En Radio con Vos se dio un debate sobre la importancia del gran empresariado argentino para el desarrollo de la economía y las innovaciones tecnológicas. Se mencionó a Roberto Rocca y a Marcos Galperín. Acercamos una "tercera posición" en ruptura con el capitalismo.
Martes 26 de noviembre 20:56
Este lunes, en la sección llamada "El Pase" de Radio con Vos, los periodistas de los primeros programas del día tuvieron un interesante debate surgido a partir de un encontronazo en la red social X entre el empresario argentino Marcos Galperín y el economista y periodista Alejandro Bercovich.
Viví en UY desde el '02 al '16, gobernado por el FA. Esos años vos y los kukas militaban el corte de los puentes por unas pasteras que inviertieron en UY xq en Peronia les pedían coimas. Los cortaron casi 4 años. Te acordás? El Ayatollah bien? 😘
— Marcos Galperin (@marcos_galperin) November 25, 2024
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La persistente crítica de Bercovich al dueño de Mercado Libre, quien radicó su domicilio fiscal en Uruguay para no pagar impuestos en la Argentina y es un abierto defensor del modelo de Javier Milei, molesta una y otra vez al empresario, que suele responder al estilo "cloacal" de la red social X y la desde la impunidad de ser uno de los hombres más ricos del país.
"No entiendo cómo un chabón con tanta guita está enojado todo el tiempo", respondió con humor el periodista. Y recordó que ahora Galperín está haciendo negocios con los más pobres de la Argentina, con los programas sociales que ahora se pagan a través de Mercado Pago y los préstamos que la plataforma otorga a los sectores más precarizados.
Esta charla, con el periodista Ernesto Tenembaum, derivó en reflexiones y un contrapunto, sobre la importancia del capital privado en el desarrollo económico y la innovación tecnológica del país.
Si es posible acercar una tercera posición a este debate... ¿Es el capital privado la única vía para el desarrollo de una sociedad?
La intensión de meter la cuchara en este debate, excede a una polémica con los periodistas que, con todo derecho y rigurosidad, desarrollan sus puntos de vista y exponen sus investigaciones en los medios de comunicación donde trabajan.
Más bien, resultó oportuno partir de esta conversación, para debatir con formas de pensar más o menos dominantes en la sociedad capitalista, desde una perspectiva de independencia política en ruptura con el actual sistema social de producción.
Innovación tecnológica
"Cuando vos criticás a un empresario, tené en cuenta una cosa: un empresario que construye Mercado Pago es alguien que le dedicó su vida entera y esos tipos para un país son muy importantes", abrió Tenembaum e hizo extensiva la virtud a Elon Musk. Así reivindicó -con la salvedad del lobby y los beneficios- la imaginación, la creación y la construcción que aporta los dueños del capital privado.
Pero, ¿es la innovación y la creatividad una virtud únicamente empresaria?
En la sociedad capitalista, la innovación tecnológica está impulsada principalmente por la búsqueda de ganancias. De esta manera, las corporaciones desarrollan investigaciones y novedades, con el norte puesto en nuevos negocios y en clave de competencia con otros grupos empresarios. Uno de los mitos del capitalismo, es que los avances son producto de genios aislados, de esta manera se justifica que solo unos pocos merecen los frutos de su rentabilidad, cuando no también, el acceso a sus beneficios en la vida cotidiana.
Pero, aunque existe una apropiación privada de los avances científicos y tecnológicos, los descubrimientos son producto de esfuerzos de un gran número de científicos y científicas, y de especialistas que no solo trascienden los límites de una marca, sino que además se dan en un intercambio de experiencias y conocimientos a escala mundial. En este sentido, son un producto colectivo e inter-generacional. Además de ser, en gran, parte financiados y fomentados por Estados y organismos públicos.
Esto se vio con claridad durante la pandemia del COVID-19 y la búsqueda a contrarreloj del desarrollo de vacunas, cuando surgió un debate internacional sobre la liberación de las patentes y el intercambio de los descubrimientos, en pos de acelerar su desarrollo para paliar el virus en todas partes del globo.
Que Elon Musk a nivel mundial y Marcos Galperín a escala regional, estén ubicados en el podio de quienes más se benefician de ciertos desarrollos e innovaciones, no implica que sean ellos los únicos responsables de tales frutos. Detrás del mérito capitalista, hay cientos de especialistas y también miles de trabajadores y trabajadoras, que lo sostienen e impulsan a diario.
En una sociedad pensada en ruptura con el sistema capitalista, estos mismos esfuerzos colectivos, desde las universidades públicas y desde los instituciones de desarrollo, experimentación e investigación, podrían plantearse en una perspectiva no individual y privada, sino social y democrática. Liberada de la búsqueda de ganancia y de la feroz competencia capitalista, la ciencia y la tecnología, tendrían su impulso en la búsqueda del beneficio para las mayorías.
