El confinamiento obligatorio y la crisis sanitaria, sumado a las medidas pro-empresarios que han tomado los distintos gobiernos, ponen al desnudo las contradicciones y brutalidades del capitalismo patriarcal y racista en el mundo. En ese marco, se aprueba un postnatal “de emergencia” en Chile, abriendo la pregunta de cómo responder desde el movimiento de mujeres y disidencias frente a un acuerdo con evidente “letra chica”, para avanzar e ir por mucho más.
Situación de la maternidad y crianza en contexto de pandemia
Para nadie es una novedad que las condiciones de crianza durante la pandemia se han visto considerablemente afectadas. El cierre de salas cunas, guarderías y escuelas, significó la estancia permanente de infantes en el hogar. Es importante destacar que un aspecto no menor que contempla la existencia del sistema educativo, es la atención de infantes y adolescentes en procesos clave de su desarrollo como seres humanos, cumpliendo una parte de socialización del trabajo de crianza y cuidado.
No obstante, la pandemia ha comprobado que el trabajo de cuidados recae principalmente sobre las mujeres: salud, educación, “cocinar, planchar, ir de compras, llevar a los hijos e hijas al colegio, lavar la ropa, la loza, cuidar de los abuelos y abuelas, cuidar a personas enfermas o con alguna discapacidad, además de la gestión mental que supone organizar el tiempo, planificar, coordinar tareas y supervisar las de otros” [1]. La pandemia y las medidas pro empresariales que desarrolló el gobierno, arrasaron con diez años de inserción laboral de las mujeres en Chile, evidenciando que el empleo precario en Chile tiene rostro de mujer: “El 96% de quienes hoy no trabajan remuneradamente por razones familiares permanentes son mujeres, y éstas dedican, en promedio, 3,2 horas más al día que los hombres en tareas domésticas y de cuidado [2].”
Las condiciones laborales de las mujeres y cuerpos gestantes en pandemia sólo han visto una mayor precarización, tanto exponiéndose a contagios en lugares de trabajo o transporte público, como con el teletrabajo esclavizante donde no hay distinción entre espacio de trabajo y descanso, afectando la salud física y mental de las mujeres. El acceso a métodos anticonceptivos se ha visto limitado (referencia), lo mismo las redes de distribución de medicamentos para un aborto con pastillas, que es la opción de quienes no pueden acceder a las clínicas privadas y se someten a abortos clandestinos en medio de la especulación de quienes lucran con los derechos de las mujeres y el esfuerzo de las redes feministas, que lamentablemente no alcanza a cubrir la demanda.
Si a esto sumamos que el cuidado de los hijos e hijas recae mayoritariamente en las mujeres, nos encontramos frente a una desprotección clara de la maternidad: nos obligan a ser madres -al prohibir el aborto- y luego dicha experiencia se transforma en un martirio. Y no es sólo el vernos limitadas en el acceso a salud sexual y reproductiva, sino además estar sometidas muchas veces compartir hogar con agresores machistas. La crisis sanitaria solo desnuda la pandemia del capitalismo patriarcal y racista. El acuerdo de postnatal ocurre en ese contexto, y no tanto por el lobby parlamentario como por la fuerza conquistada del movimiento de mujeres y el pueblo tras la revuelta de octubre, a la cual los empresarios temen. Y se preparan, además, para escenarios más catastróficos: quieren evitar que con nuestra fuerza y junto a la clase trabajadora echemos abajo su forma de organizar la vida y la sociedad.
Un acuerdo con “letra chica”: una desigualdad brutal ante la vida
El acuerdo de “postnatal de emergencia”, que en realidad es una licencia, efectivamente representa un alivio a la necesidad de miles de mujeres y cuerpos gestantes quienes han parido en circunstancias tan inusuales como las que estamos viviendo. Sin embargo, Gael Yeomans de Convergencia Social, quien celebró el acuerdo con puño en alto junto a la derecha, planteando como una ganada la licencia de postnatal, señaló públicamente que el acuerdo probablemente tenga “letra chica” [3]. Y, como era de esperarse en un acuerdo con los partidos empresariales, la tiene.
Gael Yeomans celebra que no se toquen los fondos de pensiones ni el seguro de cesantía con la licencia, pero un primer elemento a considerar como “letra chica” es que el proyecto propone una extensión máxima de la licencia de 90 días. Posterior a los 90 días, deberá acogerse a la ley de protección de empleo, es decir, de igual forma recurrir al seguro de cesantía para pagar los salarios, considerablemente más bajos. Luego que se termina la licencia, no se borra la suspensión laboral. Esta es una medida completamente arbitraria, puesto que la duración de la emergencia sanitaria es indeterminada y si excede los 3 meses ¿dónde dejarán sus hijos e hijas las mujeres trabajadoras? Como señalamos anteriormente, los espacios de cuidado de infantes están cerrados por la pandemia, y abrirlos, por lo pronto, representa riesgo de ser un foco de contagio y aumentar la propagación del virus.
