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EN PROFUNDIDAD. De India a Myanmar: se encienden las luchas en el sudeste asiático

La lucha de clases es una tendencia que se profundiza en toda la región que puede tomar fuerza con la apertura de las restricciones por la pandemia. Un repaso por los conflictos más importantes del último año.

Santiago Montag

Santiago Montag @salvadorsoler10

Martes 9 de marzo de 2021 22:49

El sudeste asiático viene atravesando desde 2020 una serie de procesos de movilización masiva que hacen tambalear los gobiernos actuales, poniendo en el centro de escena la lucha de clases.

En estas protestas participan de manera conjunta distintos sectores sociales: una enorme clase obrera (precarizada), una nueva clase media, estudiantes, movimientos sociales y grupos étnicos. Estas luchas, en su mayoría defensivas, combinan demandas por mejores condiciones laborales ante la hiperexplotación y bajos salarios; enfrentan las reformas laborales como en Indonesia y la India, incluyen consignas políticas como la caída de la dictadura en Myanmar; y reformas constitucionales como en Tailandia.

Pero primero hagamos un breve recorrido por las condiciones materiales en las que se producen estos fenómenos políticos y de la lucha de clases, apoyados sobre el gran desarrollo económico de las últimas décadas.

Desarrollo económico y nacimiento de una joven clase obrera

Los países que mencionamos nacieron como parte de los procesos de liberación nacional posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Su desarrollo económico durante décadas estuvo vinculado a la producción agraria hasta que los excesos de capital de Japón, luego a la de los “Tigres asiáticos” (Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán) y finalmente la relocalización de industrias de China en otros destinos buscando mano de obra más barata comenzaron a volcar inversiones en los países vecinos.

La crisis económica mundial abierta en 1970, valorizó la región como un nuevo nicho de acumulación capitalista. A partir de los años 80 el sudeste asiático se fue convirtiendo en la meca de las cadenas de valor global para las empresas transnacionales. Los bajos salarios, las nulas regulaciones estatales, la ausencia de organizaciones sindicales y, en muchos de estos países, gobiernos represivos, eran características apreciadas por las multinacionales textiles como Nike o Adidas, automotrices como Ford, General Motors y Mitsubishi, y de tecnología como Intel, que son las principales inversionistas de capitales norteamericanos, alemanes, etc.

Actualmente el desarrollo económico de los países del sudeste asiático logró la concentración de gran parte de la producción y comercio mundial. El control de las inversiones y la influencia política sobre esta región, están en constante disputa entre las potencias regionales e imperialistas.

Por eso, es importante tener en cuenta que el crecimiento actual de la región también está vinculado a inversiones de infraestructura y de tipo productiva de China a partir de la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Este plan chino generó un aumento del consumo de materias primas a gran escala estimulando la extracción de recursos en el sudeste asiático, pero también una importante dependencia económica y un endeudamiento acelerado. La firma de acuerdos bilaterales establecieron Corredores Económicos que integran tanto extracción de recursos como instalación de fábricas de artículos de baja y media complejidad. Al mismo tiempo hay una competencia entre los países para atraer nuevas inversiones. Luego de años de crecimiento sostenido por encima del 6 % anual (alcanzando 14 % en China), el trabajador industrial promedio chino gana unos 700 dólares al mes frente a los 250 en Vietnam, 140 en Laos, 130 en Camboya y 110 en Myanmar, según un informe publicado por The Wall Street Journal.

Filipinas, Malasia, Indonesia, Tailandia -con diferentes ritmos - fueron dejando de ser países agrarios para convertirse en importantes centros manufactureros, aunque gran parte de sus poblaciones continúan siendo rurales. Siguiendo el “modelo de desarrollo chino”, Vietnam, Camboya, Laos y Myanmar tomarán un camino de industrialización basado en inversiones extranjeras junto a un control de la economía centralizado por el Estado (muchos por herencia de Estados obreros degenerados). Los siguientes gráficos muestran el aumento de la población urbana en detrimento de la rural.

