A partir de la crisis energética y del transporte ferroviario se abrió el debate sobre estos problemas estructurales del país. Los límites del gobierno y la oposición.
Miércoles 24 de septiembre de 2014
Los modos de transporte que adoptaron los países centrales fueron (y son) el modelo que se impuso en Argentina a lo largo de los años como en la mayoría de los países a nivel global.
Si la hidrovía estadounidense ayudó a posicionar al Este norteamericano como una fuerte región industrial y la red viaria que en 1860 logró unir el Atlántico con el Pacífico (a partir del sudor y la sangre de millares de esclavos y trabajadores negros y chinos) fueron la base fundamental para el impulso de la economía interna en EE.UU., en Argentina la extensión del ferrocarril desarrollado por capitales principalmente británicos y franceses significó una red de infraestructura “racimo” que desemboca directamente al puerto de Buenos Aires, perfecta para el saqueo de recursos mineros y del agro, dispersos en el amplio territorio argentino.
Con la dictadura del 1976, a partir de la alianza de empresarios, la Iglesia y militares, fuertemente ligada a los intereses estadounidenses, se impulsó fuertemente el uso del automotor, emblema de la cultura y la economía yanky. Se avanzó en la construcción de autopistas y rutas, algo que ya había comenzado Frondizi en 1958 con el Plan Larkin. Las vías abandonadas a la par de los caminos asfaltados con poca circulación expresaron crudamente lo antiracional de la generalización de esa modalidad de transporte. Esta política fue profundizada por las privatizaciones y la apertura económica menemista.
Hoy, después de diez años de crecimiento económico y a pesar de los discursos e intentos altisonantes del gobierno nacional, existe a partir de la crisis energética y del transporte ferroviario un intenso debate sobre estos problemas estructurales no resueltos por el gobierno kirchnerista y que están ligados a la dependencia económica impuesta por las grandes potencias mundiales.
En este entrevero, la oposición viene de realizar la semana pasada en el Malba un encuentro organizado por Clarín sobre transporte e infraestructura, con la participación de Macri, Binner, de Narváez y especialistas de esas áreas.
Pero en el evento las ideas principales tuvieron como eje “asegurar la expansión de la producción agropecuaria, el desarrollo minero y el boom que puede llegar a darse con los hidrocarburos no convencionales, Argentina necesita mejorar sus vías de transporte. Esto significa mejores caminos, mayor uso del tren, optimización en el uso de los puertos, la hidrovía y mejores condiciones para el transporte urbano de pasajeros”, como se encargó de recalcar una nota de Clarín al día siguiente. Es decir, el objetivo será construir infraestructura para mejorar las condiciones de saqueo de las multinacionales mineras, del petróleo y de la soja que “se la llevaron en pala” todos estos años.
Por otro lado, con Macri a la cabeza se habló de transporte urbano, donde se planteó la propagación del BRT (Bus Rapid Transit) o metrobus en las ciudades de Argentina. De lo que no habló fue de las grandes irregularidades por millones de pesos que salieron a la luz el fin de semana sobre las licitaciones de limpieza y mantenimiento de las paradas de metrobus que lo vinculan a empresas involucradas en el caso Skanska.
Pero las ventajas que puede tener este tipo de sistemas cuando se lo aplica correctamente, reduciendo la contaminación, accidentes y tiempo de viaje, muestra sus límites cuando destruye el espacio verde público en el centro y cuando se analiza su corto alcance temporal, si se tienen en cuenta las fuertes tendencias a la congestión vehicular producida por la creciente metropolización en torno a la CABA.
Las obras vinculadas al transporte que no van de la mano de un intervención en el mercado de suelo, fortalece la densidad habitacional en los centros y la expulsión de los trabajadores y los sectores empobrecidos a las periferias degradadas o no aptas. Está valorización del suelo urbano beneficia en última instancia a los especuladores inmobiliarios y financieros, en gran medida extranjeros.
En otras palabras, tanto la oposición que expresó sus ideas en este evento como el gobierno nacional, ven en el transporte y todo lo que ello implica una oportunidad para que se desarrollen los empresarios, nada muy distinto a los últimos 200 años de dependencia.