Sobre la cubierta del USS Missouri, en la Bahía de Tokio, el 2 de septiembre de 1945, se firmaba el Acta de Rendición Japonesa, poniendo fin a la guerra del pacífico y con ello a la Segunda Guerra Mundial (hoy se cumplen 70 años). En estos últimos días algo rompió la monotonía de los actos folclóricos que conmemoran esta fecha, decenas de miles de personas se manifestaron frente al edificio del Parlamento japonés contra la intención de reformar la constitución y habilitar el derecho a intervenir en conflictos armados contra países extranjeros, política que con Estados Unidos apunta a fortalecer a su aliado contra China.
Miércoles 2 de septiembre de 2015
Los bombardeos masivos sobre Japón comenzaron en junio de 1944 y no terminaron hasta su rendición. El 3 de mayo de 1947, bajo la ocupación norteamericana, Japón renunciaba al derecho a participar en guerras.
En total en la Segunda Guerra Mundial perecieron ochenta millones de personas, si se tienen en cuenta a los que murieron de hambre y enfermedad como resultado directo del conflicto. Las masas japonesas no olvidan el legado de destrucción que dejó la Segunda Guerra Mundial. Docenas de ciudades fueron prácticamente destruidas, especialmente en Japón y en Alemania como Tokio y Dresden. Se estima que hacia finales de 1945, las bombas habían matado a 166.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki, totalizando unas 246.000 muertes, sólo la mitad falleció los días de los bombardeos.
Seis días después de la detonación sobre Nagasaki, el 15 de agosto, el imperialismo japonés anunció su rendición incondicional frente a los Aliados. En la actualidad, existen pocas dudas sobre que el lanzamiento de la bomba atómica sobre estas dos ciudades estuviera motivado por consideraciones políticas y no militares ya que Japón se encontraba derrotado. En Historia del Siglo XX, el prestigioso historiador inglés Eric Hobsbawm arguye: "La justificación del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945 no fue que era indispensable para conseguir la victoria, para entonces absolutamente segura, sino que era un medio de salvar vidas de soldados estadounidenses. Pero es posible que uno de los argumentos que indujo a los gobernantes de los Estados Unidos a adoptar la decisión fuese el deseo de impedir que su aliado, la Unión Soviética, reclamara un botín importante tras la derrota de Japón" . El caso de la bomba atómica, producida en EUA, resulta ser precisamente lo opuesto de lo que pretenden demostrar los defensores de la tesis: “armas modernas y hombres libres”. Nadie fue tomado en cuenta, ni la población, ni el Congreso, ni la institución científica misma. Un grupo muy pequeño de personas, probablemente no más de una docena tomaron la decisión final para arrojar la bomba sobre Hiroshima y Nagasaki.
Un hongo de humo elevándose hacia el cielo, oscuro, mortal y devastador es la imagen más asociada a la Segunda Guerra. Su resultado definió el statu quo internacional que al día de hoy conserva rasgos centrales del sistema de Estados, al igual que varios de sus paradigmas económicos, históricos y políticos. No obstante, no fue el enfrentamiento entre “democracia y fascismo” como sostiene la versión oficial y el mismo Hobsbawm sobre la guerra, argumento que sirve para fortalecer el dominio imperialista y excluir la revolución social como alternativa para las masas explotadas, sino ante todo una guerra imperialista mundial por un nuevo reparto de las colonias, de las esferas de influencia y de los mercados mundiales.
El enfrentamiento entre los Estados imperialistas no estaba determinado por criterios raciales o ideológicos, sino por los intereses económicos y políticos de las clases dominantes de los Estados en pugna. Frente a quienes intentaban engañar a las masas hablando de una guerra de regímenes burgueses entre “democracia vs. fascismo”, Trotsky respondía: “La impostura de la defensa nacional siempre trata de ocultarse tras la impostura de la defensa de la democracia. Si incluso ahora, en la época del imperialismo, los marxistas no identifican democracia con fascismo y están dispuestos en todo momento a rechazar los ataques del fascismo a la democracia, ¿no debería el proletariado, si se declara la guerra, apoyar a los gobiernos democráticos contra los fascistas? ¡Flagrante sofisma! Defendemos a la democracia contra el fascismo por medio de las organizaciones y métodos del proletariado. A diferencia de la socialdemocracia, no le confiamos esta defensa al Estado burgués... Y si nos oponemos de manera irreconciliable a la mayor parte de los gobiernos ‘democráticos’ en épocas de paz, ¿cómo podemos asumir la más mínima responsabilidad por ellos durante la guerra, cuando todas las infamias y crímenes del capitalismo se llevan a cabo de la manera más brutal y sangrienta? Una guerra moderna entre las grandes potencias no será una lucha entre la democracia y el fascismo sino un conflicto entre dos sectores imperialistas por un nuevo reparto del mundo. Además, inevitablemente asumirá un carácter internacional y en ambos bandos habrá estados fascistas (semifascistas, bonapartistas, etc.) y ‘democráticos’”.
Los trotskistas retomaron la tradición marxista de la Primera Guerra Mundial, la del Partido Bolchevique y los primeros cuatro congresos de la III Internacional. Se basaron en el carácter imperialista de la época y los fenómenos que desencadena: guerra, crisis económica y revolución. León Trotsky desarrolló numerosos análisis sobre la realidad internacional y sobre las perspectivas para el proletariado y los oprimidos frente a la Guerra Mundial que se avecinaba que se mostraron correctos. Pero además los trotskistas fueron los únicos que en su programa y acción mostraron una política independiente de ambos campos burgueses y de las direcciones reformistas y estalinistas que se subordinaron al campo de los imperialismos “democráticos”.
Retomar este legado revolucionario lleno de lecciones y en medio de los escenarios más disimiles de esos años impide comenzar desde cero frente a cada momento histórico. Este legado del trotskismo da la pauta de un marxismo vivo en la teoría, en los debates y en la experiencia en la lucha, es decir, actual. Un trotskismo que busca probar su programa y política, fusionándose con lo mejor de la vanguardia para, a su paso, ir forjando en la teoría y la práctica el partido para el triunfo de la revolución.
Para abordar el análisis y el debate sobre uno de los hechos más decisivos de los últimos tiempos, Ediciones IPS-CEIP junto a la Museo Casa de León Trotsky de México publica el volumen 8 de las Obras escogidas de León Trotsky, con textos del gran revolucionario ruso sobre el tema.
También publicamos El significado de la Segunda Guerra Mundial de Ernest Mandel cuyos derechos fueron cedidos generosamente por la editorial Fontamara. Mandel participó en la guerra siendo militante de la IV internacional, su libro da una visión cabal de la guerra, la preparación y objetivos de los distintos imperialismos y de la Unión Soviética (URSS), sus principales episodios y su resultado. En pocas páginas permite un estudio exhaustivo y corroborar las premisas para la guerra de los trotskistas en la Guerra Mundial misma que Mandel describe con brillante precisión.