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Red Internacional
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PROVOCACIÓN A LAS MUJERES. En Luján y con escasa concurrencia, la Iglesia hizo su misa contra el derecho al aborto

Tal como había convocado un mes atrás, la plana mayor del Episcopado nacional reunió a un par de miles de fieles y con el lema “Sí a las mujeres, sí a la vida” comenzó su campaña de cara al debate en el Congreso.

Daniel Satur

Daniel Satur @saturnetroc

Domingo 8 de marzo de 2020 14:20

Fotos Enfoque Rojo | Twitter

Fotos Enfoque Rojo | Twitter

Si bien la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) había lanzado la convocatoria el 5 de febrero (más de un mes antes) y los grandes medios de comunicación le dieron bastante publicidad al evento, se podría decir que la concurrencia de hombres y mujeres con pañuelos celestes y banderas argentinas este domingo a Luján fue exigua.

Teniendo en cuenta los recursos y el “aparato” que tiene la Iglesia, las dos mil personas aproximadas que participaron de la misa (algunas provenientes de diversos lugares del país) hablan de un limitado poder de convocatoria, al menos en esta oportunidad. Así quedó registrado incluso por las cámaras y los drones de medios que se llevan muy bien con el Episcopado.

La presencia de personalidades políticas no fue masiva e incluso hubo quienes prefirieron no mostrarse mucho. Entre los más ubicables estuvieron el senador de PRO-Cambiemos Esteban Bullrich, la diputada de la Coalición Cívica-Cambiemos Marcela Campagnoli, el dirigente del gremio de Judiciales y secretario de Derechos Humanos de la CGT Julio Piumato, el diputado ultraconservador cambiemita Alberto Asseff (padre político de Alberto Fernández en los años 80), la exsenadora del Partido Renovador de Salta Cristina Fiore y el excandidato presidencial Juan José Gómez Centurión. Además, hubo banderas de grupos denominados “peronistas por la vida”.

Pasadas las 11 una presentadora hizo el anuncio del arribo de la estatua de la Virgen María al altar, con lo que se daría comienzo a la ceremonia. La figura de la virgen fue la única referencia a “la mujer” en esa llegada al altar, ya que las decenas de personas que ingresaron por el pasillo central fueron todos varones, todos curas, quienes portaban banderitas argentinas con el lema “sí a las mujeres, sí a la vida”.

La misa estuvo encabezada por el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Oscar Ojea, quien tenía muy cerca suyo al arzobispo de Buenos Aires Mario Poli y a otros altos jerarcas de estrecha relación con el papa Francisco. Luego de la presentación de la misa por parte de Ojea, se invitó a mujeres (algunas con bebés en brazos) a leer salmos bíblicos.

La homilía de Ojea estuvo barnizada de un léxico casi progresista, aunque debajo de ese maquillaje quedaron expresadas las directrices del posicionamiento institucional ante el debate por el aborto.

Primero arrancó diciendo: “vivimos una situación extremadamente delicada. Hoy nuestro país tiene altos niveles de pobreza e indigencia”. Luego dio datos económico-sociales que avalan esa definición para luego plantear que “es necesario discernir prioridades y no elegir temas que enfrenten a los ciudadanos de a pie de modo tal que atente contra la fraternidad y contra la posibilidad de tener un horizonte común como pueblo”. Y hasta citó al Martín Fierro para decir “los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera”. En una reacción atípica para una misa, algunos cientos de fieles aplaudieron varias veces al presidente de la CEA.

Luego “agradeció” la vida de “tantas mujeres”, por su “presencia insustituible en las familias” y celebró “el lugar cada vez más amplio que tienen en la sociedad”. “Venimos a pedir por todas, para que se respete su vida, su integridad y sus derechos, superando todo tipo de exclusión”.

Después Ojea fue al grano. “Millones de argentinos y argentinas, creyentes y no creyentes, como enseña la ciencia médica, tienen la profunda convicción de que hay vida desde la concepción y que una persona distinta de su madre va desarrollándose en su seno. Es injusto y doloroso llamarlos antiderechos o hipócritas”, sentenció. “En realidad valoramos los derechos de toda vida”, agregó.

