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Red Internacional
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EDUCACIÓN. Bullying en la escuela: vayamos a la raíz para combatirlo radicalmente (Parte II)

En esta segunda parte trataremos de esbozar un panorama de la situación actual del sistema educativo respecto al bullying y la salud mental de la juventud, con el objetivo de esbozar ciertos apuntes de un combate e intercambio que no se detengan ante las reglas de una escuela pensada para reproducir una sociedad basada en la explotación.

Sábado 6 de mayo de 2023

En la primera parte de este artículo nos centramos en el papel de las opresiones y la escuela capitalista en la configuración del bullying. En esta trataremos de tender un puente entre las demandas mínimas ante las condiciones del sistema educativo para combatir el bullying y la necesidad de superar este sistema educativo y la explotación capitalista que lo modela.

Una tarea colectiva

La experiencia de un bullying normalizado en el funcionamiento de la escuela es un lugar común. Las soluciones individuales no cortan el problema de raíz, en ocasiones consisten en el traslado de las personas que sufren bullying y no garantizan que no se reproduzca una situación similar.

No se trata de blindar de críticas a cada alumne, cada familia y cada docente con una autoridad incuestionable, a pesar del vacío en estas cuestiones que suele presentar la formación del profesorado en las facultades. Sería absurdo señalar como únicos responsables a docentes y direcciones que irían a dar clase con los ojos vendados o a agresores que siempre vayan a serlo por un impulso individual.

Tal y como señalábamos en un artículo anterior, “hay docentes que pelean contra el bullying alargando por voluntad la jornada, poniendo su tiempo y su esfuerzo más allá de lo que se le permite hacer, organizándose y formándose y tratan de ayudar al alumnado combatiendo codo con codo.

Que salen de clase con una gran sensación de bronca e injusticia por ver las dinámicas de una escuela capitalista en la que no hay ni un minuto que perder en intentar que los efectos de la opresión y la explotación no destrocen a las personas que ve todos los días cuando ni han terminado de crecer. Pero les toca avanzar con un temario impuesto por ley, para dejarles con posibilidades de enfrentarse a una carrera de obstáculos. Esto es una gran base para la unidad entre docentes y estudiantes, así como con el resto de la clase trabajadora, pero es la base por la que pelear por mucho más.”

Los programas con elementos de autoorganización como el Alumno Ayudante, Ciberayudante o asambleas, entre otros, han mostrado resultados interesantes, pero es necesario que no sean relegados al voluntarismo o capitalizados por empresas amigas de la administración y cuestionen una escuela que no convierta en un ser pasivo que calla y responde cuando le mandan. Una escuela radicalmente más democrática, en la que la clase tenga poder para participar en la decisión de todos los aspectos posibles y pueda movilizar horarios de forma democrática si es necesario reaccionar como clase ante casos de bullying involucrando a todas las partes. Una escuela opuesta por el vértice a la escuela del sistema capitalista, que es lo contrario a esto.

Existen protocolos antibullying aprobados legalmente, experiencias como Alumno Ayudante y Ciberayudante o la figura del Coordinador de Bienestar, así como Pedagogía Terapéutica o el Departamento de Orientación. Pero los protocolos están basados en llegar tarde a los casos como un problema individual que castigar, en lugar de prevenir el acoso como un fenómeno social; las experiencias y figuras más eficaces (basadas en la autoorganización) están recortadas, desjerarquizadas, desfinanciadas y sostenidas en el voluntarismo de docentes haciendo horas extra; o la ratio de alumnado por docente (atender a 25 personas por clase) y profesional psi por instituto (1, 2 o 3 personas para cientos de estudiantes) es fundamental se reproduzca aún más el bullying, entre otros problemas.

El enfermo es este sistema: organicémonos por nuestra salud mental

Si miramos a nivel estatal, nos sirve de ejemplo el caso del organismo creado por el Gobierno de Zapatero bajo la propaganda de combatir el bullying: el Observatorio Estatal de la Convivencia Escolar. Se fundó en 2007 y su primera y casi única acción junto con unas guías de consejos tuvo lugar en 2021: adjudicar un servicio de atención telefónica 24 horas prácticamente desconocido a la Fundación ANAR. El nivel de impotencia de estas soluciones es ejemplar.

Por una parte, es necesario ampliar enormemente la contratación de personal docente, para reducir el alumnado por docente y ganar tiempo para poder atender a la clase en tutorías, que puedan contar con el tiempo y la formación remunerada para desarrollar programas basados en la autoorganización de las clases que acompañen a las víctimas en su reparación psicológica y a quienes agreden en la colaboración con ese proceso, movilizando al conjunto de la clase en una socialización que prevenga futuras situaciones similares.

Si estamos pensando de dónde saldrían los fondos necesarios para poder llevar adelante esta o más tareas, recordemos que los presupuestos militares del rearme imperialista de 2023 son casi 11 veces mayores que todas las ayudas al estudio y casi 20 veces el coste de pagar la matrícula al total de estudiantes en la universidad.

