobre Europa persiguió al Partido Conservador, ya que las disputas políticas sobre Europa siguieron dividiendo al gobierno del sucesor de Thatcher, John Major. Esa tensión se agravó durante el gobierno de David Cameron que enfrentaba un ala euroescéptica fuerte y consolidada dentro de su propio partido. A esto debemos agregarle los avances en las elecciones municipales de 2013 - 2014 del partido xenófobo y euroescéptico UKIP que se situó por delante del Partido Conservador y del Partido Laborista en las elecciones al Parlamento Europeo de 2014. A finales de ese mismo año dos diputados conservadores desertaron y se pasaron a las filas del UKIP. En 2013 Cameron ya había anunciado que si su partido ganaba las elecciones de 2015 convocaría a un referéndum sobre la pertenencia, o no, del Reino Unido a la Unión Europea, todo con la idea de poner un cierre a la cuestión europea en su partido.

Recordemos que Cameron convocó el referéndum del brexit pensando que ganaba su posición, que era quedarse en la UE, pero le salió muy mal la jugada. Y en el plebiscito, que tuvo lugar el 23 de junio de 2016, un 48,1% de los británicos votó a favor de quedarse en el bloque, pero un 51,8% se pronunció a favor de abandonar la UE. Esto significó una conmoción política total, con gran impacto internacional. Fue un sacudón para el partido Conservador y también para el laborismo, ya que muchas regiones donde se había encontrado históricamente su base obrera habían votado por el brexit.

Y después vino Theresa May, que tenía una posición que podríamos llamar intermedia. Llevar adelante el brexit, pero tratar de llegar a un acuerdo con la UE. Theresa May negoció tres acuerdos diferentes con la UE, pero todos ellos fueron rechazados en el parlamento, no solo por el ala euroescéptica de su propio partido sino también del Laborismo, bajo la dirección de Jeremy Corbyn.

Luego del rechazo en el Parlamento de los tres acuerdos, May empezó a perder el apoyo de su propio partido, dividido entre sectores afines a un brexit más duro y los que buscaban salidas intermedias.

La propuesta de acuerdo de May incluía una cláusula de salvaguarda ("backstop") que buscaba garantizar que no habría una frontera “dura” entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, incluso si no se llegaba a un acuerdo formal en temas comerciales y de seguridad. La versión de Johnson no incluye esa salvaguarda. La ausencia de barreras físicas entre la República Irlanda —que sigue siendo parte de la UE- e Irlanda del Norte -una de las cuatro naciones que conforma Reino Unido- es una de las bases del acuerdo de paz conocido como el Acuerdo del Viernes Santo, firmado en 1998 bajo el gobierno laborista de Tony Blair. Sin embargo, la posición de May resultaba inaceptable para los diputados del Partido Unionista Democrático Norirlandés -clave para contar con mayoría parlamentaria- así como para muchos parlamentarios conservadores del ala euroescéptica. Fue así como la solución acordada con Johnson consistió en trasladar las barreras aduaneras a la frontera marítima entre Irlanda del Norte y Reino Unido, con Irlanda del Norte comprometiéndose además a conservar las regulaciones de la UE solo en materia de bienes. Pero esto sigue generando mucho malestar en muchos sectores.

Llama la atención, para quien no esté familiarizado con el sistema electoral británico, que Johnson dimite como líder del Partido Conservador, y eso implica que se termina su gobierno. ¿Nos puedes explicar cómo funciona este sistema profundamente antidemocrático?

Es cierto, puede resultar un tanto confuso. Boris Johnson renunció como líder del Partido Conservador, pero no como primer ministro, es por ello que ha podido formar un nuevo gobierno, con nuevos miembros del gabinete y le informó la composición de su nuevo gabinete a la Reina. En la serie The Crown, se pueden ver las escenas, en las que los distintos primeros ministros tienen audiencia con ella para informarle la formación del gobierno, de una coalición, etc., que la monarca, por lo general aprueba. Johnson no le presentó su renuncia a la Reina porque siguen siendo el primer ministro. Que Johnson dimita como líder de su partido, pero siga como primer ministro está relacionado con el sistema electoral.

