Este artículo que sirva como insumo para pensar como las burocracias estudiantiles y sindicales han desviado la movilización, tanto en 2011 en el movimiento estudiantil, como en la rebelión del 2019 con el Acuerdo por la Paz. En ambos procesos ha sido importante la participación de quienes hoy son Apruebo Dignidad y levantan la candidatura de Gabriel Boric (Frente amplio y Partido Comunista), quienes en ningún caso serán capaces de frenar el avance de la derecha y ultraderecha, por lo que se vuelve sumamente urgente la autoorganización de la clase trabajadora y el pueblo para enfrentarlos.
Martes 14 de diciembre de 2021
“Las luchas estudiantiles están tomando lugar en un contexto de ascenso de las luchas sociales, las cuales, ya sean observadas en su conjunto o individualmente, apuntan en una dirección claramente precisada: llevar a su fin el desmantelamiento del esquema económico, social, político y cultural erigido por la dictadura militar y sostenido con creciente dificultad por los gobiernos posteriores” [1]
El 2011 dejó claro que el movimiento estudiantil, cuando toma fuerza, puede llegar a desestabilizar a los gobiernos. Pues, esta revuelta estudiantil, la más grande que ha habido desde el fin de la dictadura, con meses de movilizaciones y tomas en las distintas universidades y liceos, donde se llevó a cabo una gran dinámica de combate callejero y autoorganización en los lugares de estudio, puso en verdaderos aprietos a la primera administración de Sebastián Piñera, sobre todo tomando en consideración el gran apoyo a nivel nacional que tuvieron estas movilizaciones.
Sin embargo, para el movimiento estudiantil no todo es color de rosas y no todos reman hacia el mismo lado, aunque lo aparente. Esto se debe a que en todo movimiento existen dirigencias, y estos dirigentes pertenecen a organizaciones políticas, usualmente partidos políticos, los cuales siguen lineamientos, estrategias y métodos particulares.
En ese sentido, este artículo buscará desarrollar el rol que cumplieron las direcciones del movimiento estudiantil, agrupadas en el Confech, para desviar la movilización a la institucionalidad, desmovilizar a las y los estudiantes mediante mesas de diálogo con el gobierno y tomando decisiones a espalda de las bases, es decir, actuando de manera burocrática defendiendo un programa mínimo y reformista. También nos permitirá reflexionar sobre la importancia de las direcciones políticas y buscará responder a las preguntas de: ¿Se podría haber ido por mucho más que solo la beca de gratuidad? ¿Hubiera sido diferente el desenlace en caso de que las direcciones hubieran sido revolucionarias y no reformistas? ¿Qué otros métodos se proponían dentro del movimiento estudiantil para ganar la gratuidad universal?
Avance del movimiento estudiantil
Primero hay que tener en consideración el avance de conciencia que hubo dentro del mismo movimiento estudiantil, donde la juventud alcanzó a tener un gran empoderamiento político, es decir, confianza en sus propias fuerzas y métodos de lucha para conquistar los derechos arrebatados.
“Se registró un esfuerzo de organización de actividades importante, como marchas, asambleas, actividades para reunir fondos, de difusión, paros, instancias de votación, en las que se involucran muchos jóvenes en diversos grados. El perfil de liderazgo valorado apuntó al pensamiento político de izquierda con un discurso ideológico personal de personas creíbles, consecuentes, comprometidas con el ME, que se comunican y co-deciden con las bases. También valoraron el manejo temático, experiencia y desplante al dialogar con las autoridades y empoderar a la ciudadanía. Se rechazaron los voceros que no promueven la participación interna, sino sólo la adherencia a las actividades masivas de la CONFECH, que son pasivos, o aquellos con intereses políticos personales” [2]
Es decir, el avance del movimiento estudiantil llegó para dejar de lado ese prejuicio de la generación del “no estoy ni ahí” que quisieron imponer los medios de comunicación sobre la juventud de la “transición”, la que estaba creciendo sin las presiones directas de una dictadura militar.
Por otra parte, es importante destacar que la fuerza del movimiento estudiantil no era menor, ya que lograron desestabilizar al gobierno de Piñera y generar un verdadero terremoto político.
