El 18 de octubre de 2014, los “Patriotas europeos contra la islamización del occidente” (Pegida) organizaron su primera concentración en la ciudad oriental Dresde. En las últimas semanas, en medio de la “crisis migratoria”, volvieron a reunir a miles de personas.
Jueves 22 de octubre de 2015
Movilización en el aniversario de Pegida, Dresde. Foto:EFE Michael Kappeler
Desde su fundación en 2014, Pegida organizó marchas cada lunes, con un pico de 25.000 personas en enero, lo que le permitió transformarse en la vanguardia de un nuevo movimiento racista en Alemania.
En su aniversario, el lunes pasado, entre 15 y 20 mil personas se juntaron en la plaza central de Dresde. Lo que empezó como un movimiento de protesta derechista marginal “vino para quedarse”, como afirmó su fundador y líder indiscutido Lutz Bachmann.
Entre los oradores estuvo el autor misógino y racista Akiv Pirinçci, que en un discurso de extrema derecha y xenófobo dijo que había otras alternativas pero “lamentablemente actualmente los campos de concentración están fuera de servicio”.
Después de los discursos, cientos de manifestantes arrancaron para atacar violentamente a los periodistas presentes, la policía y la contra marcha que tenía lugar en una plaza cercana. Partidos burgueses como la SPD y los Verdes, junto a sindicatos oficialistas, la iglesia y varias iniciativas,llamaron a una concentración de carácter pacífico bajo el lema “Corazón en vez de demagogia” en la que participaron entre 15 y 19 personas.
La jornada fue muy tensa, expresión de una polarización política creciente que marca el panorama nacional en Alemania.
Pocos días antes del aniversario, todos los políticos del gobierno se habían delimitado claramente de Pegida. El Ministro del Interior de Sajonia, Estado federal de Dresde, Markus Ulbig (CDU) dijo que “nuestra paz social está en peligro.” Y el Ministro del Interior, Thomas de Maiziere (CDU), agregó que “(Ellos) dicen que todos los solicitantes de asilo roban, que todos los políticos son traidores. Esto está lejos de todo consenso democrático”, definiendo a los manifestantes como “derecha extrema dura”.
Estos dichos fueron completamente hipócritas, ya que fue el mismísimo de Maiziere – junto a sectores de derecha de su partido quienes alentaron este discurso contra los refugiados desde sus bancadas parlamentarias y en cada rueda de prensa, y mediante las restricciones de la ley de asilo recientemente votadas en el parlamento.
De hecho, en el marco de la crisis migratoria y la ofensiva reaccionaria del gobierno, las manifestaciones que organiza Pegida cada lunes reunieron a la mayor cantidad de personas en los últimos nueve meses. Aprovechando esta situación, los dirigentes radicalizaron sus discursos contra todos los refugiados, el islam, los políticos, los medios de comunicación y la izquierda. Junto con esto se notó una nueva alza en la violencia racista contra refugiados y sus centros de acogida, iniciados por grupos de derecha.
Movimiento pequeño burgués reaccionario
Pegida tuvo su primer manifestación el 18 de octubre de 2014, con el eje central de la supuesta “islamización” de Europa, por lo cual había que defender los “valores alemanes”. Empezó como un rejunte de teóricos de la conspiración y personas o grupos abiertamente fascistas que vieron con simpatía el surgimiento de partidos nacionalistas en muchos países europeos como en Francia, Gran Bretaña o Suecia. A lo largo de su existencia invitó a varios referentes de estas organizaciones.
Atrajo desde un principio a funcionarios y trabajadores autónomos con salarios arriba del promedio pero que se vieron afectados por la crisis capitalista. El líder Lutz Bachmann, inculpado por múltiple robo, daño físico y tráfico de drogas, es la personificación de una pequeño burguesía desesperada que teme la pérdida de sus condiciones de vida.
Con el paso de las semanas, donde continuamente reunió a miles de personas, ganó fuerza y repercusión nacional. Aun así, los políticos burgueses junto con la prensa imperialista minimizaron el fenómeno, llamando a sus manifestantes como “ciudadanos preocupados“ cuyos temores había que “entender”.
De Maiziere incluso defendió al movimiento contando la historia de un pueblo en Sajonia donde acogieron a refugiados y pocos días después la población entera tenía sarna. El Ministro de Economía y jefe de los socialdemócratas, Sigmar Gabriel, en un gesto conciliador, se juntó con dirigentes de Pegida para discutir sus propuestas.
Mientras que todos los políticos burgueses desataron su ira en contra de los maquinistas en huelga que “tomaron como rehén al país”, legitimaron y fortalecieron a un movimiento abiertamente xenófobo y reaccionario en toda la línea, que llegó a reproducirse en casi todas las ciudades grandes del país, aunque con menos éxito que en su “casa matriz”.
