Este fin de semana Morena llevará a cabo elecciones internas para definir a sus consejeros rumbo al Congreso Nacional. Militantes denuncian acarreos, compra de votos y “caída de sistema”.
Sábado 30 de julio de 2022
El partido que llevó a López Obrador a la presidencia en 2018, atraviesa una de sus recurrentes crisis, pero esta vez con el riesgo de no retorno de consumarse fraudes internos en la elección de sus dirigentes. Y es que Morena, en sus diez años de existencia, sólo ha tenido 2 Congresos Nacionales. Este fin de semana se alistan morenistas y no morenistas para votar a consejeros representantes rumbo al tercer Congreso Nacional Ordinario. Antes de delinear los contornos de cómo se presenta el camino hacia el tercer congreso del partido en el gobierno, veamos en síntesis estos 10 años de la existencia de Morena.
Crisis del sistema de partidos y la emergencia de un nuevo partido
El año 2012 marca una etapa importante de la historia política contemporánea de México. No sólo fue el año del regreso del “nuevo PRI” en la figura de un presidente títere de las trasnacionales que exigían más reformas estructurales, Enrique Peña Nieto, sino que también fue el año de otro robo electoral, mismo que fue denunciado por amplias capas de la población y por el movimiento juvenil #YoSoy132; también fue el año de la formación de un gran bloque burgués (PRI, PAN, PRD) para implementar un paquete de reformas estructurales neoliberales, conocido como el “Pacto por México”. La implementación de estas reformas, la poca o nula distinción entre los gobiernos del PRI y del PAN, sumado a la represión, el desempleo y la precarización del trabajo, y a un clima de violencia, abrió un profundo descontento y descrédito a estos partidos que los persiguen hasta el día de hoy.
Ese mismo año, el agotamiento del PRD como un serio proyecto de recambio del régimen burgués llevó a la búsqueda de una alternativa, con López Obrador a la cabeza, de un proyecto igualmente burgués pero sustentado en el desvío de las aspiraciones democráticas de las masas y el descontento social provocado por la aplicación de los planes neoliberales, un “gobierno de recambio” con retórica “antineoliberal”, al cual llamaron el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). El 20 de noviembre del 2012, delegados de las 32 entidades federativas se dieron cita para elegir a sus 300 Consejeros Nacionales, mismos que elegirían a su Comité Ejecutivo Nacional (CEN). Para 2015 con la aprobación de los documentos programáticos y con la presión de las primeras elecciones en la que se presentaría el nuevo partido, López Obrador fue nombrado el primer presidente de Morena, y Martí Bartres como el presidente del CEN.
De acuerdo a sus estatutos, la autoridad suprema es el Congreso Nacional, éste debería de sesionar cada 3 años para la renovación de sus dirigencias. La dificultad técnica para llevar a cabo el congreso salta a la vista, los preparativos y el mismo Congreso Nacional de Morena coincide con el año electoral federal. Se resolvió este problema técnico con el aplazamiento al término de las jornadas electorales. Sin embargo, el año 2018, año del 2do Congreso Nacional, tomó a los morenistas en fiebre electoral. El arribo de López Obrador a la presidencia y de cientos de militantes —bajo el rótulo de Morena— a distintos cargos públicos desplazó la “autoridad suprema”.
Algunas voces críticas del partido presionaban para llevar a cabo el Congreso Nacional con la finalidad de ingresar “ordenadamente” al poder, sin embargo fueron acalladas con los gritos de “unidad”. Sin haber realizado la renovación interna conforme a sus estatutos, Martí Bartres dejó su cargo a Yeidckol Polevnsky para ingresar como funcionario de gobierno, y López Obrador fue sustituido por Bertha Elena Luján para asumir como Presidente.
Sin segundo Congreso Nacional, las facciones de Morena presionaron para renovar la dirigencia. Recurrieron al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), este organismo resolvió, bajo el método de la encuesta aplicado por el INE, que Mario Delgado Carrillo fuese el tercer presidente nacional de Morena, mientras que Citlalli Hernández quedaría al frente de la secretaría general.
¿Morena contra Morena? Rumbo al Tercer Congreso Nacional
Del segundo Congreso de Morena, solo queda el recuerdo de su sesión extraordinaria en 2016 que buscó solamente afinar la maquinaria electoral. En diez años sólo ha habido 2 congresos, donde sólo el primero podría ser tildado de democrático. Este partido que nació para la “transformación pacífica del país por la vía democrática” mantiene una estructura partidaria sin renovación, donde las presiones pragmáticas y oportunistas están a la orden del día.
Pese a que en los estatutos de Morena está prohibido los grupos, corrientes o facciones, es sabido de la existencia de estos grupos, de sus tropelías y de sus luchas por hacerse de mejores cargos dentro de la estructura vertical del partido, mismos puestos que les permiten promover a sus candidatos de cara a las elecciones locales o regionales.
