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Red Internacional
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DEBATE FEMINISTA. Diálogos entre Feminismo y Transfeminismo

Las ideas del siguiente texto fueron expuestas durante mi participación en el conversatorio “Diálogos entre Feminismo y Transfeminismo” realizado en la librería Somos Voces el pasado 9 de agosto como parte de los festejos por su décimo aniversario.

Leah Muñoz

Leah Muñoz @leahdanmunoz

Lunes 23 de diciembre de 2019

Hablar hoy en día sobre los diálogos posibles entre el feminismo y el transfeminismo resulta importante ya que nos encontramos en tiempos en los que en México se ve emerger y extenderse un discurso que no da cabida al diálogo y la alianza entre las demandas históricas del movimiento de mujeres y el movimiento trans.

Así pues, este discurso presenta al movimiento trans como radicalmente opuesto y en detrimento del movimiento de mujeres, como si el primero buscase oprimir y estorbar en la lucha del segundo. De antemano digo que ese no es el caso y este texto busca abonar a ese posible diálogo entre el feminismo y el transfeminismo.

¿Qué es el feminismo TERF, el feminismo transfóbico?

Feminismos

Quizá valga la pena comenzar diciendo que no hay tal cosa como un feminismo por un lado y el transfeminismo por otro. Plantear el asunto en tales términos es ya un movimiento tramposo porque parecería que es el trans-feminismo, a causa de su prefijo trans, el que tiene que ser puesto aparte y en oposición a El Feminismo, como si éste último fuese un monolito homogéneo que no presenta también sus bifurcaciones y sus diferencias teóricas, políticas y filosóficas.

En todo caso lo más adecuado, para hacerle justicia a la larga historia del movimiento teórico, político y filosófico que llamamos feminismo, sea hablar de feminismos, así en plural, dentro de los cuales están los transfeminismos pero también los feminismos negros, los feminismos lésbicos, los feminismos liberales, los feminismos radicales los feminismos socialistas, los feminismos anarquistas, los feminismos comunitarios y los ecofeminismos.

Tantos adjetivos sólo muestran al pensamiento feminista como un pensamiento vivo que ha sido empleado por múltiples sujetos para pensar las distintas realidades de las mujeres que están atravesadas por más de un eje de opresión y que se alejan de la única realidad que había pintado en sus orígenes el feminismo: la de la mujer blanca, de clase media, heterosexual, y habría que añadir ahora cisgénero.

Es así que el intento de establecer un diálogo entre el transfeminismo y el resto de los feminismos es un intento más dentro de la larga lista de intentos que se han realizado por entablar un diálogo entre sí mismos los distintos feminismos.

Los orígenes

Si tuviéramos que hablar de cómo surge el transfeminismo podríamos plantearlo como una serie de reflexiones llevadas a cabo sobre la experiencia trans, sobre la situación de vida de las personas trans.

Durante casi todo el siglo XX la situación de vida para las diversidades sexuales y para las personas trans en específico fue de transfobia: violencia, discriminación, muerte y exclusión. Exclusión de los núcleos familiares, de los trabajos o de la posibilidad de adquirir uno, de la escuela, del acceso a los servicios de salud, las amistades y las relaciones amorosas.

Marsha P. Johnson, Joseph Ratanski y Sylvia Rivera

Es de esta forma que intuitivamente podemos pensar que las primeras reflexiones políticas sobre la experiencia trans denunciaban esta situación de vida inmediata. Sin embargo, es en la última década del siglo XX que encontramos elaboraciones teóricas pensadas en positivo, y hechas por personas trans, en donde haciendo uso de las herramientas de pensadoras feministas se comienza a entender, problematizar y a repensar la experiencia trans.

Sólo por mencionar algunos nombres de las primeras personas en utilizar las herramientas del pensamiento feminista para repensar la experiencia trans encontramos a Sandy Stone, Leslie Feinberg, Susan Stryker y Kate Bornstein. Sin embargo, en treinta años, la lista de nombres y países en donde hoy en día se elabora teóricamente desde el pensamiento feminista sobre la experiencia trans se ha multiplicado.

