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Red Internacional
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Análisis. El impacto del triunfo de Trump en Brasil

Reproducimos a continuación la traducción de un artículo publicado en Ideias de Esquerda, semanario de teoría y política del sitio Esquerda Diário, parte de la Red Internacional La Izquierda Diario en Brasil.

Lunes 11 de noviembre 13:50

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Trump apenas había terminado de alcanzar los 270 delegados que le garantizarían un regreso a la Casa Blanca, cuando comenzaron a surgir las primeras señales de impacto en Brasil. Los sismógrafos registraron en un tiempo récord las ondas provocadas por la sacudida en el corazón del imperio.

No es de extrañar. La elección de Trump tiene impactos incalculables y ni siquiera los analistas más hábiles pueden predecir todas sus consecuencias. Lo que ya se puede decir es que estamos ante una grave crisis de las democracias liberales, capaz de transformar la doctrina de Fukuyama en una pieza de museo.

Aquí, los primeros impactos son evidentes en diferentes niveles. Empecemos por la economía. Apenas como se publicaron los resultados, varios periodistas publicaron sus columnas pidiendo recortes de gastos más fuertes, por “prudencia”, por supuesto.

Recordando los movimientos meticulosamente entrenados de las competiciones de natación sincronizada, el Comité de Política Monetaria (Copom) ya anticipó un aumento de las tasas de interés del 0,5%. Al fin y al cabo, ante cualquier incertidumbre, es mejor garantizar unos cuantos miles de millones más a los acreedores de la deuda pública.

Estas son señales económicas cíclicas, pero indican algo: la presión para realizar ajustes más duros. Lula ya tenía un plan de recorte sobre su escritorio antes de los resultados que llegaban del norte. Incluso el dólar, que abrió al alza, retrocedió bruscamente después de que el Planalto [sede del Ejecutivo, NdT] confirmara que se producirían tales recortes.

En el Banco Central, la subida de tipos de interés tampoco empezó ahora, y en este momento cuenta con el visto bueno de Gabriel Galípolo [Director de política monetaria del Banco Central, NdT], designado por Lula para presidir el banco en 2025.

Pero todas estas medidas siguen siendo algo marginal para la economía nacional. La profundidad del impacto del triunfo de Trump aún están por verse. La agresividad de la guerra comercial y los impactos del llamado “aislacionismo económico” de Trump pueden generar efectos de diversa índole, como mayores dificultades en las cadenas de suministro internacionales y, en consecuencia, mayor presión inflacionaria, solo por nombrar algunos ejemplos.

En la intersección entre el debate económico y político, la derrota de los demócratas aparece como una severa advertencia a Lula y al PT en relación a sus planes para 2026. Mientras el gobierno celebra el sorprendente crecimiento del PIB, muchos han recordado la famosa frase de Maria da Conceição Tavares: "El PIB no se puede comer".

En otras palabras, los índices económicos que el gobierno publica como grandes noticias no necesariamente tienen un impacto en la percepción que la gente tiene de la situación económica.

En Estados Unidos incluso ha surgido un neologismo para describir este fenómeno: “vibecesión” [en castellano sería algo como vibracesión, la percepción de un pesimismo generalizado en la economía más allá de los datos y números reales, NdT]. No tenía sentido que Biden celebrara el control de la inflación si los precios se mantenían muy altos. Tampoco fue eficaz celebrar las tasas de crecimiento mientras la concentración del ingreso seguía aumentando. Para grandes contingentes en Estados Unidos, la percepción era que la economía no iba bien y podía empeorar.

Según datos de la plataforma World Income Database, dirigida por el economista francés Thomas Piketty, desde el primer mandato de Trump, la desigualdad social en EE.UU. ha crecido de manera constante. Mientras que el 1% más rico se apropiaba de más del 20% de la renta, y el 10% más rico de casi el 50%, la mitad inferior de la pirámide social recibía sólo el 13,4% de la renta nacional.