El Reino Unido está divido en 650 circunscripciones electorales: 533, en Inglaterra; 59 en Escocia; 40 en Gales; 18 en Irlanda del Norte; es decir, 650 diputados en total. El sistema de voto es de mayoría simple, mediante el cual el candidato/a con más votos en cada circunscripción pasa a ser miembro del Parlamento. A su vez, el líder del partido con mayor cantidad de escaños se convierte "automáticamente" en el primer ministro, o, primera ministra. Este mecanismo puede crear cierta confusión, lógicamente.

La elección del nuevo líder tiene dos fases: en la primera, la bancada conservadora mediante un proceso de votación por descarte selecciona a dos diputados finalistas y, en la segunda fase, la membresía del Partido Conservador vota entre estos dos finalistas. Quien gana será el nuevo primer ministro; esto quiere decir que, teniendo en cuenta la membresía conservadora actual, una pequeña minoría de un 0.29% de la población elige quien está a cargo del gobierno. Creo que esta cifra grafica a la perfección lo antidemocrático del sistema de votación británico.

En menos de 33 horas Johnson terminó presentado su renuncia como líder del Partido Conservador, pero no como primer ministro. Es decir que, a pesar de haber presentado su renuncia, Johnson podría seguir ejerciendo su cargo de primer ministro hasta octubre. También podría ocurrir que, por presión de su propio partido, se vea obligado a renunciar como primer ministro en cuyo caso elegirían uno provisorio. Existe la opción de que el partido laborista presente una moción de confianza en el gobierno que, de ganarse, activaría un llamado a elecciones generales. Pero, por supuesto, es una jugada riesgosa, porque los tories no votarían contra su propio gobierno, sería como cavarse su propia fosa.

Algo que está calentando mucho el descontento social es la inflación. ¿Cómo está golpeando en las condiciones de vida de la mayoría trabajadora?

Se vive la inflación más alta desde la década de los 80. Por un lado, por supuesto, es el impacto de la pandemia, sin embargo, Reino Unido es el país que se está recuperando más lentamente en comparación con otros países europeos. En el sector estatal hay congelamiento salarial y cuando vas al supermercado ves que los alimentos han subido en un 10, 15 e incluso hasta un 20%, las cuentas de electricidad han subido un 50% y se espera otro aumento del 50% en octubre. El combustible también está por las nubes. Hay familias trabajadoras, que no pueden alimentar a su familia y que dependen de los bancos de comida para poder darle de comer a sus hijexs. Estos bancos de comida por lo general son gestionados por organizaciones caritativas de base, iniciativas a nivel de barrio o comunidades, y muchas veces funcionan en casas o centros sociales y dependen de donaciones voluntarias de la gente. Las familias monoparentales y de origen migrante son las más afectadas por la actual carestía. Según cifras oficiales, una de cada seis personas en el Reino Unido tiene unos ingresos relativamente bajos antes de los costes de la vivienda, que se elevan a alrededor de una cada cinco una vez que se tienen en cuenta los costes de la vivienda. La situación es seria y parece impensable.

Escribiste hace unas semanas que en la prensa británica se hablaba de un “verano del descontento”. ¿Cuál fue el impacto de la huelga del transporte y qué otros sectores de trabajadores están preparando huelgas?

En junio hemos visto tres días de una fuerte huelga ferroviaria, con el resurgir de una nueva camada de activistas en los piquetes, en algunos casos acompañados por jóvenes contra el cambio climático. Además, el secretario general del Sindicato nacional de trabajadores ferroviarios, marítimos y del transporte (RMT, en inglés) se convirtió en una estrella inesperada de las redes sociales al denunciar la situación de pobreza en sectores trabajadores recorriendo los medios y las redes sociales. Trabajadoras y trabajadores del metro de Londres, también del RMT, protagonizaron una huelga muy exitosa. Docentes y personal del NHS podrían ser los próximos en ir a la huelga, el gobierno ofrece un aumento salarial de entre 2 y 3%, partiendo de que hay congelamiento salarial desde el 2020 y la inflación rozaría el 11%. Una combinación de alta inflación, tope salarial y descontento social motivan la frase “verano del descontento”.

