Brasil está pasando por un proceso de transformación de su régimen, con cambios sociales, políticos y económicos, que son de extrema importancia para las acciones de la izquierda revolucionaria. En este artículo, Danilo Paris del Movimento Revolucionário de Trabalhadores (MRT) –parte de la FT-CI que impulsa la Red Internacional La Izquierda Diario– desarrolla una caracterización de la situación objetiva, las tendencias subjetivas y el escenario político de Brasil de cara a 2022, conectándolo con las hipótesis del escenario estratégico del país, que van más allá del próximo año.
Escenario internacional: tensiones e incertidumbres
Desde el punto de vista de la economía internacional, el escenario es de fuertes tensiones e incertidumbre. Se prevé que el crecimiento mundial caiga del 5,6 % este año al 4,5 % en 2022 y que siga bajando hasta el 3,2 % en 2023, según la OCDE. La crisis de 2008 sigue dejando huellas, y una dificultad permanente de recuperación, en la que la burguesía es incapaz de recuperar sus tasas de ganancia anteriores a la pandemia.
La nueva variante omicron amenaza con amplificar las tensiones en las cadenas de suministro globales y reforzar la inflación, afectando a la recuperación de la economía mundial. Aunque los estudios son muy recientes, y hay muchas incertidumbres al respecto, fue una importante señal de alarma en el mundo. A este respecto, la declaración de la OCDE es sintomática: “Persisten los cuellos de botella en las cadenas de suministro, provocados por la escasez de mano de obra, los cierres intermitentes de fábricas y los retrasos de los barcos, que afectan directamente a la disponibilidad y los precios de los productos cotidianos. Los precios mundiales de los alimentos, por ejemplo, siguieron subiendo, alcanzando el máximo de los últimos diez años”.
En este tortuoso intento de recuperación, EE. UU. y otros países imperialistas sufren diversas interrupciones en las cadenas de suministro, provocadas por una serie de fallos en el modelo de internacionalización productiva basado en el “just-in-time” (reducir al máximo los stocks, incluso de insumos y materias primas, para maximizar los beneficios y minimizar los costos). Se trata de una crisis de gran envergadura, de toda una estructura productiva que el capitalismo había logrado imponer sobre la base de fuertes ataques contra la clase obrera, cuyo modelo está en contradicción con las transformaciones económicas provocadas por la pandemia y la paralización de las cadenas de suministro.
Hay escasez de mano de obra en sectores estratégicos de la distribución, como los camioneros, debido a un largo proceso de reducción de salarios y derechos, así como a un fenómeno más general de rechazo de una parte de los trabajadores a realizar trabajos mal pagados en países centrales como EE. UU.. Todo esto ha producido índices inflacionarios que antes no existían.
El proceso de huelgas que tuvo lugar en el mes de octubre, conocido como “Striketober”, fue muy sintomático. Incluso si el Partido Demócrata consigue desviar al BLM (Black Lives Matters), existe una fuerte crisis orgánica que puede generar nuevos fenómenos políticos y de lucha de clases.
The Economist señala que uno de los factores que podrían afectar a la recuperación económica internacional es una política monetaria más restrictiva para el próximo año en EE. UU., que podría afectar al dólar a nivel internacional, produciendo nuevas subidas en otras monedas, y una reducción del flujo de capitales hacia otros países.
Otra amenaza, que podría interrumpir la ya frágil recuperación mundial, es una posible nueva desaceleración en China. La previsión es que el crecimiento chino caiga del 8,1 % este año al 5,1 % en los próximos dos años. Recientemente, se han producido importantes indicios de crisis en los sectores inmobiliario y energético, y China ha tenido que interrumpir su producción para evitar una situación de escasez de energía descontrolada.
Antes de la pandemia, China representaba aproximadamente un tercio del crecimiento mundial. Dependiendo del ritmo de la desaceleración china, habrá impactos en todo el mundo, especialmente en Brasil. Este impacto puede llegar también a otros países latinoamericanos. Además de las proyecciones de bajo crecimiento, la inflación es una realidad en varios países del continente, como es el caso de Argentina, con un escenario inflacionario que alcanza el 52 % anual.
Perspectivas de la economía brasileña
Como destaca The Economist, entre las “grandes economías emergentes”, Brasil es más vulnerable a este escenario internacional: “El destino de algunos países está más ligado a uno de los gigantes que al otro [en referencia a Estados Unidos y China]. Otros, como Brasil y Chile, parecen más propensos a sufrir un doble golpe. A pesar de los elevados niveles de deuda y la creciente inflación, los altos precios de las materias primas han permitido a Brasil prácticamente mantener la confianza de los inversores. Una desaceleración de la economía china podría privar a Brasil de este beneficio, provocando una caída de la moneda, una inflación aún mayor y la posibilidad de una crisis económica”.