“Contribuyeron a agudizar la imagen negativa hacia el gobierno, la que se había ido arraigando en la opinión pública desde enero del 2011. Al mismo tiempo, le generaron a este tensiones internas que culminaron con la renuncia, en menos de seis meses, de dos ministros de educación, Joaquín Lavín y Felipe Bulnes. En segundo lugar, redefinieron la agenda educacional del gobierno, instalaron la discusión sobre la necesidad de una reforma tributaria y, a nivel más general, de poner fin al lucro (Segovia y Gamboa, 2012:70; Varas, 2013:193). En tercer lugar, evidenciaron un grave problema desde el punto de vista de la representación política, al no existir una fuerza opositora capaz de canalizar las demandas ciudadanas. Asimismo, instalaron el debate respecto de avanzar en reformas profundas al sistema político, al ser planteada la posibilidad de plebiscitar temas de interés nacional, o de promover alternativas de cambio constitucional (Avendaño, 2013:181-182). Finalmente, el tema del lucro en la educación generó controversias tanto en sectores de la oposición como del oficialismo, sacando a la luz pública el conflicto de interés que existía en algunos parlamentarios —oficialistas y de oposición— y autoridades de gobierno” [3]
Apoyo masivo al movimiento estudiantil
Para pensar como el movimiento estudiantil del 2011 podía plantearse ir mucho más allá que reformas cosméticas o becas, sino que tenía la fuerza para avanzar en la demanda central, que era la gratuidad universal de la educación, pero también para cuestionar al régimen de conjunto y a los pilares que sostienen la herencia de la dictadura, es necesario poner en el centro el apoyo masivo y popular que este tuvo, a pesar de que las direcciones de los organismos de la clase trabajadora, como la CUT, que eran del mismo PC y el PS (mismos partidos de la dirección estudiantil), se la jugaron para que ese apoyo no se transformara en organización en los lugares de trabajo, algo totalmente importante para que la movilización avanzara.
El movimiento estudiantil llegó a contar con un apoyo ciudadano del 83%. También lo que tenía un gran apoyo masivo eran los métodos de protesta y de manifestaciones públicas. La legitimidad de esos métodos eran bajas en 2009, donde “el CIES, mediante su Encuesta Metropolitana, mostró un 60% de rechazo a las protestas como modo de plantear descontento”, sin embargo, “en agosto de 2011, la encuesta mensual de Adimark GFK mostró que el 52% aprobaba el modo en que los estudiantes han llevado a cabo sus movilizaciones. Entendiendo que fundamentalmente el método de movilización fueron la protesta callejera, la performance en los espacios públicos, el paro de actividades docentes y la toma de establecimientos educacionales; se puede asumir que el dato representa un cambio significativo en la visión sobre la expresión pública del desacuerdo y la reivindicación de derechos.” [4]
En ese mismo sentido, a la pregunta de “¿Qué tanto simpatizan en tu casa con los movimientos de protesta de los estudiantes?”, en Junio del 2011 solo un 37% dijo que simpatizan con las demandas. Sin embargo, dos meses más tarde, en agosto, el 82% respondió afirmativamente [5]
Asimismo, las convocatorias que tenía el Confech eran masivas, de miles y miles de jóvenes en las calle en marchas y manifestaciones, tanto en la capital como en las demás ciudades del país, con “dieciséis universidades que se declararon en toma y paro de actividades, liceos emblemáticos que fueron tomados en demanda de una educación de mayor calidad, encontrándose en el mes de mayo ciento treinta y ocho colegios a nivel nacional en paro” [6]
El hecho de que se hayan sumado las y los secundarios a la movilización es un paso importante porque aumenta en gran cantidad la fuerza del movimiento estudiantil, permitiendo la unidad con otros sectores, muchas veces más precarizados. Por otra parte también se unieron gremios profesionales como “el Colegio de Profesores, organizaciones sindicales, culturales y barriales” [7]
Esta unidad llevó a que el día 4 de agosto, con Piñera y su ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, prohibiendo la marcha nacional convocada por la Confech, se llevara a cabo, a pesar de eso, la jornada de protesta más grande desde el fin de la dictadura, que contó con cerca 800 estudiantes detenidos y fuerte presencia policial (1300 efectivos policiales solo en la mañana) y que de hecho La Tercera, un diario de la burguesía, la calificó como “la marcha más violenta por la educación”. De hecho, pasó de marcha nacional a jornada de protesta nacional, todo gracias a las declaraciones del gobierno que generaban más rabia y odio en las y los estudiantes.