Al igual que en Estados Unidos, en Brasil una gran parte de la población no nota mejoras en la economía. En septiembre, Quaest demostró que ha aumentado el porcentaje de personas que creen que la economía empeorará el próximo año. Ahora, el 41% piensa eso mientras que el 33% cree que habrá una mejora.

Por lo tanto, dentro del propio gobierno es probable que se intensifiquen mayores disputas. Aunque nadie quiere ir en contra de los intereses del capital financiero, la dosificación de recortes y ajustes siempre estará sujeta a esta discusión. Se trata de una situación delicada, en la que la austeridad podría significar la pérdida de posibilidades de reelección, mientras que la falta de austeridad podría significar la pérdida del apoyo de importantes sectores de las clases dominantes.

Desde el punto de vista de la oposición de derecha, la presencia de Eduardo Bolsonaro en la celebración republicana reveló lo obvio. La extrema derecha brasileña, y el clan Bolsonaro en particular, están alborotados por el triunfo de su amo, y no sin razón. La elección de Trump renueva la fuerza moral de una extrema derecha que venía enfrentando importantes reveses a nivel nacional, aunque logró algunos triunfos en las elecciones municipales.

Bolsonaro envió inmediatamente su mensaje de servilismo en una entrevista con Folha. Declaró que reconoce su papel y que su importancia para Trump es comparable a la de Paraguay para Brasil. De esta analogía se deduce que se considera pequeño, aunque con cierta relevancia.

En la misma entrevista, Bolsonaro emitió señales sin precedentes, que van más allá del mero servilismo. Al ser consultado sobre errores en su mandato, afirmó que debió elegir a un político como ministro de la Casa Civil [jefatura de Gabinete, NdT]. Por si fuera poco, sugirió a Temer como posible vicepresidente [ante un nuevo mandato, ya que Bolsonaro está confiado de que Trump intercederá para su rehabilitación política para poder presentarse en las elecciones de 2026, NdT], lo que fue rápidamente desmentido por el propio Temer, quien calificó la información de “muy extraña”.

Aquí es importante descifrar el contenido oculto, aunque bastante explícito. Quien ocupó la Casa Civil durante su mandato, sin ser precisamente un político, no fue otro que el general Braga Netto. Vale recordar que, poco antes de asumir el ministerio, el general ocupaba el cargo de comandante del Estado Mayor.

Además, después de acostumbrar a su entorno a la práctica de nombrar siempre a un general como vicepresidente -primero Mourão y luego Braga Netto-, llama la atención que Bolsonaro ahora quiera anunciar su deseo de contar con un colega con las características de Temer: un conocedor natural de los pasillos más oscuros del régimen político: reconocido por sus habilidades en negociaciones y acuerdos, con quien sea. Más que la verdad de los hechos, lo que le importaba a Bolsonaro eran esas credenciales.

Y, como si fuera poco, Bolsonaro admitió que fue muy impetuoso en su relación con la prensa, a la que él mismo eligió como uno de sus mayores enemigos.

Para dejarlo claro, Bolsonaro no se limitó a utilizar medias palabras, sino que envió una serie de mensajes. En el fondo, quiso presentarse como una figura reformada: sin generales, sin estallidos, dispuesto a negociar con las alas del régimen y más comedido con algunos oponentes. En otras palabras, un Bolsonaro más institucionalizado.

El distanciamiento de los militares es sorprendente y nuevo. Esta podría ser otra consecuencia de los efectos del 8 de enero de 2023 [asalto al las sedes de los poderes en Brasilia por parte de seguidores de Bolsonaro y con la ayuda de parte de las fuerzas represivas, NdT]. Las Fuerzas Armadas se encontraron demasiado comprometidas con estas acciones, lo que generó un problema de Estado. Alejarse de Bolsonaro puede formar parte de los acuerdos con el poder judicial para liberar al generalato de mayores consecuencias, además de la búsqueda de reconstruir un mayor nivel de legitimidad social.