Kate Bornstein

Dentro de los temas sobre los que se ha elaborado teóricamente están preguntas sobre el sexo-género, el binarismo de género, la autonomía corporal, tecnología y cuerpo, medicina y género, el cissexismo, capitalismo, género y patriarcado, las infancias trans, la transfobia y el transfeminicidio, la construcción social del sexo/género, las políticas carcelarias, el racismo, las masculinidades y sobre la propia historia del movimiento trans.

Transfeminismo

Así pues, podemos decir que el transfeminismo es el pensamiento feminista que busca reflexionar sobre determinados tópicos a partir de la experiencia trans. Sin embargo, aunque las reflexiones del transfeminismo giran en torno a la experiencia trans, no se reducen a ésta, ya que es a partir de esta experiencia que se desprenden reflexiones generales sobre el sexo, el género, el cuerpo, la tecnología y la violencia que van más allá de los cuerpos trans.

Más que presentar un recuento exhaustivo sobre lo que es el transfeminismo quisiera presentar algunas de sus tesis principales.

Sexo/Género

El transfeminismo, junto a muchas corrientes del feminismo, ha reflexionado sobre el binomio sexo/género. La historia y la especificidad del trato que cada corriente del feminismo le ha dado a este binomio es amplia y compleja. Sin embargo, para fines de simplicidad, suele decirse que lo que diferencia a la segunda ola y tercera ola del feminismo es el trato que cada una le da al sexo/género.

Las feministas de la segunda ola asumen lo que suele llamarse la estabilidad metafísica del sexo y no del género, mientras que las de la tercera ola no asumen ni que el sexo ni el género sean metafísicamente estables. Esto se traduce en que las feministas de la segunda ola consideran que el sexo es un atributo estable, universal, inmutable y dado, podríamos decir un atributo biológico transcultural, sobre el cual se construye la cultura, como darían cuenta las variadas diferencias de género a lo largo del mundo de las cuales la antropología ha dado cuenta.

Por su parte, las feministas de la tercera ola no asumen como dado el sexo ni el género, sino que parten de la idea de que éstos se co-construyen socialmente de formas complejas, no sólo discursivamente sino también materialmente en nuestros cuerpos.

Ejemplos de estas formas de construcción serían las clasificaciones científicas, el uso cotidiano que hacemos de la tecnología sobre nuestros cuerpos, y los propios atributos plásticos de nuestra biología humana que han dado a conocer las investigaciones en las ciencias.

Es dentro de los presupuestos de esta tercera ola, que ha echado mano de ideas del feminismo posestructuralista pero también de los estudios feministas de la ciencia, que se sitúa el transfeminismo. Es así que el transfeminismo ha buscado recuperar la materialidad del sexo, pero sin hacerlo inmutable y sin reducirlo a una biología transcultural libre de interpretación.

Desde esta concepción sobre el sexo y el género es que el transfeminismo y el resto de las feministas de la tercer ola consideran que se pueden dar mejores recuentos sobre las violencias, y en general sobre la realidad. Se permite hacerle justicia a las personas intersexuales al mostrar cómo la medicina construye cuerpos sexuados acorde a un ideal de binarismo corporal que les vulnera. Se permite evidenciar cómo las diferencias sociales de género se materializan en la carne como es el caso de los estudios óseos en los que se ha visto que en sociedades donde existen diferencias marcadas en los regímenes alimenticios de hombres y mujeres, en donde las mujeres comen menos por una cuestión de jerarquía social, tienen costos en la salud ósea de las mujeres.

Sin embargo, la tesis sobre la construcción social del sexo/género no busca ser una tesis que desemboque en un anticonstructivismo que busque fundar la cultura acorde a una especie de normatividad biológica. Más bien esta tesis busca evidenciar cómo lo humano es al mismo tiempo naturaleza y cultura, y que la posibilidad de lo humano está dada en la constante intervención de nuestras materialidades. En algunos casos habrá que señalar que hay procesos de construcción social que son injustos y vulneran, mientras que otros son los que nos permiten no sólo construir un andamiaje de intervención sobre la salud humana, sino construirnos imaginarios posibles de vida. Por eso desde esta tesis también se desnaturaliza el sexo y el género, al buscar evidenciar cómo socialmente se construyen cuerpos sexuados, tanto cis como trans, de acuerdo a determinados imaginarios de género.

