Crónica de un viaje al XXX Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata. Movilización, debates, emociones, arte y cultura
Jueves 15 de octubre de 2015
Luego de la marcha que movilizó a millones de mujeres (incluyéndome), se abrió una nueva brecha en la visión de la mujer: Sí, podemos. Si, nos organizamos. Si, luchamos.
Ni una menos fue el inicio de un oleaje de mujeres que por primera vez salían a marchar y a reclamar sus derechos. Así conocí a las chicas de Pan y Rosas. El Encuentro Nacional de Mujeres estaba latente, para muchas era algo desconocido pero generaba interés y como ellas, era mi primer encuentro.
Sábado, 9 am. El frío al cruzar una avenida marplatense helaba. Miles de mujeres aparecían desde diferentes esquinas para concentrarse en el Polideportivo del Estadio Malvinas Argentinas. A los costados de la calle se veían diferentes puestos de todo el país, ropa de abrigo coya, sandalias hechas de macramé, miel casera, vestidos de diseño, lo que quieras hecho de cuero labrado y muchos puestos parrilleros.
Nunca me enteré de qué se trataba la Apertura. Sólo el apelotonamiento de mujeres con diferentes banderas y caras cansadas para quedarse afuera con la espectativa de saber qué hacer. Ahí empecé a conocer la parte burocrática del Encuentro: Se previó que a Mardel llegarían alrededor de 60 mil compañeras, pero el acto de apertura se hizo en un garage de 2 mts. de alto donde apenas entraron 2 mil.
Acto de apertura finalizado, ok. Ahí empezamos a trasladarnos a un espacio amplio para recibir al resto de las delegaciones de Pan y Rosas para sacarnos una foto con todas las chicas. Una pared exterior al polideportivo crecía en diagonal hasta superar los 10 mts. Algunas empezaron a trepar para recibir los únicos rayos de sol que le hacían frente al frío crudo, ni siquiera ahí podían sacarse la campera. De repente, todas empezaron a ascender, y casi como si se hubiera planeado se decidió que ese era el lugar perfecto para retratar ese momento. Arriba todas. La pared era muy empinada, pero las chicas supieron encontrar diferentes estrategias para no resbalar.
A medida que fueron llegando mujeres de diferentes partes del país se fueron acomodando. Se hicieron presentes Laura Vilches, legisladora del de FIT Córdoba y Myiriam Bregman, candidata a vicepresidenta junto a Nicolás del Caño. Cuando habló Andre D’atri, dirigente de Pan y Rosas, despejó una de las grandes dudas: éramos 2300 mujeres vestidas de color violeta.
A las 15 arrancó la primer jornada en los talleres. Éstos se desarrollaron en escuelas y universidades de la ciudad. El taller de mujer y aborto era el más esperado y polémico del encuentro. La cantidad de talleres que hay son numerosos. Mujer y: violencia, sexualidad, salud, familia, lesbianismo, prostitución, explotación laboral, lucha contra las drogas, VIH Sida, entre otros.
Para adentrar al nuevo mundo que se me abría decidí ir a lo seguro y familiar. Estudio Bellas Artes asi que fuí al taller de Mujer, cultura y arte. Un nuevo descubrimiento: las comisiones son multitudinarias, por lo que un espacio de aula queda reducido. Ahí se empezaron a disgregar las mujeres que quedaron fuera para formar nuevos grupos en otros pisos. Esta realidad se repite constantemente en todos los talleres.
Mujer adulta, adolescente, madre, profesional, ama de casa, luchadora, artista o simplemente amante de la cultura. No hace falta ser experta en la materia para participar, incluso muchas decidieron no intervenir para escuchar atentamente el debate. La modalidad es: una moderadora que ceda la palabra a quien se inscribe para debatir y una asistente que anote las diferentes visiones y cuestionamientos que se vayan planteando. Es imponente ver a tantas mujeres hablar desde su academicismo heredado de la profesión o simplemente la reflexión de las experiencias propias para cambiar el entorno que las rodea cotidianamente.
Las actividades eran miles. Era difícil decidir a dónde ir. Algunas chicas llegaron tarde a los talleres por depender de los micros, ya que estaban en campings fuera de la ciudad. Esto me hizo ver cuánto esfuerzo conlleva este encuentro, juntar el dinero, viajar muchas horas, muchas de ellas acompañadas por sus hijos, hospedarse en lugares remotos, todo para poder dar fuerza a la voz femenina.
