Acaba de ser publicado en castellano Jenny, Laura y Eleanor Marx. Las hijas de Karl Marx. Correspondencia familiar 1866-1898 un volumen que compila las cartas que intercambiaron las hermanas Marx durante más de treinta años. La editorial Libros Corrientes ha sido la encargada de presentar este impresionante material hasta ahora inédito en castellano.
La lectura esta guiada por las anotaciones de Olga Meier y Faith Evans —editoras francesa e inglesa respectivamente—, presentes en las ediciones de esta obra en ambas lenguas. Sus palabras contextualizan e introducen en las conversaciones, problemas y debates presentes en la correspondencia.
Mostrar el lado sensiblemente humano de grandes personalidades que han pasado a la historia por la grandeza de sus actos y la magnitud de su legado no es fácil. Si pensamos en Marx, podemos pensar, en un primer momento, que se trataría de una tarea complicada. Sin embargo, a través de su correspondencia personal y política —en el caso de la familia Marx esto es inseparable— que muestra el detalle, los secretos, y aquello aparentemente intrascendente de sus vidas, estos personajes aparecen más cercanos a nosotros. Se permite así lo que en ocasiones la historiografía oficial ha tratado de evitar, es decir, un mejor conocimiento de grandes personalidades de la izquierda. Lejos de caer en el fetichismo, en el cotilleo y en el morbo, el hecho de acercarnos desde este ángulo a personajes de tal envergadura nos ayuda a comprender mejor sus actos e ideas, a través de todo lo que lo rodeaba. También, acortar distancias con Marx permite asumir sus actos no tanto como algo épico y un tremendamente lejano, sino como algo más tangible, cercano y real.
En el caso de sus hijas: Laura, Jenny y Eleanor, las verdaderas protagonistas de esta obra, la lectura de su correspondencia supone el ejercicio inverso. Acostumbrados a que sean unos rostros en blanco y negro que acompañan a Marx y Engels en sus retratos, el libro descubre personalidades independientes de gran interés, implicadas en tareas comunes con su padre. Encontramos a través de sus relatos, debates, confidencias y diálogos a tres mujeres fuertes, inteligentes, cultas y con un gran sentido político y social, cuyas opiniones y posicionamientos son reflexionados y comprometidos. También vemos como estas mujeres chocaron con las limitaciones impuestas por la realidad, el capitalismo y el patriarcado caían como losas sobre ellas. Conscientes de ello, lucharon incansablemente contra la explotación, la represión, la moral burguesa y su ideal de amor.
¿Qué conocemos de las hermanas Marx?
De las tres hermanas, Eleanor es quien ha suscitado tal vez más literatura escrita, aunque para los lectores en castellano todavía es limitada la bibliografía sobre ella. Esta prioridad no es casual, ella fue quién a través de distintas situaciones tuvo la implicación política más activa entre las tres hermanas. A falta de la publicación en nuestra lengua de la principal biografía de la más pequeña de la familia Marx, aquella de Ivonne Kapp (primer vol. 1972) recientemente reeditada por Verso Books en inglés (2018) o de otras importantes como la de Chushichi Tsuzuki (1967), podemos regocijarnos con pequeñas pero sorprendentes píldoras que nos acercan a la vida de esta revolucionaria. Txalaparta publicó la biografía de Eleanor escrita por María José Silveira (2006) y también encontramos su biografía incorporadas en obras más amplias que abarcan la vida de más personajes como la recientemente publicada Revolucionarias de Josefina, L. Martínez (Lengua de Trapo, 2018). Sumamos ahora esta correspondencia como una de las obras de referencia sobre Eleanor Marx y sus hermanas en castellano.
Sobre Laura y Jenny encontramos importantes detalles, referencias y alusiones en obras sobre Karl Marx, pero carecemos de estudios centrados en ellas en castellano. Recientemente también fue publicada por la editorial Viejo Topo la obra Amor y Capital (2014), una traducción del original en inglés Love and Capital de Mary Gabriel (2011). En esta obra encontramos un amplísimo estudio sobre la vida de la familia que abarca desde la juventud de Karl y Jenny (1835) hasta los últimos años de vida de la más longeva de sus hijas, Laura, fallecida en 1911. Un trabajo enorme que nos guía en la vida de la familia y la implicación política de sus miembros.
