Jueves 25 de septiembre de 2014
La debilidad de la economía de la zona euro y el flojo desempeño de las primeras medidas del Banco Central Europeo entregando euros a los bancos a los fines de reactivar la oferta de préstamos, puso nuevamente muy nervioso al presidente de la máxima entidad financiera europea, Mario Draghi. La inflación del mes de agosto fue del 0,4%, un valor muy lejano del objetivo oficial del 2%. Algo que indica que la economía no repunta. El desempleo y la caída de los salarios han alcanzado valores nunca vistos antes.
El lunes Draghi alertó sobre la pérdida de impulso de la economía de la zona euro, “después de cierta expansión en los últimos trimestres, el crecimiento de la zona euro y el PBI real llegaron a un punto muerto en el segundo trimestre del año”. Y agregó, que “a pesar de que la demanda industrial de producción y fabricación en julio dio algún motivo para ser optimistas, los últimos indicadores señalan que sigue habiendo un fuerte declive registrado en agosto, aunque después se haya detenido”.
En este panorama poco alentador, Draghi estaría dispuesto a recurrir una serie de medidas de aliento a la demanda y de reestructuración de la oferta, lo que el catedrático de la Universidad de Barcelona, Antón Costas, denominó un “cóctel con Friedman, Keynes y Hayeck”. En alusión a los economistas, Milton Friedman, padre del monetarismo y el neoliberalismo, cuyas teorías fundamentarían el rol del BCE inyectando dinero en la economía en pos de generar una suba de la inflación y de la demanda de créditos de consumo, aún por ahora con pocos resultados. Keynes, le daría cierta inspiración desde una óptica fiscalista, al esperar que algún cambio en los impuestos mejore la demanda de consumo junto con más inversión pública, aunque parece que el apoyo el economista padre del “Estado de Bienestar”, es en realidad un reconocimiento a la existencia de una trampa de liquidez por lo cual todo intento de inyectar dinero no tendrá cambios por el lado de la demanda (algo que ya viene sucediendo). Y en el caso del austríaco Hayeck, un neoliberal por excelencia, puede ser que encuentre en él una referencia teórica para aplicar el plan de austeridad que exige la Alemania de Merkel.
Este pragmatismo de la política económica en el presidente del BCE, muestra más bien un gran desconcierto en cómo salir de la crisis financiera que comenzó hace 6 años y encuentra a una Europa más cerca de una década perdida a la japonesa, que a una recuperación, aunque débil como la de Estados Unidos. El escenario de guerra en Ucrania no hace más que acercar problemas en la baja de la actividad de la economía Alemana, el motor de Europa, como tampoco ayudan las sanciones económicas aplicadas por la UE junto con Estados Unidos sobre Rusia. Francia no parece sumarse al plan de Draghi, con la llegada del nuevo ministro de economía y su apoyo al plan de austeridad alemán.
Aún así, el desconcierto de Draghi y tantos otros funcionarios tiene un pequeño respiro. La reacción de la población trabajadora no se ha hecho sentir con toda su fuerza, pese a las huelgas generales en España o Grecia. Tal vez, esta perspectiva sea una de las grandes preocupaciones en muchos de ellos, porque saben que si la calle cambia de ánimo muchos de sus planes pueden volar por el aire. Eso Keynes lo sabía muy bien.