Ayer más de 200 jóvenes visitamos MadyGraf, una fábrica que funciona sin patrones, dónde los trabajadores toman todas las decisiones. Ellos nos contaron de su historia de lucha y organización, y nos invitaron a tomar estás peleas en nuestras manos, empezando a militar. Comparto algunas reflexiones y anécdotas, a partir de una experiencia que demuestra en pequeño por qué peleamos los revolucionarios, y por qué vale la pena dedicarle tiempo a construir este proyecto colectivo.
Domingo 11 de agosto 20:49
La universidad
Conocía una parte de la historia de MadyGraf, pero no sabía que algunos de los primeros pasos de esta experiencia se dieron en la universidad. Edu, que allá por los 90’ empezaba a jugar un rol como dirigente sindical en la fábrica, nos contó que en ese momento sentía que le faltaban herramientas para defender y organizar a sus compañeros. Que no sabía qué hacer, cómo discutir con la patronal, con la burocracia sindical, y que no quería que lo cagaran, porque sus compañeros lo habían elegido para ocupar ese lugar.
Así fue que llegó a la universidad, se anotó en filosofía porque: "No quería el título, lo que yo quería era saber". Empezó a estudiar sobre la economía, la explotación, la clase trabajadora, sus luchas, y con el tiempo, se animó a acercarse a "esos pibes con remeras que tienen sus mesitas en las facultades, pegan carteles y saben muchas cosas". Paradojas de la vida, en los 90’ no se animaba a acercarse a los militantes universitarios porque le daba vergüenza que (supuestamente) sabían más que él, y ahora encabeza recorridas por su fábrica para transmitir a jóvenes universitarios las lecciones que sacó a lo largo de décadas.
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Discutía con todas las corrientes, pero se acercó en particular a la Juventud del PTS, que le propuso ayudarlo a organizar su fábrica. La propia experiencia de Edu combinada con las discusiones con esos estudiantes fueron un aporte fundamental. La enseñanza que más reivindicó de esos intercambios fue la de tomar el método de la asamblea, para que el conjunto de los trabajadores sean parte de las decisiones, pero sobre todo, para que los debates no se limiten a lo sindical, como quería la patronal y la burocracia sindical, sino que se eleven a un plano politico e ideologico. Sobre esto contaron muchas anécdotas, porque la asamblea está en el ADN de MadyGraf (literalmente para definir cómo hacer la recorrida nos propusieron hacer una mini asamblea en la que votaramos). Pero antes, una acotación.
Un amigo y fundador de nuestro partido nos dijo una vez a un grupo de jóvenes militantes que: “Los estudiantes tienen que mostrarle a los trabajadores los secretos del marxismo, y los trabajadores tienen que mostrarle a los estudiantes la secreta fuerza que tiene la clase obrera”. La anécdota de Edu refleja a la perfección esta síntesis. Los secretos del marxismo fueron un aporte invaluable para que él iniciara el recorrido que llevó muchos años más tarde a lo que hoy es MadyGraf, a la visita en la que estos trabajadores recibieron de brazos abiertos a cientos de pibes que queremos descubrir esa secreta fuerza de la clase obrera. En la presentación antes de empezar la recorrida, donde nos contaron algunas de estas cosas, los compañeros de Edu lo reivindicaron por haber sido el primero en dar esos pasos. Pero ese trabajador que hizo propios los secretos del marxismo respondió: “Yo agradezco esas palabras, pero la historia no la hacen las individualidades ni las personalidades. La hacen las ideas que peleamos. En este caso me tocó a mi, pero eso es secundario. Hoy los vamos a tratar de convencer de que tomen estas ideas para ser parte de esta lucha”. Todavía no habíamos entrado a la fábrica y ya nos emocionaba.
La asamblea
Cuando dije que hicimos una mini asamblea para definir cómo iba a ser el recorrido no era un chiste, es real. Parte de los secretos del marxismo que tomaron es que los trabajadores son sujetos de su historia, que nadie tiene por que decidir por ellos, y que no solo son sujetos en tanto obreros que sufren la explotación para enriquecer a un empresario, y que por lo tanto solo pueden opinar sobre cuanto los explotan. Sino que los trabajadores tienen que tomar en sus manos absolutamente todo, porque son quienes lo hacen funcionar todo, y nada de lo humano les es ajeno, aunque los de arriba quieran hacerles creer lo contrario.