Esto es Morena: un partido que nace de la "lucha de facciones" en el PRD que más bien expresaba una política de dichas corrientes internas de imponer a las bases los acuerdos y negociaciones con los demás partidos y las instituciones de gobierno para nutrir sus propios intereses y no los de la población explotada y oprimida, y que por ello agotó su función como partido de recambio, quedando cada vez más pegado a las fuerzas más reaccionarias expresadas en el PRI y el PAN, llegando a plasmar esta deriva que traicionaba las aspiraciones de sus simpatizantes en la integración al Pacto por México.
Así ante el descontento desde las bases y de otros sectores por el aval que el PRD daba a los planes económicos del "PRIAN" despertado en las bases, surge una propuesta aparente,mente progresiva encabezada por López Obrador, para capitalizar el descontento y el rechazo a un régimen político decadente, a la profunda desigualdad económica y violencia, cuya base principal son los anhelos e ilusiones de cambio de millones de mexicanos, donde la espina dorsal es la figura de López Obrador mismo, un político de amplia popularidad que logra unir a las distintas corrientes y grupos de su partido.
Pero Morena también es un partido de facciones políticas que nada tienen que ver con las necesidades de la base y el pueblo pobre, que buscan hacerse de la estructura partidaria para desde ahí tener injerencia en la vida pública nacional e impulsar desde ahí a sus integrantes como funcionarios y establecer proyectos económicos donde los empresarios tienen una destacada participación.
Así, el descontento social catapultó al poder a un partido que es un poco más de los mismo respecto a los gobiernos anteriores, enmascarado por una serie de "planes sociales" (pensión universal de vejez, becas, aumentos salariales ilusorios pues quedan por debajo del aumento de la inflación) de alcance muy limitado, pero desnudado por los cientos de miles de despedidos de trabajadores estatales, la desatención a los presupuestos universitarios, etc.
El contexto de las elecciones internas de Morena de este fin de semana, 30 y 31 de julio, no mantiene una relación distinta con la historia y manera de conducirse del partido, por el contrario, son con estas elecciones donde se hacen más evidentes los rasgos oportunistas, clientelares y facciosos con los que nació el partido de Andres Manuel López Obrador, un partido que llegó al escenario político bajo el marco de un proyecto capitalista con “rostro humano”, es decir, Morena es un partido burgués de pies a cabeza.
El escollo más grave, y el que causa más encono entre los distintos grupos de Morena, es la “caída del sistema” que la misma dirigencia nacional de Mario Delgado reconoce. El pasado 22, 23 y 24 de julio se esperaba la publicación de la lista de candidatos. Antes de la medianoche del 22 de julio, se emitió una lista, y más tarde, día sábado, se bajó la lista y se volvió a subir otra que fue borrada rápidamente, y antes de concluir el fin de semana, el día domingo se subió una lista que se presume como definitiva. Hubo tres listas, y en varias hubo “rasuración” de candidatos. Las imputaciones ante el tribunal no se hicieron esperar.
Mario Delgado explicó que dicha “caída de sistema” obedeció a que hackearon el sistema y al abrumador tráfico en la página. Morenistas como Jonh Ackerman y Gibra¿án Ramirez, acusan de maniobra facciosa por parte de la dirigencia y de intervención de gobernadores, como el ex-perredista Miguel Barbosa, gobernador de Puebla, para ampliar su presencia en la estructura del partido. Jonh ackerman va más lejos: acusa de un “asalto masivo a Morena” además de actos delictivos en los preparativos.
Y es que no se trata de elecciones menores en cualquier partido. Se trata de votar por los representantes de los 300 distritos electorales, los representantes de los Consejos Estatales, del Consejo Nacional e, indirectamente, a los miembros del Comité Ejecutivo Nacional. El escenario del 2024 requiere de una gran “unidad y movilización” para quien sea “elegido” para representar a Morena. Se necesita de esa gran “unidad” (sin debate, sin crítica) para garantizar estabilidad en el gobierno, en el estado, y en el partido. Por ello la necesidad de los distintos grupos que impulsan a Marcelo Ebrard, Claudia Sheimbaum y a Ricardo Monreal de intentar alinear a todo el partido en aras de la “unidad” que representará el candidato presidencial.
Las elecciones del 2024 presionan a las distintas facciones de Morena para garantizar su propio candidato presidencial. El primer sondeo será “abierto” a todo público, pero habrá un segundo sondeo que será “cerrado” para los militantes del partido donde los representantes distritales tendrán un peso significativo. Quien tenga más “fichas” dentro de Morena definirá en gran medida la agenda electoral del 2024 y el eventual gobierno 2024-2030. Las elecciones partidarias de este fin de semana resolverán hacia qué lado se inclina la balanza de esta lucha entre morenistas.
¿Y la regeneración nacional?
