La pandemia del coronavirus ha demostrado el rol fundamental que tienen las telecomunicaciones en el mundo entero. Sin embargo también ha dejado ver las enormes diferencias para acceder a las mismas. Mientras estén gestionadas por monopolios no podrán cumplir un rol universal. A su vez, los trabajadores del sector tienen en sus manos un arma poderosa. Una reflexión en nuestro día.
Jueves 18 de marzo de 2021 19:18
El impacto que provocó en la vida de millones de personas en todo el mundo la pandemia del coronavirus puso en evidencia el rol hegemónico y estratégico que tienen las telecomunicaciones. Pero también vimos las limitaciones para acceder a ellas, en especial en los sectores más precarizados de la clase obrera.
Internet, a través de sus aplicaciones: Facebook, whatsapp, telegram, instagram entre cientos de redes sociales alimenta una telaraña fantástica de híper conectividad. Un entramado de redes que ayudan a desarrollar las ganancias capitalistas pero también a organizar manifestaciones sociales y políticas de distinto tipo. Por este último motivo, y porque las comunicaciones son un servicio esencial para las masas, es que no pueden estar en manos de los empresarios.
Un poco de historia
La nacionalización de los teléfonos en la Argentina se produjo un 18 de marzo de 1948. Esta medida del gobierno de Perón, entre otras nacionalizaciones de servicios, respondió a una especie de pulseada en la nueva configuración mundial que se abría luego de la Segunda Guerra Mundial. El gobierno contaba con las arcas del tesoro nacional abarrotadas de divisas y tuvo la política de otorgar cierta concesión a los sectores de sindicalistas que venían reclamando mayor participación en la producción de los servicios.
Al nacionalizar las empresas de teléfonos, permitió el acceso masivo a los usuarios populares, vía un extenso tendido de redes en los años siguientes. En esta medida progresiva hay que remarcar que el gobierno no procedió nunca a expropiaciones o confiscaciones. Con una estrategia paulatina, no se avanzó inicialmente con estatizaciones completas, sino con la conformación de empresas mixtas, con un control mayoritario por parte del Estado nacional, pero conservando parte del capital privado extranjero. A la vez, se preveía la incorporación de nuevo capital nacional mediante la emisión de acciones, así como de participaciones para los trabajadores (CEPAL, 1976).
Como dice Schvarzer: “La operación se sostuvo en un proceso de convergencia de los intereses de los principales actores intervinientes: la ITT, el Gobierno nacional y el cada vez más poderoso sindicato de la empresa. La ITT ya se mostraba interesada en desprenderse de la operadora, dadas las mayores exigencias económicas y operativas, debido al refuerzo del control tarifario y a las crecientes dificultades para el mantenimiento, prestación y expansión del servicio, que enfrentaba cada vez más demanda insatisfecha. Lo que había generado un clima de protesta social contra la empresa, coincidente con quejas similares hacia otras compañías privadas de servicios públicos en la época. A la vez, enfrenta un duro conflicto con la organización gremial, un sindicato que de la mano del control de la empresa sobre el sector había tomado cada vez más fuerza sectorial pero también política, y que había pasado a reclamar por la nacionalización del servicio.”
¿Y ahora qué?
Hoy, a 31 años de la privatización de ENTel (Empresa Nacional de Telecomunicaciones) bajo el gobierno peronista de Menem, y visto el grado amplísimo del desarrollo de las telecomunicaciones sobre todo en el último año de pandemia, cobra mucha importancia repensar su rol estratégico y al servicio de quién están.
Las mega fusiones de holdings de las telecomunicaciones (por ejemplo Cablevisión y Telecom) tienden a establecer un servicio altamente caro y de baja calidad, debido a la concentración cada vez mayor de las empresas en manos privadas y la baja inversión a largo plazo. De manera que resulta en un servicio ineficiente, y de acceso reducido a un sector de la población mientras los usuarios de menores ingresos están excluidos por sus elevadas tarifas.
El día del trabajador telefónico
El 18 de marzo quedó establecido como el día del trabajador telefónico. Sin embargo, será completo cuando los trabajadores encontremos en esta conmemoración un debate junto con los usuarios populares, sobre las telecomunicaciones y podamos tomar decisiones sobre su destino. Por ejemplo, líneas y conectividad gratuitas para que puedan estudiar todos y todas las niñas sin limitaciones.
Con este objetivo, la agrupación Violeta (PTS e independientes), desde nuestra creación hace más de 20 años, planteamos como tarea fundamental que la clase obrera tiene que pelear por la reestatización de las telecomunicaciones sin indemnización a las empresas . Esta reestatización no puede ser una simple nacionalización del servicio. Sino que debe estar bajo la administración de los trabajadores de las telecomunicaciones y los usuarios populares para que cumplan una verdadera función social. Para que las comunicaciones estén vinculadas a las necesidades de los sectores populares, brindando un servicio con todos los avances tecnológicos. Y es posible realizarlo a través de comités de usuarios y trabajadores que controlen su buen funcionamiento.