Realmente, estamos muy contentas haber podido compartir estas presentaciones en Madrid y Barcelona con Wendy Goldman, autora de “La mujer, el Estado y la revolución”.
Ella hace una presentación excelente de su propio trabajo que se puede leer completa aquí. Pero queremos destacar lo importante que ha sido su libro para nosotras, para las compañeras de Pan y Rosas en varios países. La traducción y publicación de su libro, por primera vez al castellano, la hicieron las compañeras de Pan y Rosas en Argentina, en 2012, traducido por Celeste Murillo. Todavía no había emergido el fuerte movimiento feminista que vimos unos años después y cuando se hablaba de feminismo, la referencia más usual era el feminismo liberal. En ese momento, publicar un libro sobre esta experiencia revolucionaria de lucha por la emancipación de las mujeres, era algo bastante audaz. Y este libro era una incursión audaz en el panorama intelectual, que nos resultó muy inspirador. Su libro nos invita a imaginar creativamente nuevas soluciones para los problemas que aquejan a las mujeres y la clase trabajadora, conociendo las experiencias históricas de las generaciones que nos precedieron, como la de las mujeres y hombres que se atrevieron a tomar el cielo por asalto, en la Rusia de 1917.
Es un orgullo para nosotras poder presentar en el Estado español el libro de Wendy Goldman, un libro que fue y es imprescindible para la formación de nuestra corriente Pan y Rosas. Nuestra agrupación de mujeres socialistas revolucionarias celebra este año su décimo aniversario. Nuestros primeros años estuvieron dedicados a estudiar sobre marxismo y feminismo, en círculos de debate y formación, junto a estudiantes y trabajadoras. Y el libro de Wendy ha sido una de nuestras herramientas, como después lo ha sido Patriarcado y Capitalismo que publicamos en editorial Akal, Pan y rosas de Andrea D’Atri y otros libros de nuestras compañeras, para poder prepararnos con las armas de la crítica.
Su libro está basado en un extraordinario trabajo de investigación histórica. Permite argumentar con mucha fuerza que la revolución rusa fue el proyecto más ambicioso de emancipación de las mujeres. Este fue llevado adelante por la clase obrera de conjunto, mediante su autoorganización y con la dirección bolchevique, que tenía en su programa la lucha contra la opresión de las mujeres. Como señala en su libro, los revolucionarios y revolucionarias rusas tenían una visión de la liberación de la mujer que se basaba en cuatro principios: la unión libre, la emancipación mediante la independencia económica, la socialización del trabajo doméstico y la desaparición gradual de la unidad familiar.
Más de una década después de la publicación en castellano de su libro, hemos visto masivos movimientos de mujeres en las calles, en varios países, huelgas de mujeres, que pusieron en el foco las violencias machistas o la lucha por derechos reproductivos, que logramos conquistar, como en Argentina y otros países de América Latina. Estos han mostrado que solo podemos avanzar en nuestros derechos por la vía de la movilización y la autoorganización. En este contexto, han reaparecido nuevos y viejos debates en el movimiento feminista, diferentes estrategias políticas. En nuestro caso, participamos del movimiento como una corriente de feministas socialistas: esto es, un feminismo que pone el centro de gravedad en la lucha de clases, en las luchas de las mujeres y disidencias junto al resto de los oprimidos y explotados. Y también con una estrategia de combate contra este sistema capitalista, patriarcal, imperialista y racista, porque sabemos que ningún derecho parcial podrá estar asegurado mientras subsista esta sociedad fundada en la explotación y las opresiones.
El libro tiene una enorme actualidad. ¿Cómo es esto?, se preguntarán, si es un libro de historia que analiza una experiencia histórica que ocurrió hace 100 años. Y sin embargo, nosotras pensamos que tiene enorme actualidad. En primer lugar, porque las violencias hacia las mujeres persisten, como mostró el caso de Rubiales en el futbol español o los feminicidios que se conocen cada día. Y también porque muchos derechos, como por ejemplo los plenos derechos reproductivos, que están ligados al disfrute de la sexualidad, siguen estando pendientes en gran parte del mundo. Como le gusta decir a nuestra compañera Andrea D’Atri de Argentina, lo que atrasa 100 años es el capitalismo. Porque la revolución rusa, realizada con enormes esfuerzos por millones de trabajadoras, trabajadores y campesinos, en un país con muchos elementos de atraso, fue pionera en otorgar a las mujeres el derecho al aborto, o la igualdad plena ante la ley. Y esto ocurrió muchas décadas antes que en las supuestamente avanzadas democracias capitalistas.
Su libro sigue teniendo actualidad, porque, además, en muchos países resurgen los ataques contra los derechos de las mujeres, una reacción patriarcal contra las personas trans y LGTBI. Pero, sobre todo, este libro tiene actualidad, porque vemos todos los días que este sistema capitalista y patriarcal nos lleva a catástrofes climáticas, o situaciones de extrema precariedad para millones. Situaciones de barbarie, como vemos en Marruecos. Allí, un terremoto provoca miles de muertos, pero esto no es producto solo de un fenómeno natural, sino de la miseria planificada y sistemática a la que se somete a esos países por parte del imperialismo. Porque sus recursos y bienes comunes naturales se expolian por parte de países como España o Francia. Esa es la barbarie capitalista, en la época actual.
