La mañana del 19 de abril de 1999 llene mi mochila de ropa, nadie lo sabía, a nadie se lo había comentado hasta hoy; ese día estallaríamos la huelga y estaba dispuesta a participar en ella de forma decidida.
Sábado 20 de abril de 2019
Era estudiante de la Prepa 6 y me dirigí a la escuela puesta a votar el estallamiento de la Huelga en la UNAM en defensa de la educación pública y gratuita.
Antes del medio día me encontré con algunos activistas que apenas conocía, la labor esa mañana era “salonear”, es decir, pasar a los salones invitando a mis compañeros a asistir a la asamblea donde decidiríamos -como último recurso para detener la imposición de cuotas por parte de las autoridades universitaria-, la huelga.
La asamblea para el turno matutino se desarrolló en las “lagartijeras”. A ella llegaron los hijos de los profesores afines a las autoridades y otros más estudiantes, la asamblea se dio con el sabotaje de los estudiantes enviados por la directora del plantel, por consiguiente, uno de los compañeros que estaba llevando la asamblea pidió que físicamente los que estaban a favor de la huelga se posicionaran del lado izquierdo de la asamblea y los que estaban en contra del lado derecho. Después de varios oradores a favor y en contra, se votó: el turno matutino había decidido la huelga.
Para el turno vespertino seguimos la misma dinámica de saloneo, pero ahora con más más compañeros brigadeando; la politización de la mañana había surtido efecto y por la tarde éramos más activistas trabajando a favor de la huelga. Por su parte, las autoridades del plantel trataron de desalojar las instalaciones antes del término de clases por lo que decidimos iniciar de forma inmediata la asamblea, enseguida una compañera se posicionó en la jardinera ubicada afuera del auditorio y haciendo uso de su voz potente logró captar la atención de los estudiantes que se prestaban a salir de la escuela votando multitudinariamente a favor de la huelga.
Un goya estremeció el plantel e ipso facto las banderas rojinegras aparecían por todos lados. Vi a muchos estudiantes corriendo todos apresurados a las rejas para colgarlas; subían y bajaban por los barrotes, trepaban las paredes y yo francamente no sabía qué hacer.
Dudé por un momento, caminé unos pasos y me acerqué a otra activista para preguntarle sobre el siguiente paso, ella volteó, me miró y al tiempo me respondió: no sé, nunca había estallado una huelga, ¡vaya respuesta! Yo tampoco sabía lo que era eso.
Eran alrededor de las 9 de la noche de ese día, a escasas horas de iniciar la huelga más larga de la historia de la UNAM y se supone que yo debía estar a esa hora en casa.
Desde un teléfono público llamé a mi familia, quien contestó fue mi hermana y le dije: “dile a mis papás que no llegaré a casa”, enojada me preguntó el motivo y respondí: “la huelga estalló, he decidido quedarme en la escuela”, mi hermana me gritó y ordenó me fuera a casa. Colgué el teléfono.
Desde ese momento me decidí a vivir de tiempo completo aquel movimiento por el cual estaba dispuesta a darlo todo.
Han pasado 20 años desde aquel momento que le colgué el teléfono a mi hermana. Desde entonces al día de hoy una consigna del movimiento del CGH refleja aquel momento de mi vida, haciendo un parteaguas: “¡Si tú pasas por mi casa, y tú ves a mi mamá, tú le dices que hoy no me espere, que este movimiento no da un paso atrás, tú le dices que hoy no me espere, que este movimiento no da un paso atrás!”.
Cada que la grito lo hago desde lo más profundo de mi corazón, sin saber cuándo regresaré. Gracias a todos esos padres de familia que estuvieron codo a codo, ellos nunca nos dejaron solos y confiaron en nosotros, siempre nos apoyaron de forma incondicional y lo dieron todo por todos y cada uno de los jóvenes que participamos en la huelga.
Una vida de lucha para todos esos huelguistas que nunca regresaron a casa, pero que siguen vivos en nuestros corazones y su huella dejaron en la heroica huelga del CGH en la UNAM. En la foto mi hermana a la que le colgué el teléfono y yo, con mi bandera de huelga. En la otra, las playeras que imprimía en la entrada de la prepa a todo aquel que quisiera y llevara su propia playera.