La iniciativa genera un gran apoyo en el llamado “socialismo millennial”, sin embargo, un cambio radical como el que es necesario no puede darse de la mano de la clase dominante.
Martes 26 de marzo de 2019 19:35
Desde febrero la congresista Ocasio-Cortez del DSA (Democratic Socialist of America) puso en la agenda pública una serie de iniciativas frente a la crisis generada por el cambio climático, declarada por los científicos como la mayor amenaza a la que haya estado expuesta la humanidad.
La iniciativa, conocida como el Green New Deal, genera gran apoyo entre los sectores de jóvenes que están surgiendo al activismo político dentro del fenómeno llamado “socialismo millennial” a partir de la candidatura presidencial de Berni Sanders. Esta ley propone pasar al 100 % de energía renovable, avanzar hacia la eliminación de las emisiones gases de efecto invernadero, protección social, cierta intervención estatal en la industria, construir una infraestructura para mitigar el aumento del nivel de mar y los efectos de la mayor frecuencia de sequías, heladas, inundaciones, huracanes etc. producto del cambio climático.
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Una demanda legítima
De acuerdo con una encuesta realizada por Navigator Research, más de la la mitad de los estadounidenses apoyan financiar la propuesta de Alexandria Ocasio-Cortez con un impuesto del 70 % a los ingresos individuales que superen los US$ 10 millones (actualmente el impuesto a la categoría más alta es de 37 %). Esta medida contaría con el apoyo de un 39 % entre los votantes identificados con los republicanos, el 73 % de los demócratas apoyan y el 47 % de los independientes.
Al mismo tiempo, en 80 países del mundo distintos grupos de jóvenes convocan a la movilización de “Viernes por el futuro”, para visibilizar el problema y exigir soluciones. Estos anuncios intentan canalizar las legítimas aspiraciones de las jóvenes generaciones para actuar ante el mayor fenómeno que condicionará a la humanidad a partir de este siglo. Sin embargo no se propone aplicar este impuesto a las corporaciones, el lugar donde está realmente el capital, ni plantea hacer pagar por la crisis a quienes acumularon los beneficios durante más de un siglo de economía basada en fósiles, quienes nos llevaron realmente a esta crisis planetaria. Aun existiendo esta alza propuesta sobre los ingresos personales representaría un ínfimo aumento de la recaudación total, ya que con o sin impuestos de hasta el 90 % (como en el New Deal original), siempre osciló entre un 7 % y 9 % de PBI, incluso hasta hoy en día.
El gran capital acumulado durante décadas que se podría volcar a un verdadero plan masivo ambiental de mitigación y remediación no está a nombre de individuos sino que está en las grandes corporaciones. Sin embargo, aún en el New Deal original el impuesto a ellas solo llegó a un 38 % promedio, representando entonces un 7 % del PBI. Hoy el impuesto corporativo representa alrededor de un 1 % del PBI, no tanto por las rebajas constantes de impuestos que vienen teniendo desde hace 50 años como por la deslocalización de empresas más grandes hacia países con impuestos y salarios más baratos.
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Keynesianismo verde…
La ley propuesta Ocasio-Cortez busca convocar a políticos, académicos, al sector privado y a la sociedad civil para preparar el plan general de seguridad social y el apoyo a las “empresas verdes”, además de reanimar la economía, evocando las medidas tomadas a inicios de la gran depresión y luego durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, la salida de la gran depresión y la reactivación del capitalismo no fue gracias a un tibio intervencionismo estatal ni a “pagar para hacer pozos y pagar para que otros los tape”, sino a fabricar masivamente mercancías de alto valor que serían destruidas al poco tiempo. Durante esos años el gobierno fue el responsable de administrar los precios, salarios y el abastecimiento para la guerra. Para 1945 un 25 % de la industria estaba ligada al estado de guerra, orientado a realizar la mayor matanza que la humanidad haya visto hasta ese momento. Tan solo en esos cuatro años se fabricaron 90 mil tanques, 320 mil aviones, 2700 buques de carga y millones de fusiles, municiones, etc, que sirvieron tanto para volver a llenar el bolsillo de los capitalistas locales como para destruir literalmente a las empresas de la competencia en el extranjero.
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…o independencia de clase
Además de seguir glorificando la guerra interimperialista y de avalar las actuales intervenciones en diversos países como en Venezuela, el “socialismo democrático” en cuestión busca conciliar la ganancia de una ínfima minoría que debe ser constante, creciente e infinita para que el capitalismo funcione, con los intereses vitales de millones trabajadores del presente y de las generaciones futuras, algo que no tiene nada de democrático ni de socialista, ni tampoco de “sustentable”.
Los trabajadores del todo el mundo no debemos olvidar que la propia clase empresaria de EEUU y su gobierno, a lo largo de todo el siglo XX, se ocupó de intervenir y apoyar golpes de estado en contra de todo gobierno que intentara realizar tibias reformas al capitalismo, así como a los que planteaban cambios más radicales como la socialización de las grandes empresas y la puesta bajo gestión democrática de sus trabajadores y usuarios.
Es decir, un cambio radical como el que es necesario para afrontar la era de los grandes cambios climáticos no puede darse de la mano de la clase dominante como propone Ocasio-Cortez sino contra ella, y mucho menos pacíficamente vía electoral. Estamos hablando de ir contra una clase que sigue cometiendo en todo el mundo crímenes contra los derechos humanos, la salud pública, el medioambiente, incluso contra la propia “democracia” tan solo para proteger sus bolsillos.
Un partido para vencer
Según Florent Marcelleci, el PIB mundial tendría que disminuir más de un 3 % anual, un 77 % entre hoy y 2050, para no superar el aumento de 2 °C global. Los analistas estadounidenses Fred Magdoff y John Bellamy Foster sostienen que el dilema entre crisis social o crisis ambiental se da en el capitalismo, ya que este necesita crecimiento y este lleva al desastre climático, en contraposición a una economía en manos de la gestión y planificación en beneficio de trabajadores y consumidores que apunte a cerrar la brecha metabólica y el establecimiento de un nuevo equilibrio entre sociedad y naturaleza como lo planteó Marx.
Una organización política con objetivos de tal magnitud debe tener influencia en sindicatos, organizaciones estudiantiles, de mujeres, basado en la unidad de todos los sectores de explotados y oprimidos que los trabajadores tengan independencia política de cualquier bando empresario, por más “progresista” o “anti neoliberal” que sea: su necesidad de ganancias constante va en contra de cualquier planificación y reconversión acelerada de la economía que es necesaria para no sucumbir en la era del cambio climático. Por esto es necesario cambiar las relaciones de propiedad, pero antes hay que organizar al sujeto político que realice estas tareas que tendrá la resistencia tanto de los propietarios de los grandes medios de producción, así como de su aparato judicial, político, económico, mediático y sobre todo, el represivo.
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