El PIB brasileño, de julio a septiembre, se contrajo un 0,1 %. En 12 meses, había avanzado un 3,9 %. A finales de 2021, habrá aumentado lo suficiente como para compensar las pérdidas del año de mayor impacto económico de la pandemia, que fue en 2020. La recuperación de las pérdidas de 2020 llegó a su fin en el primer trimestre de este año y ya hay algunas instituciones financieras, incluyendo grandes bancos como Itaú y Credit Suisse, que predicen una recesión el próximo año, con una contracción del 0,5 %.
Según los datos del IBGE (Instituto Brasilero de Geografía y Estadística) la Agricultura y la Ganadería cayeron un 8 % (tras sus valores máximos a principios de 2021), la Industria se mantuvo estable y los Servicios aumentaron un 1,1 %. Las exportaciones brasileñas de carne vacuna cerraron noviembre con otro resultado negativo. El mes pasado, Brasil comercializó 81.174 mil toneladas en el exterior, muy por debajo de las 167.736 mil toneladas comercializadas en noviembre de 2020, o sea, una retracción del 51,6 %, todavía producto de las restricciones impuestas por China debido a dos casos de vaca loca, el peor resultado desde 2016. Llama la atención su duración, lo que hace pensar que se trata de una señal política que busca aumentar su poder de influencia en Brasil, que sigue siendo muy importante.
Además, según el IBGE, el número de trabajadores “autónomos” en Brasil ha vuelto a marcar un récord. El número de autónomos se estimó en 25,5 millones de personas. Esto supone un crecimiento del 3,3 % (817.000 más) respecto al trimestre anterior y del 18,4 % (4 millones más) en términos interanuales. La tasa de paro (sin contar los subempleados), que llegó a ser del 14,9 % en el tercer trimestre de 2020, se sitúa ahora en el 12,6 %, según datos del Pnad (Encuesta nacional por muestra de hogares). Sin embargo, el aumento de la ocupación está relacionado principalmente con el sector informal. En números absolutos, estas tasas representan 13,5 millones de parados en el país. Si se tiene en cuenta toda la mano de obra subempleada, está faltando trabajo para 30,7 millones de brasileños.
De los 3,6 millones de personas más en la población ocupada, en relación con el trimestre anterior, alrededor del 54 % (1,9 millones) trabajaban sin contrato firmado o eran CNPJ (trabajadores tercerizados con contrato "autónomo"). En otras palabras, la informalidad representó más de la mitad de los nuevos empleos. La masa salarial del país también se redujo. El ingreso real promedio fue estimado por el IBGE en 2.459 reales. Es la marca más baja para el tercer trimestre desde el inicio de la serie histórica, en 2012. Supone un descenso del 11,1 % en comparación con el mismo periodo del año pasado (2.766 reales).
Brasil acumula una inflación del 10,7 %, solo inferior a la de Venezuela y Argentina en América Latina. Para los más pobres, los efectos se sienten más, debido a los altos precios del combustible, los alimentos y la energía. Según el Informe sobre Seguridad Alimentaria y Nutricional, publicado en octubre, en solo dos años el número de personas en situación de inseguridad alimentaria grave pasó de 10,3 millones a 19,1 millones. En este periodo, casi 9 millones de brasileños han pasado hambre. También según el informe, de los 116,8 millones de personas que sufren actualmente inseguridad alimentaria, 43,4 millones (20,5 % de la población) no tienen suficiente para comer (inseguridad alimentaria moderada o grave) y 19,1 millones (9 % de la población) pasan hambre (inseguridad alimentaria grave).
La situación económica internacional no permite un escenario más tranquilo para los próximos años. Hay muchas incertidumbres y tensiones internacionales que pueden desencadenar grandes crisis, como las de China y Estados Unidos. Debido a la gran dependencia de la economía brasileña de las exportaciones, especialmente de las materias primas, los desequilibrios económicos internacionales pueden afectar a Brasil y producir crisis más bruscas. El tipo de cambio flotante, con la perspectiva de un dólar en alza, y la tendencia internacional a mantener los precios del petróleo más altos (sumado a la actual política de precios de Petrobras), incluyendo la tendencia inflacionaria internacional sobre los alimentos, colocan a Brasil en un escenario, que en perspectiva plantea un marco permanente de tensiones, al mismo tiempo que no dan señales de una recuperación más sostenida, capaz de construir una correlación de fuerzas más favorable al gobierno de Bolsonaro.
Esto no significa necesariamente que se produzca un punto más abrupto de inflexión de la crisis económica. Es posible un escenario de estancamiento, de “retracción técnica” o de muy bajo crecimiento, manteniendo una situación relativamente controlada. Las reservas en dólares de Brasil, que rondan los 370.000 millones de dólares, dan margen al Gobierno para aplicar medidas de contención anticíclicas que pueden aliviar los escenarios de mayores tensiones.