Población rural 1960- 2019

Evolución de la población urbana de 1960 - 2019

Los cambios estructurales de la economía en los países del sudeste asiático provocaron que las ciudades centrales como Bangkok, Kuala Lumpur o Hanoi, se convirtieran en espacios de acumulación y explotación de mano de obra hiperprecarizada. El aumento objetivo de la clase obrera podemos verlo en el siguiente gráfico con datos del Banco Mundial.

Evolución de trabajo industrial de 1991 - 2019

Esta constelación productiva del sudeste asiático dio a luz a una extendida clase obrera urbana que convive con trabajadores rurales en condiciones de subsistencia en el campo. El enorme crecimiento que vivió la clase obrera en estas décadas, sumado a las condiciones insoportables de explotación, establecieron bases objetivas y subjetivas para el origen de nuevos sindicatos de trabajadores. Según el país, la sindicalización independiente del Estado significó una larga lucha política, un ejemplo de esto es Vietnam. Además, la enorme masa de desplazados del campo, se convirtió en un caudaloso flujo de trabajadores migrantes, vinculados a las principales empresas globalizadas quienes a su vez han construido redes de activistas tras las fronteras.

En el mismo sentido, aumentó la participación de las mujeres en la industria y los servicios desde mediados de la década de 1960 en la medida que estos países pasaron gradualmente a ser economías orientadas a la exportación de manufacturas. Las mujeres, al percibir salarios mucho más bajos, se volvieron esenciales para el trabajo en fábricas, principalmente textiles. Esto -sumado a casos de acoso laboral- empujó a que las mujeres estén en primera línea del movimiento obrero.

Por otro lado, en la región, millones de camboyanos, birmanos y bengalíes (19 millones son varones y 4 millones mujeres según la OIT) se vieron empujados a cruzar la frontera en busca de mejores oportunidades. Su condición de precariedad los llevó a establecer redes solidarias y de protección en países donde son brutalmente discriminados. Por ejemplo en la región de Mae Sot, Tailandia, donde hay alrededor de 400 fábricas textiles, trabajan decenas de miles de birmanos. Allí establecieron instituciones como la Asociación de Trabajadores de Yaung Chi Oo, junto a una decena de ONG, que se encargan de organizar trabajadores migrantes para luchar por derechos mínimos.

Las condiciones de vida de los trabajadores migrantes recibieron un fuerte impacto degradándose aún más durante la pandemia. Millones fueron despedidos por los cierres de cientos de fábricas textiles ante la interrupción de las cadenas de suministro de China. Esto provocó que quedaran varados sin protección social, ni trabajo, ni dinero, además de los sufrimientos por discriminación por su nacionalidad en países como Tailandia, Taiwán o Singapur.

Paralelamente a estos procesos de desarrollo creció una clase media, como así también el ingreso de sectores más amplios de jóvenes a las universidades. Esto generó una base social para diversos reclamos democráticos, que van desde ampliación de derechos parciales hasta las demandas por apertura democrática, contra los privilegios de la monarquía, el poder de los militares, las intentonas golpistas, etc. En esta pelea, como lo expresa hoy Myanmar, esos dos sectores que emergieron en las últimas décadas se encuentran en las calles con sus propias demandas y detrás de la más básica, defensiva y unificadora de la lucha contra el golpe.

Un centro de gravedad de la lucha de clases mundial

Una región revuelta

El sudeste asiático concentra una enorme conflictividad social como expone el informe del Maplecroft. Entre algunos de los ejemplos de los últimos años estuvieron: la lucha de jóvenes y trabajadores en Hong Kong contra las imposiciones de China; las manifestaciones contra la brutalidad policial en Filipinas alentada por el Gobierno de ultra derecha de Rodrigo Duterte; protestas en Vietnam contra la injerencia China; los miles de trabajadores de la salud en Bangladesh; y procesos de lucha por fábrica en la región donde la industria textil recibió un grave impacto por la ruptura de las cadenas de suministros durante la pandemia. Firmas como H&M despidieron a miles de trabajadores durante el 2020.

