La ultraderecha toma la iniciativa en la campaña de Barcelona. El Ayuntamiento “progresista” compra su principal reivindicación al pronunciarse por un desalojo según la ley en el barrio de La Bonanova. La CUP adopta un perfil bajo. Es necesaria una gran movilización unitaria de la izquierda anticapitalista, sindical y movimientos sociales.
Sábado 13 de mayo de 2023
En las últimas semanas los ataques y denuncias contra los CSO La Ruïna y El Kubo, en el barrio barcelonés de La Bonanova, han saltado al terreno mediático. Ante el discurso de odio de la derecha aprovechando la campaña electoral, la verborrea fascistoide de Desokupa y las mentiras de los grandes medios, hay que preguntarse, ¿Que dice, y sobre todo, que hace la CUP?
El apoyo de la izquierda independentista que hemos visto en otros centros sociales y el movimiento okupa en otras ocasiones, está más bien ausente. Que esto coincida con una de las campañas más moderada y de gestión de izquierdas de la formación no es una casualidad.
La derecha apuesta por una campaña polarizada
El inicio de la campaña electoral para las elecciones municipales ha llevado a prime time en todos los medios de comunicación “el gran problema de la okupación”. Este tema tan recurrente en los sets de Atresmedia o en las redacciones del Grupo Prisa o del Grupo Godó. Ciudadanos, el PP, Vox o Valents lo han convertido en su eje de campaña.
En esta ocasión, además de los discursos, la derecha ha decidido hacer algo de agitación de calle de la mano de los matones de Desokupa. Han elegido unos inmuebles okupados y convertidos CSO en el barrio de La Bonanova que, a tenor de lo que nos venden en los grandes medios, serían los causantes de una situación de caos y destrucción. “Lanzan piedras a los vecinos”, “los persiguen con hachas”, “destrozan locales”... estas y otras calumnias y acusaciones son las que se han escuchado estos días sobre la actitud de los okupas.
Pero veamos qué hay de realidad y que hay de discurso ultraderechista y de manipulación de la prensa burguesa. En primer lugar, es importante destacar que estos dos inmuebles fueron ocupados en 2016 (Eo Kubo) y en 2019 (La Ruïna). Parece cuánto menos raro que en 7 y 4 años, respectivamente, nadie haya prestado atención a estos dos inmuebles.
Los testimonios de los vecinos y la asociación barrial dicen que la convivencia ha sido buena y que los problemas han venido de la actuación de la derecha y sus matones. Un método que ya hemos visto en otros casos, como cuando la ultraderechista Democracia Nacional quiso convertir la apertura de un centro de culto islámico en un conflicto vecinal en el popular barrio de la Prosperitat.
Cómo denuncian desde el CSO La Ruïna, “en las últimas semanas estamos sufriendo ataques de colectivos fascistas”. Es decir, los incidentes que se airean sin descanso se inician por ataques de colectivos fascistas contra los inmuebles okupados, y no porque después de 7 y 4 años de autogestión de estos inmuebles, los okupantes hayan decidido instaurar el caos en el barrio.
Este discurso de criminalización contra la okupación ya habitual, siempre va acompañado de falsedades y omisiones. Y además en este caso particular, que sucede en plena campaña electoral, está sirviendo de munición tanto para la derecha -PP, Vox y Ciudadanos centran sus spots electorales en este caso- como para el despreciable grupo Desokupa.
Los casos de La Ruïna y El Kubo no son ningún atentado contra la vivienda y morada de ninguna familia, como no para de repetir el neonazi de Esteve – líder de Desokupa- en sus redes o los candidatos de PP, Ciudadanos, Valents y Vox. Si la Justicia española, poco sospechosa de ser progresista y especialmente en cuanto a desahucios, todavía no ha dictado su desalojo - lo ha hecho tan solo en el caso de uno de los inmuebles-, es porque legalmente es una usurpación, es decir, el allanamiento de un inmueble que no es lugar de desarrollo de actividades privadas. Estaba abandonado y sin uso. Es decir, más que un activo para el barrio, era puro producto de especulación.