Se habla del “verano del descontento” en evocación al “invierno del descontento”, como se conoció al enorme proceso huelguístico en el invierno de 1978-1979. En medio de ese crudo invierno de 1978-1979 estallaron en toda Gran Bretaña más de 2.000 huelgas, infamemente acuñadas como el “invierno del descontento” cuando los trabajadores rechazaron los intentos del entonces gobierno laborista de restringir los aumentos salariales con una política de ingresos. Estos controles, o políticas de ingresos, no eran infrecuentes en la posguerra, pero para los sindicatos británicos, años de restricción salarial, unidos a la inflación que deprimía los salarios de los trabajadores, hicieron que los miembros de base fueran cada vez menos propensos a soportar otro año más de esa política. En septiembre de 1978, los trabajadores de la Ford fueron a la huelga para pedir un aumento del 17%, seguida por las huelgas en el sector de transporte por carretera. Cuando los trabajadores del sector público siguieron con una acción coordinada a nivel nacional en enero de 1979, algunas de las imágenes más icónicas de estas huelgas estallaron en los periódicos y la televisión británicos, con montones de basura en las calles a causa de los basureros en huelga, servicios limitados en los hospitales por los limpiadores en huelga y, lo más notorio, los familiares en duelo rechazados por los piquetes de sepultureros. Todas estas huelgas fueron acompañadas por piquetes masivos.

La posterior derrota electoral de los laboristas a manos del Partido Conservador, bajo el liderazgo de Margaret Thatcher, dio paso a una era de cambios políticos, económicos y sociales sin precedentes en Gran Bretaña. Junto a ello se desarrolló rápidamente un potente mito social en torno al Invierno del Descontento, en el que los trabajadores son representados como “codiciosos” que, al mismo tiempo, invitaron a la devastadora política del thatcherismo.

La mención del invierno del descontento sigue siendo habitual en la cultura política británica. Los medios conservadores, hablan del “verano del descontento” con la idea de sembrar el miedo e instaurar una imagen de caos, una vuelta a las tácticas sindicales de los años 70. Pero desde los sectores de izquierda y el activismo se evoca el Invierno del Descontento como una serie de acontecimientos positivos y transformadores, especialmente con un movimiento obrero que estaba cambiando, con una fuerza laboral en la que se incorporaban trabajadoras, trabajadores de origen negro y asiático, que al mismo tiempo dinamizaban las organizaciones de base.

Si bien las huelgas actuales no tienen comparación con el proceso de 1978-1979 su sola mención muestra el poder de la clase obrera y el temor que genera que se ponga en acción.

Hay otras contradicciones profundas que atraviesan Reino Unido debido al brexit, por ejemplo, hiciste referencia a la frontera con Irlanda del Norte. Aquí hay que entender que el brexit implicaba volver a establecer fronteras comerciales entre la Unión Europea y Reino Unido, pero que en el caso de Irlanda del norte esto tenía complicaciones. ¿Nos puedes explicar qué contradicciones hay en este tema?

El Norte de Irlanda es la cuestión espinosa del brexit. Como decíamos, la ausencia de barreras físicas entre la República Irlanda —que sigue siendo parte de la UE- e Irlanda del Norte, una de las cuatro naciones que conforma Reino Unido, es una de las bases del acuerdo de paz que ninguna de las partes (ni la EU ni el RU) están dispuestos a sacrificar. Pero la contradicción reside en la “doble afiliación” de Irlanda del Norte, que sigue siendo parte de la unidad política del Reino Unido, pero que, en lo que se refiere al comercio de bienes, está regida por los convenios del Mercado Único europeo. Enfatizamos lo de los bienes, porque hay libre circulación de mercancías, pero no de servicios ni de personas.

Como resultado, el Norte de Irlanda está en una relación de libre comercio con la UE, pero de control aduanero con el resto del Reino Unido (Escocia, Gales e Inglaterra).

