100 mil niños británicos fueron enviados a instituciones católicas en Australia, Canadá, Nueva Zelandia y Rhodesia (ahora Zimbabwe) bajo esquemas de migración oficiales que funcionaron hasta 1970, para forjar el Imperio Británico.
Martes 10 de noviembre de 2015
Hasta finales de 1960 el Reino Unido envió a niños de hogares humildes, orfanatos e hijos de madres solteras a una “nueva vida en Australia y otros países”. Fue una experiencia brutal para muchos, escribe Kirstie Brewer.
Durante el invierno de 1949, Pamela Smedley, de 13 años, abordó un barco a Australia con otras 27 chicas. Las monjas del hogar católico donde vivían, le habían dicho que se trataba de un viaje de un día. La realidad era que estaba siendo enviada a un orfanato en Adelaide y no vería Inglaterra otra vez durante más de tres décadas.
“Las monjas nos habían dicho que en Australia, uno podía tomar naranjas de los arboles, y yo estaba muy contenta, porque amaba las naranjas”, cuenta Pamela.
La madre de Pamela era soltera por lo que fue presionada para darla en cuidado a un hogar católico, y así fue como fue enviada al Hogar de Nazareth en Teesside.
El hogar era cruel y carente de alegría, cuenta Pamela, y recuerda que cuando la madre superiora pregunto quien quería ir a Australia, todas las niñas del hogar levantaron la mano inocentemente.
Una vez que el barco zarpo y tras un viaje de 6 semanas, las niñas se dieron cuenta de que no se trata de un viaje por el día, y en su lugar se les dijo que en Australia se encontrarían con familias que las adoptarían. La realidad es que solo harían ese viaje para ser trasladadas a nuevos orfanatos católicos donde trabajarían como esclavos y sufrirían todo tipo de abusos físicos, psíquicos y emocionales.
Pamela paso los siguientes 2 años en el hogar de Hermanas de la Misericordia de Goodwood, una imponente institución católica donde vivían alrededor de 100 niños.
Ella fue una de los 100.000 niños británicos enviados a Canadá, Australia y otros países de la Commonwealth como niños migrantes entre 1869 y 1970.
Dirigido por una asociación de organizaciones benéficas, la iglesia y los diferentes gobiernos de Gran Bretaña, los viajes a estos países se promocionaban como una vida mejor para niños procedentes de entornos pobres y hogares rotos. En realidad los esperaría una infancia cruel y llena de tristeza y soledad.
Tony tenía 2 años cuando su madre soltera lo dejo en el orfanato de Londres. Ella le dijo a las enfermeras que regresaría tan pronto como tuviera medios para poder mantenerlo, sin embargo cuando volvió su hijo había sido enviado a la otra parte del mundo. Pasaron 50 años hasta que pudieron reencontrarse.
Tenía 11 años cuando, en 1953, se embarcó rumbo a Australia, donde pasó los siguientes cinco años en Bindoon , un orfanato dirigido por los Hermanos Cristianos Católicos en el oeste de Australia,donde una Comisión Real de Australia reconoció el año pasado que los niños eran obligados a trabajar, se les proporcionaba escasa alimentación y educación y eran regularmente abusados.
“Vivíamos con el temor constante de ser abusados o maltratados. No teníamos dignidad ni autoestima. Todas las noches lloraba, y me preguntaba para merecer ese trato si yo no había hecho nada malo. Nos decían que éramos hijos de putas, la forma más baja de humanidad”, cuenta Tony.
"El programa niños migrantes fue activamente solicitado por Australia, ya que lo veían como una buena de construir una población blanca anglosajona y para darle un impulso a una economía en crecimiento, explica Gordon Lynch, Michael Ramsey Profesor de Teología Moderna en la Universidad de Kent
La gran mayoría de los niños fueron enviados a Australia con fondos del gobierno.
A su llegada a estas instituciones de la iglesia, todos los recuerdos personales de los niños - fotografías, cartas, juguetes – les fueron arrebatados y sólo se quedaron con una Biblia. Pamela recuerda que todos los niños estaban aterrorizados de la Madre Superiora, y de cómo los golpeaba con una correa, que llevaba siempre puesta y de la que colgaban varios rosarios.
La vida cotidiana en Goodwood consistía en rezar, trabajar, ir a la escuela, seguido por más trabajo, mas rezos y acostarse a dormir a las de la tarde. Lynch explica que estas instituciones eran en parte financiadas por el trabajo infantil que estos niños eran forzados a realizar.
Pamela recuerda de pasar todas sus vacaciones escolares viviendo con una familia para la que trabajo toda su estancia. “La madre de la familia me veía tan solo como mano de obra gratuita”.
A pesar de un informe realizado alrededor de 1956 por las autoridades del gobierno que hacían “inspecciones” de estos programas, que hablaba de las experiencias perturbadoras sufridas por estos ninos en diferentes países del Reino Unido, los niños continuaban siendo enviados. Según Lynch, la realidad se convirtió en "una verdad incómoda" - el Ministerio del Interior no estaban preparado para ir públicamente en contra de la Oficina de Relaciones de la Commonwealth (que estaban a cargo de los esquemas) por lo que trató de disuadir a las autoridades locales de seguir enviando niños al extranjero.
Construir el imperio británico era aun una prioridad y había además de temor de ir contra el gobierno Australiano, temor de enfrentar a la iglesia católica, explica el Profesor Lynch.
El abuso sexual fue además una dura realidad que muchos niños migrantes debieron enfrentar. Dentro o fuera de estos hogares.
Desesperada por liberarse de las garras del régimen, Pamela se casó tres días después de cumplir 18 años. En 1989 se conectó con la ONG Child Migrants Trust, quien la ayudó a reunirse con su madre Betty. Durante 40 años Betty creyó que Pamela había sido adoptada por una familia amorosa en Inglaterra.
Fuentes: BBC / THE GUARDIAN