Ya sea un escenario de muy bajo crecimiento o de ligera retracción, desde el punto de vista político-electoral, será un importante obstáculo para que Bolsonaro recomponga una mayoría electoral, o amplíe su base social. Desde el punto de vista político, es importante considerar esta base no solo como una base electoral, sino una parte de ella (no el total de las intenciones de voto) como una base política de extrema derecha, que seguirá siendo un factor en la dinámica político-social del país. Todavía es solo una hipótesis si una parte de este electorado migra a otra variante política, como Moro, lo cual va a estar condicionado a nuevos acontecimientos que puedan impactar con más fuerza en la base de Bolsonaro.
La perspectiva de una desaceleración de China puede generar mayores contradicciones en la agricultura y la ganadería, y la perspectiva de contracción del flujo de capitales a nivel internacional puede afectar los tipos de interés nacionales, y los niveles de inversión en otros sectores, lo que enmarca en cierta medida la permanencia de lo que los economistas están llamando “estanflación”. Qué nuevos alineamientos políticos y dislocaciones de fuerzas producirá esto es una cuestión importante, algunos indicios, hemos visto en los manifiestos de los sectores del mercado financiero e industrial más críticos con Bolsonaro.
Desde el punto de vista social, en un escenario de mayor reactivación de la pandemia, pueden surgir contradicciones aún más profundas. Las nuevas medidas de cuarentena, aunque sean parciales, serían más complicadas ante el marco económico y social del país. Al mismo tiempo, este contexto, habilita la posibilidad de giros bruscos en el clima social y político, siendo incluso un elemento de preocupación burguesa no solo con Brasil, sino con América Latina.
El gobierno de Bolsonaro y el bonapartismo institucional
El año 2021 estuvo marcado por fuertes sacudidas dentro del régimen, con agudas disputas interburguesas. En los momentos previos al 7 de septiembre, asistimos a una fuerte escalada de tensión entre los proyectos bonapartistas, que se tradujo en una degradación aún mayor del régimen. Hubo numerosas declaraciones golpistas de generales aliados a Bolsonaro, y respuestas de diversa índole del bonapartismo institucional.
La culminación de estas tensiones se dio el 7 de septiembre, cuando se produjo un momento de estancamiento, especialmente en el conflicto entre Bolsonaro y el Supremo Tribunal Federal (STF, la Corte suprema de Brasil). Las manifestaciones reaccionarias de Bolsonaro fueron lo suficientemente fuertes como para garantizarle un mayor apoyo, sin embargo, no lograron imponer una correlación de fuerzas que le garantizara mejores posiciones en el régimen político. Tras las reacciones del capital financiero, con la oscilación de las bolsas y las amenazas de los principales bancos, para que el estancamiento se resolviera, Temer entró en escena y articuló un pacto, que para ser firmado tuvo que contar con un importante retroceso de Bolsonaro, que en ese momento, generó una ruptura de expectativas en su propia base.
Desde entonces, el “protagonismo político” de los generales de reserva aliados a Bolsonaro se ha reducido considerablemente en el último período. A pesar de que Heleno filtró un comunicado diciendo que tomó lexotanil para no aconsejar a Bolsonaro que tomara medidas más drásticas contra el STF, este hecho tuvo mucha menos repercusión que los anteriores. Braga Netto, por ejemplo, que venía teniendo protagonismo político en el gobierno, redujo sus declaraciones políticas y apariciones públicas. Como hipótesis, esto puede estar relacionado con algunos factores, o una combinación de varios de ellos: 1) que sea parte del pacto que se construyó después del 7 de septiembre, para disminuir la retórica golpista, y la amenaza a otras instituciones del régimen; 2) preparación para un eventual nuevo gobierno de Lula, en el que las Fuerzas Armadas brasileñas tendrán que desempeñar un papel de tutela, y para ello necesitan aparecer menos como una institución bolsonarista, y más como una “institución del Estado”; 3) que el imperialismo norteamericano, en el momento en que ha hecho “visitas” consecutivas al gobierno brasileño, ha ejercido un mayor papel de contención, a través de su influencia en el Fuerzas Armadas.
Esto marcó un escenario que ha persistido hasta ahora, caracterizado por una crisis política con más moderación por parte de las diferentes alas, y menos enfrentamientos directos entre los actores del régimen. La pregunta que queda es si alguno de los sectores será capaz de construir una correlación de fuerzas suficiente favorable para romper este “equilibrio inestable”. Nada apunta en esa dirección, y la falta de unidad burguesa en torno a un proyecto único (que en las elecciones de 2018 se trasladó a Bolsonaro, tras la unidad inicial en torno a Alckmin), hace muy difícil que esto ocurra.