Fuente: Maplecroft.com

La respuesta a los despidos fueron huelgas salvajes que en algunos casos lograron imponer sus demandas como en Tailandia, Vietnam e India. Durante el 2020 las principales firmas se vieron golpeadas por oleadas de huelgas con decenas de miles de participantes exigiendo protección frente al Covid-19 y contra los despidos, como puede verse en los ejemplos de Praegear Vietnam, Seethings Chi Hung Company Ltd..

Pero analizaremos los ejemplos más significativos y masivos.

Myanmar

Este largo proceso de lucha y organización de la moderna clase obrera del sudeste asiático, llegó para quedarse. Incluso parece tomar un carácter político como en el caso de Myanmar. En la Red de diarios de La Izquierda Diario venimos expresando que la clase obrera de Myanmar está a la cabeza de la lucha contra el golpe de Estado del 1 de febrero.

El golpe se dio contra el Gobierno de la Liga Nacional por la Democracia (LND) que había logrado un 86% de los votos en las últimas elecciones. La líder del partido, Saan Suu Kyi y -figura política más importante del país- fue encarcelada junto a otros miembros. A pesar de que pidieron “calma y moderación”, miles salieron a la calle a protestar contra el golpe. Además, durante los años de gobierno, el LND mantuvo todos los privilegios del Ejército y sus negocios. La cúpula militar es propietaria de los dos conglomerados económicos más importantes: Myanmar Economic Holdings Limited y Myanmar Economic Corporation. Las dos empresas poseen al menos 120 filiales y tienen estrechos vínculos con al menos 27 empresas más.

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Su amplia variedad de actividades comerciales incluyen banca y seguros, turismo, minería de jade y rubí, madera, construcción y producción de aceite de palma, azúcar, jabón, cemento, bebidas, agua potable, carbón y gas. Las empresas también tienen una gran cantidad de propiedades inmobiliarias. Estas empresas financiaron el genocidio de los rohingya (una etnia de la región de Rakhine), la represión de distintos grupos étnicos -mas de 100 en todo el país-, disidencias sexuales y a la clase obrera, todo esto con el apoyo del LND.

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Por esto la lucha está más vinculada a evitar la pérdida de derechos que a un apoyo político a la líder San Suu Kyi, como explica el especialista Stephen Campbell acá. A las calle salió una experimentada clase obrera organizada -principalmente de las fábricas textiles- junto a miles de estudiantes, movimientos LGTTB, campesinos y distintos grupos étnicos.

Esta respuesta fue el fruto del desarrollo y formación de una jóven generación de obreras y obreros industriales que acumularon experiencia desde principios de este siglo en luchas salariales y condiciones laborales de donde surgieron sindicatos independientes y clandestinos que luego se legalizaron.

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La tendencia a la organización en los enfrentamientos con las patronales se profundizó con la transición a la democracia en 2011. Esta había permitido, entre otras cosas, la legalización de sindicatos. Este proceso como se explica acá, dio aún más aire a estas nuevas organizaciones para luchar por mejores condiciones de vida que no mejoraron bajo el gobierno de la Liga Nacional Democrática (partido gobernante hasta el golpe). Algunos ejemplos son las huelgas de la fábrica de ropa Fu Yuen, de propiedad china, que tuvo repercusión mediática por el uso de la violencia de la empresa para sofocar la huelga. Los trabajadores de Fu Yuen se habían declarado en huelga a finales de agosto de 2018, exigiendo mejores condiciones laborales y el fin del acoso empresarial y la reincorporación de 30 trabajadores organizadores. Luego de un acampe y enfrentamientos con matones de la empresa, se logró la reincorporación de todos los despedidos.