“El loco” nos contó de una de sus primeras asambleas, al principio de los años 2000´, mucho antes de que la fábrica estuviera bajo control obrero. Había un sistema establecido donde cada vez que se tomaba personal nuevo, se lo contrataba con menos derechos, con menos salario, y se echaba a trabajadores más viejos, mejor pagos. Cuando “el loco” entró a laburar se enteró de esto y entendió que a alguno de sus compañeros que, como era “el nuevo”, le explicaban cómo era el laburo, lo iban a despedir. Por esto fue a su primera asamblea, aunque era tímido y le daba miedo hablar ante mucha gente, no podía con la bronca. Sentía culpa, enojo, no podía quedarse callado, así que fue a plantear que no se podía naturalizar ese maltrato a los laburantes. Pudo hacerlo porque existía el espacio de la asamblea, sin eso el odio de clase no puede expresarse.
Ese método colectivo y democratico les permitió forjar una camada de obreros combativos, y tener victorias. Defender sus salarios o a despedidos es más fácil cuando se puede involucrar a todos los compañeros en las peleas, hacerlos parte, sin limitar ninguna discusión. Lo contrario a lo que hacía la burocracia sindical, que usaba las “asambleas” para avisar a quienes echaban, y ni se podía discutir la posibilidad de enfrentar esos ataques. Las peleas de Edu cambiaron esto y con el tiempo dieron sus frutos. Y no solo de Edu en su individualidad, sino armado con las ideas del marxismo y el apoyo del PTS, de un partido revolucionario que le ayudó a orientarse y transmitir estas enseñanzas. Proceso que cabe aclarar tomó varios años.
Tener esas primeras victorias, como defender el salario o evitar que despidan a un amigo, les permitió descubrir que se podía ir por más. En asamblea discutieron que había un problema grande en la fábrica, uno muy extendido en el país. Dentro de una misma empresa había trabajadores “de primera”, con más salario y derechos, y trabajadores “de segunda”, tercerizados, precarizados. Hacían las mismas tareas pero cobraban la mitad. Discutieron que eso debilitaba sus peleas, y a toda la clase trabajadora, el famoso “divide y reinarás” que los poderosos aplican tan bien, y con lo que tenían que terminar. Llegaron a definir en asamblea que en la negociación con la patronal estaban dispuestos a resignar un aumento salarial con tal de que “efectivizaran” a los de “segunda” (es decir, que pasen a tener los mismos derechos). Al final lograron la efectivización y el aumento de salario, pero cuando hicieron una nueva asamblea para discutir el balance de esa lucha, lo que más alegría le daba a todos no era ganar más plata, que desde ya es importante, sino que se habían terminado las diferencias dentro de la fábrica. Nos dijeron que eso es que haya más “conciencia de clase”, que es algo que no surge sólo, que hay que pelearlo, y que es lo más lindo de estas batallas.
Pero también nos contaron que no era todo lindo, que también había cosas terribles. En la fábrica, como en cualquier lugar, había racismo y machismo. Lógico, ideologías reaccionarias que de nuevo, se promueven para dividir a los de abajo. Había un compañero jujeño, que un sector de la fábrica lo “jodia” diciéndole boliviano. Y ahí la pudrieron, abrieron la discusión en una asamblea. Que esas cosas no iban, que no hay diferencias por nacionalidad, por tono de piel, que todos somos hermanos de clase y tenemos que estar juntos. A esto me refería más arriba diciendo que la asamblea también era para elevar las discusiones al plano político e ideológico. Si solo se lucha por salario se es un trabajador combativo, pero no uno con conciencia de clase.
También había una compañera trans. La patronal no quería reconocer su identidad, y quería obligarla a usar el baño de hombres. Además del maltrato de la patronal sufría el maltrato de algunos de sus compañeros. De nuevo, la pudieron. Llevaron el debate a la asamblea: “¿Por qué atacan a una compañera por su identidad? Somos todos trabajadores. La misma patronal que nos despide es la que ataca a la compañera. Hay que pelear para que la empresa reconozca su identidad, que le permita usar el baño que quiera, y le reconozca todos los derechos”. Algunos decían que solo le hacían chistes. Por lo que contaron, fueron discusiones muy duras con los propios trabajadores. La comisión de mujeres de la fábrica jugó un rol muy importante. Al final también ganaron esa pelea, y la compañera pudo ser una más. Años más tarde, cuando ponen a producir la fábrica sin los patrones, abren las puertas a las mujeres que los acompañaron en sus luchas, y pusieron en pie una “juegoteca” para dejar a los hijos mientras se trabaja. “¿Por qué las compañeras se iban a quedar en las casas cuidando a los pibes?”.
