A días de cumplirse los 43 años del golpe genocida, un breve repaso por los orígenes del grupo empresario. El comienzo de los negocios con Onganía, su crecimiento exponencial a partir del golpe del ’76 y la estatización de la deuda con Cavallo.
Celeste Vazquez @celvazquez1
Miércoles 20 de marzo de 2019 21:00
Ilustración: Mar Ned *Enfoque Rojo
"Es un delito lo que hizo mi padre, él era parte de un sistema extorsivo del kirchnerismo en el que para trabajar había que pagar", le dijo Mauricio Macri a Luis Majul hace unos días.
En el marco de la peor crisis política y económica que atraviesa el Gobierno nacional, el “sincericidio” presidencial puede ser leído en clave electoral con dos objetivos: inculpar a su padre para tomar distancia del escándalo y acotar a un período histórico en particular (los mandatos kirchneristas) el sistema delictivo al que hizo referencia. Dos grandes mentiras.
Por un lado, porque el propio presidente fue uno de las accionistas y máximos responsables de varias de las empresas del holding familiar (como Socma e Iecsa) durante los años en que presuntamente habría funcionado dicho mecanismo.
Por otro lado, porque el grupo económico de Franco Macri y sus hijos, incluido el presidente, tiene una larga trayectoria en enriquecerse haciendo negociados con el Estado. Modus operandi que inauguró con la dictadura de Juan Carlos Onganía en 1966 y que creció exponencialmente a partir del golpe del ’76.
Macri y Onganía
Franco Macri fue nieto de un ministro de Obras Públicas del gobierno del dictador italiano Benito Mussolini (1922-1943). En 1949, con 18 años, llegó a Argentina junto a sus hermanos para reencontrarse con su padre.
Hábil para los negocios y para establecer relaciones, al poco tiempo de llegar se casó con la hija de una familia de la aristocracia agrícola de Tandil, los Blanco Villegas, lo que le permitió ingresar a un nuevo mundo.
Durante el gobierno militar de Onganía se inició en lo que luego sería su especialidad: realizar millonarios negocios a expensas del Estado. Asociado con su familia política, comenzó haciendo negocios ganaderos ligados a la exportación de carne, facilitados por el Estado, que decidió transferir este monopolio a una empresa mixta entre el Estado y su familia.
Pero rápidamente encontró otra veta que le reportaría más ganancias: convertirse en contratista del Estado.
Durante la década del 60 se fundó Impresit-Sideco, la asociación entre Macri y la empresa constructora de Fiat. A través de ella se construyó la primera central nuclear argentina y de América del Sur. A partir de relaciones con varios funcionarios y amigos de la dictadura militar, Macri logró tener incidencia en las decisiones de la Comisión de Energía Atómica (CNEA) y se quedó así con varias de las licitaciones para el diseño de plantas industriales, eléctricas, puertos, viviendas y distintos tipos de obras.
Con la llegada del gobierno de Perón su suerte no cambió, sus socios lograron una afinidad especial con José López Rega, lo que le permitió quedarse con licitaciones para la construcción de viviendas. Entre los años 1973 y 1976, el grupo Macri creció considerablemente, creando varias empresas y expandiéndose a otras áreas como los bancos.
Patria Contratista, golpe del 76 y estatización de la deuda por Cavallo
En 1975, un año antes del golpe del ‘76, se empezó a utilizar el concepto de “patria contratista” para definir a un grupo de poderosas empresas proveedoras del Estado que crearon un sistema para hacer negociados a gran escala con la obra pública, convirtiéndose en un sector prebendario del Estado. Dos de sus fundadores fueron los grupos Roggio y Macri.
En enero de 1976, Franco Macri presentó en sociedad con bombos y platillos al holding Socma, que será un gran beneficiario de importantes licitaciones durante la dictadura, entre ellas: la represa Yaciretá, la construcción del puente Misiones-Encarnación, la central termoeléctrica de Río Tercero y de Luján de Cuyo, la recolección de residuos de la Ciudad de Buenos Aires, mediante la creación de Manliba, entre otras. Durante esa época compra Fiat, esta venta terminó siendo un acuerdo para llevar adelante el cierre de plantas y despidos.
Pero lo mejor aún estaba por venir: la estatización de la deuda decretada en 1982, cuando Domingo Cavallo estaba al frente del Banco Central. Fiat-Sevel y Socma fueron 2 de las empresas beneficiadas. El mecanismo incluía, además de la trasformación en deuda pública de sectores privados, la generación de un sistema utilizado por los empresarios para fraguar autopréstamos. La estatización de la deuda del grupo fue por 170 millones de dólares.
En 1973, el clan Macri era propietario de 7 empresas, finalizada la dictadura esa suma ascendía a 47.
El monstruoso incremento patrimonial del grupo Macri deja a las claras la estrecha vinculación del sector empresarial con los militares genocidas. La clase empresarial, jugó un rol activo en la planificación y ejecución del golpe del ‘76. No lo avalaron, ni apoyaron. Lo organizaron y formaron parte porque su objetivo era frenar el ascenso obrero y popular que cuestionaba el poder de los capitalistas y sus ganancias, gestado a partir del Cordobazo en el 69. Porque su objetivo era someter a los trabajadores para aumentar las tasas de ganancias, atacando las condiciones laborales y aumentando los ritmos de explotación para elevar la productividad. Fueron parte de ese genocidio de clase porque gracias a eso existen sus fortunas, como el caso de Macri.
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Por supuesto que hubo empresarios que fueron mucha más allá que el clan Macri. Uno de los casos más conocidos es el de la automotriz Ford, de la zona de Pacheco, en cuya planta funcionaba un centro clandestino de detención.
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Los Macri son dignos representantes de la clase social a la que pertenecen. Una clase social que no dudó en manchar sus manos con sangre obrera para amasar sus fortunas.