Un personaje que despierta mujer, inspirado en la amante de la escritora. La influencia inesperada sobre Borges y García Márquez.
Domingo 30 de junio de 2019 16:10
Amor, deseo, guerra y cambios de género. Todos estos componentes aparecen en Orlando: una biografía, la sexta novela de la escritora inglesa Virginia Woolf, publicada en 1928. Una obra de sorprendente actualidad, que condensa una feroz crítica a la moral victoriana y está inspirada en la amante de Woolf, la aristocrática poetisa Vita Sackville-West.
Como era de público conocimiento, Sackville-West defendía la libertad sexual, solía travestirse -tomando el nombre “Julián”- y mantenía relaciones abiertas con mujeres. Junto a su esposo, un alto diplomático británico, rechazaba la monogamia y la heteronormatividad en un momento de extrema represión a la homosexualidad.
A través de una carta de 1927, la escritora había informado a su enamorada que quería crear una historia “verosímil pero fantástica” basada en sus vivencias. Así nació el personaje de Orlando: un joven noble que sirve a la Corona y, luego de un trance de siete días, se despierta mujer. En el relato (¿y la realidad?) intervienen tres figuras/espíritus que intentan evitar este cambio: our Lady of Purity (Nuestra Señora de la Pureza), our Lady of Modesty (Nuestra Señora de la Modestia) y our Lady of Chastity (Nuestra Señora de la Castidad). No lo logran.
Orlando -como su contraparte en la realidad- percibe su identidad de distintas maneras a lo largo del tiempo -¡vive más de tres siglos!-, sufre persecuciones y se enamora de otro personaje que pasa por un cambio de género. La denuncia a la opresión femenina es ineludible. Como ocurrió a la musa en la vida real, un(a) Orlando devenida mujer es súbitamente despojada de las tierras que le correspondían por herencia.
El título de esta aventura anuncia -no sin ironía- “una biografía”. Su autora cuestiona así otro género rígido -esta vez, literario-: el relato de los “grandes Hombres”, muy en boga por esos años. “Has inventado una nueva forma de narcisismo pues, confieso, estoy enamorada de Orlando”, le reprochó a Woolf su amante. Nigel Nicolson, hijo de Vita, diría posteriormente que el libro fue “la carta de amor más larga y encantadora que haya dado la literatura”. Orlando resultó un verdadero éxito de ventas, con impacto a nivel mundial.
Su primera traducción al castellano fue publicada en 1937 y estuvo a cargo de Jorge Luis Borges. Se la había encomendado Victoria Ocampo, quien idolatraba a Woolf. Pero ¿cómo procesó el conservadurismo del gran intelectual argentino un contenido tan disruptivo?
Borges no era un gran admirador de la escritora inglesa. Aun así, consideraba que Orlando era una “novela originalísima, sin duda, la más intensa de Virginia Woolf y una de las más singulares y desesperantes de la época”.
Como explica la investigadora Leah Leone, el autor de El Aleph tomó los cambios de sexo e identidad de género como un elemento mágico de la narración; privilegió la fantasía por sobre la crítica social. La traducción borgeana “intervino” el texto original, omitiendo algunas expresiones y reformulando otras. El resultado no sería inocuo: importantes fragmentos, plagados de sarcasmo y denuncia, perdieron su filo. Esto no quita mérito a Borges, que introdujo el libro al mercado latinoamericano. Su versión terminó influyendo a muchos escritores locales, incluido el maestro del realismo mágico Gabriel García Márquez.
Gabo nació en 1927, mientras Woolf escribía su novela. Al igual que Joyce o Faulkner, ella constituiría una de sus influencias confesas. No casualmente, en Cien años de soledad (1967) pueden rastrearse elementos introducidos en la “biografía” de la inglesa: longevidades matusalenas, inmortalidad, intricados parentescos, olvidos, idas y vueltas en el tiempo. Uno y otro escritor, desde Europa o América, supieron romper la dictadura del reloj.
Woolf continuó publicando libros, así como célebres textos sobre la situación de las mujeres hasta su suicidio en 1941. Lecturas como Un cuarto propio (1929) se convirtieron en clásicos feministas; Orlando, sin embargo, fue recuperada en esta clave recién a partir de la década del setenta. Para estos días de batalla entre la represión y el orgullo, se vuelve una lectura insoslayable.