El bonapartismo institucional sigue fortalecido, y llevando a cabo medidas arbitrarias, ahora contra los bolsonaristas, como fue el caso del impedimento preventivo al diputado Daniel Silveira de declaraciones públicas sin autorización previa, o la retirada del mando de la Partido Trabalhista Brasileiro (PTB) a Roberto Jefferson.
En algunos movimientos también se muestran señales de nuevos pactos entre actores que antes eran rivales. Finalmente, se nombró a André Mendonça en el STF (con una caída histórica de votos), una figura pro lava jato, y que representaba las promesas de Bolsonaro a los evangélicos. Gilmar Mendes, uno de los exponentes del “ala opositora” en el STF, acogió con entusiasmo el nombramiento (actitud que no tuvo con Nunes Marques), además de los comentarios positivos de Barroso y Dias Toffoli. El peso de los evangélicos en el régimen es un elemento importante y ha sido una característica que está ganando cada vez más fuerza. Este sector ha avanzado en ganar no solo más peso social, sino también peso en el régimen, y es un factor político nacional, incluso con impacto electoral. No por casualidad, Lula también ha estado dando permanentes señales a los evangélicos. La separación de la Iglesia y el Estado, el derecho al aborto, la educación sexual y la distribución de anticonceptivos, la defensa del laicismo en la enseñanza pública, son programas fundamentales para cuestionar este avance.
Al mismo tiempo, desde el punto de vista de las cuestiones democráticas, un hecho importante a analizar fue la sanción presidencial de la Ley Mari Ferrer. Hemos visto durante el gobierno de Bolsonaro el nivel de demagogia que viene haciendo Damares (pastora evangélica y ministra de la mujer) en relación al tema de la mujer en general y de la violencia contra la mujer en particular, siempre apuntando a fortalecer la institución familiar conservadora. Ahora, con la sanción de la Ley Mari Ferrer, puede estar indicando una correlación de fuerzas que indica cierto desgaste electoral para Bolsonaro, y al mismo tiempo estar mostrando que el régimen, a través del bonapartismo institucional, está manteniendo cierto disciplinamiento a Bolsonaro, y que además está evitando temas sensibles que podrían desencadenar movimientos y actos que pongan nuevos ingredientes en la escena nacional.
La proyección de nuevos ataques aún no está clara, y puede sufrir interferencias por la entrada en escena de la coyuntura electoral. La Propuesta de enmienda Constitucional (PEC) de los "Precatórios" [1] y la superación del techo de gasto causaron malestar en el mercado financiero, aunque estuvieron lejos de provocar una crisis mayor. Hemos visto más “fanfarria” que movimientos más concretos (como, por ejemplo, con algunas salidas de capital). Cabe destacar que las grandes agencias del imperialismo internacional han criticado repetidamente al gobierno por la falta de nuevas reformas y la búsqueda del equilibrio fiscal, presionando por más ajustes. Varios analistas y dirigentes del Congreso consideran que es muy difícil que se apruebe una nueva reforma en un año electoral. Otras formas de ataques que no requieren la aprobación del Congreso, como la entrega de la refinería de Bahía, pueden seguir teniendo lugar. Existe la posibilidad de una nueva reforma laboral y sindical que tenga un fuerte contenido de ataque, encargada por Bolsonaro y Guedes.
Tendencias de octubre: intención de voto a Lula y posibilidad de que el PT vuelva al gobierno
La nueva encuesta del IPEC (Instituto de encuestas electorales), divulgada el 14/12, con resultados muy similares a los de DataFolha, confirma un escenario que ya había sido presentado por otras encuestas en las que Lula es el claro favorito para las elecciones de octubre. Lula tiene el 48 %, Bolsonaro el 21 % y Moro el 6 %, empatado técnicamente con Ciro Gomes, que tiene el 5 %. Si consideramos los votos válidos, Lula tendría el 56 % de los votos. Existe la posibilidad de que Lula sea elegido en la primera vuelta, pero, sobre todo, si este escenario se confirma, estaremos ante un acuerdo político completamente nuevo en el país.
En primer lugar, la posibilidad de que se revierta esta tendencia estaría condicionada a que se produzcan acontecimientos importantes con la fuerza suficiente para provocar un cambio en el conjunto de fuerzas políticas y económicas del país. Esto no ocurriría fuera, por ejemplo, de una intervención bonapartista, de un reajuste de las fuerzas burguesas o de una mayor intervención del imperialismo, como se desarrolló y culminó con los resultados de 2018. Al mismo tiempo, medidas como ésta no se producirían sin inmensos riesgos, incluso para la propia burguesía, ya que podría desencadenar una dinámica muy fuerte de crisis política y de régimen. La posibilidad de una nueva embestida jurídico-parlamentaria contra Lula y el PT, contradice incluso los objetivos de alas poderosas del régimen político, que rehabilitaron los derechos políticos de Lula para que fuera una garantía de la obra del golpe institucional ante la posibilidad de nuevas revueltas sociales, en la búsqueda de canalizar todo el descontento hacia la vía institucional y electoral.