En las últimas semanas antes de navidad reunió 20 mil personas y el 12 de enero, poco después del atentado en París a Charlie Hebdo y un supermercado kosher, llegó a su máximo de 25 mil personas. Por peleas internas en la dirigencia acerca de las perspectivas del movimiento que llevó a varias rupturas, saliendo victorioso el derechista y cuestionado Bachmann, el movimiento descendió y en los meses siguientes reunió a pocos miles, después pocos cientos. Lo mismo pasó en las otras ciudades.
Pero el movimiento reaccionario dejó sus huellas y cambió el panorama político. Una de las expresiones que tuvo el nuevo “ánimo racista” que había sembrado en algunos sectores de la sociedad, fue el aumento de la violencia contra los refugiados y la violencia derechista en la primera mitad de este año.
En las elecciones a alcalde en Dresde en Junio, la candidata de Pegida, Tatjane Festlinger, (en su momento más bajo) sacó el 9,6 por ciento, unos 21 mil votos que demostraron el profundo arraigo que alcanzó.
Nuevo auge en la crisis migratoria
Pero es en el medio de la crisis migratoria donde volvió a aparecer como un actor en el escenario político nacional. La llegada masiva de refugiados provocó una ofensiva de la derecha dentro y fuera del gobierno, que primero restableció el control fronterizo, después atacó las condiciones de vida paupérrimas de los refugiados y aceleró las deportaciones y ahora va por el cierre efectivo de las fronteras.
En las semanas de septiembre y octubre Pegida reunió entre 5 y 9 mil. Pero no solo pegó un salto en cantidad, sino también en calidad. Ya se pueden contabilizar más de 800 ataques contra centros de acogida y refugiados en el año, un aumento cada vez más preocupante. Una encuesta del periódico del capital financiero Frankfurter Allgemeine Zeitung publicó datos según los cuales el porcentaje de personas que tenían “grandes preocupaciones” frente a la crisis de los refugiados subió del 40 al 54%. Y el 56% exige límites definidos a la cantidad de refugiados, lo que en los hechos acabaría con el derecho fundamental al asilo para cientos de miles.
También se refleja en el ámbito político. La Alternativa para Alemania (AfD), si bien nunca fue aceptada como “ala partidaria” de Pegida, con un perfil marcadamente contra los refugiados e inmigrantes y de extrema derecha, subió en su intención de votos al 7% y organiza manifestaciones semanales en Erfurt en Turingia que también reúnen varios miles contra el derecho a asilo. Su nueva jefa, Frauke Petry, dice que cada día tienen 40 nuevas afiliaciones.
Antifascismo en tiempos de Pegida
El avance de un movimiento profundamente reaccionario y racista causó el rechazo de decenas de miles de personas en toda Alemania que se movilizaron en su contra. Pero dentro de este amplio movimiento antifascista había dos concepciones fundamentalmente opuestas.
Por un lado estaba la alianza de políticos y los partidos del establishment, los sindicatos oficialistas, la iglesia, organizaciones no gubernamentales y otros sectores de la “sociedad civil” dirigidos por el gobierno, que llamó a concentraciones pasivas y pacíficas como la del lunes pasado. Con apelaciones a la “democracia” y en contra del extremismo y la demagogia movilizaron entre 20 y 35 mil personas a principios de año contra de Pegida.
Pero fueron incapaces de terminar con la ola racista. Y el motivo es obvio. Es el mismo gobierno de democristianos y socialdemócratas el que día tras día aplica una política islamofóbica contra los refugiados. Así permitieron que expresiones de la extrema derecha ganen peso en sectores descontentos de la sociedad. Es el mismo gobierno que en la crisis migratoria habla de “humanitarismo” y “solidaridad” mientras cierra fronteras, encarcela o deporta a miles de refugiados. El mismo gobierno que pacta con el régimen asesino de Erdogan para evitar que los refugiados lleguen a Europa.
Por otro lado están los grupos antifascistas y de extrema izquierda que se movilizaron en Dresde y muchas otras ciudades del país para bloquear las marchas de la derecha. Esta forma más radical y eficaz de protesta encontró el apoyo de miles de jóvenes y trabajadores. Decenas de trabajadores huelguistas de Amazon de Bad Hersfeld y Leipzig participaron de los bloqueos, recuperando así parte de la tradición combativa y antifascista de la clase trabajadora alemana.
Pero esta alianza no puso el eje en organizar y movilizar a los trabajadores y estudiantes desde sus lugares de trabajo y estudio en contra del racismo de Pegida y contra el gobierno alemán. Por esta razón, y a pesar de algunos bloqueos exitosos, no se transformó en un movimiento antirascista amplio. Estas son algunas de las lecciones fundamentales que plantea el aniversario de este movimiento reaccionario.
Una lucha independiente del gobierno y de toda variante burguesa es fundamental para derrotar a los derechistas, terminar de una vez por todas con la violencia racista y conquistar plenos derechos sociales y democráticos para los refugiados e inmigrantes.