Este relato fue presentado en la 10° Edición del Concurso de Expresión de los Trabajadores: “Sin Presiones: historias del mundo laboral”, organizado por el Instituto de Salud Laboral y Medio Ambiente (ISLyMA) de la CTA.
Sábado 17 de agosto de 2019 19:07
El Blanco y el Negro son dos trabajadores. Mis compañeros, a quienes amo con el alma.
El Blanco nos alegra las mañanas con sus chistes ocurrentes, el Negro también.
El Blanco es de esas personas que siempre están, el Negro también.
Un día el Blanco, con treinta años de servicio sin una carpeta médica ni una llegada tarde, enfermó de cáncer (algunos dicen que es porque fumaba mucho, yo digo que tanta preocupación puesta en el trabajo lo enfermó, como nos pasa a muchos acá. Después de todo, el cigarrillo es la consecuencia de aquello que no podemos resolver).
Pasados dos años de su enfermedad le dijeron que había agotado su carpeta médica, que lo jubilarían. Fue muy honda su tristeza y la nuestra también. Nadie se atrevía a ocupar su lugar, al punto que nos convertimos en custodios de su silla, sus carteles y de su trabajo. Mi resistencia y negación es tanta que me cuesta escribir que ya no está. Hago conjeturas una y otra vez. ¡Si le hubiesen reconocido la carpeta médica hasta que se curase, se hubiese curado! Me cuentan que, delirando de fiebre e incoherente, se levantaba queriendo venir a trabajar, preocupado por el trabajo y por no llegar tarde. Es tan injusto…
Cuando alguien que queremos se va, siempre es injusto.
Él, que siempre fue fiel al trabajo y al sindicato. Me enojo. ¡Las carpetas médicas nos deberían cubrir hasta que sanemos, sin límites! Aún nos falta muchos derechos por conquistar, este sería uno.
Ahora en mi trabajo diario todas las matrículas se escriben con lápiz, a veces creo verlo aparecer con un mate, es que todo se escribe con lápiz, con ese portaminas finito que dejó en su oficina rodeado de sus próceres.
Como pudimos, seguimos…
El Negro, ese fiel trabajador precarizado, nos cobija, aparece cada mañana como mamá gallina llamando a sus pollitos, nos llama con el ruidito de una bolsa y un coc co co coc, señal de que trajo criollitos para el mate y todos vamos hacia él. Nos enseña, nos prepara para el trabajo y para la vida. Ya le falta un año para jubilarse y aun no lo pasan a planta permanente, pero como buen negro es resistente e inquebrantable.
El Negro se ganó mis abrazos con total confianza, (porque cuando recién ingresé a Epec era la única mujer en el complejo y no faltó quién se pasara de listo, así que para no errarle desconfiaba de todos y mantuve distancia, nada de afecto y demostrar sonrisas como les gusta a los hombres; pero el Blanco y el Negro me pudieron, con ellos era inevitable no reírse).
Hasta que nos enteramos de que al Negro lo llevaron de urgencia por una hernia que no se trató y falleció. Yo digo que se fue porque no aguantó convivir con tanta injusticia, él que siempre quería solucionar el país. Me acuerdo del Negro y pienso en todo el personal de EPEC que está precarizado. Ahí están como el Negro, sin derecho a nada y ocultados por un Estado que no los reconoce. Ni siquiera llegó a jubilarse. Nuestro convenio colectivo de trabajo dice que cuando un trabajador fallece en actividad un familiar directo tiene derecho a ingresar a la empresa, ni siquiera ese derecho le reconocieron. Me enfurezco. ¡Todos los trabajadores deben estar en planta, eso dice el convenio que defendemos!
Después de estas dolorosas partidas, el jefe, que no era jefe sino un compañero, también se fue por la presión de la empresa con la pasividad anticipada.