Fuera de un movimiento de este tipo, es muy difícil imaginar un cambio cualitativo en las intenciones de voto, que al menos lleve a Lula a la segunda vuelta, o lo desplace como favorito. Como estamos muy lejos de octubre, no podemos descartar ningún escenario, como un mayor impulso a una candidatura de tercera vía, o una remodelación del escenario un poco más favorable para Bolsonaro. Sin embargo, lo que queremos destacar es que, desde el punto de vista de las posibilidades, se perfila un escenario estratégico para el país, en el que la posibilidad de que el PT vuelva al gobierno es cada vez más concreta.
Hay muchos factores abiertos, y a lo largo de 2022 habrá que analizar cómo se comportan los actores políticos y económicos y las fuerzas del régimen. El comportamiento de los militares, que fueron y son la base fundamental del gobierno de Bolsonaro, el poder judicial, las iglesias, la base social de Bolsonaro y las acciones del imperialismo frente a esta posibilidad serán elementos importantes para los nuevos desarrollos políticos. Al mismo tiempo, existe en un sector de las masas un sentimiento de nostalgia hacia Lula, como expresión de la situación objetiva, que es la base que les permite mantener su intención de voto en los niveles actuales, y que perfila esta tendencia para las elecciones de octubre.
Para las hipótesis de construcción de partidos en Brasil, tener o no al PT dirigiendo de nuevo el Estado, después de todos los ataques y reformas que se dieron desde el golpe institucional, es una cuestión que tiene gran impacto político y estratégico en la orientación. Un cambio de rumbo político del país, que tiene el potencial de producir importantes inflexiones desde varios puntos de vista, incluyendo en el movimiento obrero, la juventud, la izquierda y sectores de vanguardia.
El “factor Alckmin” en la candidatura con Lula, una señal para Biden y para el capital financiero estadounidense
Cada vez aumenta más la posibilidad de consolidar esta alianza. Lo que comenzó con una nota periodística, luego ganó elogios recíprocos, apoyo de varios sectores del propio PT, y ahora Alckmin finalmente ha renunciado al PSDB (Partido de la social democracia brasileña). Dentro del PT, la posibilidad de una candidatura Lula-Alckmin es cada vez más fuerte, con muchos sectores declarándose a favor. Fernando Haddad en una entrevista con Breno Altman, dijo entre otras cosas, que la articulación Lula-Alckmin ocurrió en primer lugar buscando evitar un escenario como el de 2018 donde el PT no tenía el apoyo del PSDB y otras figuras con Ciro Gomes del PDT (Partido Democrático Trabalhista), citando 5 candidatos a gobernadores de estos partidos que podrían haber hecho esta alianza y subido a la plataforma con él, dejando claro que entonces las conversaciones avanzadas para nuevas posibilidades. Ahora Wellington Dias [2], gobernador en funciones, hizo declaraciones a favor de la fórmula electoral.
Força Sindical, la Unión general de los trabajadores (UGT) y la Central de los trabajadores de Brasil (CTB) se reunieron con Alckmin para formar parte de la articulación de la fórmula. Hay que ver que estos sectores de la burocracia sindical pueden ver en esta posibilidad electoral una forma de conseguir una mejor ubicación en el régimen, después del revés sufrido tras el golpe institucional. A ver si esto puede indicar un movimiento en el que los sindicatos busquen recuperar más protagonismo como interlocutores políticos, cuestión que estaba casi ausente en los últimos años con las crisis y disputas concentradas en la derecha y la extrema derecha.
Si es cierto que la conciliación de clases es parte de la historia del PT, que llevó a alianzas con los sectores más reaccionarios de este régimen burgués, como Maluf y Sarney, no ayuda a entender la profundidad de este movimiento considerar que ésta es solo una de las alianzas más burdas que puede hacer el PT. La conformación con cada sector, y en qué momento histórico se inserta, es fundamental para analizar los objetivos de cada alianza. En caso de que la fórmula se haga efectiva (y para ello hay otras variantes abiertas, como el partido al que se incorporará Alckmin) se configurará un cambio importante en la política nacional. Aunque esto no ocurra, las señales entre ambos revela cuestiones importantes cuestiones, no solo de la política del PT sino de las fracciones de clase y del régimen.
Alckmin fue la primera alternativa de la burguesía tras el golpe institucional. Era el candidato de la gran mayoría de los partidos burgueses, del capital financiero y del imperialismo. La coronación perfecta del golpe de 2016, idealizada por varios sectores burgueses, fue su elección en 2018. Sin embargo, Bolsonaro apareció como el hijo ilegítimo del golpe, y logró levantar con más fuerza la tendencia a la polarización social y a la radicalización burguesa que se expresó en varios sectores a nivel nacional, frustrando esos planes originales.