Otro punto crítico del proyecto, es que independiente de los plazos de extensión, al igual que el propuesto por la oposición, no contemplan a trabajadoras informales e independientes, que representan gran porcentaje del empleo de las mujeres [4]. Por ejemplo, las trabajadoras de casa particular y las cuidadoras de infantes, que trabajan remuneradamente realizando el trabajo doméstico que otra mujer le delega: su patrona. Mujeres desempleadas tampoco recibirán beneficio alguno de postnatal.
Lo cierto es que aparece tanto en el proyecto como en la situación general el hecho que se nos responsabiliza legal y socialmente a las mujeres del cuidado de los hijos, feminizando el trabajo de la crianza. Si un “padre”, que hoy solo cuenta con 5 días posterior al nacimiento del infante, quisiera tomar el postnatal, la “madre” debe renunciar a la tuición de su hijo o hija. Esto significa que no existe para el Estado actual la idea de una crianza compartida con responsabilidades igualitarias.
La derecha usa el ánimo conservador impuesto por la precariedad de la vida para fortalecer los roles de género y limitar el carácter revulsivo de cientos de miles de mujeres que despertaron a la vida política con el movimiento de mujeres y la revuelta en Chile. El acuerdo por el postnatal, si bien representa un beneficio para quienes corresponde la licencia, es continuidad de la política de unidad nacional y de colaboración que delega la responsabilidad de las transformaciones en los partidos políticos tradicionales, profundamente impugnados por el “estallido social” de octubre del 2019.
La verdadera “letra chica” es su insuficiencia frente a la brutal desigualdad ante la vida, que nos relega a las mujeres al mundo de lo doméstico y lo privado, por que el capitalismo es incapaz de hacerse cargo hasta el final del carácter social de la crianza y de la necesidad de liberar a las mujeres de algo que no es “amor”, sino trabajo no remunerado que no tiene por qué recaer sobre nosotras.
Propuesta para un postnatal de emergencia que beneficie a las mayorías y no a los empresarios, por una maternidad deseada y digna.
El Estado chileno tiene hoy la responsabilidad política de haber empujado a miles de mujeres a embarazos no deseados, a la sobrecarga y agobio laboral, al desempleo y la pobreza más aguda. Las condiciones críticas obligan a pensar una salida radical, donde no sean las mujeres trabajadoras las más afectadas sino los grandes empresarios, sostenedores de este orden capitalista y patriarcal, que se benefician directamente con nuestra opresión.
Necesitamos un postnatal de emergencia efectivo para todas las personas que hayan parido en el contexto de pandemia, trabajadoras formales e informales, garantizando un salario mínimo de $500.000. Tenemos que echar abajo la ley de “protección al empleo”, que en verdad protege las ganancias de los ricos, y prohibir los despidos. Necesitamos poner al servicio la fuerza que en la jornada histórica y multitudinaria vivimos el pasado 8 de marzo, e incluso la misma potencia que hemos visto en cuarentena, utilizarla para frenar los ataques del gobierno. Pues ahi quienes hoy levantaron el proyecto del Post Natal, como lo es el Frente Amplio o quienes dirigen la CUT como lo es el Partido Comunista, es importante puedan organizar desde las bases un gran movimiento para impulsar este desafio.
Asimismo es clave que se entregue ya el pago íntegro del bono de sala cuna. Para una maternidad deseada y protegida es necesario educación sexual para decidir, que el estado garantice anticonceptivos de distribución masiva y gratuita para no abortar; y aborto legal, libre, seguro y gratuito para no morir. No podemos confiar que de la mano de la derecha y los empresarios conquistaremos nuestras demandas plenamente. Hoy podemos ser un factor, como movimiento de mujeres y disidencias, a que se agrupen nuevamente todos los sectores que desafiaron al régimen político en octubre y que aún no hemos sido derrotados ni derrotadas.
Las mujeres trabajadoras y del pueblo pobre -como tantas otras veces en la Historia- somos también la primera línea de las luchas contra quienes nos quieren arrebatar el pan y el futuro. En esa perspectiva es que desde el feminismo socialista y revolucionario de Pan y Rosas a nivel internacional impulsamos recientemente un manifiesto [5] que incorpora un programa de emergencia para el presente y hace el llamado a levantar estas banderas comunes de luchas actuales y futuras por una sociedad sin explotación ni opresión. Es necesario que como movimiento de mujeres tomemos en nuestras manos la tarea de unificarnos junto a la clase trabajadora, cada vez más feminizada y racializada, que tiene el potencial de interrumpir el funcionamiento de la economía y afectar las ganancias capitalistas, junto a todos los sectores del pueblo que viven la opresión cotidiana de este sistema, y así transformarlo de raíz.
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