La solidaridad
“El loco” nos cuenta otra anécdota, que arranca más fea y termina linda. Otra de las discusiones que daba el PTS y se llevaba a la fábrica era sobre la necesidad de desarrollar la más amplia solidaridad, no solo dentro del laburo, sino también hacia afuera. Y esto generaba resistencias, compañeros que reclamaban: “Los elegimos para defendernos a nosotros, ¿por que se van a otras fábricas o a los barrios?”. Otra enseñanza del marxismo fue ponerle un nombre a este “sentido común”, el “corporativismo”, la idea de que cada sector debe pelear solo por lo suyo. Pero para convencer de que esto era un error no solo daban discusiones en las asambleas o hacían talleres de debate, sino que también intentaban demostrar en la práctica por qué debilitaba sus peleas, por qué la solidaridad los fortalecía.
Empezaron a ir a otras fábricas de la zona, a aportar sus experiencias pero también a aprender, a tejer lazos. Cuando había despidos en otro lugar iban y participaban de las movilizaciones. Al principio solo algunos obreros, pero eso empezó a cambiar cuando sufrieron ataques en su fábrica, y los sectores que habían recibido su ayuda, ahora iban a apoyarlos a ellos. El que antes preguntaba molesto por qué había que ir a otras fábricas ahora era el primero en ofrecer su auto para ir a bancar otros conflictos.
En la zona de MadyGraf hay barrios humildes que se inundan. Cuando había lluvias fuertes organizaban colectas, para aportar a esas familias. Al principio lo mismo, sólo participaba un sector de la fábrica. Pero cuando esos compañeros volvían de los barrios y empezaban a contar de esa experiencia de solidaridad, a la próxima salida eran muchos más los que querían sumarse.
“El loco” lo cuenta en su propia experiencia. Cuando entró a la fábrica solo quería defender a su familia y no quería hablar con ninguno de sus compañeros. Le decían “loco” porque siempre andaba solo, pero cuando se enteró de que como él entró iban a despedir a alguien, fue a la asamblea y no le quedó otra que hablar. Nos dijo que sentir la solidaridad cambia a los trabajadores. Y que sentirse parte de una pelea más grande, ligar cada pequeña lucha a una batalla de conjunto por cambiarlo todo, también. Hoy, habla en estas recorridas aunque le de vergüenza, no ya porque tenga que defender a un compañero, sino porque le emociona que nuevas generaciones tomen en sus manos el desafío de construir una fuerza política de izquierda, la herramienta que necesita la clase trabajadora para que estas ideas lleguen a todos lados.
La producción
La lógica temporal sería hablar primero de cómo tomaron la fábrica y la pusieron a funcionar sin patrones, en el año 2014 (en breve se cumplen 10 años de gestión obrera); y después de cómo fue el proceso de empezar a producir, con todas sus dificultades, que sigue hasta el día de hoy. Pero ese orden dificulta el relato que quiero hacer, así que no vamos a seguir la lógica.
Franco toma la palabra cuando ya estábamos dentro de la fábrica, en la zona de producción. Él era estudiante, militante de la Juventud del PTS, y le propusieron entrar a trabajar a MadyGraf, ya bajo control de sus trabajadores, para aportar sus conocimientos a repensar la producción y el funcionamiento de la cooperativa. Otro de los secretos del marxismo del que nos hablaron es la potencialidad que tiene la clase trabajadora para dar respuestas a las necesidades sociales. Franco cuenta un ejemplo simple. Cuando se tomó la planta por primera vez, los trabajadores se encontraron con que el empresario tenía la máquina que evitaba que la fábrica contamine el agua de la zona rota. Al millonario en cuestión no le importaba si contaminaba, porque no vivía ahí. Pero a los trabajadores no les daba lo mismo que ellos, sus familias y amigos tomaran agua contaminada, por eso se encargaron de arreglar esa máquina. Es que los trabajadores no solo tienen la posibilidad técnica de hacer estas cosas, sino también el interés, en la medida que se liberen de la presión del empresario de poner en el centro solo su ganancia.
Avanzamos un poco más en la recorrida, y nos encontramos una máquina enorme. Franco se detiene y sigue hablando: “Esta es una máquina de bolsas de papel, la conseguimos con mucho esfuerzo porque es una vía de producción más amigable con el ambiente. También instalamos paneles solares. Armamos un sistema con más estudiantes para poder regular el consumo de luz de la fábrica, para no gastar al pedo y contaminar”. “El loco” lo jode, dice que a Franco tampoco le gusta hablar en público, pero que el aporte suyo y de los estudiantes para que la fábrica siga funcionando hasta hoy fue muy importante. Franco responde: “Los estudiantes solo aportamos ideas y algún que otro saber técnico. Son los trabajadores los que las implementan, todo se decide en las asambleas, nosotros llevábamos las ideas ahí y los trabajadores con sus conocimientos les daban forma”. Desde la Juventud del PTS en cada facultad siempre discutimos al servicio de quiénes están nuestros conocimientos. Franco eligió ponerlos al servicio de un ejemplo de la fuerza de la clase trabajadora.
