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Red Internacional
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Cine // Opinión. Escuadrón Suicida, entre la fantasía y la realidad

En 1965 la Segunda Guerra Mundial trajo a oídos del norteamericano Erwin Nathanson una anécdota misteriosa.

Martes 16 de agosto de 2016

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Su amigo Russ Meyer le comentó sobre un grupo de soldados convictos que se rehusaban a bañarse y que fueron enviados a una misión suicida. Interesado y entusiasmado con aquella historia, en 1965 escribió la novela The Dirty Dozen (La docena sucia), en la que relata que este grupo de sucios insubordinados debían entrar a un fuerte francés y asesinar tantos oficiales alemanes como pudieran. Nunca pudo encontrar la evidencia de que tal hecho haya tenido lugar, a pesar de rebuscar en los archivos del Ejército de los Estados Unidos. Sin embargo, su novela se volvió un bestseller y se conviritó en una película con el mismo nombre en 1967.

La Segunda Guerra Mundial y estos doce simpáticos personajes reviven en el presente transformados en supervillanos envueltos en una especie de “Tercera Guerra Mundial” documentada en 3D. “¿Esta es la vida real?, ¿Es esta una fantasía?” son las preguntas que se lanzan al aire al principio de la pista de Bohemian Rhapsody, y con la que abre uno de los tráilers taquilleros de esta película que vendría a romper los esquemas de aquello que se mostraba como el mainstream, generando una gran expectativa. Lejos de ponerse la capa y el traje de la justicia, este tráiler trae una propuesta distinta, antiestablishment.

Una mujer fría, calculadora y de experiencia militar como Amanda Waller (Viola Davis) organiza a un grupo de supervillanos para lanzarlos a misiones que nadie más quiere cumplir. En la lucha contra el mal, siempre es mejor usar algo de su propia cepa, soldados que sean descartables, prisioneros que “no tengan nada que perder y todo por ganar”, villanos que sepan combatir a otros villanos peores. Bajo amenazas y otras formas de coacción, Wallerpone a cargo del coronel Rick Flagal Escuadrón Suicida (Fuerza Especial X), un grupo ultra secreto, compuesto de ex prisioneros del penitenciario Belle Reve, en manos del Gobierno de los Estados Unidos, que debe cumplir misiones con alta probabilidad de sufrir “bajas”, misiones contra metahumanos de las que antes se encargaba Superman, pero que luego de su muerte alguien más debe ocuparse. Nadie aceptaría estas misiones si no fuese porque, como un pequeño detalle a tener en cuenta, a cada uno de los integrantes del Escuadrón se les implanta un explosivo en sus cuellos que pueden ser activados de forma remota y porque de salir con éxito de las misiones obtendrían la satisfacción de reducir los años de condena.

Esto podría ser el paso a un nuevo estilo del cine de acción hecho con viejas fórmulas no muy explotadas o una más de la seguidilla de derrotas artísticas de DC. El tráiler se hizo película. ¿Qué tendencia venció?

En un contexto en donde los viejos partidos políticos a nivel internacional comienzan a resquebrajarse y nuevas tendencias como Trump y Sanders en Estados Unidos se muestran como la salida contra lo establecido, unos simpáticos supervillanos que tomen el rol de los héroes hasta que vuelva la verdadera “justicia” –aparentemente Batman está ocupado- es una adaptación a los tiempos actuales con la misma antigua lógica de expandir los mercados y aumentar el consumo, especialmente dirigida para una juventud que necesita renovar lo anterior, algo que sea “rebelde”, que como un antihéroe como Deadpool muestren algo nuevo. En The Dirty Dozen un médico indica sobre los convictos que “los resultados indican que cada uno está resentido contra cualquier tipo de autoridad”.

