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Contra la resignación que imponen los capitalistas, opongamos la potencia creadora de la clase trabajadora

Santiago Lupe

Contra la resignación que imponen los capitalistas, opongamos la potencia creadora de la clase trabajadora

Santiago Lupe

Ideas de Izquierda

Los gobiernos llaman a prepararse para aceptar la catástrofe, pero ésta no es inevitable. La puesta bajo control obrero de la economía se torna una cuestión de vida o muerte. No puede haber un auténtico “plan de guerra” sin tocar los intereses de los grandes capitalistas.

La curva de contagio. Tres líneas de las que día a día millones estamos pendientes. En especial en países como Italia o el Estado español donde la línea roja, la que indica el número de casos de infectados por coronavirus, está completamente desatada, con 53.000 y 22.000 respectivamente al cierre de este artículo.

La otra curva, normalmente pintada de azul, es el supuesto objetivo que se debería lograr con las medidas de confinamientos masivos decretadas por los Estados. Aplanar la curva, eso nos dicen que es la meta que no se está alcanzando ni de lejos.

La tercera línea, formada por unos puntitos negros, marca el límite de recursos del sistema sanitario. Si los contagios la sobrepasan no se dará abasto -como ya está ocurriendo- para atender a los casos graves y críticos y las cifras de muertos por día escalarán a los más de 300 de este viernes en el Estado español o casi 800 en Italia, colapsándose no solo los hospitales sino hasta los servicios funerarios.

"Nos quieren hacer pensar que es una línea inamovible, y que nos resignemos, en primer lugar los extenuados trabajadores de la sanidad, a que en los próximos días habrá que dejar morir a miles de personas"

Esta última línea se representa como una línea estática, no varía, y este es el gran problema. Los Estados nos dicen que estamos en “guerra”, toman medidas de excepción sin precedentes, confinan a millones en sus casas, despliegan militares y policías... pero, aunque en las ruedas de prensa del gabinete de crisis español tres de los cinco que hablan sean generales o comisarios, no hay un verdadero “plan de guerra” que eleve drásticamente esa línea de puntitos para hacer frente a la pandemia, mejor pertrechados.

Las medidas anunciadas hasta ahora en el terreno de reconvertir el sistema productivo y la capacitación rápida de personal sanitario son, a la luz de colapso sanitario, totalmente insuficientes. Los gobiernos capitalistas, ya sea el de Conte, el de Macron o el de Sánchez, se niegan a poner todos los recursos necesarios existentes, y aquellos que se podrían generar, al servicio de hacer subir esa línea de puntitos como amerita. Para poder hacerlo serían necesarias medidas mucho más duras sobre fábricas, stocks y beneficios empresariales, algo a lo que se niegan.

A cambio, nos quieren hacer pensar que es una línea inamovible, y que nos resignemos, en primer lugar los extenuados trabajadores de la sanidad, a que en los próximos días habrá que dejar morir a miles de personas. Ese fue el contenido del mensaje de este sábado de parte de Pedro Sánchez, una advertencia de que en los próximos días habrá que prepararse “emocional y psicológicamente” para el desastre al que nos están conduciendo.

Ante un sistema sanitario que se queda sin recursos: intervención de toda la sanidad privada, la industria hotelera y todo lo necesario para los test masivos

El sistema público de salud español cuenta con 200.000 camas, 4.400 de UCI. La sanidad privada, que todavía no ha sido intervenida en su totalidad, podría aportar otras 100.000 y 800 plazas más de UCI. Si las previsiones de contagio se terminan confirmando, el colapso hospitalario y las unidades intensivistas está garantizado. Es lo que ya es un hecho en la Comunidad de Madrid y comienza a serlo en Catalunya. La construcción de algunos hospitales de emergencia o la medicalización de unos pocos hoteles son prueba de ello.

La respuesta del ministerio de Sanidad y las consejerías es la criminal decisión de endurecer los requisitos para autorizar ingresos en la UCI. En otras palabras, dejar morir a cientos de personas con menos esperanza de supervivencia sin ser atendidas. Descargan esta decisión y responsabilidad en los trabajadores sanitarios, agudizando hasta el extremo las condiciones de estrés físico y emocional a las que ya están sometidos.

"Es urgente que se intervengan todas las empresas químicas y farmacéuticas que sea necesario para ponerlas bajo control de sus trabajadores y fabriquen en serie cientos de miles de nuevos kits"

Todo esto se produce en un país con millones de plazas hoteleras que están vacías. El gobierno ha decretado el cierre de hoteles en vez de que estos sean todos intervenidos bajo el control de sus trabajadores, trabajadores sociales y sanitarios. Que sus habitaciones se dediquen, tanto a dar alojamiento a aquellas personas que lo necesitan -personas sin hogar, menores de centros saturados, personal sanitario que no quiere pernoctar en sus casas por el riesgo de contagiar a sus familias-, como a medicalizarlas para aumentar el número de camas disponibles tanto como la epidemia lo exija.