El desarrollo de innovaciones tecnológicas transforma a las sociedades de manera profunda. Esto ha ocurrido a lo largo de toda la historia (y pre-historia) de la humanidad, desde los descubrimientos más primitivos, como el uso del fuego, hasta las revoluciones industriales. Sin embargo, el desarrollo tecnológico bajo el capitalismo actual está limitado por los objetivos de mantener la rentabilidad, lo que impide que se realicen plenamente sus beneficios potenciales para el conjunto de la sociedad. Además de provocar niveles crecientes de contaminación y el deterioro acelerado del equilibrio natural que permitió la vida en nuestro planeta. En otras palabras, es posible un desarrollo tecnológico, en armonía con el medioambiente y en pos del bienestar del conjunto de la humanidad... si nos deshacemos del dominio de la propiedad privada.
Los científicos y científicas argentinos, como así también estudiantes universitarios, los trabajadores y trabajadoras de la salud, de la industria, laboratorios y distintos rubros, tendrían mucho qué aportar para un pensamiento y una planificación democráticos, en este sentido social y ambiental.
Marcos Galperín y Roberto Rocca
Volviendo al debate entre los periodistas, Bercovich responde a su colega, haciendo una distinción entre el padre fundador del grupo Techint y el actual unicornio de las plataformas de comercio y medios de pago virtual. Abre aguas entre capitalistas que piensan el desarrollo industrial, como parte del entramado de una economía a escala nacional, y lo contrapone a la actual "lógica de las plataformas, los algoritmos y la lógica financiera detrás de eso, que rompió con el empleo, la producción y la innovación". Una suerte de dicotomía entre un modelo capitalista de mediados siglo XX, supuestamente avocado al desarrollo del país y un modelo capitalista neoliberal, donde el empresariado se encontraría ajeno al interés nacional.
"Todo eso tenía que ver con la innovación, estaba articulado con las universidades públicas que generaban conocimiento para esa misma empresa, estaba articulado con el inventivo público, y un dinero en forma de exenciones impositivas o directamente asistencia económica, técnica o crediticia que llegaba desde el Estado. (...) Los que le reivindican a Galperín el haber creado una empresa de capitalización bursátil, es algo que no tiene que ver con el entramado productivo del país de la misma manera que tenían que ver antes empresarios como Roberto Rocca", argumenta.
Sin negar la transformación histórica, económica y sociológica que marca el periodista; también podemos decir que el aporte de las universidades públicas, el "inventio público" y el incentivo estatal, siguieron funcionando como afluente a diversas ramas de la economía y del desarrollo técnico y científico, cuyos máximos beneficios siguieron estando en manos del capital privado. Incluido el sector llamado economía del conocimiento, para la que tanto los gobiernos kirchneristas, como el actual gobierno de Javier Milei, han dado importantes exenciones impositivas, entre otros beneficios económicos. También es cierto que el feroz desfinanciamiento del gobierno de la ultra-derecha pone bajo ataque a todas las áreas del desarrollo técnico y científico de funcionamiento público, y encuentran en un estado de resistencia a las universidades, a científicas y científicos, investigadores e investigadoras, trabajadores y trabajadoras que sostienen el desarrollo del conocimiento a diario.
Si son estos esfuerzos colectivos, los que sostienen las diversas áreas del conocimiento, la producción y la economía real... Cabe preguntarse, otra vez, ¿es la impronta capitalista la única vía para el desarrollo de una sociedad?
Esta pregunta no sugiere que el periodista sostenga que sí lo es. Nuevamente, se mete la cuchara en el debate solo como excusa para aportar una perspectiva en ruptura con el sistema capitalista.
Las grandes revoluciones del siglo XX mostraron que sin la propiedad privada se puede hasta superar el desarrollo alcanzado en los márgenes del sistema actual. Por ejemplo, la revolución rusa -incluso a pesar de su posterior burocratización stalinista- dio increíbles saltos en la ciencia, en la técnica, en lo social y en lo cultural, en muy pocos años. Fue gracias al impulso de los primeros años de la revolución, donde el pueblo trabajador organizado en soviets le arrancó el poder a los capitalistas y creó su propio estado. También en la revolución cubana donde -a pesar de que la Unión Soviética desalentó su desarrollo industrial y la participación democrática del pueblo trabajador fue limitada- lograron deshacerse de las corporaciones y desarrollar unas ciencias médicas de avanzada.