Esta jornada fue la más importante de las movilizaciones estudiantiles, debido a que fue el día en que el movimiento fue sobrepasado por sus actores principales y, debido principalmente al repudio a la brutal represión del gobierno con sus policías, se unieron a la lucha las poblaciones, con barricadas y enfrentamientos en la periferia de Santiago, donde destacan La Victoria, Villa Francia, La Bandera; cacerolazos en Plaza Ñuñoa, La Reina, Pudahuel, Maipú, Cerro Navia, entre otras comunas de la región.
Esto se debe también a que las burocracias sindicales, los mismos partidos de la estudiantil, se negaron a movilizar a los trabajadores en sus lugares de trabajo, por lo que estos, quienes apoyaban literalmente la lucha que daban sus hijos e hijas, decidieron movilizarse en las poblaciones.
Además ese día la aprobación del gobierno alcanzó un 26%, la que sería la calificación más baja de todo el período 2010-2014, siendo además la más baja que haya tenido alguno de los gobiernos que se sucedieron en la fase postdictatorial (CEP, 2011). Es decir, los estudiantes hicieron prácticamente un preludio de lo que sería la rebelión del 2019.
Ese día “el edificio de la Fech y la facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile, que se encontraban cerca de Plaza Italia (hoy Plaza Dignidad), al igual que la facultad de Derecho, se transformaron en centros de resistencia a la represión (...) El Confech mantuvo su convocatoria para la tarde de ese día y llamó a la población a movilizarse por medio de un cacerolazo. El cacerolazo, un método de lucha de los pobladores en la dictadura, volvió a las calles de Chile ese día y fue masivo y se expandió a las poblaciones, combinada con barricadas en puntos de la periferia de la capital. Ese día la lucha se transformó de una lucha por la educación, a un cuestionamiento al régimen, con métodos de lucha radicales.” [8]
Tras esta intensa jornada de movilización, donde la única manera que había para que el movimiento escalara aún más, era que las burocracias sindicales llamaran a un Paro Nacional para que la clase trabajadora tomara en sus manos la lucha de las y los estudiantes, lo que hicieron las direcciones (PS-PC) fue esperar 20 días para hacerlo, a ver si la energía bajaba y llamar a Paro Nacional para el 25 y 26 de agosto, además, dividiendo la fuerza en dos días en vez de concentrarse en uno y volverlo ascendente.
Las dirigencias
El 2011, quienes principalmente dirigían el movimiento estudiantil chileno eran las Juventudes Comunistas (JJCC, de Camila Vallejo en la Fech y Camilo Ballesteros en la Feusach), acompañadas por otras organizaciones políticas como la Izquierda Autónoma (de Boric, un prólogo de lo que sería Convergencia Social en el Frente Amplio) y NAU (de Georgio Jackson en la FEUC, próximamente Revolución Democrática, también del FA). Además de la infaltable Concertación, sobre todo el PS, que si bien había perdido los cargos más importantes, seguía en puestos de dirección.
Si bien, las organizaciones que dirigían el movimiento estudiantil y que se agrupaban en el Confech, tenían diferencias, todas tenían en común el hecho de no querer llevar adelante la demanda de educación gratuita hasta el final y los métodos burocráticos para tomar decisiones, donde primaba la democracia representativa en las direcciones.