Si analizamos el movimiento interno de Morena, y descartamos el contexto nacional, podemos concluir que no ha cambiado nada en relación a los partidos tradicionales: reproduce una lógica burguesa de armar el partido desde arriba, sumar a grupos o ensanchar los existentes en aras del fin electoral y de las ganancias políticas o económicas que pueda redituar un eventual puesto en el gobierno.
Morena llega a las elecciones internas con un padrón electoral “inexistente”. Cualquiera podrá votar, y en el acto, afiliarse a Morena. Es decir, se puede ser militante de años del PRI, PAN y PRD, haber obstaculizado la “cuarta transformación”, romper con ese “pasado oscuro” de un día para otro y afiliarse a Morena. Ese acto formal, propia de una lógica burguesa que reduce la democracia al acto de marcar una papeleta, da rienda suelta a que grupos políticos de distintos partidos ingresen masivamente o fortalezcan sus posiciones al interior. Al mismo tiempo que se tira al bote de la basura los años de trabajo de la militancia honesta que tocó puertas y que buscó construir un “partido de izquierda”.
Así, desde su nacimiento hasta la fecha, la dirigencia de Morena viene desilusionando a su base honesta. Al interior de Morena aún se encuentran militantes honestos que confían en la figura de López Obrador para llevar a cabo cambios, sin embargo es la misma dirigencia, con el presidente en primer lugar, quienes invitan a toda la gente a votar por los representantes del partido que están lejos de ser elegidos desde la base, sino por una cúpula negociadora de puestos públicos. Este proceder, que algunos podrán llamar democrático, deja la puerta abierta para que Morena sea copado en gran parte por arribistas y oportunistas, desplazando a los pocos militantes honestos y críticos que aún quedan.
La liquidación de la “última esperanza de México” está siendo fraguada por los dirigentes del partido. El problema del “mapacheo”, el “chapulinaje” y las peores prácticas políticas burguesas que se denuncian no son un problema de ahora o que hayan llegado con las elecciones del 2018, son problemas de origen y que hasta en los estatutos y programa de partido se pueden rastrear. Son también la herencia de los viejos partidos del priato que han alimentado las filas de este “partido del cambio”. En aras de llegar rápidamente a la presidencia, López Obrador fue armando su partido con alianzas entre distintos funcionarios, empresarios y grupos políticos, prueba de ello son (y no los únicos) el magnate Carlos Slim y el político Ricardo Monreal, quienes cobran factura en proyectos estatales de infraestructura o cargos públicos.
Estas alianzas representan concesiones políticas y económicas a distintos niveles de gobierno, que siendo traducidas a política partidaria, se expresan como un “partido plural e incluyente” y de “diversidad ideológica”, donde el empresario, al igual que los movimientos y luchadores sociales, aparece como un sujeto del “cambio verdadero”.
Mario Delgado o López Obrador podrán decir que Morena es el partido más democrático del país, pero lo real es que esto no sólo es mentira, sino que es imposible de llevar a cabo. La cúpula directiva y los mismos sectores dominantes nunca querrán respetar la decisión de una base honesta y combativa porque temen que ésta asuma e imponga sus propios intereses, totalmente opuestos a los de la burguesía y el imperialismo. Por eso, Morena es un partido antidemocrático en sí mismo y se refleja en todos los aspectos de sus procesos internos: privilegia acuerdos con gente extraña a la voluntad de la mayoría y evaden en cada oportunidad la aplicación de los estatutos en cuanto a la elección de cuadros y dirigentes.
La desilusión de una base honesta y combativa se vuelve moneda de cambio con el paso del tiempo y con la consolidación del partido en la estructura del Estado, una estructura de clase afín a los sectores económicos dominantes. Dicho rápidamente, en todo partido burgués la base es subordinada a los intereses de los dirigentes, dirigentes que están al servicio del gran capital. Su función, por ende, es bloquear cualquier iniciativa emancipatoria de los de abajo
Los anhelos y la necesidad de cambiar la sociedad no pueden esperar. Es cada vez más claro que en Morena esas ilusiones se truncan o son desviadas. Para hacer efectivo un cambio verdadero es necesario un partido de la clase trabajadora que aglutine bajo un proyecto y estrategia común a los movimientos sociales y los sectores oprimidos y explotados; que recupere las demandas históricas de justicia, pero que al mismo tiempo rompa con la subordinación a intereses empresariales nacionales o imperialistas.
Un partido de dichas características no puede ser otro que uno basado en una amplia democracia interna sobre la base de un programa clasista y revolucionario que, lejos de administrar la pobreza y explotación, luche por la abolición del capitalismo y la instauración de un gobierno de las y los trabajadores y el pueblo pobre. En este proyecto, los militantes del Movimiento de los y las Trabajadoras Socialistas, apostamos todos nuestros humildes esfuerzos luchando codo a codo con quienes resisten y se organizan para enfrentar al gran capital y sus personajes políticos e impulsando un programa para que la crisis la paguen los patrones. Programa al cual te invitamos a conocer y sumarte.