También el gobierno ha anunciado la compra de 640.000 kits de test rápidos, el encargo de 6 millones de unidades nuevas y tres robots capaces de procesar 80.000 muestras diarias. Se trata de una medida que llega tarde y puede llegar a ser insuficiente. Dicen que están estudiando cómo producir los siguientes tests aquí, pero están a la espera de que alguna empresa se haga cargo.

Es urgente que se intervengan todas las empresas químicas y farmacéuticas que sea necesario para ponerlas bajo control de sus trabajadores y fabriquen en serie cientos de miles de nuevos kits hasta poder asegurar un testeo masivo de la población, tal y como lo pide la OMS.

De la misma manera que toda la producción e investigación farmacéutica debe intervenirse bajo control de sus trabajadores y comités científicos independientes, para, de manera coordinada y centralizada, lograr tratamientos y una vacuna lo más rápido posible y libres de patentes.

Falta personal: contratación y capacitación de trabajadores en paro y estudiantes del ramo sanitario

Pero las nuevas camas o la realización de pruebas masivas necesitan personal sanitario que las atienda. El que ya está trabajando en los hospitales y centros de salud no puede asumir más carga de trabajo, y una parte tendrá que ser sustituido en los próximos días dados el alto nivel de contagios que se ha producido por la falta de equipos de protección individual (EPIs).

El gobierno ha anunciado la contratación de 50.000 sanitarios extraordinarios. Una cifra que incluye a sanitarios jubilados, MIR y estudiantes de los últimos cursos de Medicina y Enfermería. Sin embargo, hay, según la EPA, 80.000 sanitarios en paro, lo que demuestra que hay margen para elevar esa cifra y poder no recurrir -al menos no presencialmente- del personal sanitario que forma parte de grupos de riesgo.

Pero además hay una gran cantidad de tareas que, con una capacitación rápida a cargo de las universidades, podrían asumir estudiantes del resto de cursos de los grados y ciclos formativos del ramo sanitario: como la toma de pruebas para la realización de los tests. Por ejemplo, para la realización de los 640.000 primeros tests rápidos que se han adquirido, si estos recaen en el mismo personal sanitario totalmente desbordado, no se podrán realizar o se puede agravar la situación de colapso. Es urgente la contratación y capacitación inmediata de 6.400 estudiantes de ciencias de la salud, para que tomen 100 muestras cada uno en lugares alejados de los centros hospitalarios y éstas puedan realizarse en cinco días, sin saturar aún más el sistema.

Faltan EPIs, desinfectantes, respiradores y camas: control obrero y reconversión de la industria que puede producirlo

En esta semana hemos visto como fábricas de automóviles, de electrodomésticos, de colchones, textil o químicas, aprobaban ERTEs masivos. Las empresas, que en un principio quisieron mantener la producción como si nada y sin medidas de seguridad -una situación contra la que se rebelaron en muchas plantas sus plantillas-, ahora quieren que el coste de su paralización lo asuma el Estado haciéndose cargo del pago de los salarios y las cotizaciones. Una salida avalada por el gobierno “progresista” y las direcciones sindicales.

"Para que estas empresas pudieran hacer los cambios que se necesitan no podemos depender de la buena voluntad de sus patronales, como propone el gobierno “progresista”, sino que deben ser puestas bajo el control de sus plantillas"

Gran parte de esa capacidad productiva podría sin embargo ser parte de la solución. La industria del automóvil puede fabricar respiradores y otros equipamientos médicos -como ya se lo están demandando algunos gobiernos como el británico-, lo mismo algunas industrias plásticas que lo han comenzado a hacer viendo la veta de negocio, el textil y la industria plática puede fabricar masivamente los EPIs que faltan en hospitales y centros de trabajo, la industria química puede fabricar alcohol en gel, desinfectantes o reactivos para los tests, empresas de distintos ramos pueden reconvertirse para la fabricación de camas, camillas o colchones... y así un largo etcétera.

Para que estas empresas pudieran hacer los cambios que se necesitan no podemos depender de la buena voluntad de sus patronales, como propone el gobierno “progresista”, sino que deben ser puestas bajo el control de sus plantillas. Ellos y ellas, asesorados por profesionales y técnicos, son quienes mejor conocen como funcionan y quienes podrían garantir que el trabajo se realiza en condiciones de higiene y seguridad, dando licencias pagadas a todos aquellos que lo necesiten por tener que cuidar a terceros o ser parte de un grupo de riesgo.

Lo mismo debería suceder con el resto de empresas que no han dejado de funcionar. Deberían ser los propios trabajadores y trabajadoras, por medio de comités democráticos, quienes definan que actividades son esenciales o reconvertibles, y cuales deben paralizarse para minimizar los riesgos de contagio y sus trabajadores retirarse con el puesto y el salario a cargo de la empresa. Que nadie trabaje para engrosar las cuentas de resultados de sus empresas, y que en aquellas actividades que requieren de un sobretrabajo se pueda realizar un reparto de horas que eviten la sobreexplotación y extenuación que ya están padeciendo sectores de la logística, el transporte o los supermercados.