En palabras del mismo dirigente del NAU en la FEUC, Giorgio Jackson, “los problemas en la CONFECH empezaron del primer día, aunque salieron a la luz pública mucho después, cuando se agudizaron los conflictos con el gobierno. Dentro de las tensiones iniciales, sobresalieron aquellas relacionadas con las decisiones y las estrategias a adoptar, como manejar los plazos, combinar marchas y acciones callejeras con la continuidad de las clases, o bien paralizar definitivamente las actividades académicas en las universidades. Pero hubo otras, de carácter ideológicas, que también se evidenciaron desde un primer momento”. [9]
Dichas direcciones planteaban un programa educacional completamente insuficiente y reformista, mientras que miles de estudiantes a nivel nacional discutían democráticamente en asambleas sobre la demanda de educación gratuita y de calidad para todas y todos, y los métodos con los que esta demanda se conseguiría (movilización), debate que nació principalmente en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, quienes “decidieron realizar una lucha política a la FECH y al Confech, y que votaron en su asamblea la lucha por la educación gratuita como un piso mínimo intransable y la necesidad de la unidad con la clase trabajadora para conseguirla, se organizaron para llevar esto adelante en el conjunto de la Universidad de Chile, pero también en diferentes liceos, asambleas, etc. para que el conjunto del movimiento estudiantil, luchara por esto, y buscara unificarse con otros sectores para conseguirla y derrotar a Piñera. Esta lucha, por la educación gratuita, finalmente conquista millones de estudiantes y se transforma en un sentir de masas, y las direcciones se ven obligadas a tomarla al menos de palabra”. [10]
Sin embargo, la política que en ese momento planteaban los partidos que dirigían el movimiento eran “fin al lucro”, en el caso de los “autonomistas”, o en el caso más reformista del PC, decían que solamente había que pelear por el “arancel diferenciado”, estos argumentaban que conseguir educación gratuita era “excesivo” y que estaba muy lejano a lo que el movimiento estudiantil podía aspirar, no tomando en cuenta la enorme fuerza que existía en ese momento. Además, se negaron a la coordinación y unidad con asambleas y delegados, por lo que dejaron divididos a los secundarios y a los universitarios y tampoco involucraron al movimiento de masas que apoyaba la lucha por la educación, por lo que no apelaron a la unidad con profesores, funcionarios y la clase trabajadora en su conjunto, no quisieron sostener la movilización y evidentemente tampoco se dio una organización bajo democracia directa con dirigentes revocables, situación que habría cambiado la dinámica de la lucha para potenciarla y hacerla avanzar hacia una verdadera victoria del movimiento estudiantil e incluso mucho más, pero para eso, era necesario que la dirección del movimiento estudiantil, como también el de las centrales sindicales, fuera revolucionaria y confiara en la fuerza de la movilización y la organización, y no usara la protesta solo como método para llevar las demandas al parlamento.
“Una de las lecciones fundamentales que nos dejó como movimiento es que no se puede confiar jamás en gobiernos y políticos que representen los intereses de los empresarios y millonarios del país, y que nuestros verdaderos aliados son las y los trabajadores, las mujeres, la juventud, inmigrantes, y diversos movimientos sociales que cuestionan a esta sociedad neoliberal”, dijo en una entrevista Bárbara Brito, quien fue vicepresidenta de la Fech en 2018, militante del Partido de Trabajadores Revolucionarios, organización que dio una dura pelea en 2011 para que se llevara la lucha por la educación gratuita hasta el final, enfrentándose en las asambleas con la burocracia estudiantil.
Por otra parte, también se dedicaron a criminalizar a quienes llevaban la lucha a métodos más radicales, como por ejemplo la misma Camila Vallejos del PC, quien actualmente es diputada y que muchas veces “mostró admiración” de la “primera línea” en la rebelión de 2019, pero que en 2011, “cuestionó capacidad policial para detener encapuchados”, pidiendo que Carabineros “aislara” a los manifestantes que “no eran pacíficos” (Cooperativa, 2011), es decir, a quienes prácticamente sostuvieron el movimiento estudiantil.
Por esta misma razón es que estas organizaciones, que dirigían el movimiento estudiantil, al llevar un programa reformista que no estaba acorde con las demandas que este exigía, tuvieron que recurrir a prácticas burocráticas, es decir, a actuar a espaldas de las bases en reuniones cerradas entre dirigentes para negociar con las autoridades, llevando a cabo los mismos métodos que realizaban “los viejos” de sus partidos en las burocracias sindicales como la CUT.
Como estos partidos, estratégicamente hablando, no confían en la fuerza de la movilización para conseguir las reivindicaciones del pueblo, los trabajadores, ni en este caso los estudiantes, consideran que la fuerza con la que actuaba el movimiento estudiantil en ese momento solo puede ser usada como “base de maniobra” o de “presión” hacia el parlamento burgués o para lograr negociar con el gobierno, es decir, llevar la lucha a la institucionalidad, donde estos partidos creen que es la única instancia donde se pueden conquistar las demandas.
