La ultraderecha del Front National se perfila como ganador de las elecciones departamentales del domingo que viene, pero el problema central para la “República” francesa es que la abstención será mayor al 50%. El PS advierte que viene el lobo, y algunos diarios le dan una mano en la cruzada republicana.
Domingo 15 de marzo de 2015 09:56
Le Monde titula su editorial del domingo “Movilizarse contra el Front National” . Su preocupación central es la pérdida del espíritu de la Unidad Nacional conseguida luego de los atentados de Charlie Hebdo. Para este diario hay que movilizar a “esos millones de franceses apegados a los valores de la república que comulgaron en la calles de París a principios de enero” porque “el Front National amenaza con imponerse como la fuerza dominante de la escena política francesa”. Esta movilización no es, desde ya, en las calles, sino en las urnas. Y poco importa a quienes voten, solo que no lo hagan por el FN.
Para Le monde hay que empezar un “triple combate : Semántico porque el FN usurpa la laicidad para combatir el Islam. Político porque su programa es muy riesgoso ya que en los departamentos “El FN quiere ser un modelo de virtud presupuestaria, para recortar los gastos sociales, el apoyo a las asociaciones y los gastos de funcionamiento” . Nacionalmente “critica toda política de rigor y predica la salida del euro y el repliegue detrás de las fronteras nacionales” . Por último, un combate ideológico, porque “más allá de que se camuflen y lo nieguen, el FN sigue siendo un partido de ultraderecha”.
Estas críticas son ciertas. Pero lo que no dicen es que más allá de la política nacionalista, tanto la derecha del UMP, como la “centro-izquierda” del PS, en poco se diferencian. Ambos utilizan la laicidad para atacar y estigmatizar a los musulmanes. Ambos, a nivel local y nacional, recortan gastos sociales. Si el FN sube en las encuestas es gracias a las políticas antipopulares de los gobiernos sucesivos. El FN simplemente aprovecha el descontento.
Por su parte Le Parisien planteaba el jueves en “El gusto de la democracia” que “Es el partido que progresa […] y que podrá batir récords en las próximas elecciones. Este partido no es el FN. Es el partido de los abstencionistas” Por eso, el gobierno en vez de oponerse al FN, debería tener una política hacia “los que abandonaron el camino de los urnas. Habría que tener ideas nuevas para volver a darle gusto a la democracia”
¿Cuáles son esas políticas? Nada dicen. Sin embargo avanzan una idea, que no es nada menos que el título principal de la edición del jueves. “¿El voto obligatorio puede permitir acabar con esta hemorragia electoral?” Todo indica que para Le Parisien la respuesta es sí. Linda forma de darle gusto a la democracia, de “convencer” a los franceses de ir a votar.
El diario económico Les echos, en su edición del viernes, ve con preocupación el fin de la cruzada reformadora del gobierno. En “La tentación inmóvil” plantean que “Para tranquilizar a su ala izquierda a dos años de las elecciones presidenciales, François Hollande se ve obligado a levantar el pie del acelerador de las reformas económicas”. Para este diario no importan las consecuencias sociales. Lo que piden es que Hollande ponga en juego todo su capital político para aumentar las ganancias capitalistas. “Son los ’revoltosos’ los que ganaron”. Y esto porque no hay nuevas reformas. Poco importa que el gobierno haya tenido que recurrir al equivalente del decreto de necesidad y urgencia para aprobar las últimas reformas, poco importa que el gobierno vaya a perder estas elecciones departamentales y se preocupe de no perder las presidenciales. Le piden un último esfuerzo, un sacrificio por la santa ganancia. ¿Qué reformas hacen falta? Poco dicen, lo que importa es seguir reformando, y apoyan así las intenciones del ministro de Economía Emmanuel Macron.
Los que sí tienen una idea del próximo paso, son los periodistas de Le Figaro. En una editorial centrada sobre la reforma de la salud, “la reforma placebo”, plantean “Mientras inflige una reforma placebo a algunos chivos expiatorios, el gobierno se abstiene con prolijidad de tocar siquiera un pelo a la única profesión que vale la pena realmente reformar : La función pública”. Y acá está el mal de todos los males : La gran cantidad de empleados públicos, que con sus conquistas y sus condiciones de trabajo impiden que la lógica privada de eficiencia capitalista pueda reducir el gasto público.