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Red Internacional
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PAN AMARGO. El Gobierno aprobó el trigo transgénico HB4 de Bioceres para consumo humano: qué riesgos hay

Argentina es el primer país en aprobar esta variedad a pedido de la compañía de biotecnología que tiene como accionistas a Grobocopatel y Sigman. Peligros de la expansión del “modelo triguero” con más agrotóxicos en la mesa.

Valeria Foglia @valeriafgl

Viernes 9 de octubre de 2020 12:43

En un hecho inédito a nivel mundial, el Senasa, dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca que conduce Luis Basterra, aprobó esta variedad de trigo transgénico, como se publicó este viernes en el Boletín Oficial. El Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Conicet y Universidad Nacional del Litoral (UNL) anunciaron con bombos y platillos el visto bueno oficial para el trigo HB4 que comercializaría Bioceres en Argentina. La cartera que conduce Roberto Salvarezza lo define como “la primera aprobación en el mundo para eventos de tolerancia a sequía en trigo”. Pero este trigo transgénico made in Argentina para consumo humano no solo tolera la sequía: también es resistente el glufosinato de amonio, el primo menor del glifosato. Para su comercialización, el trigo debe ser aprobado en Brasil, principal mercado del cereal argentino.

Raquel Chan, directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (UNL) e investigadora superior del Conicet, lideró el grupo de biólogos moleculares e investigadores al servicio de desarrollar esta variedad de trigo transgénico a pedido de la misma empresa que produjo la soja resistente a la sequía. Se trata de una alianza entre instituciones de investigación públicas y TrigallGenetics, el proyecto común de la empresa de tecnología agrícola argentina Bioceres, que tiene entre sus accionistas a Gustavo Grobocopatel y Hugo Sigman, y FlorimondDesprez de Francia.

Son quince años de investigación dedicados al objetivo de aumentar la rentabilidad y disminuir los riesgos para el agronegocio. La cartera de Salvarezza, un militante de la ciencia empresaria, plantea que se trata de minimizar “las pérdidas de producción, mejorar la capacidad de adaptación de las plantas a situaciones de estrés hídrico y dar mayor previsibilidad a los rindes por hectárea”. Clink caja.

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La resistencia a la sequía por parte del trigo HB4 no desentona con la instalación de decenas de megagranjas en el norte (¿y sur?) de Argentina, que ya le sumarán más estrés a los problemas hídricos con el uso de al menos un millón de litros de agua por día por cada granja industrial. Sigman es también uno de sus principales impulsores.

¿Las repúblicas unidas del trigo?

A propósito de este desarrollo objetivamente inédito en biotecnología, Grobocopatel, el llamado “rey de la soja”, declaró en febrero de 2019 que "cuando se aprobaron la soja y el maíz transgénicos por supuesto que había muchos riesgos, pero Argentina decidió adoptarlos y eso ha traído muchos beneficios para el país. Estamos en un caso similar”. El pope sojero no dice que los “riesgos” se los impusieron a los pueblos fumigados, a los trabajadores intoxicados, a las escuelas bañadas en agrotóxicos, a los habitantes de zonas desmontadas y deforestadas para el avance de monocultivos con los métodos más dañinos para el suelo.

Pero hay algo más que Grobocopatel no dice: en este caso el cereal transgénico no se produce como forraje de ganado, sino para consumo humano. Es precisamente uno de los límites que enfrenta el trigo HB4 para su comercialización: el mercado triguero mira con reservas la introducción de este cereal genéticamente modificado. Consultado por La Izquierda Diario, el Dr. en Ciencias Biológicas Santiago Benítez Vieyra, integrante del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Conicet-UNC), sostiene “el principal límite hasta ahora no había sido una razón basada en estudios de salud pública, sino una comercial: los principales socios de Argentina en la exportación de trigo no aceptaban el trigo transgénico para consumo humano”. Y advierte: “A diferencia de la soja, cuyo destino principal es un forraje para la alimentación de animales, el trigo es para la alimentación de personas, es decir, que vamos a estar alimentando gente con harinas que pueden retener trazas de agroquímicos que se utilicen en la producción de este trigo”.