Otro ejemplo fue durante mayo de 2020 cuando unas 300 trabajadoras de la fábrica textil Rui-Ning fueron despedidas, poco después de haberse inscripto a un sindicato. Entre los despedidos estaba Kyaw Thu Zaw, el presidente del sindicato. Un caso similar se vivió en la fábrica Huabo Times, donde 100 trabajadoras fueron despedidas después de formar el sindicato. Luego de meses de lucha, con denuncias por desprotección contra el covid-19, sentadas permanentes frente a la fábrica y apelando a la solidaridad internacional, las trabajadoras lograron la reincorporación. De hecho durante la pandemia de covid, más de 200 fábricas anunciaron cierres y hubo decenas de miles de despidos en fábricas textiles, sobre todo para despedir (e incluso arrestar) líderes sindicales que organizaron la resistencia..

Esta experiencia llevó a la clase obrera, junto a varios sectores de la sociedad civil, a enfrentar al golpe de Estado. Los trabajadores migrantes con el apoyo de población local en India, Tailandia e Indonesia también hicieron manifestaciones en esos países. El desarrollo del proceso llevó a que el 22 de febrero se lleve adelante la manifestación más grande de la historia del país con 20 millones de personas en las calles según los medios (Myanmar tiene 54 millones de habitantes), en lo que llamaron “Revolución 22222”. Además, hay regiones donde la población desconoce a la dictadura y puso al mando de los municipios a los votados en las elecciones.

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Por otro, se han sumado todos los grupos étnicos y religiosos contra el golpe, incluso los rohingya. Como dice el sitio Open Democracy, "La resistencia al golpe también está acabando con las antiguas divisiones de origen étnico, religión, y ocupación".

El proceso continúa abierto con manifestaciones multitudinarias donde se destacan trabajadores y trabajadoras de distintas ramas en todas las regiones del país.

Tailandia

Este país históricamente tiene una situación política inestable con sucesivos golpes de Estado apoyados por la monarquía y tensiones pro democracia y pro monárquicos. En 2020 la crisis económica agravada por la pandemia provocó la aparición de miles de manifestantes jóvenes en las calles acompañados de trabajadores y movimientos sociales. Las multitudinarias protestas contra el Gobierno (instaurado luego del golpe de Estado en 2014) y los privilegios de la monarquía comenzaron en los campus universitarios a partir de la persecución judicial del partido de oposición “Future Forward“, dirigido por el joven millonario Thanathorn Juangroongruangkit. El Gobierno tailandés acusa a este partido por "financiamiento ilegal, buscar derrocar a la monarquía e incluso se denunciaron vínculos con los Illuminati", lo que provocó una enorme indignación popular.

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Las movilizaciones inspiradas en las protestas de Hong Kong, congregan mayormente jóvenes estudiantes secundarios y universitarios pero han traccionado a varios sectores de la sociedad como trabajadores y colectivos como el LGTTB. Sus demandas pueden resumirse en: la renuncia del Primer Ministro Prayuth Chan-Ocha -quien llegó al poder tras el golpe de Estado de 2014, re-electo en 2019 en unas fraudulentas elecciones-; una nueva Constitución, la actual fue redactada por la ex junta militar en 2017; que se reduzca la influencia del Ejército en la política del país; y la reducción de los privilegios de la monarquía y que deje de respaldar dictaduras.

Recientemente varios activistas fueron encarcelados por traición a la corona sólo por cuestionar estos privilegios (Ley de Lesa Majestad) abriendo un debate sobre la propia función del monarca Maha Vajiralongkorn. El rey en los últimos años pasa más tiempo en Alemania que en Tailandia gozando de sus privilegios, controlando una caja de 30 mil millones de dólares, mientras que el país atraviesa la peor crisis económica desde 1997 con una caída del PBI del 7.1%.

Para evadir la ley de Lesa Majestad los manifestantes usaron algunas tácticas como la utilización de símbolos de película, uno es el de los tres dedos inspirados en "Los juegos del hambre". Esta nueva generación ha vinculado la "democracia" como un compromiso con la "igualdad", incluida la igualdad de género y sexual, que contrasta con la cultura patriarcal de la monarquía y el régimen político repleto de hombres. Por esto vemos marchas con mujeres y drag queens en primera línea.