Acto seguido, en un alarde de hipocresía, Ojea dijo “condenamos el abuso en todas sus formas, sexual, psicológico y de poder, cualquiera sea el ámbito en el que se produzca, en la familia, en el trabajo, en la escuela, en la calle y, dolorosamente lo decimos, también en la Iglesia”. Huelga decir que no es precisamente lo que hace internamente la institución que él conduce con los curas y obispos violadores, más allá de los discursos prefabricados por el Vaticano.

Tomando prestado (con poca convicción) algo del léxico feminista, y sin ningún tipo de autocrítica sobre los dispositivos que el propio Vaticano y sus sucursales mantienen para perpetuarla, Ojea “condenó” la violencia machista y la “larga trama de autoritarismos de parte de los varones, de sometimiento y de diversas formas de esclavitud y abusos” hacia las mujeres. Nada que le haga recordar al monseñor las consecuencias de la Sagrada Inquisición.

Enseguida el obispo maniobró hábilmente y enlazó la condena a la violencia machista y los femicidios con la condena a la legalización del aborto. “La vida es el primer derecho y sin él no puede darse ninguno más. Lo reclamamos para todos, en cualquier edad o situación en que se encuentre esa vida. Y de un modo especial para quien se haya débil, desprotegido e indefenso”, dijo y volvieron a aplaudirlo.

Paradójicamente, Ojea dijo que “gracias a Dios los jóvenes están creciendo con una sensibilidad nueva”. Eso sí, con respecto a la “crisis socioambiental”. Pero es entre las nuevas generaciones donde impera de forma mayoritaria la convicción de luchar por el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Curiosamente, esa características de “las pibas” a Ojea le parece inexistente.

Apelando a la amalgama de conceptos y de calificaciones, que igualan el derecho elemental de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos con los brutales crímenes de mujeres a manos de sus parejas o exparejas (que se reproducen día a día), el presidente de la CEA dijo que “el diálogo debe ser el camino de los debates sociales”, que la complejidad de las situaciones se pueda analizar “desde el respeto, el discernimiento y la razón y no desde la dialéctica emocional de quien se impone y silencia al que piensa y siente distinto”. Justamente lo que la Iglesia católica, a lo largo de su milenaria historia de crímenes y castigos, nunca ha hecho.

Por último, dijo que la Iglesia apoya “la implementación de una educación sexual verdaderamente integral, que fomente y capacite la decisión libre de concebir una vida humana, respetando los idearios de las instituciones educativas”, en clara referencia a las escuelas católicas, especialistas en la no aplicación de la ESI.

Luego de cuestionar a Alberto Fernández por su definición de “hipócritas” a quienes están contra el derecho al aborto, Ojea le tiró un centro al Gobierno. “Acompañaremos todas las políticas sociales que favorezcan la atención a la mujer embarazada, especialmente en situaciones de extrema vulnerabilidad. Ya lo estamos haciendo en muchas de nuestras comunidades a través de los Hogares del Abrazo Maternal”, dijo el obispo, dando un guiño al Plan de los 1.000 Días anunciado el domingo anterior por Fernández en el Congreso.

Vale recordar que el presidente fundamentó el lanzamiento de ese plan en la necesidad de “evitar que se recurra al aborto por pobreza”, dando un guiño a los argumentos eclesiásticos que aseguran que “las mujeres pobres no abortan” o, si lo hacen, es por una “necesidad material” y no por una elección personal.

La misa terminó con los pañuelos celestes y las banderas argentinas agitándose al son del cancionero litúrgico, tras lo cual el par de mil de fieles presentes comenzaron a desconcentrarse. A esa misma hora, frente a la Catedral de Buenos Aires y como parte de un enorme abanico de actividades planificadas por el movimiento de mujeres para estos 8 y 9 de Marzo, un gran pañuelazo por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito se desplegaba al grito de "¡Iglesia y Estado, asunto separado!".


Daniel Satur

Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).

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