Hoy día, en Argentina, las gestiones obreras, como FaSinPat (exZanon) y MadyGraf (exDonelley), son ejemplos modestos, del gran potencial que tiene una "impronta" de la clase trabajadora y el pueblo, a la hora de desarrollar la producción. En el caso de la gráfica, aliada también a universidades, impulsó la reconversión energética junto a sectores ambientalistas, a la vez que readaptó en más de una ocasión su producción para atender distintas necesidades sociales, como durante la pandemia. Ambas gestiones, subsisten con la fuerza de la organización de los trabajadores y trabajadoras, en unidad con sus pueblos, en medio de la feroz competencia capitalista. Y con muy escasa colaboración estatal, sobre todo en relación a los beneficios que sí reciben las grandes empresas privadas, sin importar quien gobierne.
Entonces, si han sido posibles importantes desarrollos técnicos y sociales, estimulados por la fuerza de un Estado de los trabajadores y trabajadoras, en ruptura con el capitalismo... O, a bastante menor escala, también se expresa esta capacidad en el control obrero de la producción de las gestiones obreras, en medio de la anarquía capitalista...
Se podría reformular otra pregunta: ¿es la impronta capitalista la mejor vía para el desarrollo?
Desde la tradición peronista, se plantea que el capitalista puede aportar al desarrollo del país, si tiene una conciencia nacional y se siente parte de una comunidad junto con los sectores sociales de los que se sirve para su explotación. Desde esta perspectiva, sería el Estado quien debe invertir, regular y "guiar" la actividad capitalista. Pero la dependencia de nuestro país, atado al gran capital extranjero y a los Estados Unidos, ha representado siempre límites para el "patriotismo" del propio empresariado nacional, como así también de los Gobiernos, poniéndole un tope y hasta atentando contra el desarrollo. Hoy día, detrás de la decadencia nacional ocurrida en la sucesión de los últimos tres gobiernos, están las imposiciones del FMI; el gobierno de Javier Milei viene a profundizar aún más este sometimiento.
Acá es oportuno hablar un poco del grupo Techint, como parte del empresariado nacional. Nuevamente se aclara, que la polémica es exclusivamente hacia este grupo empresario, por su importancia en los destinos del país desde el siglo XX hasta hoy.
Lo cierto es que la familia empresaria Rocca tuvo su desarrollo industrial ligado desde sus inicios a la intervención estatal, y así forjó alianzas con todo tipo de regímenes. Desde Mussolini en Italia con Agostino Rocca (abuelo), pasando por el gobierno de Juan Domingo Perón. Luego, durante la dictadura cívico-militar del ’76 (a su vez impulsada por los Estados Unidos), con Roberto Rocca (padre) tuvo un salto en la expansión de sus negocios. Y luego con Paolo Rocca (hijo), durante los gobiernos democráticos de Carlos Menem y los kirchneristas, con Mauricio Macri y ahora con Javier Milei. Para un recorrido histórico más preciso, se puede consultar esta Radiografía del grupo Techint del historiador Gabi Phyro.
Centrados en un principio en la industria siderúrgica, los Rocca fueron punta de lanza en el desarrollo de la fuerte industria del acero en Argentina que, a su vez, fue sede de uno de los sectores más organizados y combativos del pueblo trabajador desde el ascenso obrero del ’69 hasta el genocidio de la última dictadura. Los Rocca fueron parte de la construcción de gasoductos en la Argentina, en el siglo XX y en la actualidad; pero también montaron campos de concentración en sus fábricas, para barrer una generación de luchadores y luchadoras que hicieron frente desde la democracia de base, al dominio irrestricto del capital, poniendo en jaque su modelo de negocios. Así es que, este grupo empresarial, a pesar de estar basado en la industria, también fue colaborador activo en la transformación del modelo de acumulación capitalista argentino, hacia su forma neoliberal que se desarrolló con mayor fuerza luego de la dictadura, durante la década menemista.
Podemos decir que sin los Rocca, no habría sido posible Galperín.
Para quienes militamos en la perspectiva de una revolución social, y la construcción de un socialismo desde abajo, el dominio del capital privado es el mismo que lleva a la sociedad a su destrucción, con guerras, genocidios y ecocidios. Por eso no hay posibilidad de un desarrollo social que de manera evolutiva alcance el bienestar para las mayorías, dentro de los márgenes del sistema capitalista. Cualquier desarrollo termina siendo parcial, y cada vez más limitado, en relación a los costos en vidas, explotación y daño del medioambiente.
Solo un Estado de los trabajadores y trabajadoras (no uno hecho a medida de los intereses capitalistas), conquistado a través de un proceso revolucionario, podría plantearse una organización democrática y centralizada de la economía, para planificar su desarrollo en función de las necesidades de las mayorías.
Ante la despiadada competencia capitalista, elegimos pelear por la cooperación solidaria. A este sistema social, le contraponemos la lucha por una sociedad de productores libres asociados, donde la ciencia, la técnica, la cultura, y todas las actividades colectivas humanas, estén liberadas de la apropiación privada. En el mismo sentido, peleamos por la reducción de la jornada laboral, y por poner todos los avances al servicio de liberar a la humanidad del trabajo explotado.