Anticipando una marea más favorable a sus planes, Bolsonaro quiere enviar un mensaje a sus oponentes: si se lo rehabilita para participar de elecciones, no será el mismo agitador de antes. Sin embargo, convertir las palabras en acciones es otra cuestión, y nadie puede garantizar que actuará así en un nuevo mandato. Mutatis mutandis, lo que parece pretender es eliminar obstáculos para facilitar el restablecimiento de puentes dentro del régimen político.

Que Trump dé prioridad al apoyo a la rehabilitación electoral de Bolsonaro dependerá de factores complejos. Los problemas geopolíticos que enfrentará Trump son muchos y, por tanto, sus prioridades no necesariamente estarán centradas en Bolsonaro. El conflicto con China y la cuestión territorial de Taiwán, la situación en Oriente Medio con la guerra de Palestina y el Líbano, la guerra de Ucrania y los roces con Corea del Norte. Hay innumerables problemas internacionales que obviamente llamarán la atención de Trump y podrían obstaculizar el apoyo que Bolsonaro quiere recibir de él ahora.

Esto, de ninguna manera, significa que Bolsonaro esté fuera del juego. Hacia las elecciones de 2026, mucha agua pasará debajo el puente de la turbulenta política brasileña. Por un lado, con un posible deterioro del gobierno de Lula y con Tarcísio [el gobernador derechista de San Pablo que quiere ser el sucesor de Bolsonaro, NdT] manteniéndose como una figura fuerte, Bolsonaro podría terminar relegado a un nivel secundario. Por otro lado, si otra figura bien alineada con los ideales trumpistas ya no resulta viable en el escenario de 2026, Trump puede utilizar varios medios a su disposición para presionar por la rehabilitación de Bolsonaro. Elon Musk, por ejemplo, podría ser un aliado en esta misión, como ya ha demostrado su voluntad de hacerlo. Y el Supremo Tribunal Federal actuó al servicio de la política del imperialismo en sus diferentes gobiernos, desde el Lava Jato, entrenado por el Departamento de Estado norteamericano bajo Obama, hasta el golpe institucional de 2016 contra Dilma Rousseff, pasando por el arresto y proscripción de Lula en 2018 cuando Trump era presidente, a su rehabilitación electoral, pocos meses después de la elección de Biden, lo que permitió a Lula liderar el Frente Amplio con figuras neoliberales y derechistas como su vicepresidente Alckmin y la ministra de presupuesto Simone Tebet.

Para Trump, tener un gobierno totalmente alineado con sus propósitos en el país más grande del Cono Sur, después de todo, puede ser muy importante. En medio de este mar de posibilidades, no se pueden descartar nuevas figuras, como Marçal [un influencer que se presentó como outsider en las elecciones a alcalde de San Pablo obteniendo buenos resultados con una línea conservadora y de derecha, incluso cuestionando por derecha a Bolsonaro en varios aspectos, NdT], que también mostró potencial para atraer a parte de la base bolsonarista, y, por qué no, Donald Trump, al que también declaró su lealtad.

Por último, pero no menos importante, el debate sobre cómo combatir a la extrema derecha está resurgiendo con toda su fuerza en el país -y en el mundo-. Este tema ya había resurgido tras los resultados de las elecciones municipales, cuando la extrema derecha y la derecha obtuvieron una victoria significativa. La conciliación de clases del Frente Amplio encabezado por Lula demostró, una vez más, quiénes son los verdaderos beneficiarios de su composición de fuerzas.

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No hay duda de que, cuando consideramos la correlación de fuerzas producida por este conjunto de factores, observamos un claro giro hacia la derecha en la situación brasileña. La profundidad de este movimiento dependerá todavía de muchos factores, especialmente de la lucha de clases. Esto significa, de ahora en adelante, la necesidad de construir una fuerza social capaz de enfrentar a la extrema derecha, sin ninguna ilusión en variantes malmenoristas que sólo han servido para fortalecer un mal cada vez mayor para las condiciones de vida de las mayorías sociales y populares.


Danilo Paris

Profesor de Sociología e integrante de Esquerda Diário Brasil.