Su libro nos sigue resultando inspirador, también, porque recupera debates sobre la transformación radical de las formas de vida, permite pensar cómo superar la familia patriarcal, con las relaciones personas basadas en la dependencia económica y las jerarquías opresivas. Esos primeros años de la revolución fueron un verdadero laboratorio de debates y experimentación, aunque después esto fue bloqueado brutalmente por la burocracia estalinista. Esta imprimió un enorme retroceso, mediante la persecución, asesinato y liquidación de generaciones enteras de revolucionarios y revolucionarias.
Pero la contrarrevolución impuesta por el régimen de Stalin no fue la continuidad inevitable del bolchevismo, sino su negación. Stalin arrasa con gran parte de las conquistas revolucionarias, instaura la pena de muerte a partir de los doce años, la autorización de la tortura y los masivos fusilamientos que acabaron con una generación de revolucionarios y con todos los que se atrevieron a plantear su oposición al régimen. A la revolución, fue necesario oponer una contrarrevolución para que finalmente se llegara una situación tal como la descrita por Wendy Goldman en los últimos capítulos de su libro.
Allí afirma que “aunque las condiciones materiales jugaron un rol crucial en socavar la visión de los años veinte, no fueron en última instancia, responsables por su desaparición. (…). La reversión ideológica de la década de 1930 fue esencialmente política, no de naturaleza económica ni material, y llevaba la impronta de la política estalinista en otras áreas”.
Para nosotras esta idea es clave. Porque nuestra agrupación Pan y Rosas, se reivindica marxista revolucionaria y lucha contra la idea de que ese engendro histórico que fue el estalinismo, era sinónimo de socialismo. Las banderas revolucionarias quedaron manchadas, durante poco más de medio siglo, por los monstruosos crímenes del estalinismo.
Wendy cuenta también en su introducción, la importancia de recuperar los debates sobre el amor libre, ocurridos en pleno auge revolucionario, y cómo estos “volvieron” en los años sesenta y setenta. Hoy también son parte de la aspiración de muchas jóvenes, y no tan jóvenes, y su libro aporta también a abrir y ampliar estos debates.
Al mismo tiempo, el libro nos recuerda que los revolucionarios pensaban que la abolición de la familia patriarcal, como estructura que subordinaba a las mujeres, no era algo que pudiera instituirse por decreto. Era necesario, en cambio, establecer las bases para su superación. Una de estas bases, aunque no la única, era la propuesta de socializar los trabajos domésticos, arrancándolos de la esfera privada. Algo que estaba ligado a la gran tarea de avanzar en la planificación del conjunto de la economía, en base a la democracia desde abajo, para poner fin a la irracionalidad capitalista.
Volviendo a la actualidad de estos debates. Recordemos que la pandemia evidenció la profunda crisis de reproducción social, y visibilizó que gran parte de estas tareas recaen las mujeres. En especial, en las mujeres trabajadoras, las más precarias, las migrantes y racializadas. Pero, también hemos visto desde la pandemia a muchas mujeres trabajadoras encabezar luchas, huelgas y peleas por sus derechos laborales, contra las violencias sexuales en el trabajo o contra la precariedad. Y eso muestra la potencialidad de una clase trabajadora mundial que actualmente es mucho más extensa, y también más feminizada y diversa, que en la época de la revolución rusa.
Los derechos conquistados no llegan a las mayorías, y, además, siempre son cuestionados, están expuestos a retroceder. Ya vivimos aquí el retroceso del aborto de la Ley Gallardón en el 2013, vemos ahora los ataques contra las personas trans y LGTBI, el ascenso de nuevas fuerzas de la extrema derecha. Por eso, este libro de Wendy Z. Goldman, no es un simple ejercicio de memoria histórica, sino libro que nos plantea interrogantes para pensar la actualidad, desde el gran legado de la revolución rusa, e ideas para pensar nuestra estrategia de emancipación como marxistas revolucionarias.
Para concluir, el libro de Wendy tiene la virtud de una historia a contrapelo que, como escribía Walter Benjamin, es aquella que logra captar ese instante de peligro, ese momento de bifurcación histórica, donde se hubiera podido transformar el porvenir. No nos habla solo del pasado, sino de otro futuro alternativo que es posible todavía pensar. Y recuperar esos momentos históricos, es por lo tanto una tarea militante contra la resignación que nos quieren imponer en la actualidad. Es un aporte intelectual contra la idea de que solo podemos conformarnos con migajas, o que el feminismo se reduce a negociaciones por arriba, a lo que llamamos un feminismo institucional o de ministerios, a un feminismo punitivo, que es lo contrario de desplegar la lucha masiva y colectiva de las mujeres, las disidencias y la clase trabajadora en las calles.
La tarea de revolucionar la vida, la educación y la cultura es para nosotras la lucha contra este sistema guiado por la búsqueda de ganancia privada, individualismo y meritocracia. Contra los discursos tan en boga de “salvarse uno solo”, de culpar al que tenemos al lado de los agravios que nos genera este sistema, o incluso de culparse a uno mismo por tantas miserias que son difíciles de superar, el único antídoto es la lucha colectiva por la emancipación. En ese sentido, el libro de Wendy aporta a construir una imaginación diferente sobre el futuro, una imaginación que queremos despertar, y por la que vale la pena luchar, para hacerla real. Porque queremos el pan, pero también las rosas.
*Este texto está basado en las presentaciones de Josefina Martínez y Cynthia Burgueño, en Madrid y Barcelona.
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