Desde este punto de vista, la imagen de la posibilidad de esta fórmula es representativa del “nuevo acuerdo” que Lula y varios actores del régimen están operando, para intentar dar más estabilidad al nuevo régimen político. Lula, que fue encarcelado y proscrito por el régimen golpista, y luego también rehabilitado por éste, puede postularse como la figura que sustituiría al PT tras el impeachment. Varios analistas consideran que esta fórmula tendría un impacto mayor que la Carta al Pueblo Brasileño de 2001. De hecho, aquí se trata de la confluencia con un político burgués que fue la cabeza de la implementación del neoliberalismo en el principal estado del país, y no una “carta de intenciones” (que en su momento tuvo un contenido muy fuerte), junto con un empresario menos conocido como era Alencar en 2002.
Alckmin es una figura muy fuerte para estos objetivos, y esta señal que el PT quiere transmitir trasciende a los propios sectores de la burguesía nacional. Alckmin encarna un proyecto que agrada al capital financiero, especialmente al estadounidense, y al propio Biden. No solo es una garantía de que la “herencia” del golpe será preservada, sino también de que los intereses de grandes sectores del capital seguirán encontrando mucho espacio en la economía nacional.
Aunque Lula ha estado acercándose a otros imperialistas y a la propia China, el peso de la influencia imperialista de EE. UU. es muy fuerte en el país, y esto está entre las preocupaciones estratégicas del PT. Llevar a una fuerte figura neoliberal al corazón de su fórmula presidencial representa un movimiento del PT para enviar una señal a los EE. UU., mientras que al mismo tiempo intenta evitar una unidad burguesa que se desarrolle alrededor de otro candidato, como Moro. El realineamiento de varios sectores y fracciones burguesas detrás de Bolsonaro en 2018 fue un factor decisivo para su llegada al poder. Al llevar a Alckmin en su propia fórmula, Lula, al tiempo que anticipa cómo pretende gobernar el país, provoca una mayor dificultad para que esta rearticulación de fuerzas entre la burguesía se produzca con tanta fuerza, como ocurrió en las últimas elecciones.
Desde el punto de vista de amplios sectores de la base electoral de Lula, aún no se ha expresado un fuerte rechazo a la posibilidad de una fórmula con Alckmin, debido, por un lado, al peso que aún ejerce una elección con la extrema derecha, con amplios sectores que consideran votar por “cualquiera” para sacar a Bolsonaro, y por otro, de una exitosa política del PT, que apoya y alienta este sentimiento para difundir un contenido de “frente amplio” y “mal menor”.
Movimientos políticos internacionales
La visita de Lula a varios países europeos, y sus señales a China, no son contradictorias con la búsqueda de un mayor acercamiento al imperialismo estadounidense. Por el contrario, Lula está utilizando las relaciones históricas que desarrolló como presidente, para ser un factor de negociación y posicionamiento internacional. Por ello, las señales recíprocas que también recibió del imperialismo europeo fueron muy importantes. La reunión de Lula con Macron y sus constantes referencias al alemán Olaf Scholz son ejemplos de estos movimientos y acercamientos. En relación con Francia, en particular, se han producido recientemente fuertes roces con Estados Unidos a causa de las ventas de submarinos a Australia. Hay relaciones históricas del PT con el imperialismo francés, Lula siempre quiere recordar su relación con Sarkozy, y fueron los cazas Mirage franceses (que fueron sustituidos por los Gripen suecos después del Lava Jato) que el PT compró para la fuerza aérea brasileña, lo que provocó en su momento un importante malestar con el imperialismo estadounidense. Además, son constantes las señales de Lula a China, que ni siquiera empiezan ahora, sino que son también relaciones históricas que el PT ha tenido con este país en sus años de gobierno, y por lo tanto también seguirán siendo una apuesta de Lula en su relación con los aliados internacionales.
En América Latina, Lula también busca siempre presentarse como un articulador que puede unificar y fortalecer a los países de la región. Es importante ver sus relaciones con el gobierno argentino, con el que sigue estrechando lazos y recientemente Lula estuvo en un acto público en Argentina. Como hemos desarrollado. Fernández y Kirchner fueron elegidos prometiendo revertir el legado macrista, ante una situación de empeoramiento de las condiciones de vida y numerosos ataques. Sin embargo, no solo no se han cumplido estas promesas, sino que lo que se está haciendo es una administración de esta herencia, y el mantenimiento de las negociaciones buscando el acuerdo con el FMI. El avance en las recientes elecciones argentinas del FIT-U tiene que ver con esta ruptura de expectativas, que no solo produce sus expresiones en la izquierda, sino que también se expresa en el aumento de figuras de la extrema derecha, que en los últimos tiempos también ha buscado tener mayor protagonismo político.