La plaza Mitre, ubicada en Av. Colón y San Luis, fue un gran epicentro de actividades culturales. La noche del sábado se vio envuelta de música en vivo y colores. Las artesanas que participaron del encuentro se hicieron presentes con su trabajo, morrales de jean a mano, sahumerios caseros, libros autogestionados y mucha comida. El escenario estaba cubierto por un gran cartel que decía Aborto Legal para decidir. Uno podía dar varios pasos y encontrarse con amigas, profesoras o compañeras inesperadamente. El frío estaba controlado y la música al ritmo de la cumbia colombiana hacía bailar a cientos de mujeres sonrientes.
Pero el día terminó con un sabor amargo. Nos enteramos de una desgracia insólita, indignante, impotente, inesperada, irónica, dolorosa: dos mujeres habían sido víctimas de femicidio, ahí, en la misma ciudad donde se generaba el movimiento de mujeres más grande del país para repudiar eso.
El domingo arrancó la segunda jornada de talleres. A las 9 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Mar del Plata se dictaban los talleres de prostitución, trata, violencia y abuso. Si hay algo que caracteriza al encuentro es que los talleres nunca son suficientes. A las 12 terminó la primera parte del taller. A las 14 hs se haría una marcha en la plaza Dardo Rocha, para reclamar por los femicidios. Para ese momento se supo que hubo otros dos en Ramos Mejía y Salta. Ninguna de las mujeres con las que me cruzaba en las esquinas podían entender lo que pasaba.
A las 15 se retomó la segunda parte de los talleres, donde se dictaron las conclusiones, ya que se prohibe hacer una votación para armar proyectos o planes de lucha “porque rompería el espíritu del encuentro” dicen varias presentes. Finalizado a las 17, todas las participantes se concentraron en el cruce de las avenidas Independencia y Luro para marchar por diferentes lugares del centro de la ciudad. Pero todos los partidos de izquierda decidieron abrirse de la marcha original, ya que no marchaban por las instituciones más importantes como la Catedral o el Municipio.
Mar del Plata fue testigo de una movilización nunca antes vista en sus calles. Mujeres de los balcones salían a agitar pañuelos y filmar con sus celulares la gran masa violeta de Pan y Rosas que se movía gritando “Gritemos ni una menos, basta de violencia ya, ni una menos por violencia ni por aborto ilegal”. Los transeúntes se detenían a observar y a cantar en señal de apoyo. La marea de chicas llamaba la atención a los turistas que se encontraban en la costanera mientras el cielo despejado era del mismo azul intenso del mar y el frío ya no estaba presente. La marcha se adentró por las calles del centro, donde los teatros con sus carteles gigantes y luminosos se vieron opacados por las sonrisas de las mujeres llevando pancartas, repudiando la violencia institucional y reclamando la legalización del aborto.
Al llegar a la calle Solís, aledaña a la Catedral, los vítores en contra de la Iglesia empezaron a intensificarse. Algunas jóvenes se treparon a las rejas sin remeras y con la piel escrita “Yo decido sobre mi cuerpo” “Saquen sus rosarios de nuestros ovarios”. Luego, cada agrupación hizo su acto de cierre en las calles que rodeaban la plaza.
Media hora más tarde comenzó la represión. De repente hubo gritos. Una horda de mujeres comenzó a correr disgregándose por las calles de alrededor. La policía empezó a disparar sin control balas de goma y gas lacrimógeno. Más tarde nos enteramos que gente católica que se encontraba del lado de adentro de la iglesia habían secuestrado a cuatro chicas y las habían golpeado. Otras dos habían sido detenidas. Según muchas chicas, era la primera vez que se reprimía en un Encuentro nacional de mujeres, ya que era costumbre marchar hacia las catedrales de las ciudades sede. Más tarde, todas fueron liberadas y algunas trasladadas al hospital. Esa noche, muchas agrupaciones volvieron a sus respectivas provincias.
El lunes a las 10 se hizo el acto de cierre. Los micros pasaron a buscar a las delegaciones con sus bolsos para luego del acto, partir de la ciudad. Esta vez, la comisión organizadora fue previsora y armó un escenario al aire libre, donde puedan participar todas. El Aplausómetro es el que define cuál será el próximo destino del encuentro el año siguiente. Hubo miles de mujeres que gritaron Capital, pero la comisión decidió que ganó el grito de Rosario. Claramente el aplausómetro dejó en evidencia que no es democrático.
El encuentro generó muchas emociones. Por primera vez sentí la fuerza de mi género sin mirar banderas ni creencias religiosas. Se produce una ruptura de estructuras y se eliminan muchos prejuicios. La empatía. El abrazo contenedor. La sonrisa contagiosa. El descubrimiento de nuevos mundos con los que convivimos pero no sabemos ver, como mujeres que trabajan en fábricas recuperadas, técnicas, enfermeras, empleadas de limpieza tercerizadas, administrativas, artesanas, madres, amigas, compañeras de lucha.