La escritura de El Capital y la Primera Internacional
A través de la intimidad de la familia y especialmente de sus hijas, llegamos al proceso de escritura de El Capital y a la formación de la Asociación Internacional desde un ángulo privilegiado. La correspondencia abarca desde 1866 a 1898 y comienza situándonos en un momento único y vibrante para la familia y para el movimiento obrero a escala internacional.
Estos primeros años de correspondencia coincidieron con la redacción de la gran obra de El Capital. Con todas las tareas que esto imponía, esta actividad absorbió no solo a Marx, sino que implicó a toda la familia. La publicación de El Capital era una cuestión de vital importancia para la familia, y eso lejos de quebrarla la unía. Laura, la hija mediana, se había convertido a tiempo completo en la ayudante de Marx en el Museo Británico. Eleanor, que en aquel momento era aún pequeña colmaba a su padre de cariño dándole ánimo en esta dura etapa.
En la década de 1860 la clase obrera europea crecía en número, en fuerza y en cohesión. A mediados de siglo la burguesía había avanzado enormemente en eliminar casi todas las barreras internacionales al comercio, la Europa de los trabajadores sin embargo contaba solo con organizaciones locales y nacionales. En 1864, con presencia de Marx, se fundó en Londres la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), lo que se conocerá como la Primera Internacional. El 28 de septiembre de ese año se reunieron en el corazón del capitalismo mundial delegados de distintas organizaciones obreras políticas y sindicales. “Entre los participantes en esta reunión se encontraban trabajadores del Consejo Sindical de Londres, nacionalistas italianos aliados de Giuseppe Manzzini, proudhonistas y blanquistas de Francia, nacionalistas irlandeses, patriotas polacos, y naturalmente Marx y su amigo sastre Georg Eccarius representando a Alemania. Los asistentes acordaron crear una Asociación Internacional de Trabajadores con base en Londres para establecer lazos y organizar grupos de trabajadores en Europa y Estados Unidos.” [1] En esta reunión se eligió una comisión para que redactase las normas de la Internacional y una declaración de principios y a Marx le pidieron que formase parte de ella. Finalmente, en él recayó exclusivamente la escritura del texto que fue aprobado de forma unánime por aquella comisión.
Tras la creación de la Internacional, la casa de los Marx se convirtió en el despacho político de los trabajadores europeos. Centro de peregrinación para los emigrados, todos buscaban consejo en Marx. El Moro, como así se referían a él en el ámbito familiar, se había convertido en consejero, líder y principal teórico de la Internacional. La nueva participación de Marx en un fenómeno político de esta envergadura sacó a toda la familia del aislamiento que había vivido en los últimos años. Tras esto cambió la vida de toda la familia, y cómo no, la de las jóvenes hermanas que además en aquellos años despertaban a la vida pública y al amor.
Discusiones políticas hasta altas horas de la madrugada, cenas con militantes socialistas y anarquistas, visitas inesperadas, huéspedes de todas las nacionalidades, cartas llegadas de todo el mundo solicitando consejo político, periódicos de todas las naciones... todos los idiomas se hablaban en la casa de Modena Villas, la residencia de los Marx por aquellos años. Esto marcó la personalidad y seguridad que demostrarían las tres hermanas. Un ambiente políticamente intenso hizo que sus destinos quedarán siempre vinculadas al movimiento obrero internacional, pero también determinó su vida personal.
Entre los peregrinos a la casa de los Marx no solo se encontraban viejos de pelo blanco y aspecto severo como Bakunin, quien visitaba la residencia de los Marx en aquellos años. Ahora que se consolidaba una organización internacional de trabajadores y comenzaban a avanzar las ideas radicales en toda Europa y en los principales centros políticos y obreros, una generación de jóvenes comenzó a aparecer en la escena política y también por la casa de los Marx. Entre ellos destacaban los franceses. Jóvenes que se habían visto influidos por el ambiente cada vez más radicalizado y heredado de las barricadas de 1848, seguidores de Proudhon y Blanqui o inspirados por Marx. Entre ellos, Charles Longuet y Paul Lafargue, activos en los ambientes estudiantiles parisinos e impactados por la fundación de la AIT. Ambos visitaron Londres, y cómo no, la casa de Marx en 1865. Estos dos jóvenes terminaron siendo importantes miembros de la Internacional en Francia y también terminaron formando parte de la familia Marx. Paul y Charles terminaron siendo los esposos de Laura y Jenny respectivamente.