Binarismo de Género, Transfobia y Cissexismo

Respecto al binarismo de género, el transfeminismo ha buscado mostrar que el binarismo de género no es una consecuencia natural del sexo, sino un arreglo históricamente contingente, y por lo tanto no único en la historia humana. Ejemplos de otro tipo de arreglos de sexo/género los encontramos con las hijras en la India, las muxes en la cultura zapoteca mexicana y los dos espíritus en los pueblos amerindios de América del Norte.

Este binarismo de género se sostendría a partir de una serie de normas de género que lo naturalizan al promover la idea de que a determinado sexo le corresponde un género, que la masculinidad y la feminidad son algo esencialmente opuestos, y que la heterosexualidad es lo natural. De los esfuerzos por sostener este sistema binario de género es que se desprende la transfobia y el cissexismo.

La transfobia como el intento violento de restaurar la idea de que hay un género natural, dado por un sexo natural, que no puede ser transgredido. Aquellas personas que cambian su género esperado en función de su sexo se ven expuestas a un sistema de violencias que las excluye en general de la vida social y que en muchos casos les termina por arrebatar la vida. Por otro lado, las personas que viven de acuerdo al género que les fue asignado al nacer (llamadas cisgénero) no se enfrentan de forma directa a estas violencias y exclusiones transfóbicas ya que su condición de no haber cambiado de género no les representa una desventaja para enfrentar la vida.

Un ejemplo de las consecuencias del cissexismo lo encontramos en las estadísticas que dicen que el promedio de vida de una mujer trans es de 35 años, a diferencia de los 80 años en mujeres cisgénero. A este sistema que pone desventajas a alguien que no vive de acuerdo al género que se le asignó al nacer el transfeminismo lo ha llamado cissexismo.

Autonomía corporal

El transfeminismo también ha desarrollado reflexiones sobre lo que es la autonomía corporal y la necesidad de decidir sobre el propio cuerpo. El transfeminismo ha criticado cómo históricamente el Estado y la medicina han buscado regular el cuerpo trans. Por un lado son conocidas las redadas y ataques desde el Estado a las sexualidades no hegemónicas, así como su resistencia a reconocerlas legalmente como formas de sexualidad posibles.

Esta regulación por parte del Estado históricamente ha venido acompañada de discursos médicos que patologizan el cuerpo y la experiencia trans, como es el caso de la narrativa médica del cuerpo equivocado, y buscan reducirla a ideales cissexistas.

Esta tutela médica ha sido criticada por el transfeminismo. Este no rechaza la atención médica a los cuerpos, como es el caso de quienes desean llevar transiciones hormonales o quirúrgicas, pero sí rechaza que estos servicios médicos busquen imponer nociones cisnormativas y binaristas sobre nuestros cuerpos, así como el que se vuelvan la fuente de validación de nuestras experiencias y enarbolen discursos que busquen reemplazar la voz de las propias personas trans.

Esto último es el caso de las infancias trans a las cuales se les quita la posibilidad de autodefinirse por criterios de etarismo y temores infundados sobre la variabilidad de género. Las epistemologías transfeministas han hecho ver cómo la primacía sobre quién se es lo tiene la primera persona, y muchas de las formas de hacernos inteligibles sobre quién somos van cambiando a lo largo de la vida, como en algún momento puede ser por medio del juego y los juguetes, y en otros momentos por la afirmación propia.

Finalmente, desde el transfeminismo también se ha reflexionado sobre la necesidad de una ética de la automodelación. Esta ética de la automodelación parte de reconocer que no son sólo las personas trans quienes alteran su corporalidad, sino que la alteración corporal por razones variadas relacionadas con la identidad de género es un fenómeno que ocurre de forma extendida en hombres y mujeres cisgénero.