Preocupado por extenderme de más, sumo otro ejemplo donde la solidaridad y la producción en un sentido social se unen. MadyGraf en la pandemia incorporó la producción de sanitizantes, cuando era un recurso indispensable que faltaba en los hospitales. Franco nos cuenta con bastante bronca que delante de su fábrica está la Ford, que en pandemia seguía haciendo camionetas para los chetos, cuando podría haber hecho ambulancias, respiradores, algo que sirva para salvar vidas. Y desde MadyGraf no solo producían el sanitizante, sino que lo repartían en los hospitales, escuelas y barrios. En cierto momento, quisieron cortarles el servicio de luz por falta de pago. Ante está amenaza todos los sectores que habían recibido la solidaridad de esta fábrica se reunieron en su puerta para evitar el corte. Por cosas como está, MadyGraf sigue funcionando hoy en día.
La camaradería
Sobre la toma de MadyGraf y ese proceso puede verse este documental, donde sus protagonistas cuentan su historia mucho mejor de lo que yo podría hacerlo, que solo estoy contando algunas reflexiones que me surgieron después de conocer una fábrica sin patrones.
Pero si algo me impactó ayer fueron las palabras del “Pollo”. Él fue el militante del PTS que se le pegó a Edu cuando éste conoció al partido, que desde fuera de la fábrica, porque no trabajaba ahí, lo ayudaba. Iba a juntadas con los laburantes amigos de Edu, estuvo cuando lo conocieron al “Loco”, o cuando le propusieron a Franco entrar, y en cada una de las discusiones que conté.
Franco y "El Loco"
Y también estuvo cuando el ex dueño de lo que hoy es MadyGraf quiso echar a todos los trabajadores, alegando estar en una inexistente crisis. Con el acumulado de experiencias de lucha que tenían, se propusieron ocupar la planta para defender los puestos de laburo. No solo la experiencia de lucha de esa única fábrica, sino toda la tradición de la clase obrera, y en particular del PTS, con Zanon, otra fábrica recuperada como ejemplo a seguir. Una noche se reunieron a discutir el fino de la ocupación. Terminaron el plan y se fueron a sus casas, para encarar la pelea desde la mañana siguiente.
“El pollo” había quedado encargado de la “seguridad” de los compañeros. Pero en su casa tuvo un accidente, hubo un incendio y quedó en coma. Con una mezcla de lágrimas y risas, Edu y “el loco” dicen: “No lo necesitábamos al final, 15 días después se despertó y la fábrica ya era nuestra, estaba bajo control obrero… Nos enseñó bien”.
Edu y "El Pollo"
Pero “el pollo” sigue, y dice que lo que le dió fuerzas para levantarse y volver a MadyGraf fue el apoyo y la camaradería de sus compañeros de trabajo y de militancia, que en medio de la toma no dejaron de visitarlo ni un día; el aporte que hizo el PTS por más de dos décadas para que esa fábrica sea el ejemplo que es hoy, para formar trabajadores revolucionarios y con conciencia de clase que pueden transmitir estas enseñanzas, para mostrarle a la juventud que solo es una utopía lo que no se pelea.
“El pollo” fue al punto. Cuando terminaba la recorrida, y el sol comenzaba a esconderse en el horizonte, nos dijo que empezáramos a militar. Que “no hay nada más gratificante frente al individualismo de los Milei y la resignación del peronismo que ser parte de un proyecto colectivo, revolucionario y socialista”. Que al que dude de la fuerza de la clase trabajadora y de los de abajo les hablemos de MadyGraf, que es un ejemplo pequeño, pero importante de por qué peleamos y de todo lo que podemos lograr. Que si todo esto pudo hacerse en una fábrica, que nos imaginemos qué pasaría si lo hacemos en todo el país, en todo el mundo. Que ese poder social de los trabajadores existe aunque intenten ocultarlo, pero que hay que organizarlo, que para eso necesitamos un partido revolucionario, que podemos ser un factor en poner en pie esa herramienta política, para defender estas ideas. Que esa camaradería te cambia, que los secretos del marxismo te transforman y que la fuerza de la clase obrera lo puede todo.
Segundo Asse
Estudiante de Sociología UNLP