Lula aprovecha esta ubicación internacional, y hace política siempre queriendo presentarse como un gobernante que puede cambiar el aislamiento de Brasil, en referencia al momento actual de Bolsonaro que sufrió fuertes impactos con la derrota de Trump, además de la pérdida de otros gobiernos aliados en América Latina en los últimos años.
Mayores definiciones en la “tercera vía”
Ya empieza a expresarse un escenario menos “atomizado” electoralmente, como parecía dibujarse antes, en particular de los candidatos de la llamada “tercera vía”. Mandetta y Datena ya renunciaron a la candidatura, y Pacheco, aunque está nominado, también puede retirarse, y si se queda, será una candidatura de poco peso, para no comprometerse ni con Bolsonaro ni con Lula. Algunos sectores militares se aglutinan alrededor de la candidatura de Moro, especialmente Santos Cruz; no se descarta que Mourão indique un apoyo más abierto. Es muy difícil saber qué nivel de impacto tiene esto en otros sectores del generalato, que por ahora parece permanecer unido, incluso para mantener posiciones en el estado. Una expresión de ello es que el ex ministro de Defensa, Fernando Azevedo e Silva, asumirá la dirección general del TSE (Tribunal Superior Electoral), ocupando un puesto importante para la conducción de las elecciones.
Moro es un candidato que agrada a muchos sectores, y está recibiendo ayuda de los principales medios de comunicación, como Globo. Está en campaña, y no se descarta que tenga mayor expresión electoral, e incluso que amenace a Bolsonaro. Además, el Lava Jato, aunque se ha debilitado mucho, no ha desaparecido, e incluso hay grandes posibilidades de que haya sido un factor en la acción arbitraria y política que la Policía Federal promovió contra Ciro y Cid Gomes, al tiempo que se indican señales de que los métodos del Lava Jato pueden seguir siendo utilizados en medio de la disputa electoral.
El PSDB sigue sumido en una profunda crisis. La extrema derecha ha ocupado el espacio de la derecha tradicional, que se reubica en un intento de reestructurar de alguna manera su proyecto. La baja intención de voto de Doria puede desencadenar crisis aún mayores. No se descarta que el ala opositora interna del partido espere a la derrota presidencial para intentar recuperar posiciones internas. Pero tampoco se descarta que Doria intente alguna maniobra para minimizar los daños. Algunos analistas señalan que si mantiene una intención de voto muy baja, puede intentar conformar una lista con Moro, aunque es difícil, incluso por el propio proyecto de Moro que puede no querer vincularse a él.
La presión lulista y electoral
Ya hemos visto anticipadamente las características de lo que llamamos el “vendaval” lulista, que aumentará el próximo año. Una pequeña expresión de la fuerza lulista fue el fenómeno Lula en el Podepah (Programa de entrevistas por youtube), y antes en el Mano a mano (Podcast de entrevistas con el periodista Mano Brown). Es necesario tener en cuenta que en el escenario de un nuevo gobierno de Lula, la experiencia del PT en el año 2000 (y que también produjo nuevos acuerdos en la izquierda), no será reproducida por todos los elementos económicos, políticos y sociales señalados en este documento. Aunque no se den las condiciones económicas para la reproducción de lo que se llama convencionalmente “lulismo” (una política de conciliación, con expansión económica y algunas concesiones sociales, sin ninguna radicalización), es importante ver que otras contradicciones que no existían en los años 2000 son ahora factores de la realidad nacional. La permanencia de una corriente social de extrema derecha, por ejemplo, puede ser un factor de presión para mantener una prolongada “luna de miel” con Lula, en una eventual victoria electoral. Hay muchos factores nuevos que hacen difícil definir de antemano si la experiencia de las masas con el gobierno de Lula será más o menos prolongada, sus ritmos e intensidad.
La “preservación” del PT que produjo el propio golpe, impidió que la experiencia con este partido se desarrollara, bloqueando el desarrollo de un espacio mayor para la construcción de un partido revolucionario.
Desde el punto de vista de la lucha de clases, ésta continúa en un punto bajo y la entrada de elementos cada vez más fuertes de la situación electoral (y las expectativas de mejora con el eventual nuevo gobierno de Lula), son factores que apuntan a que no habrá un cambio cualitativo en este escenario. El PT puede seguir apelando al "fantasma de junio", para defender que nada “obstaculice” su regreso al gobierno. Sin embargo, empezamos a ver signos de recuperación, en el último periodo en el movimiento de los trabajadores de las aerolíneas, pero son elementos que se han dado y se dan como luchas aisladas sin representar todavía ningún punto de inflexión. También hay que tener en cuenta la situación laboral y la miseria social del país, que son factores que siempre empujan a la inestabilidad, y pueden desencadenar nuevos fenómenos.