Paul Lafargue fue un destacado miembro de la AIT y colaborador directo de Marx. Fue expulsado de París tras participar en el Congreso Internacional de Estudiantes celebrado en Lieja (Bélgica) en 1866. Durante la celebración de este congreso, un grupo de estudiantes franceses decidió hacer un acto de protesta contra el gobierno francés quemando una bandera. En este periodo la oposición a Napoleón III se radicalizaba. El ambicioso plan de trasformación urbana de la ciudad de París dirigido por Georges-Eugène Haussmann tenían como uno de sus principales objetivos arrebatar a las clases populosas un escenario en el que levantar sus barricadas. El pueblo expulsado del centro de la ciudad para dar paso a los enormes bulevares y modernas estaciones aumentó su descontento hacia el gobierno. Al regreso de Lieja los estudiantes fueron condenados y expulsados de la universidad, este hecho encendió la mecha. La indignación recorrió las calles de París y el gobierno reprimió. El resultado fue más de ochocientos arrestados. [2]
Finalmente Paul Lafargue fue expulsado de las universidades francesas por dos años. Para poder terminar sus estudios su padre le envió a Londres como aprendiz de un médico asentado en la ciudad. Fue en aquellos años que terminó colaborando estrechamente con Marx y siendo una presencia habitual en su casa. Paul y Laura terminaron casándose en 1868 y trasladándose a Francia. Durante 1871, el año de la Comuna de París, el matrimonio trasmitió a través de sus cartas el clima que se vivía en Francia en los meses previos y durante la Comuna. En 1871 el matrimonio vivía en Burdeos y acababa de tener un hijo, pero Paul viajó a París en abril para participar en la Comuna. Laura se quedó en Burdeos dada la situación del bebé que se encontraba gravemente enfermo. Ante las noticias de la represión y la falta de noticias sobre Paul, Laura escribe a sus hermanas: “En cuanto a Paul no sé qué pensar. Claramente cuando se fue no tenía la intención de estar tanto tiempo fuera. Pero es posible que no pueda volver, aunque lo desee, o tal vez la visión de las barricadas le haya tentado a seguir allí para luchar. No debería sorprenderme y no me importaría si yo estuviera allí con él, porque podría luchar también.” [3]
La vida de Laura y Paul estuvo marcada por la represión y la enfermedad —sus tres hijos fallecieron en temprana edad— pero también por la lucha y la organización. Años después Laura y Paul se trasladaron a París ahí formaron parte de los círculos socialistas y ambos estuvieron vinculados al Partido Obrero Francés. Laura en estos años se dedicó a traducir gran parte de la obra de su padre al francés, también de Engels. Ella fue la encargada de traducir El origen de la Familia, la propiedad privada y el Estado a la lengua gala. Estos años también se dedicó a ayudar en la edición del periódico Le socialiste y a traducir documentos socialistas, correspondencias, artículos e informes de conferencias.
Un domingo por la tarde de 1910, dos rusos fueron en bicicleta a casa de los Lafargue en Draveil, una pequeña localidad cercana a París en la que le matrimonio pasó sus últimos años. Aquello jóvenes rusos eran Vladimir Lenin y su esposa, Nadia Krupskaya. Lenin estaba en el exilio en París y tras haber conocido a Paul Lafargue decidió hacer una visita al matrimonio. Ambos estaban entusiasmados por conocer a Laura y conversar con el ambos. Krupskaya recogió las impresiones de aquella visita expresando la emoción que sintió al conocer a Laura. “¡Estoy aquí, con la hija de Marx!”. [4]
Charles Longuet era otro de aquellos jóvenes que buscaban refugio y consejo en casa de los Marx. Su primera visita en 1865 cuando tenía veintiséis años debió ser breve. Será su segunda visita a la capital británica la más determinante en su vida personal. Después de la derrota de la Comuna, muchos de los comuneros exiliados, entre ellos Longuet, huyeron a Londres. A su llegada Marx y Engels les ofrecían apoyo. Charles Longuet era uno de estos refugiados que comenzó a frecuentar la casa de los Marx. Jenny y él se casaron en octubre de 1872, cuando Jenny tenía 27 años.