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La situación también hizo que se expresaran las viejas tensiones políticas entre los pro monarquía (los "camisetas amarillas") que hicieron su aparición atacando manifestantes y los pro democracia ("camisetas rojas"). Mientras que se crearon varios otros grupos pro democracia, entre ellos Free Youth Movement, United Front of Thammasat and Demonstration, Bad Students, We are Friends, Seri Thoey.
Sin embargo la naturaleza de estas protestas es más profunda al apuntar a la monarquía, símbolo de estabilidad del régimen durante décadas. Durante agosto y noviembre miles salieron a las calles, mientras el Gobierno aumentaba la represión más personas se unían a las protestas más allá de Bangkok a pesar de las restricciones por covid 19.

Si bien los manifestantes no plantean una ruptura de clase ni un derrocamiento de la monarquía, están haciendo una experiencia haciendo tambalear un régimen que aún no ha podido desactivar las protestas, abriendo un nuevo ciclo de inestabilidad política.

Indonesia

En Indonesia cientos de miles de jóvenes trabajadores, estudiantes, grupos étnicos y organizaciones ecologistas se enfrentaron al Estado contra las reformas económicas del presidente Joko Widodo integradas en la Ley Omnibus. Las reformas aprobadas por el parlamento en octubre de 2020 tienen el objetivo de generar mejores condiciones para las inversiones en la región. Para ello Widodo decidió borrar una serie de regulaciones a la explotación de la tierra y los recursos naturales que provocarán aún más devastación ecológica y social, además de reducir derechos a los trabajadores como salario y jubilaciones.

Frente al combate contra la Ley estuvieron los grandes sindicatos indonesios, como el KSBSI, que convocaron a manifestaciones y huelgas en la capital Yakarta y las principales zonas industriales en la isla de Java. Obreros de cientos de fábricas se movilizaron por las distintas islas. Un ejemplo es la huelga de 1.100 trabajadoras en PT Aneka Tuna Indonesia, una fábrica de conservas de pescado en Pasuruan Regency. También de la industria textil, la automotriz y la farmacéutica han participado en las huelgas de esa semana de octubre.

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Además en islas como Borneo, hubo enfrentamientos de pueblos originarios con las fuerzas armadas en defensa de su tierra. Los conflictos por la tierra en Indonesia se intensificaron en 2020, y las empresas de aceite de palma y madera (potencia regional en este rubro) para pasta aprovecharon las restricciones de movimiento por covid para expandirse agresivamente. En un informa de la KPA, una ONG de defensa de la tierra, registró 138 conflictos por tierras entre abril y septiembre de 2020, frente a 133 en el mismo período de 2019. Los casos de 2019 ocurrieron cuando la economía se mantenía con un crecimiento del PBI del 5.01%, mientras que los casos de 2020 fueron registrados durante la primera recesión de Indonesia en dos décadas, cuando la economía se contrajo un 4,4%.

Si bien las reformas fueron aprobadas en el parlamento se mostró un movimiento social heterogéneo y dispuesto a pelear compuesto por estudiantes, trabajadores y diversos movimientos sociales.

India

Este país, clave en la región, acaba de vivir una verdadera conmoción nacional. En noviembre del 2020 unos250 millones de trabajadores (el 3% de la población mundial) realizaron una huelga general convocada por 10 centrales sindicales contra las políticas del gobierno de Narendra Modi, el Primer Ministro del país. El paquete de reformas incluía nuevas leyes laborales, mayor flexibilización en las regulaciones relacionadas con la seguridad y la salud en los lugares de trabajo y el sector agrícola, junto con privatizaciones del sector público. Estas normas aprobadas por el Gobierno permiten a los patrones y gobiernos aumentar los ritmos de trabajo, dificultar la obtención de salarios justos, despedir fácilmente a los trabajadores, reducir la cobertura del seguro médico y obstaculizar la formación de sindicatos.