Desde el punto de vista del PSOL, la posibilidad de la candidatura Lula-Alckmin ya empieza a expresarse en varios debates. En una entrevista, Juliano Medeiros, presidente del PSOL, cuando se le preguntó si la fórmula con Alckmin podría hacer inviable la alianza con el PSOL, respondió que eso crearía un “elemento obstaculizador”. Más tarde, él mismo hizo un tuit, afirmando que cree que Lula no tiene esa intención, ignorando las propias declaraciones que Lula ha estado dando. En las corrientes más lulistas, como la Resistencia, la “crisis existencial”, es evidente.
Es muy difícil que Boulos abandone el proyecto de gobierno estatal para presentarse a la presidencia, como sugieren algunos sectores. Esto iría en contra de su proyecto “histórico” de actuar siempre a la sombra del PT, dejando muchas puertas abiertas. Al mismo tiempo, si se confirma el escenario con Alckmin, y el PT renuncia a la carrera estadual en São Paulo para apoyar a França, sería una señal fuerte para el PSOL, pero contradictoria para los intereses de Boulos, porque competir electoralmente por São Paulo sin Haddad sería el mejor de los mundos para Boulos, que podría volver a intentar disputar el electorado petista como hizo en las municipales de 2020, y es probable que obtenga una buena expresión. Sin embargo, no estar alineado con Lula presidencialmente es algo que ninguno de estos sectores quiere, tal y como se han ido posicionando hasta ahora, lo que ha provocado una disolución cada vez mayor del PSOL en la política del PT. Por otro lado, el sector que se opone a este rumbo del PSOL, a través de la candidatura de Glauber Braga, presenta una candidatura y un programa, muy alejados del anticapitalismo, y más cercanos a las concepciones del petismo.
El debate sobre las “federaciones de partidos” (una novedad del sistema electoral de Brasil) también ejercerá una gran influencia en el curso de la izquierda. Estas negociaciones están todavía en su fase inicial, y la declaración más concreta del PSOL es que está negociando con el PCdoB y Rede, y que después evaluarán negociaciones con otros “sectores de la izquierda”. Si el PSOL estará en una “federación” con el PT o no, si en esta “federación” se incluirán partidos burgueses, o partidos más a la derecha, son varias variantes, de una cuestión nueva en el régimen político y que entrará en vigor en 2022, impactando mucho en la configuración de la izquierda. Otras organizaciones como el PSTU (Partido socialista de los trabajadores unificado), el PCB (Partido comunista brasilero) y UP (Unidad Popular) presentan la posibilidad de tener candidaturas presidenciales, con algunas precandidaturas ya anunciadas.
Nosotros, desde el MRT, junto con otros sectores y el PSTU, hemos impulsado el Polo Socialista y Revolucionario, con la perspectiva de actuar juntos en los procesos de la lucha de clases, y desde ahora luchar por una solución política de independencia de clase en Brasil.
Un escenario de inestabilidad e intensa politización en 2022
En resumen, lo que se desarrolla en este artículo es que entraremos en un año muy marcado por la política, especialmente por la coyuntura electoral, y nos enfrentaremos a nuevos acontecimientos políticos, a un reordenamiento de fuerzas, a un desprendimiento de fuerzas y nuevas experiencias con diversos tipos de variantes políticas. La dinámica de una situación reaccionaria es un rasgo que impregna esta coyuntura, y las acciones de los diferentes actores del régimen buscan garantizar de alguna manera la estabilidad política para octubre. Sin embargo, por las propias dinámicas que se dan en el país, esto está lejos de ser una garantía, y la existencia del bolsonarismo, y los choques con las aspiraciones lulistas, pueden provocar un clima político más caliente que hay que ver cómo se puede desarrollar. En la economía hay numerosos signos que plantean perspectivas turbulentas, y son factores objetivos que impiden una estabilización más a largo plazo en el escenario político. Socialmente, la situación sigue siendo muy difícil, con el elevado número de desocupados, informales y el avance del hambre. Este será siempre un elemento que puede provocar un rápido cambio en la situación política, sumado a otros rebrotes de la pandemia, y que puede confundir los escenarios.
El año 2022 será muy importante para los nuevos contornos que tomará el régimen y la realización de escenarios que podrían cambiar las perspectivas estratégicas del país para la construcción de un partido revolucionario. Las elecciones, y todos los movimientos previos a las mismas, darán forma a algunos de estos contornos, y a la perspectiva de construir una salida independiente de clase, como está haciendo a nivel internacional la FT-CI, organización de la que forma parte el Movimento Revolucionário de Trabalhadores (MRT). No solo el año que viene, sino el desarrollo de estas tendencias que hemos presentado, será muy importante para la tarea de construir un partido revolucionario en Brasil.
Traducido por Javier Occhiuzzi
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