¿Por qué muchas empresas han mantenido el teletrabajo? El secreto está en que pagas tú el alquiler, los materiales, la limpieza o la electricidad. Esta última marcando máximos históricos cada semana. Aquí te lo contamos.
Alex León @A10Leon
Lunes 4 de octubre de 2021
El pasado mes de marzo de 2020, ante la crítica situación sanitaria, muchos trabajadores fueron emplazados a trabajar desde casa. Meses después, vemos cómo muchas empresas de sectores como el telemarketing o la banca han mantenido esta modalidad. No sorprende ya que empezamos a ver cuáles son realmente los objetivos de las empresas con su implantación: la reducción de costes y el aumento de la productividad.
No se trata precisamente de facilitar la vida de las y los trabajadores, ni mejorar la conciliación laboral y personal. De hecho, la mayoría de trabajadores pasaron a ser quienes asumen parte de los costes de la empresa como los equipos informáticos y su mantenimiento, el material y mobiliario de oficina, internet y por supuesto la luz.
Ante este nuevo paradigma el supuesto gobierno progresista prometió solucionarlo a golpe de ley, y así fue como crearon una ley de teletrabajo (RDL 28/2020 de trabajo a distancia.) para regular esta novedosa situación y que no carguemos con los sobrecostes del teletrabajo.
Como denunció la asociación de abogadas y abogados laboralistas, la ley no incluye el incremento de gastos de vivienda, el diseño de software que permita la participación en la vida sindical con las mismas herramientas que se utilizan para el trabajo, la obligación de las aseguradoras de prevenir los riesgos particulares de la vida laboral en casa incluyendo la violencia de género, etc. Es decir, esta ley no vino a solucionar nada a los trabajadores.
Esta ley tiene trampa para que salgan beneficiadas las empresas ya que pide que las cantidades sean negociadas entre empresas y trabajadores, pero no ofrece una salida rápida cuando la empresa se niega a pagar u ofrece cantidades ridículas muy por debajo de los gastos. La única salida es judicial, que supone aún más gastos para los más vulnerables.
El importe se multiplicó por cinco respecto a la misma fecha del año pasado. Llevamos varios meses de aplicación del tarifazo eléctrico, una nueva factura de la luz que establece franjas de consumo incompatibles con un modo de vida diurno. Las franjas más caras son durante el día, en concreto: de 10.00 a 14.00 y de 18.00 a 22.00. Franjas que en la mayoría de los casos abarca el horario laboral y el tiempo que dedicamos a las tareas domésticas, es decir, casi todo el día.
Todo un trastorno que nos obliga a hacer malabares en un día a día ya de por sí bastante complicado, además de encontrarnos alguna que otra disputa entre vecinos. Así hemos aprendido a programar la lavadora (función que existe pero que hemos descubierto que no es demasiado precisa), a hacer maratón de lavadoras el fin de semana aprovechando al máximo las cuerdas de tender y por supuesto a cogerle gustillo al calor veraniego porque total, el aire acondicionado está sobrevalorado.
Más allá del humor que le queramos poner al asunto, se trata de algo que afecta mucho al día a día de los trabajadores y también en concreto a su bolsillo. Sobre todo porque a este tarifazo que suponía ya una subida de la luz más acentuada en esas franjas diurnas, ha ido acompañado de una subida vertiginosa e imparable del precio del kWh que no deja de cumplir récords históricos día a día.
Así en junio -momento en que empezó a aplicarse el tarifazo- ya empezamos a ver como el precio de la factura se disparaba. En ese momento llegamos a pagar el lunes 7 de junio el kwh a 0.16012 euros. Esto solo fue el comienzo, el precio fue disparándose hasta los 0.20124 € de mediados de septiembre.
Este aumento de uno de los principales consumos afecta además muy especialmente a las personas que teletrabajamos. No se trata solo del equipo informático, sino del ventilador o del aire acondicionado esas las largas jornadas de julio y agosto o quienes tendremos que encender un calefactor o radiador eléctrico desde octubre. Pero más allá de la lista, que es larga, la cuestión es simple: se trata de gastos que se están ahorrando las empresas a costa de cargarlos a los trabajadores.
Las empresas tienen todo a su favor, ya que no solo es que estamos pagando nosotros esos sobrecostes que deberían pagar ellos en época de máximos históricos de subida de la luz, sino que saben que existe una dificultad extra a la hora de organizarnos en nuestras empresas y movilizarnos en las calles. Además, es el supuesto gobierno progresista y los grandes sindicatos quienes tendrían que ponerle fin a esto, pero no solo no lo hacen, sino que siguen sin derogar la reforma laboral que prometieron.
Debemos tener en cuenta que muchos de los y las trabajadoras desean seguir teletrabajando por ser personas de riesgo, por convivir con uno de ellos o por tener un familiar cercano al que visitan asiduamente. Por ello es una de las amenazas que las empresas utilizan para conseguir aumentar aún más el rendimiento a través del miedo a que te manden a la oficina. A esto hay que sumarle el precio de la gasolina, los precios desorbitados del transporte público si vives en las afueras y el tiempo que se tarda en ir y volver al trabajo.
Por otro lado, la dificultad de organización de los y las trabajadores en las empresas puede verse muy afectada, llevando a que las empresas tengan total control a la hora de poner las condiciones de trabajo que considere sin que pueda haber una organización sindical que les haga frente. La uberización de la economía puede llevar a que los trabajadores del telemarketing empiezan a ser considerados ‘traders’ o falsos autónomos, como estamos viendo en sectores como el taxi o el reparto de comida a domicilio.
También nos vemos afectados a la hora de trabajar cuando, mientras lo hacemos, tenemos que cuidar de nuestras familias, sin poder tener un espacio de trabajo tranquilo, con una silla ergonómica y con el resto de las condiciones de salubridad que establece el estatuto de trabajadores para evitar o disminuir el riesgo de enfermedades derivadas del trabajo.
Debemos tratar de superar las dificultades de organización de los y las trabajadoras en el teletrabajo, porque de ello depende que podamos exigir a las empresas el pago de los costes de trabajar poniendo nuestra luz, nuestro internet y nuestro material de oficina.