Si bien la huelga duró un día sin lograr imponer sus demandas, ya que los grandes sindicatos abandonaron rápidamente, estos métodos de lucha convergieron con un proceso que se venía gestando en el campo desde agosto cuando se dieron las primeras manifestaciones de productores agrarios. Cientos de miles de trabajadores agrarios se movilizaron hacia Nueva Dehli contra la Reforma Agrícola que ataca la economía de 600 millones de personas en el país. El objetivo de Modi es “modernizar” el campo (que hasta el momento era ampliamente subsidiado por el Estado) para aumentar la productividad abriendo el mercado, algo que beneficiará a las grandes corporaciones globalizadas.

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Estas reformas son parte de su plan de absorber inversiones extranjeras (por ejemplo el "Make in India") para competir como potencia regional con China. Según Surupa Gupta y Sumit Ganguly, "el Gobierno espera que el crecimiento de la agricultura cree nuevos puestos de trabajo. Solo el crecimiento en el procesamiento de alimentos promete crear nueve millones de nuevos empleos en la industria manufacturera para 2024. India necesita crear muchos trabajos de manufactura y servicios poco calificados para absorber a estos trabajadores."

Desde entonces se mantienen acampando en las afueras de la ciudad y se enfrentan contra la represión del Gobierno. En diversas oportunidades han quebrado las barricadas de la policía, han desfilado con 250,000 tractores y hasta llegaron a irrumpir en el histórico Fuerte Rojo el Día de la República. También han sido atacados por grupos del ultra nacionalismo hindú vinculados al mandatario (los mismos que llevan adelante los ataques contra la minoría musulmana del país) pero estos grupos fueron rechazados. Además, se ha destacado un enorme sector de mujeres que se mantiene firme al frente de las protestas rechazando el pedido del Gobierno de que vuelvan a sus casas por el invierno.

A principios de enero, el tribunal superior de la India suspendió las leyes agrícolas y formó un comité para resolver un enfrentamiento entre el Gobierno y los agricultores. Sin embargo, los agricultores se mantienen firmes en su demanda de la derogación total de las tres leyes. Si bien en las protestas son organizadas por sindicatos de agricultores, cuyos líderes participan en las mesas de negociaciones, también lo hacen el Partido del Congreso, el principal opositor y anterior gobernante del país vinculado a la burguesía nacional, que cuenta con el apoyo del Partido Comunista de India (estalinista). Estas direcciones están utilizando la mayor protesta contra un gobierno en India para marcar relación de fuerzas con Modi, aislando la lucha del resto de la clase obrera, pero la explosividad y masividad de los agricultores empujan a sus direcciones a cumplir con sus demandas.

Un triunfo eventual de la protesta agrícola puede inspirar a miles en la región, al tiempo que le pondría un límite abrumador a un gobierno de ultra derecha y nacionalista como el de Narendra Modi.

Algunas conclusiones

Estos procesos que analizamos se dan en un marco de países con tendencias al fortalecimiento del nacionalismo y de gobiernos represivos, cuya máxima expresión la vimos durante el bloqueo más grande del mundo en India. Además, estos regímenes han dividido durante años a la clase obrera que, con muchas dificultades, lucha por organizarse en sindicatos u otras organizaciones como estuvimos viendo. Estos procesos actuales pueden ser la base de experiencias para la emergencia de próximas organizaciones.

La integración y extensión del activismo de distintos sectores de la sociedad civil, impulsado por las necesidades económicas y la represión de los gobiernos, puede generar condiciones para la auto-organización de la clase obrera y la autodeterminación de las masas. Ejemplo de esto es Myanmar.

Por el momento la debilidad de estos “movimientos de desobediencia civil”, es que aún responden a direcciones burguesas vinculadas muchas veces a Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU, u ONG, como es el caso de Myanmar y Tailandia. Si bien varias luchas obreras se llevaron adelante a pesar de las direcciones sindicales y políticas, aún no se han expresado tendencias de independencia de clase que puedan imponer un programa político y agenda propios. Pero los combates actuales muestran que se profundiza una tendencia de la lucha de clases en toda la región, que una vez abiertas las restricciones por la pandemia probablemente tomen mayor fuerza. Cada paso donde participe la clase obrera en alianza con los distintos movimientos sociales, son saltos hacia esa perspectiva.


Santiago Montag

Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.

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