A propósito del ataque contra Hebe de Bonafini, el escritor y periodista Miguel Bonasso escribió en su cuenta de Facebook sus opiniones sobre estos hechos.
Sábado 6 de agosto de 2016
Con la autorización del autor, La Izquierda Diario reproduce su publicación.
No la arrestan por aquello que algunos le criticamos: como el abrazo con el general Milani; la quieren arrestar por ser un símbolo de la resistencia popular a la dictadura militar y eso no hay que permitirlo.
Este país no puede estar sojuzgado de manera bestial y autoritaria por personajes inferiores como el jefe de gabinete Marcos Peña o su jefe el Presidente, que no construyeron su poder por virtudes cívicas de las que carecen, sino montados sobre la legítima condena de los ciudadanos a la corrupción kirchnerista.
Hay que repetir una y otra vez que es imprescindible la división de poderes y una justicia realmente independiente del Ejecutivo. El juez que dio la orden de arresto es el mismo Marcelo Martínez de Giorgi que se pasó por la entrepierna la denuncia que hicimos varios parlamentarios contra Cristina Kirchner y José Luis Gioja, por tráfico de influencias en favor de la Barrick Gold. Un típico burócrata de Comodoro Py que hace lo que le ordenan de arriba.
Un pusilánime que ni siquiera nos citó a ver si ratificábamos nuestra denuncia sobre el vínculo perverso entre el poder político y la megaminería. Pero, claro, los ingenuos éramos nosotros: ¿cómo se iba a meter con la Señora cuando la Señora tenía el 54 por ciento de los votos?
Estos gobernantes fashion que pegan tarifazos superiores al mil por ciento y se arrodillan frente a los fondos buitres no tienen autoridad moral ni política para meterse con lo mejor que tuvo esta sociedad durante la dictadura, que fueron las Madres de Plaza de Mayo. Cuando muchos varones prudentes se ocultaban debajo de la cama, cuando muchos politiqueros decían “hay que hacer la plancha”, ellas y sus hijos, los militantes masacrados que las Madres levantaban, fueron el último reducto de dignidad en medio de una sociedad aterrada.
No me llevo bien con Bonafini desde hace muchos años; la he criticado duramente en libros y artículos, pero creo que hay que rescatarla de estos burócratas judiciales que se hacen los machos cuando se los ordena el poder de turno.
Estemos atentos ante atropellos como este: si el gobierno y sus magistrados chupamedias van a regodearse en el revanchismo antipopular, como lo hizo la “Libertadora” en el 55, el Onganiato en el 66 y Videla en el 76, nos esperan momentos muy cruentos y terribles. Atropellando símbolos históricos no van a lograr la “pacificación” y “reconciliación” que proclaman mientras agreden y persiguen judicialmente.
La parcialidad de este gobierno es evidente: mientras mandan genocidas a sus casas porque son octogenarios, no tienen la elegancia de enviar al juez a la casa de una mujer de 88 años, como lo autoriza de manera expresa la ley: los mayores de setenta años tienen derecho a declarar en su casa y no necesariamente en sede judicial.
Mientras genocidas, represores y enemigos violentos de la democracia como el golpista Aldo Rico pueden desfilar frente al Presidente, al símbolo histórico de la resistencia a la dictadura se le manda la policía para detenerla. Esta parcialidad, de neta raigambre gorila y elitista, va a lograr exactamente lo contrario de lo que predica: una sociedad cada vez más dividida y violenta. A lo mejor es lo que buscan. A lo mejor preparan una escalada represiva que acompañe la escalada económica antipopular que ya se está haciendo insoportable.
Por eso es necesario, imprescindible, que las fuerzas populares trasciendan la politiquería que nos anega y se unan, no en torno a caudillitos inventados por los Durán Barba de siempre, sino a principios irrevocables de justicia social, de independencia económica y de respeto a las libertades públicas.