Sin embargo, la realidad es mucho más compleja que los eslóganes políticos y por mucho que le pese a Johnson, el brexit se completó a medias. ¿Por qué? No hay control aduanero de los productos procedentes de la UE que entran en Gran Bretaña, está en suspenso. Es que se trata de un papeleo administrativo de declaraciones aduaneras y pagos de derechos de importación. No se cuenta con lugar para almacenar estas mercancías en los puertos de entrada. Además del papeleo burocrático, se suman cuestiones prácticas, como la fecha de caducidad para alimentos y fármacos, hay productos que no pueden quedar estacionados en los puertos por días esperando pasar los controles. Simplemente, no se cuenta con la infraestructura logística, ni con el personal para realizar esta tarea. Entonces, el brexit no frenó la importación de productos europeos, que era parte de la narrativa nacionalista de los brexiters. En suma, hay libre entrada de los productos europeos, pero control a las exportaciones británicas a la UE, ya que estos deben cumplir con los estándares de la UE. Hay casos de empresas británicas que se han instalado en la UE para evitar esta pesadilla burocrática, esto ha creado puestos de trabajo en la UE y no en RU; es decir, se desvela otra mentira de la campaña del brexit,
Un dato: esta semana salió una nota en el periódico The Guardian sobre el impacto negativo del brexit en el comercio del Reino Unido con la Unión Europea, allí se informaba que los datos de la UE muestran que las exportaciones del RU al bloque disminuyeron casi un 14% en 2021 en comparación con 2020.

Otra de las consecuencias del brexit es la falta de mano de obra en muchas profesiones, desde sanidad, hasta docencia, como también en áreas de investigación, ya que se han retirado fondos para becas y otros proyectos científicos. En algunos casos, se pide a las universidades y centros de investigación que para ser receptoras de estas becas los equipos de investigación se domicilien en un país de la UE, caso contrario pueden perder la subvención.

Este fuerte descenso en el número de relaciones comerciales que mantiene el Reino Unido con la UE ha impactado negativamente en la economía. Por su parte, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (el organismo de control del gasto público) afirmó que el Brexit “puede haber sido un factor” en el retraso del Reino Unido con respecto a las demás economías del G7 en su recuperación tras la pandemia. Con estos datos no es de sorprendernos que una encuesta llevaba a cabo por Statista, una empresa alemana especializada en datos de mercado y consumo revelara que el 51 % de los habitantes de Gran Bretaña pensaba que era un error salir de la Unión Europea, frente al 38 por ciento que pensaba que era la decisión correcta. Este dato es muy significativo y puede ayudar a explicar la profunda crisis del sistema político.

¿Cuál es la situación que deja Johnson tras su caída?

Después de casi tres años, Johnson abandona su mandato dejando una economía tambaleante al borde de la recesión, un aumento de costo de vida más alto en cuatro décadas, promesas incumplidas y una seguidilla de escándalos morales.

En el marco de tanta crisis por arriba, y una fuerte crisis social, ¿qué papel está jugando el partido laborista? Dijiste que su líder hizo declaraciones en contra de las huelgas.

Así, es. En un primer momento declaró que apoyaba “en principio” el derecho de hacer huelga, pero que no eran la mejor opción. De esta posición abstracta pasó directamente a condenarlas y acto seguido anunció que sancionaría a las diputadas y diputados que se hicieron presente en los piquetes levantados durante la huelga de los ferroviarios.

¿Y qué alternativas se barajan ahora para reemplazar a Boris Johnson?

De momento, el partido conservador ya empezó la carrera por la elección del líder en la cual Rishi Sunak, el ex ministro de economía, se ha lanzado como candidato. En la oposición, se encuentra un partido laborista con una dirigencia derechista, que logró desarticular el activismo surgido alrededor de Jeremy Corbyn y que critica las huelgas. Ni se les ocurre llamar a elecciones, ni crear una oposición alternativa a favor de las clases trabajadoras.

Hay que ver si el incipiente proceso de luchas obreras puede empezar a dar forma a una alternativa clasista que supere las limitaciones de los dos partidos que se vienen alternando en el poder. Por ahora, prima la incertidumbre.


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