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Editorial. El mundial de los vulgares

Algunas reflexiones al pie de la final: el espectáculo, la industria, el juego y la vida. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite los jueves de 22 a 24 h por Radio Con Vos, 89.9.

Fernando Rosso

Fernando Rosso @RossoFer

Jueves 15 de diciembre de 2022 23:18

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  • Como no podía ser de otra manera, asistimos a una especie de “politización” del Mundial. Digo una “especie de politización” a propósito o adrede porque —a decir verdad— me parece bastante superficial la mayoría de los discursos que se escuchan o se leen en los grandes medios que buscan en un campeonato de fútbol las razones que no encuentran en la política.
  • Digo, por un lado, aquellos que hablaron de la “vulgarización” de Lionel Messi porque se calentó en el partido contra Países Bajos por las provocaciones de los rivales. Christian Grosso escribió en La Nación sobre la cuestión con una mirada bastante clasista. La contranarrativa a estas expresiones fue que las actitudes y los gestos del crack argentino contra los jugadores neerlandeses y contra su técnico Louis van Gaal estaban cargadas de antipoder y hasta de antiimperialismo. Un poco mucho.
  • Después están los otros que consideran que el fútbol en general y los mundiales, en particular sirven para adormecer a las personas, para “tapar” otros problemas y su error no reside en que consideren que existe esa intención (que es real), sino en que crean que es eficaz. Juan José Sebreli es la expresión extrema de esta perspectiva, ha llegado a escribir que el fútbol es “totalitario” porque en los mundiales él no encontraba bares para poder leer tranquilo.
  • Para este punto valen recordar las palabras del escritor Martín Kohan —en esta misma mesa— dijo que la idea de que la gente se olvida de sus problemas porque hay un Mundial es al mismo tiempo una sobrestimación del Mundial y una subestimación de la gente. Recordó que Pablo Alabarces —alguien que ha estudiado mucho estos temas— recorrió la no correlación entre clima social, clima político y resultado deportivo en la historia de los últimos mundiales. Es decir, no funciona como algunos creen que si a la Argentina le va bien —o le va mejor, porque bien ya le fue—, entonces Alberto Fernández logra que su pésima administración se recupere o si le hubiese ido mal, de repente se produce una toma de conciencia generalizada sobre los problemas del país. El fútbol no tiene esa condición de imbecilización colectiva que se le atribuye. Y la idea de que la gente se olvida de los problemas porque hay un mundial es considerar que las personas “piensan una cosa por día”.
  • Es más, en este mundial, los problemas están tan presentes que hasta algunos jugadores como el “Dibu” Martínez consideran que deben mencionar algo al respecto: en varias de sus declaraciones dijo que con lo mal que está el país, con la gente que no llega a fin de mes, una de sus intenciones es llevar una alegría.
  • Evidentemente, existe un uso político del fútbol y su espectáculo. En nuestro país no hubo gobierno que no tratara de utilizarlo para sus objetivos. Pero la correlación entre una cosa y la otra —como estudió Alabarces— no siempre tuvo una dinámica virtuosa para quienes intentaron utilizarlo.
  • También hay industria sobrevaluada del deporte en general y del fútbol en particular, propia de capitalismo que convierte en mercancía, todo lo que toca. Pero la hiper-mercantilización del fútbol no es muy distinta a la que ocurre con el cine o la música. Sin embargo, del fútbol se dice que son 22 millonarios corriendo detrás de una pelota, pero de —no se— de los Rollings Stones no se dice que son 4 millonarios tocando en todos los estadios del mundo. Hay algo que hace ruido ahí y no son los Stones.
  • Las emociones que el fútbol desata contienen dos o tres componentes: el espectáculo distractivo, por ejemplo, es uno. Otros clásicos que han reflexionado sobre la vida cotidiana destacaron la importancia que tienen las distracciones para la cultura y la educación de niños y adultos. El deseo de divertirse, de distraerse, contemplar espectáculos y reír, es un deseo legítimo de la naturaleza humana.
  • A veces —como la religión—, puede operar como el famoso “opio de los pueblos”. Aunque ojo, esa frase trillada de Marx tiene algo de fake news porque si bien era un ateo irreconciliable, el fragmento completo no trata esencialmente refutar la religión, sino de entenderla. Entre otras cosas, porque es imposible terminar con los mitos religiosos sin antes cambiar las condiciones materiales que los engendran.
  • También hay rebrotes nacionalistas, con diferentes sentidos, a veces más reaccionario, a veces más progresivo. No muy diferentes a los que anidan en la sociedad. Hay una rivalidad bastante reaccionaria con Chile, hay otra más deportiva con Brasil y hay otra cargada de otros sentidos contra Gran Bretaña. Atraviesan el Mundial, se mezclan con él, pero no son “producidas” necesariamente por el Mundial.
  • Quizá, el espectáculo del fútbol opera también como una ficción (como el cine en el que es legítimo “reír y hasta de llorar no sobre la propia suerte sino sobre la de otro”). Porque, a ver ¿quién con un poco de sangre en las venas en 1986 no quería verlos —como dice ese gran cuento de Eduardo Sacheri— “entrar en la historia como los humillados, los once ingleses despatarrados e incrédulos, los millones de ingleses mirando la tele sin querer creer lo que saben que es verdad para siempre, porque ahí va la pelota a morirse en la red para toda la eternidad, y el tipo va a abrazarse con todos y a levantar los ojos al cielo”? Ahora, ¿alguien puede considerar que existe gente tan tonta que creyera que con eso recuperamos las Malvinas?
  • Por último, después está la admiración por el propio juego entendido casi como arte. El novelista argelino-francés Albert Camus exageró, por ejemplo, y dijo: “Todo lo que sé con certeza acerca de la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”, en medio de eso fue y escribió La peste. Pier Paolo Pasolini, el gran director de cine italiano, estaba seguro de que el fútbol era un sistema de signos, por lo tanto, un lenguaje. “Hay momentos que son puramente poéticos, se trata de los momentos de gol, cada gol es siempre una invención, una subversión del código”. En un relato, muy distinto los que estamos acostumbrados los argentinos, dos conductores italianos relataron el tercer gol argentino con esa jugada fenomenal de Messi y uno de ellos dijo: “Messi rediseña los límites del destino".
  • Entonces, dar cuenta de los usos, de la mercantilización, de las distorsiones que la industria impone al juego, eso es relativamente fácil; lo difícil es captar que hay más allá o, mejor dicho como mucho del juego todavía se impone a la maquinaria que pretende devorarlo todo. Eso, precisamente, es lo que nos fascina, porque ahí habita una apuesta y una promesa.

Fernando Rosso

Periodista. Editor y columnista político en La Izquierda Diario. Colabora en revistas y publicaciones nacionales con artículos sobre la realidad política y social. Conduce el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos 89.9.

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