Cuando el gobierno de Sebastián Piñera comenzó a reprimir brutalmente, lo que desembocó en el cruel asesinato del joven estudiante Manuel Gutiérrez el 25 de octubre, cuando las burocracias sindicales llamaron a Paro Nacional después de 20 días de la histórica jornda del 4 del mismo mes, las direcciones del movimiento estudiantil agrupadas en la CONFECH, junto con las sindicales de la CUT, decidieron ignorar completamente las decisiones que se tomaban en las distintas asambleas y no volvieron a convocar a ninguna movilización de esa categoría “dejaron atrás el paro nacional sin ningún plan de lucha y sin ninguna nueva jornada de movilización y se concentraron en el lobby parlamentario, es decir, negociación con Diputados y Senadores para el presupuesto de la educación y proyectos de ley, abandonando las calles y las convocatorias. Sin embargo, miles de estudiantes de vanguardia siguieron movilizándose por educación gratuita y de calidad para todos y todas, enfrentándose a la represión y sosteniendo la lucha.” [11] Es decir, utilizaron la fuerza de las grandes movilizaciones callejeras, la gran organización estudiantil que se había alcanzado y el masivo apoyo nacional y transversal, de incluso sectores de trabajadores, para solamente sentarse a negociar en sus propios términos con las autoridades gubernamentales, es decir, con el presidente y para llevarla al congreso.
“Para el PC y las juventudes comunistas, junto a la Concertación, el paro nacional no era más que una válvula de escape de un ánimo creciente en las masas por movilizarse acompañando a los estudiantes; y se trata de una estrategia para desviar la lucha hacia una mayor presión al régimen. Nuevamente el PC actuaba colaborando con el régimen para desactivar una lucha que podía haberse transformado en una dinámica ascendente hasta conquistar las demandas. Nuevamente el desvío orquestado por el régimen encontraba en las direcciones del Partido Comunista sus más confiables elementos para impedir una dinámica revolucionaria o más combativa. Por su parte, colectivos de la “izquierda radical” como la Unión Nacional Estudiantil o el Frente de Estudiantes Libertarios, que llegaron a tener un peso importante en la Confech, se hicieron parte del desvío con el argumento de “no dividir al Confech” colaboraron con la estrategia del PC.” [12]
Finalmente, estas negociaciones, las que estas dirigencias creían que eran “grandes triunfos” culminaron en la desmoralización y desmovilización de las y los estudiantes, para en años posteriores solo desembocar en lo que fue una beca de gratuidad que continuó con el negocio de la educación, algo muy diferente a las demandas que se planteaban en las asambleas. Aún así, a pesar de todo lo favorable que significó para una gran cantidad de estudiantes, solo se pudo ganar mediante la fuerza que impuso la movilización y no gracias a los acuerdos y negociaciones con el gobierno.
Este artículo que sirva como insumo para pensar como las burocracias estudiantiles y sindicales han desviado la movilización, tanto en 2011 en el movimiento estudiantil, como en la rebelión del 2019 con el Acuerdo por la Paz. En ambos procesos ha sido importante la participación de quienes hoy son Apruebo Dignidad y levantan la candidatura de Gabriel Boric (Frente amplio y Partido Comunista), quienes en ningún caso serán capaces de frenar el avance de la derecha y ultraderecha, por lo que se vuelve sumamente urgente la autoorganización de la clase trabajadora y el pueblo para enfrentarlos.
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[1] (El Movimiento estudiantil y la lucha por la democracia en Chile (Figueroa, V. 2012, p.76)
[2] (“Empoderamiento en el movimiento estudiantil durante 2011 y 2012 en Chile” Carmen Silva, Catalina Kronmüller, Melany Cruz e Ignacio Riffo. 2015, p.7)
[3] (“Fracturas y representación política en el movimiento estudiantil”. Avendaño, O. 2014)
[4] (“Politización del malestar, movilización social y transformación ideológica: El caso Chile 2011”. Mayol, A. Azócar, C. 2011, p.10).
[5] (“Politización del malestar, movilización social y transformación ideológica: El caso Chile 2011”. Mayol, A. Azócar, C. 2011, p.16).
[6] (Varas, 2013, p.189 en “Fracturas y representación política en el movimiento estudiantil”. Avendaño, O. 2014)
[7] (“Fracturas y representación política en el movimiento estudiantil”. Avendaño, O. 2014)
[8] (“La juventud: el corazón de una rebelión”. Hernández, O. 2021, p.141) de “Rebelión en el Oasis” (Torres, P. Tótoro, D. 2021). https://www.laizquierdadiario.cl/La-juventud-el-corazon-de-una-rebelion
[9] (“Fracturas y representación política en el movimiento estudiantil”. Avendaño, O. 2014)
[10] (Hernández, O. 2020, p.140).
[11] (Hernández, O. 2020, p.141)
[12] (Hernández, O. p.142)
Benjamín Vidal
Periodista - Universidad de Chile