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Pero negocios son negocios. Los nuevos vientos de la ultraderecha con Bolsonaro en Brasil podrían abrir la puerta al trigo modificado genéticamente en Argentina. Al respecto, Benítez Vieyra explica que “Brasil absorbe el 80 % de las exportaciones de trigo, pero hay que decir que los otros países a los que Argentina exporta no aceptan ese tipo de transgénicos para alimentación humana, por ejemplo Chile, que prohíbe estrictamente todo tipo de transgénicos para alimentación. Habría un riesgo. Incluso ha habido casos de cargamentos exportados de Argentina que ya estaban contaminados con transgénicos, aparentemente introducidos ilegalmente, y que han sido rechazados en los puertos de destino en Asia”.

“No se encuentran reparos para la aprobación con destino a consumo humano y animal de los eventos de transformación antes mencionados”, dice la resolución de la cartera de Basterra antes de mencionar todos los beneficios productivos. Para Benítez Vieyra, es claro que el motivo excluyente para esta larga trayectoria en la búsqueda de legalización del HB4 era comercial. “No involucra ningún aspecto sanitario ni ecológico. Tenemos un trigo que es resistente a la sequía, según dicen, lo que aumentaría los rindes en esas condiciones, y al glufosinato de amonio, que es un herbicida que se está usando mucho ahora en reemplazo del glifosato, que después de décadas de uso intensivo pierde efectividad por la aparición de resistencia en malezas”.

Otra de las innegables consecuencias de la entrada en vigor de la producción de este trigo transgénico será la expansión de los cultivos en zonas que padecen estrés hídrico. “Estas características que tiene implican que se va a extender la zona en que es posible hacer trigo, por un lado, y tendremos una nueva lluvia de agrotóxicos que se van a desparramar por las poblaciones que están cerca”, advierte Benítez Vieyra.

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“Argentina ya fue punta de lanza de la introducción de la soja transgénica, que finalmente se introdujo en Uruguay, Paraguay y Brasil de manera primero ilegal y después legalizada”, cuenta el investigador del Conicet. “Lo que se llaman las ‘repúblicas unidas de la soja’ empezó por acá. En realidad esta gente no solo contempla que el cambio en Brasil lleva a aprobar el trigo legalmente, sino que sencillamente piensa que un cambio a gran escala en la producción de trigo de Argentina va a llevar a que, sea legal o ilegalmente, esto se expanda por toda la región”.

El Ministerio de la Ciencia Empresarial

Para el biólogo Benítez Vieyra, las raíces profundas detrás de esta novedad tienen que ver con la necesidad de los capitalistas de apropiarse de parte de la renta agraria a partir del desarrollo de todo un paquete tecnológico. “La producción de semillas ha estado tradicionalmente en manos de los propios productores agropecuarios, pero esta tiene el problema de que implica la producción de un ser vivo que puede reproducirse. Entonces la biotecnología se desarrolló como manera de retener la propiedad sobre esos seres vivos y de esa manera apropiarse de parte de la renta agraria por estas grandes compañías que te venden el paquete tecnológico y finalmente la semilla”.

Mientras trabajadoras y trabajadores de la ciencia se organizan para luchar contra el ajuste y los magros salarios, la ciencia empresaria usa al sector público como laboratorio para sus propios desarrollos. “Esta es otra muestra de que, en medio de un tremendo ajuste en la ciencia nacional, en el presupuesto del Conicet y las ridículas paritarias del 7 % que han otorgado de aumento, más un extra del 10 % (en el caso de los investigadores solamente), ciencia se sigue haciendo, pero ¿qué tipo de ciencia? Es la ciencia vinculada al negocio, los grandes empresarios como Hugo Sigman, que también es accionista de Bioceres. Toda esta gente que promueve un modelo para su propio beneficio y que básicamente se ha apropiado del sistema científico nacional, que les funciona como un sistema de investigación y desarrollo para su propio beneficio”, cuestiona el biólogo del Conicet.

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Prometieron expropiación de Vicentin y nada. Prometieron soberanía alimentaria y continúan profundizando el modelo del Consejo Agroindustrial Argentino. Prometieron agroecología y dieron premios a los sojeros y aprobaron el trigo transgénico a pedido de los Grobocopatel y los Sigman. Mientras tanto, siguen los desmontes, la deforestación, las fumigaciones con agrotóxicos, las quemas. Próximamente, más veneno en tu mesa.