Una chica que aparenta ser “autosuficiente” como Harley o un tipo sin sentimientos como Deadshot, son ejemplos claros de lo que no se ve tan a menudo en el cine de superhéroes. A esto se le suma que este grupo, que puede caer simpático a cualquier joven que quiera algo de rebeldía, se encuentra amenazado y coaccionado constantemente por el Estado, develando que en la base de aquella institución “pública” se esconde una sádica, morbosa y perturbadora maquinaria paramilitar hecha al servicio de proteger a la sociedad del “terrorismo”, un fantasma que recorre hoy en día el imaginario de la sociedad y con la que se justifica el aumento de las fuerzas represivas en las calles. Así, para quien se vea sumergido en el argumento de la película, el Estado es un “mal menor” frente a un mal mayor que son (o más bien, podrían ser) los metahumanos como Superman. Amanda Waller, quien controla al Escuadrón, lo dice muy claramente: su profesión es hacer que las personas trabajen en contra de sus propios intereses.

En algún sentido Escuadrón Suicida tanto en la película como en sus cómics se puede pensar que demuestra metafóricamente cómo hegemoniza el Estado y la clase dominante la conciencia de todos aquellos sobre los que gobierna, mostrando así su lado más brutal. Pero a su vez esa brutalidad con la que se crea este grupo paramilitar en la película la torna en simpatía y en una aparente necesidad de la que no se puede huir: sino, ¿quién nos protegería contra un Superman terrorista?
Implementando una especie de teoría de los “dos demonios”, en donde el equipo de supervillanos en el desarrollo se convierte lentamente en un escuadrón de héroes, el auditorio terminaría aclamando por los “menos malos” de esta historia, entre los que se puede encontrar machistas, racistas, corruptos y mafiosos de todo tipo. Por otro lado, es una demostración pesimista del futuro de los personajes, donde no hay escape de su situación opresiva, y en la que solo pueden refunfuñar o amenazar a las autoridades, aunque, finalmente, terminen trabajando sus propios intereses.
Nota aparte merecen los rasgos especialmente misóginos de la trama, que no solo se expresan en la relación enfermiza de Harley con el Joker (que es común en todo el mundo de DC), sino también en casi todos los otros personajes.

Presentándose en 57 países y costando 175 millones de dólares, este “Guardianes de la Galaxia” de DC ya viene recaudando 383 954 728 dólares. Pero en el mundo de Hollywood el éxito comercial no es sinónimo de calidad o buenas historias. Millones de dólares en publicidad y merchandising, estrenos internacionales simultáneos y un bombardeo constante garantizan la venta de un producto. También puede ser que la mezcla de personajes que podrían ser muy interesantes, argumentos que podrían ser disruptivos y una buena banda sonora haya sido lo que generó este resultado. Aunque claro, una increíble expectativa y muchos “podría haber sido” no necesariamente hacen una buena película.

Mientras The Dirty Dozen genera constantemente una expectativa en el resultado de la misión, tanto en si fracasarán o lograrán el éxito, así como la ansiedad de saber quiénes sobrevivirán, Escuadrón Suicida es predecible y monótona, con algún que otro pequeño giro argumentativo, pero que se parece más a un capítulo largo de los Power Ranger, si vale el término, que a una “renovación” cinematográfica. Lejos de romper esquemas, el grupo de los supervillanos y el desarrollo de su historia termina repitiendo el mismo refrito argumentativo.

Con varios momentos de la película de cierta incoherencia, y con un decaimiento a medida que avanza hacia el final, DC no logra estar a la altura de las expectativas. Quizás los recortes de la productora (Warner Bros) a la película de la autoría de Ayer fue lo que más destrozaron su éxito argumentantivo, aunque se verá cuando salga completa, con esos momentos en los que el Joker fue recortado, así como otras posibles buenas escenas.

Para responder a las preguntas que hace Freddie Mercury, lamentablemente la realidad de la película no es la fantasía del tráiler, y como sabemos, en última instancia y como dice Bohemian, “No hay escape de la realidad”.