La izquierda anticapitalista, la izquierda sindical y movimientos sociales tenemos que responder
Es falso hablar entonces de “familias perjudicadas”, y usar este componente victimista para atizar el odio contra estas okupaciones. Pero este discurso corre sin freno en las redes, en la prensa y en la televisión. Frente a esto, ¿que hace la izquierda?
El neorreformismo que gobierna el Ayuntamiento se ha limitado a rechazar las amenazas de Desokupa. Pero al mismo tiempo aseguran que están a la espera de contar con una orden judicial que permita el desalojo de ambos inmuebles. Compran así el discurso criminalizador y la principal reivindicación de la derecha, el desalojo, aunque con una versión más “civilizada”. Por otro lado la Guardia Urbana viene participando de los diferentes operativos de antidisturbios que tratan con guante de seda a los matones mientras reprimen las diversas concentraciones en solidaridad con los CSO que se han convocado.
Desde la CUP, hasta el momento, se han limitado a “denunciar la exposición de simbología fascista en las manifestaciones” y a exigir que el “Ayuntamiento de Barcelona se persone como acusación particular” contra estos grupos de ultraderecha. No obstante, se han negado a convocar a su militancia y simpatizantes a las manifestaciones de respuesta y solidaridad con los CSO.
En el marco de una campaña de criminalización terrible contra el colectivo okupa y contra la acción de okupar frente a la imposibilidad de acceder a una vivienda digno para centenares de miles de trabajadores y trabajadoras, las “peticiones” al Ayuntamiento son ridículas y dejan la pelota en el tejado de quienes quieren llevar adelante el desalojo “de acuerdo con la legalidad”. Frente al discurso ultraderechista que está vertebrando la campaña electoral de la derecha y dando alas a partidos y colectivos de la derecha, la respuesta solo puede venir de una gran movilización social independiente.
La posición de la CUP en estas últimas semanas frente a este caso solo se explica desde el tono moderador con el cual la formación independentista está abordando esta campaña electoral, totalmente acrítico con los ocho años de gobierno de Colau y que, en sus propuestas, apenas se diferencia de Barcelona en común. Su tarea de gestores “progres” en ayuntamientos como Badalona o Sabadell, en la legislatura del 2015-2019, o de Sant Cugat con Comunes y el PSC en esta, es la mejor expresión de esta moderación.
Estos inmuebles okupados son propiedad de la SAREB, el “banco malo” fundado en 2012 para comprar a los bancos todos los activos inmobiliarios que hacían hundir sus cuentas. Con estas adquisiciones se saneaban sus cuentas y se convertían las pérdidas privadas producto de una década de especulación inmobiliaria histórica, en pérdidas públicas que todos y todas tuvimos que pagar de nuestros bolsillos durante años.
Además, estos ataques están sucediéndose en un momento de crisis de acceso a la vivienda, con desahucios, con gente expulsada de sus casas por no poder asumir la renovación del contrato de alquiler, en definitiva, una situación de especulación que hace prohibitivo para muchos y para muchas acceder a una vivienda.
¿Cómo entonces, se puede permitir que estas patrañas, mentiras y falsedades circulen a sus anchas? Hay que poner freno, denunciar estas mentiras, enmarcar este ataque de la ultraderecha contra la okupación en el marco de la situación de la vivienda: exigir vivienda de protección oficial (tan solo 4.000 pisos de protección social en ocho años de mandato de Colau) y exigir la expropiación de los más de 10.000 inmuebles vacíos en propiedad de la banca que hay en toda el área metropolitana de Barcelona.
Ante los continuos ataques frente a los inmuebles de La Bonanova, hay que hacer un llamamiento a una gran movilización de apoyo a los CSOs que están siendo atacados por la derecha y la ultraderecha. La CUP, la CGT y todas las organizaciones de la izquierda sindical y social de la ciudad tendrían que ponerse al frente de la organización de una gran manifestación por el barrio de Bonanova que arrope los dos CSO y que eche definitivamente a la ultraderecha y sus matones de las calles.
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