Eleanor era la más joven de las tres hermanas. Cuando Marx murió en 1883 ella tenía 28 años. En ese momento asumió la doble tarea de preservar el legado práctico y teórico de su padre. [5] Eleanor comenzó a tomar la colosal tarea de clasificar los papeles de Marx. Hasta ese momento solo se había publicado el primer volumen de El capital, tras la muerte de Marx había cantidades de material sin clasificar, ordenar ni publicar.
Un año tras la muerte de su padre Eleanor se instaló con Edward Aveling -a quién había conocido en 1883- y encontró su sitio en el resurgimiento del socialismo que estaba teniendo lugar en Inglaterra y los Estados Unidos. A mediados de la década de 1880 los recortes en los salarios y los despidos motivaron una nueva militancia entre los trabajadores de estos países. La consigna de su padre “Proletarios del mundo uníos” fue tomada por Eleanor como una ley. Para la joven de los Marx el internacionalismo era una prioridad a la hora de organizar a la clase trabajadora, y su facilidad para los idiomas y relaciones políticas le convirtieron en una importante delegada en los congresos de los trabajadores. Participaba activamente en sindicatos y como redactora en distintos periódicos socialistas informando sobre el movimiento obrero en otros países, y muy especialmente sobre Francia, país del que recibía información a través de su hermana Laura. En 1882 ella y Aveling se unieron a la Federación Demócrata, después Federación Socialdemócrata. [6] En el seno de esta organización Eleanor asumirá la tarea de mantener el legado de su padre. Enfrentará las tendencias chovinistas de su principal dirigente H. M. Hyndman [7] y la independencia política de los trabajadores. Las tensiones en el interior de esta organización llegaron hasta la ruptura de la tendencia mayoritaria dirigida por Wiliam Morris y a la que pertenecía Eleanor. Tras la ruptura, fundaron la Liga Socialista bajo un espíritu internacionalista. Eleanor cuenta a Laura el momento de la división en una de sus cartas “Hydman forzó las cosas hasta un punto que hizo imposible seguir trabajando con él. La cuestión personal (es inevitable que se mezclen cuestiones personales en movimientos como estos) es, después de todo, muy secundaria respecto a la principal, es decir, si vamos a hundirnos en un simple partido Tory-demócrata o si vamos a seguir trabajando en la línea del partido socialista alemán y del Parti Ouvrier francés”. [8]
El debate que se fraguaba dentro de los socialistas británicos era reflejo de las divisiones que se abrían dentro de la socialdemocracia en todo el continente. Eleanor consciente de esto luchó contra las tendencias reformistas que comenzaban a desarrollarse. “Mi único temor es que en Alemania, que se ha comportado con tanta grandeza, pueda vacilar ahora que Liebknecht no puede publicar sus magníficos artículos. Der Volwärts está cayendo cada vez más bajo la influencia de Bernstein, y sus artículos aguafiestas, (...)” [9]
La vida de Eleanor no fue fácil, a igual que la de sus hermanas. Las disputas sobre el legado de Marx y Engels a la muerte este último, su tormentosa relación Aveling, quién se comportaba de forma deshonesta, y su personalidad con fuertes tensiones emocionales, la llevaron a que el 31 de marzo de 1898 Eleanor se quitara la vida ingiriendo ácido prúsico. Tenía 43 años.
La correspondencia nos permite introducirnos en la compleja intimidad de una familia como la de Marx, en la que los asuntos personales y los más cotidianos son inseparables de los políticos, y poder así descubrir a estas tres mujeres en su plenitud.
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