Se acerca un nueva conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y las trabajadoras de la educación nos preguntamos: ¿por qué seguir conmemorando esta fecha? ¿Cuáles son las necesidades y tareas pendientes a conquistar por las mujeres en Chile y en el mundo ? Y por último (pero no menos importante): ¿cómo hacerlo?
Viernes 1ro de marzo
Orígenes
El 8 de marzo es una fecha que tiene sus raíces en el movimiento obrero de mediados del siglo XIX. En un momento de gran expansión y turbulencias en el mundo industrializado, las mujeres comienzan a alzar la voz. Hasta ese momento, la vida de las mujeres estaba llena de limitaciones: sin derecho a voto, no tenían permiso para manejar sus propias cuentas y finanzas, ni tampoco a formación académica, la esperanza de vida de las mujeres era inferior a la de los hombres y los malos tratos hacia las mujeres eran extendidos y generalizados.
Hubo varias antesalas a la conmemoración misma de un Día Internacional de la Mujer, como en 1908, cuando 15.000 mujeres en Nueva York salieron a las calles a exigir menos horas de trabajo, mejores salarios, y derecho a votar. En varios encuentros y conferencias de mujeres rondaba la conmemoración de una fecha así, pero fue en 1910 durante la Conferencia Internacional de la Mujer Trabajadora en Copenhague (Dinamarca) que la comunista Clara Zetkin sugirió un día internacional, lo cual fue aceptado por las demás representantes de 17 países.
En los acuerdos de esta conferencia, las mujeres tenían por objetivos: conquistar el derecho a voto, protección social a las madres, y lograr una relación más asidua entre las mujeres socialistas. Es por ello, y sobretodo por los acontecimientos históricos que repasaremos a continuación, que decimos que el Día de la Mujer tiene orígenes socialistas.
Tomando esta moción en sus manos, son muchos los países que comenzaron a conmemorar el Día de la Mujer en distintas fechas, y en sus primeros años esta conmemoración sirve como protesta contra la “Gran Guerra” (I Guerra Mundial). En Rusia, en 1917, donde también se estaba conmemorando esta fecha, las mujeres se lanzaron a las calles contra la guerra, en una protesta que desembocó en la Revolución, y que marcó la fecha de Día Internacional de la Mujer para siempre. Pese a la represión del Zar, que ordena disparar si es necesario para acabar con la revolución de las mujeres, más sectores se unen a esta gran movilización, como los obreros metalúrgicos. Finalmente la medida del zar fracasa, dando paso a la Revolución de Febrero, y terminando por abdicar en marzo. Fue así como el día de la mujer se convirtió en el primer día de la revolución.
Se dice que la retirada del Zar permitió el reconocimiento automático del derecho al voto de las mujeres. La Revolución que parieron las obreras textiles en 1917 abrió las puertas a las mujeres a muchísimos derechos impensados, al menos así fue durante la primera etapa de este novedoso proceso. Pero lamentablemente, bajo la dirección de Stalin, se hizo trizas la emancipación femenina. Se volvió a prohibir el aborto, y se volvió a destacar a las mujeres en su contribución como madres y amas de casa.
Como podemos ver, el 8 de marzo es una fecha que tiene un potencial enorme (que puede hacer tumbar regímenes como podemos ver a lo largo de la historia), y que sería muy diferente si las direcciones de los movimientos sociales y sindicales llamaran a la huelga y a la acción organizada durante ese día (llamamos “burocracias” a estas direcciones porque sólo sirven para detener o hacer más lento todo).
La situación de las mujeres en el mundo de hoy
En el mundo de hoy, la realidad que vivimos las mujeres no es menos apremiante: las mujeres componen el 80% de las víctimas de las redes de trata, son el 75% de los analfabetos a nivel mundial, ganamos un 30% menos que los hombres y no tenemos derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo. En Chile, en particular, los derechos sexuales y reproductivos son escasos, el derecho al aborto es acotadísimo y encima tiene la barrera de la “objeción de conciencia” por parte de profesionales médicos conservadores. Además, otro de los focos de preocupación a nivel mundial el último tiempo ha sido la precaria situación de mujeres y niñas migrantes en las fronteras de Chile.
