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Red Internacional
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Derecho a la educación. Desmintiendo los mitos sobre los exámenes de admisión a la universidad

El viernes 22 y el sábado 23 salieron los resultados de los exámenes de admisión de la UNAM y el IPN respectivamente. De los cientos de miles que aplican dichos exámenes, apenas un pequeño porcentaje logra obtener un lugar en las universidades, pues estos mecanismos funcionan para depositar en lxs aspirantes a nivel individual la posibilidad de acceder al derecho a la educación.

Martes 26 de julio de 2022

Las instituciones aún no dan a conocer qué porcentaje obtuvieron un lugar de quienes realizaron el examen, sin embargo, puede suponerse que la tendencia es similar a los años pasados. En el 2021 de 95,749 aspirantes al IPN, solo el 37.87% logró ingresar; en el caso de la UNAM en el mismo año, de 197,682 personas que realizaron el examen, tan solo el 10.21% obtuvo un lugar.

A raíz de la publicación de los resultados, son muchos los debates en redes, en los que no pocas personas reproducen toda una serie de mitos construidos para justificar este mecanismo excluyente y elitista de selección. Aquí reproducimos los principales y los desmentimos uno a uno.

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1. “El examen demuestra la inteligencia y conocimiento de los aplicantes”

Nada más falso, los exámenes de admisión a las universidades son exámenes estandarizados que sobre todo requieren de memorización, como explica Hugo Aboytes “sólo miden la capacidad de contestar acertijos, preguntas descontextualizadas o triviales, no el esfuerzo creativo que supone la construcción del conocimiento”.

Pensar que quien saca una mayor calificación en un examen estandarizado es más inteligente o tiene más conocimientos, es reducir la noción de “inteligencia” a la capacidad de dar una sola respuesta correcta ante un problema por medio de memorizar las respuestas correctas, no de cuestionar la realidad ni comprender procesos históricos, matemáticos, o desarrollar un conocimiento integral de la realidad.

Además, los exámenes están diseñados de tal manera que no hay forma de que una gran cantidad de aspirantes obtengan más de 100 aciertos, y esto no habla de la capacidad de quienes los realizan si no de los intereses de quienes los diseñan e implementan.

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2. ”Si no pasas el examen es por falta de preparación, voluntad y esfuerzo”

Para desmentir esta afirmación hay que preguntarnos, ¿qué condiciones se necesitan para tener una “correcta” preparación para el examen? Para empezar hay un factor condicionante que responde a la educación básica que recibieron los aplicantes. Si fueron a escuelas públicas o particulares, si en su primaria había sólo una maestra para cubrir todas las materias o tenían un docente por cada una de las asignaturas, si a la par de cursar la secundaria o el bachillerato también trabajaban, entre muchos otros factores.

Es cierto que existen cursos para estudiar para el examen, pero preguntémosle a esos defensores de la meritocracia universitaria si opinan que un joven cuyos padres ganan en conjunto no más de 15 mil pesos de sueldo, que debe alcanzar para por lo menos unas cuatro personas, pueden costear un curso de 7 mil pesos como los que ofrece el Conamat o de 16 mil como son los más caros —el Guillot— y que prometen reembolsar lo pagado en caso de reprobar el examen.

Entonces pensemos en quienes tienen que estudiar por cuenta propia, primero necesitas la guía, si la quieres nueva, tiene un costo de alrededor de 600 pesos en internet, si no te alcanza, necesitas de alguien que haya aplicado al examen o estudiado para este que te la pueda donar, además de que año con año se actualizan. Hay una dificultad más, hoy un número importante de jóvenes que buscan estudiar una carrera universitaria, se encuentran trabajando, ¿en qué momento estudias si trabajas nueve horas en un call center o de ocho a diez horas como mesero o mesera?

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3. “Quienes no consiguieron un lugar en la universidad, reprobaron el examen”

En realidad no se trata de un examen que pueda reprobarse, son los cupos en las carreras y la demanda las que determinan cuántos aspirantes pueden ser admitidos y por ende cuántos aciertos se requieren, a esto Aboytes le llama “la administración de la demanda”.
Como bien alguien con 105 aciertos puede no entrar a Física porque esta pide 108, alguien con 90 aciertos que solicitó la carrera de Administración, seguro obtendrá un lugar.

Solo hace falta echarle un vistazo con ojo crítico a las carreras que más puntaje piden para vislumbrar que, de fondo hay un problema en cuanto al presupuesto que se le destina a distintas carreras y por ende la contratación de planta docente y construcción de infraestructura, y todo esto repercute en la capacidad de cada carrera para absorber determinado número de estudiantes.

No sólo son las carreras que podrían considerarse más rentables y valoradas para el gran capital las que más aciertos piden, sino también las que menos presupuesto reciben y por ende han tenido un mayor proceso de elitización, como la carrera de Traducción y la de Artes Visuales.

4. ”Hay muchas otras opciones para estudiar la universidad”

No es casual que casi 200 mil personas apliquen a la UNAM y otras 100 mil al IPN, es claro que en México hay opciones de primera y otras de segunda y de tercera, pero el problema no es de los jóvenes que desean tener la mejor educación posible ni de los docentes de las instituciones y su formación o capacidad pedagógica.

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El problema es que quienes piensan y ejecutan los proyectos y ofertas universitarias lo hacen priorizando las necesidades y la demanda laboral del empresariado, por eso el incremento de la matrícula y de las universidades en las últimas décadas han sido sobre todo universidades técnicas o con carreras destinadas a cubrir la demanda laboral de la región, como es el caso de las Universidades del Bienestar Benito Juárez.

Todas las universidades del país deberían ofrecer el mismo nivel de formación y de oportunidades laborales.

Ahora ya sabes, si te cruzas con otro apologista de estos meritocráticos procesos que buscan excluir a la gran mayoría de la juventud del derecho a la educación superior, respóndele que el problema no es de las y los excluidos de las universidades, sino que el gobierno debe invertir más presupuesto en la educación, que este debe ser controlado por sus comunidades para que realmente esté destinado a incrementar la matrícula y que estas demandas las arrancaremos con la movilización entre estudiantes, docentes y trabajadores.