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Red Internacional
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CASO EMANUEL PANETTA. Dos muertes, un sargento asesino: Rubén Leyva (Crónica I)

Abrimos la siguiente crónica presentando una serie de relatos de vida de jóvenes asesinados por efectivos de la Policía de la provincia de Córdoba, cuyos familiares integran la Coordinadora de Familiares de Víctimas de Gatillo Fácil.

Jueves 30 de octubre de 2014

Emanuel Panetta murió el 24 de Agosto de 2013 en barrio Los Boulevares, de la capital cordobesa. Los responsables son Lucas Chávez y Rubén Leyva, quienes se encuentran detenidos sólo por la muerte de “Güere” Pellico.
Nació el 8 de junio de 1986, en la Capital de Córdoba. Hijo de María Ángela Ochoa y Juan Eduardo Panetta, fue el segundo de seis hermanos y protegió a su madre hasta el último día de su vida.

De niño, ya era aguerrido y no iba a hacer nada por obligación. Su infancia transcurrió de travesura en travesura: a los dos años aprendió a andar en bicicleta y a los tres, se escapó por primera vez de su casa porque no quería que su mamá lo castigara; lo encontraron horas después en un sito baldío con un perrito.
No le gustaba ir a la escuela porque se aburría y prefería estar jugando y aprendiendo por su cuenta, cómo dice Ángela: "terminó la escuela en el Colegio Don Orione, a los ponchazos". Hincha de Boca y de Talleres, jugó al futbol en Belgrano y amaba los deportes.

Inteligente e inquieto, supo valerse de su ingenio para trabajar con su padre en herrería, manejando un remis o arreglando motos. Siempre trabajó. Fue amigo de los marginados, de esos que no estudian, que no encajan, de los discriminados por ser morochos como él.

Un hijo sentimental y contenedor, que se reía poco por sus cambios de humor, aunque sabía jugar muy bien con su personalidad, sobre todo para conseguir lo que quería.

A los diecinueve años lo detuvieron a una cuadra de su casa, en barrio Alberdi, por portación de arma de guerra y si bien, hubo testigos que presenciaron el hecho, la justicia no creyó que esa arma era plantada y que ese procedimiento era sólo para llenar planillas. Lo condenaron a tres años y seis meses bajo las Leyes Blumberg, en dónde se elevaban las penas máximas y mínimas de diferentes delitos, como la portación ilegal de armas.

Cumplió su condena a rajatabla, primero en Bouwer y luego en Monte Cristo. En esta última, pudo acceder a las salidas transitorias y a un sueldo por los trabajos realizados en la cárcel, con ellos pudo comprarse su primera moto. A los dos años y seis meses fue liberado por su buena conducta.

Al poco tiempo fue papá de Lionel y después vino Alán. “Vivió una vida rápida, pasaba noches sin dormir y se levantaba temprano de igual manera. Parecía que sabía que se iría rápido de este mundo”, relata su mamá con un nudo en la garganta.

La última noche

El día 23 de Agosto, Ángela se iba a festejar su cumpleaños junto a su pareja. Antes de irse Emanuel sacó veinte pesos de su billetera y se los entregó para que fuera en remis.

-¡Loca, no te vas a ir caminando! Ella aceptó y se fue sin saber que sería la última vez que lo vería.
Al otro día, ya en el trabajo, a la una del mediodía recibió el llamado de su hija.

  •  ¡Mamá, a Emanuel le pegaron un tiro! Lo primero que pensó, fue que quizás había peleado con alguien, y esa persona llevaba un arma.

    Horas más tarde, sabría que el culpable era un policía. "Ya en la Jefatura de Policías supimos que estaba muerto, después de varias horas de pedir explicaciones", cuenta Ángela.

    El caso estaba cerrado. Emanuel junto a dos amigos habían entrado a robar a un local de electrodomésticos en barrio Argüello y desde allí se había desatado una persecución hasta barrio Los Boulevares, donde terminaría fatídicamente todo para Emanuel, luego del enfrentamiento con la policía.

    Pero sería un año después que, luego de la muerte de “Güere” Pellico, a manos de las mismas personas que asesinaron a Emanuel, el barrio se animará a hablar y contar qué sucedía allí y como había muerto Emanuel.

    Fue así que el Sargento Rubén Leyva y el agente Lucas Chávez, efectivos policiales que conducían el patrullero la madrugada del 24 de Agosto de 2013, salieron de la oscuridad de las calles de Los Boulevares para perseguir el auto en el que estaban Emanuel y dos amigos más yendo al baile, cuando uno de ellos advierte que en el patrullero venía Leyva, a quien conocía por hostigar a todos los jóvenes del barrio, pero principalmente porque tenía fama de tirar a matar. Por estas razones le pide a su amigo que no frene y allí comienza la persecución, que termina con el auto chocado contra una columna y con la posterior muerte de Emanuel por querer escapar corriendo, por temor a perder su vida. Leyva le dispara por la espalda a quema ropa y una vez en el suelo vuelve a tirar, luego se dirige a un taller de la zona donde le suministraban las armas para plantar, le dispara a su móvil y la coloca en las manos de Emanuel. El resto de la historia continúa como tantas otras causas inventadas.

    Palabras de una madre.

    “Cuando a mi me dijeron que mi hijo había muerto en un enfrentamiento con la policía pensé, era su vida o la de mi hijo, él estaba cumpliendo su deber. Pero cuando comencé a investigar y algo dentro de mí me decía que no podía haber sido así, me encontré con Leyva, un lobo con piel de cordero, que no tenía que estar en donde estaba.

    Ellos matan a un delincuente más y lo levantan como si fuese basura, no piensan que detrás de ellos hay una familia que los espera. Pero yo le voy a demostrar al señor Leyva, si se lo puede llamar señor, que se equivocó con mi hijo, porque Emanuel no era ninguna basura”.

    Si sufriste abuso policial o sos familiar de victima de Gatillo Fácil contáctate con las “Madres de la Gorra”.

    Fb: Coordinadora de Familiares Victimas de Gatillo Fácil