Por ejemplo el telemarketing se debería dedicarse exclusivamente a la atención de llamadas de emergencia -totalmente saturadas desde hace días-. O en los supermercados o el transporte, aumentar la plantilla en vez de seguir incrementando las horas y turnos.

En este último, los transportes, el control obrero tiene una importancia fundamental, porque si va a ser necesario que millones de trabajadores tengan que acudir a sus puestos de trabajo diariamente para ser parte de los esfuerzos por evitar el colapso socio-sanitario, lo deben hacer en unas condiciones sanitarias que no tengan impacto negativo en la curva de contagio.

Una sociedad confinada: los otros grandes problemas sociales que solo la clase trabajadora puede dar una respuesta

Además de los problemas directamente vinculados al colapso sanitario, las medidas de confinamiento y la paralización de la economía está teniendo un durísimo impacto en las condiciones de vida de millones. Muchos problemas sociales “colaterales” salen día a día a la luz.

¿Qué pasa con las familias vulnerables cuyos hijos se han quedado sin la comida escolar? ¿con los ancianos que viven solos o personas dependientes que no pueden hacerse la comida? ¿con los menores cuyos padres están hospitalizados? ¿con aquellos que viven en condiciones de hacinamiento en centros de acogida o los migrantes encerrados en CIEs que se han empezado a rebelar?

Hay toda una porción de la economía cuyos trabajadores también podrían ser parte de esta solución. Así por ejemplo trabajadores de Telepizza han planteado que todas las grandes cadenas de hostelería y catering sean puestas bajo control de sus plantillas y nutricionistas, para producir y suministrar de manera segura alimentos a todos los hogares con necesidades alimenticias. Lo mismo se podría aplicar, como decíamos arriba, para las trabajadoras de los hoteles que están siendo despedidas a miles, o las del tercer sector que se encuentran totalmente al borde de la saturación en centros en los que toda medida de aislamiento a los usuarios positivos es inviable.

O se salvan ellos o nosotros, nuestras vidas valen más que sus beneficios.

La pandemia en curso no es un cataclismo sobrevenido. Es un crimen con responsables claros: los gobiernos capitalistas y las grandes empresas que anteponen sus ganancias a nuestras vidas. Ellos son quienes no anticiparon ni previeron esta crisis, aun contando con información y con la experiencia anticipada en los países de Asia, antes de que llegara a Europa, y quienes ahora no están poniendo todos los recursos necesarios para resolverla.

"Se torna de vida o muerte que la clase trabajadora y sus organizaciones levanten un plan de emergencia obrero y popular, que no nos mantenga como convidados de piedra mirando desde las ventanas de nuestras casas, sino que nos tenga en el centro de la solución"

No quieren afectar a sus empresas y ganancias, por eso no aplican un verdadero “plan de guerra” que restructure la producción en esta dirección. Por lo mismo que no han prohibido los despidos, ni aprobado una moratoria de los alquileres, ni un subsidio digno de emergencia para autónomos o trabajadores en negro. Por lo mismo que el camino para obtener fondos extraordinarios y atender la parálisis económica pasa por emitir deuda -que el día de mañana pagaremos en una nueva tanda de ajustes- y no en impuestos a los beneficios empresariales y grandes fortunas. Solo con un impuesto del 20% a las 100 mayores fortunas, uno del 50% a los beneficios de 2019 del IBEX35 y un impuesto a la banca para que devuelvan los 42.000 millones del rescate bancario, se podrían obtener de forma inmediata 95.000 millones, si además se confiscara la fortuna de la Casa Real, como se exigió el pasado miércoles desde muchos balcones, se podrían sumar otros 2.000 millones más (lo mismo que se ha desembolsado hasta ahora).

Los distintos gobiernos capitalistas, incluído el del PSOE y Podemos, no toman estas medidas porque para ello habría que pasar a cuestionar radicalmente los beneficios e intereses de las grandes empresas. Solamente la clase trabajadora, tomando en sus manos todos los resortes necesarios ya disponibles, podría preparar un plan de emergencia que reorganice la economía y la sociedad para la atención de esta pandemia que ya azota muchos países y amenaza a toda la humanidad.

La alternativa que nos ofrecen es “prepararnos emocional y psicológicamente” para la catástrofe, y de paso hacer un despliegue policíaco y militar sin precedentes que lejos de aportar solución alguna solo busca represtigiar al Estado y sus fuerzas represivas, a las que necesitarán tarde o temprano, contra la clase trabajadora si esta se rebela ante las consecuencias económicas y sociales que dejará la epidemia.

Contra este plan que nos conduce al desastre, se torna de vida o muerte que la clase trabajadora y sus organizaciones levanten un plan de emergencia obrero y popular, que no nos mantenga como convidados de piedra mirando desde las ventanas de nuestras casas, sino que nos tenga en el centro de la solución. Sin medidas que toquen a los grandes capitalistas y sin el control de éstas y de toda la información por parte de las y los trabajadores, los mismos que nos han llevado a la actual situación generarán una catástrofe económica y social sin precedentes en las últimas décadas.


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Santiago Lupe

@SantiagoLupeBCN
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.