Otras de las principales problemáticas en nuestro país sigue siendo la brecha salarial, que bordea el 20%, y donde los estudios señalan que las mujeres ganan en promedio menos que los hombres en todos los tramos etarios. Además, las mujeres somos las más precarizadas en lo laboral, trabajamos en mayor informalidad, sin contrato y en peores condiciones. Las madres trabajadoras tienen bajas tasas de empleo en Chile, y poseen altos índices de depresión y ansiedad (cifras que van en aumento). Por otro lado, los estudios indican que las mujeres y las niñas en Chile trabajan mucho más que los hombres, tomando en consideración el trabajo doméstico no remunerado. Sin contar con que además, se observan especiales diferencias de género en las áreas de conocimiento y especialización; en ese sentido, los estudios indican que durante su adolescencia las niñas chilenas ya habrían desarrollado una disposición hacia las disciplinas humanistas, en lugar de las científicas, que en cambio tienden a ser vistas como una prerrogativa de los varones adolescentes. Esta divergencia tiene una contrapartida en las selecciones que harán las niñas y los niños más adelante, primero como estudiantes y luego como trabajadores.
Con respecto a la violencia de género, actualmente en nuestro país la mujeres son mucho más propensas a sufrir acoso que los hombres (64% vs 26%). Las mujeres pueden sufrir violencia por parte de sus parejas actuales u otros miembros de la familia, pero también en la oficina, la escuela y la universidad, en el transporte público y en la calle. Sin mencionar los costos y consecuencias de este acoso, que en la mayoría de los casos lleva a las mujeres a abandonar espacios, círculos, planes y proyecciones de vida. Este 2024, lamentablemente, la violencia machista y el femicidio ya ha cobrado la vida de 6 mujeres ha dejado 36 femicidios frustrados.
¿Y qué ocurre en la educación?
Desde la vereda de quienes nos desempeñamos en el mundo de la educación, la situación cada día aparece como urgente: no hay políticas ni recursos destinados a planes de Educación Sexual Integral, la cual se hace cada vez más necesaria para todos los estamentos de las comunidades educativas. Peor aún, la educación pública se encuentra totalmente abandonada desde hace años, con gobiernos como los de Sebastian Piñera que fueron un total retroceso en muchísimas áreas (fortaleció el mercado educativo y el autoritarismo dentro de las escuelas, eliminó áreas de conocimiento y rebajó horas de historia, filosofía y ciencias, y desfinanció la educación pública en pandemia, cuando más recursos necesitábamos), pero también incluyendo el actual gobierno de Gabriel Boric, donde la educación definitivamente no es prioridad, y no ocupa prácticamente ningún lugar en su agenda.
El gobierno actual sencillamente se ha dedicado a contemplar, pasivamente y hasta con indiferencia cómo el sistema educativo hace aguas tanto por el lado de los municipios (herencia de Pinochet), como por el lado de los SLEP (política levantada por el gobierno de Bachelet en conjunto con el PC y el FA el 2016), donde ambos tipos de instituciones se dedican a “administrar” la educación pública robando o malversando fondos públicos, usando los “altos” puestos para pagar favores, y llevando adelante malos tratos combinado con una pésima gestión. Incluso, podríamos señalar que prácticamente todas las respuestas que ha dado el actual gobierno frente a la crisis educativa van por la línea de aceptar las malas condiciones que hay, tal como expresó Nicolás Cataldo, ministro de educación, frente al paro de Atacama, donde las comunidades educativas completas paraban de conjunto frente a una crisis regional que no daba para más, y que fue la mayor expresión de un problema que es nacional, el abandono de la educación pública. En dicha ocasión (a fines del pasado octubre), Cataldo señalaba que “no había razones para estar en paro”, además pedía a los profesores (pese a que el paro era con apoderados y demás trabajadores de la educación) que no “capturaran” a los estudiantes y que volvieran a clases, en las precarias condiciones en que se encontraban los establecimientos.