Las consecuencias del bullying llegan a ser muy graves y una de las mayores formas de hacer real la idea de justicia es la pelea y organización por que no le suceda a nadie más. Se trata de una cuestión abierta, compleja y a continuar desarrollando, pero esta postura no pretende centrarse en el voluntarismo o en la culpabilización individuales. Menos aún en "soluciones" punitivistas. ¿Qué quiere decir esto?

Que no se trata de algo que se vaya a arrancar de raíz a base de que haya más docentes que aumenten su poder de castigo y vigilancia, de señalar individualmente a familias y jóvenes como responsables o peor todavía, de más intervenciones de policías en los centros educativos (como si no fuera la policía que golpea y detiene en las manifestaciones, en las fronteras o en los desahucios).

A esto habría que añadir el fin de las fuerzas represivas en centros educativos, a quien se encarga en ocasiones dar las charlas contra el bullying, apareciendo con armas y en algunas ocasiones con consignas de extrema derecha y conflictos con la clase (los institutos están obligados a aceptar las charlas bajo amenaza de retiradas de fondos desde el Plan Director de 2006 del gobierno de Zapatero).

Además es necesaria la ampliación drástica de profesionales de salud mental en los centros educativos, la reducción de alumnado por docente, el aumento las plazas de PIR y profesionales psi en la sanidad pública, con posibilidad de elección para usuaries y pase de toda la sanidad al sistema público bajo control obrero.

También la expropiación de escuelas privadas y concertadas, el control obrero democrático de los centros educativos, la educación sexual integral en todas las etapas, la separación de la iglesia y estado, la financiación con fondos requisados a las grandes fortunas, entre otras medidas que deben encuadrarse en un programa transicional.

Organicémonos contra el bullying y el sistema en el que se genera

En un artículo anterior, planteábamos que el medio en el que se da el acoso escolar es “una escuela donde se nos clasifica para el futuro según lo útiles que vamos a ser al beneficio capitalista. Y cuidado con no adaptarse, que si vienes de clase trabajadora se paga caro. Donde no se puede perder el tiempo en organizar a la clase contra el bullying porque hay que avanzar con el temario con 25 personas a las que no se les enseña a organizarse, combatir y aprender en común, sino competir para sacar la mejor nota, pase lo que pase.”

Queremos organizarnos, estudiantes y trabajadores, para combatir el bullying cada día, pero sin desconectar esta pelea del horizonte de conquistar una escuela bajo control de estudiantes y plantilla, donde el alumnado pueda aprender a impulsar en los Centros de Estudiantes comisiones antibullying, donde estudiantes aprendan a tomar decisiones en común con el apoyo de docentes, para la previsión y detección de casos de acoso escolar.

Una compañera de Contracorriente escribía desde 2º de Bachillerato que “queremos una educación que nos motive, que nos dé ganas de estudiar y de disfrutar del aprendizaje, no de verlo como una carga. Queremos una educación pública y laica, sin personas en situaciones privilegiadas que puedan dominarnos. Queremos que las aulas sean seguras y lugares de discusión sobre los problemas de nuestro tiempo. Queremos decidir sobre nuestro futuro y tomar las riendas, empezando por cuestionar esta educación al servicio del capital.”

Respecto a los experimentos sobre educación que se dieron en los primeros años de la Unión Soviética para salir del analfabetismo y la orfandad de masas (y que el estalinismo terminó), la revolucionaria y pedagoga Nadehzda Krupskaya escribía: “La burguesía educa de distinta manera a los hijos de los trabajadores y a los hijos de los capitalistas. De los primeros trata de hacer sumisos esclavos, y de los segundos, jefes. Nosotros procuramos hacer de nuestros hijos personas multifacéticamente desarrolladas, conscientes y sanas, que no sean individualistas, sino colectivistas, que no se contrapongan a la colectividad, sino que constituyen su fuerza y acrecienten su importancia.”

Rompamos con este sistema educativo al servicio del capital, por una educación democrática donde estudiantes y docentes podamos decidirlo todo. Una educación al servicio de las necesidades sociales, que sirva para pensar los problemas de nuestro tiempo, que nos sirva para organizar y acabar con todas esas opresiones que reproduce el bullying. Una propuesta que no se quede en la idea abstracta de “revolucionar la escuela”, sino también de derribar la sociedad capitalista y sus desigualdades que la escuela sirve para perpetuar, con la perspectiva de conquistar una sociedad sin explotación ni opresión.

Algo tan complejo como el bullying no desaparece de forma mecánica con programas, tácticas, estrategias y organización. Pero necesitamos programas, tácticas, estrategias y organización para afrontar el problema de raíz y colectivamente. No se trata de modelar la realidad a martillazos o de posponer toda conquista a un fin lejano, sino de unir los combates parciales en el presente con la idea de tomar por asalto una escuela y una sociedad que permiten desplegar infinitamente más la creatividad y trabajo para dejar de contar víctimas, silencios y culpas que persiguen más allá de la escuela. Transformemos la rabia en un mundo que merezca la pena.