En la Córdoba que despide, hoy hace falta más de dos mil bienvenidas. ¡Sí! En EPEC hacen falta más de dos mil ingresos, muchos sectores están desmantelados y han instaurado la tendencia de compararnos con los que echan del trabajo, disciplinan nuestras conductas para someternos para que prepondere el miedo y gane el individualismo. A medida que nos individualizan, las exigencias son más, te sentís solo, sola y caés.
Todo se puso tan difícil sin el Blanco y el Negro y, sobrepasada de trabajo hubo veces que llegué a no dormir, tuve que pedir carpeta médica en psicología laboral. Uno va con la idea de que ahí te puedan escuchar y entender, pero no, porque a los patrones solo les interesa que no faltes y trabajes, en ningún trabajo te dan días por fallecimiento de compañeros, tampoco en EPEC se hacen paros por los “accidentes laborales”, aunque muchos de ellos terminan de la peor forma. Me duele y mucho.
A veces pienso que no hay salida y deseo salir, esa era la sensación que tenía cada vez que el psicólogo de la empresa me citaba y hacía preguntas insidiosas.
Siempre se hicieron los desentendidos. Había estado resistiendo sobrepasada de trabajo y emocionalmente quebrada, nunca van a entender que es ser compañero porque están del lado del patrón, por eso te citan cada 7 días siendo que no es aconsejable para la salud, te citan una y otra vez, de a uno, de a dos, de a tres como si fuéramos conejillos de india donde ellos tienen que aplicar su profesión. Respiré hondo, me contuve… hasta que no pude más, mis lágrimas y palabras estallaron en un grito interminable de sofocación y los agresores huyeron. De esa forma respetaron mi carpeta médica. Aquí cada uno se defiende como puede.
Me llega el relato de una hermana que pide justicia y la carta de una compañera que de tanto sufrir la violencia laboral vio la peor salida, me abrió los ojos, siento que al menos a mí me salvó. Quisiera que ninguna muerte sea en vano (cuando estás mal, es muy difícil que alguien que no trabaja aquí te comprenda, es que las condiciones son tan desiguales y los medios de comunicación hipnotizan las mentes de tal manera que muchos se tragan el verso que somos trabajadores privilegiados. ¿Qué problema puede tener un privilegiado? Sin embargo, aquí adentro son muy pocos en los que podés apoyarte.
Solo somos un manojo de trabajadores (en blanco) con estabilidad laboral y un convenio del tiempo de Agustín Tosco. Y quieren que seamos la última camada de esas conquistas.
La empresa donde trabajo está llena de Blancos y Negros. Pero también hay nuevos gerentes que vienen con sus grises privatistas, nos dan directivas de recortes, denuncian el convenio mientras ellos lo usufructúan, son tan libres como impunes. Nos sobreexigen de trabajo en estructuras que sus políticas y gobiernos vaciaron y ahora quieren achicar, nos toman el tiempo de la eficiencia y nos echan la culpa de sus propias deficiencias. A los Blancos y a los Negros nos hacen la psicológica: que al país se lo saca adelante trabajando. Yo conocí al Blanco y al Negro. Los grises son los fiolos.
Ahora nos toman el tiempo para hacer una tarea, cada minuto que pasa es plata que se pierde, me dice el subgerente. El nuevo jefe se enoja conmigo: “¡Tenés que vivir la realidad! ¿Cómo es la realidad en esta empresa ahora? ¡Tenés horario de entrada, pero no de salida! ¡Si tenés que venir a trabajar sábado y domingo, lo tenés que hacer! No me digas tu ideal, decime la realidad, ¿todavía no entendés cuál es tu trabajo? ¡Lo que pasa es que ves todo blanco o negro!”
Sonrío.
En la EPEC que yo sueño no existiría ningún cargo jerárquico, ni desigualdad laboral, ni subsidios a las multinacionales. Todos los hogares tendrían luz.
Salir. Solo deseo salir… Son las 2 de la mañana, mis ojos no están ni vencidos, los perros ladran y aúllan, dicen que el aullido lo hacen cuando un alma se va.
Sonrío.
El Blanco y el Negro están juntos, conmigo.