Este nivel de crisis y precariedad en el sistema educativo nos lleva a pensar en cuáles son las direcciones pasivas que nos llevaron hasta este punto que nos encontramos ahora. Las direcciones de la CUT, el Colegio de Profesores, la Confech -por mencionar a algunos de los grandes organismos sociales y sindicales del país- se encuentran borrados de escena, o en el caso del Colegio de Profesores, sus cuñas y declaraciones se encuentran acotadas a temas sólo “superficiales” o “urgentes”, mientras otras demandas (como el sistema de financiamiento de las escuelas, la misma ESI o la cantidad de alumnos por sala, por ejemplo) mueren en el olvido. Muchas veces discursos como el de Mario Aguilar, presidente del CdP, se oyen como críticos al gobierno, pero lamentablemente su estrategia y sus llamados responden a una estrategia “de presión”, vale decir, utilizando la movilización para presionar los acuerdos que el gobierno ya sostiene con la derecha y las grandes empresas vía reuniones o comisiones en el parlamento. Lejos de la confianza en el parlamento y sus acuerdos, lo único que nos permitirá conquistar nuestros derechos es fortalecer la movilización, las asambleas, y la deliberación de base, en unidad con otros sectores que nos permitan tener la fuerza y la solidaridad necesaria para vencer.
Las mujeres componemos por mayoría el mundo de trabajadores de la educación: por ejemplo, el 73% de las docentes son mujeres. Lamentablemente, esto no ha sido nunca motivo suficiente para que las direcciones recién mencionadas -como el CdP- impulsen verdaderamente la conmemoración del 8M, el cual debiese ser un día de paralización productiva, protestas, marchas y asambleas. Es por ello que resulta clave autoorganizarse sin confianza en estas direcciones que están más preocupadas de no “perturbar” al gobierno ni entrar en conflicto con él. Incluso, muy importante, desde Pan y Rosas hacemos un llamado a organizarnos y marchar desmarcándonos totalmente de un gobierno que sigue haciendo acuerdos con la derecha, le lava la cara a Piñera que nos reprimió durante el estallido (contexto donde se dieron innumerables casos de acoso sexual y vejámenes en comisarías), perpetúa el sistema de AFP que afecta especialmente a las jubiladas, mantiene militarizada la vida de mujeres y niñas en la Araucanía, que mantiene las zonas de sacrificio y saqueo que afectan las vidas de muchísimas comunidades y que además renunciaron al derecho al aborto y a impulsar una Educación Sexual Integral.
¿Qué lecciones podemos sacar de todo esto?
Las lecciones de todo este hilo histórico de las mujeres como vanguardia que hemos repasado a propósito del 8M, nos invita a reflexionar que así como a comienzos del siglo XX las mujeres del mundo se unían y se politizaban solidarizándose contra la guerra, el movimiento de mujeres en el mundo actual también tiene el desafío de tomar en sus manos la lucha contra la barbarie de la guerra capitalista. Tanto así en Gaza, donde el genocidio de Israel con las potencias aliadas busca borrar a un pueblo oprimido y ha afectado la vida de miles de desplazados, sobretodo niños y mujeres, así como la guerra en Ucrania que acaba de cumplir 2 años. La barbarie se expresa en cómo incluso la guerra despilfarra cifras irracionales de dinero por minuto, mientras la ayuda humanitaria no alcanza a llegar a las personas, y donde las cifras de fallecidos aumentan por miles a cada instante. Tenemos el desafío de observar atentamente los procesos de ataques políticos a las mujeres y su resistencia en la lucha de clases, y seguir su ejemplo, como lo que viene ocurriendo en Argentina, donde las mujeres resisten a los ajustes y ataques de Milei, donde la extrema derecha busca arrebatar incluso derechos ya conquistados. Pero la última palabra la tenemos nosotras.
Desde el feminismo socialista de Pan y Rosas apostamos a que las mujeres trabajadoras encabecen la lucha por su propia emancipación, pero no nos limitamos a la lucha de derechos formales, corporativos o económicos, ya que en los estrechos márgenes del actual sistema capitalista no alcanza con exigir mayor equidad a un sistema que funciona en base a la más profunda de las desigualdades, que es la concentración de riquezas del mundo por parte de una minoría absurda. Nuestra perspectiva es acabar con este sistema de explotación y sentar las bases para la completa emancipación de las mujeres y la liberación de la humanidad.