Tal ética debería reconocer los límites de la automodelación individual, así como las implicaciones, en un campo más amplio, de nuestras decisiones sobre la automodelación.

Críticas al punitivismo

Una de las disputas de hoy en día entre los feminismos es en relación a con qué tipo de políticas atacar la violencia patriarcal. Un sector se inclina por reforzar el aparato carcelario del Estado, mientras que otro sector descree de él y alerta a que es más bien el aparato policial, carcelario y militar el generador y propagador de la violencia no sólo machista sino también racista, xenófoba y de clase.

Desde el transfeminismo, a partir de las reflexiones del movimiento afroamericano sobre las cárceles y la violencia policial, se han elaborado reflexiones sobre los límites del sistema carcelario y policial para disminuir la violencia que dice intentar disminuir. Algunos sectores del transfeminismo se han sumado a descreer sobre la capacidad del sistema penal para disminuir la transfobia.

Es en esta vía que también un gran sector del transfeminismo no es abolicionista del trabajo sexual ya que considera que hacer uso de políticas punitivas y prohibitivas solo vulnera y pone en peligro a aquellas quienes ejercen el trabajo sexual.

Alianzas

Luego de haber presentado algunas de las tesis del transfeminismo creo que se pueden comenzar a ver las posibles alianzas con otros feminismos. Tal vez lo que más resalte es que tanto las mujeres cisgénero como las mujeres trans y hombres trans tienen una demanda histórica a decidir sobre el propio cuerpo.

En el caso del movimiento de mujeres una demanda histórica ha sido por el derecho al aborto libre y seguro, y en el caso del movimiento trans ha sido tanto por el derecho a decidir sobre el género que desean encarnar, como por el derecho al aborto en el caso de los hombres trans y personas no binarias.

Contra ambos sectores la Iglesia y los partidos políticos conservadores y de extrema derecha buscan arremeter con políticas que criminalicen el aborto y que impidan el reconocimiento legal de la identidad de género y las transiciones médicas pagadas por el Estado.

Otro punto de alianza es en contra de la violencia machista y patriarcal que causa feminicidios, transfeminicidios y crímenes de odio por transfobia. Tanto los feminismos como el transfeminismo tienen críticas al sistema de sexo/género porque en este sistema el género busca ser naturalizado en el sexo. Es contra la idea de lo que naturalmente deberían ser los géneros a la que se oponen tanto los feminismos como el transfeminismo ya que esta idea no sólo busca llevar a las mujeres a lo doméstico, la maternidad y la heterosexualidad obligatoria, sino que a las personas trans busca llevarlas a la cissexualidad obligatoria en donde una persona debe ser y vivirse de acuerdo a ciertos ideales de género.

Por eso es que también el transfeminismo considera importante luchar en contra de los roles de género ya que considera que ningún género debería de ser puesto de forma obligatoria en determinados roles, ya que estos mismos roles actúan sobre las personas trans habiendo ya transitado. Muchas mujeres trans no estamos exentas, y de hecho a mí se me ha dicho cómo debo ser ahora que soy mujer, de que nos exijan la ejecución de los roles de género que le imponen a todas las mujeres, como es el hecho de que nos dediquemos al hogar y seamos madre (sí, muchas mujeres que no podemos gestar se nos pone la adopción como segunda opción), que nos casemos, que nos gusten sólo los hombres y que seamos una personas principalmente con inclinaciones hacia el cuidado y femeninas.

Finalmente, los feminismos y transfeminismos antipunitivistas tienen una alianza en contra de las lógicas y políticas punitivas que no se han mostrado como una alternativa no sólo para los feminicidios y transfeminicidios, sino en general para los crímenes de odio y la violencia en general.

Termino diciendo que en estos tiempos en los que las mujeres y los hombres trans somos puestxs como enemigos de los feminismos y de la lucha de las mujeres, es importante generar diálogos para establecer puentes, y no muros, que nos permitan enfrentar el clima de violencia machista que cobra la vida de 10 mujeres cis al día y a las mujeres trans sólo nos da una expectativa de vida de hasta los 35 años.