Ideas de izquierda

Armas de la critica

SEMANARIO

Esteban Rivera: “Luchamos por la hegemonía obrera y la unidad de todos los oprimidos”

Esteban Rivera

Esteban Rivera: “Luchamos por la hegemonía obrera y la unidad de todos los oprimidos”

Esteban Rivera

Ideas de Izquierda

Intervención de Esteban Rivera en la charla "Estrategia revolucionaria y perspectiva socialista", realizada por la CRT el 10 de noviembre en Madrid.

En esta charla quiero plantear cómo estamos pensando estratégicamente desde la CRT la lucha de clases, y cuál es el papel de la clase trabajadora en el próximo ciclo político que se abre. Sobre todo, queremos reflexionar sobre cuáles son las vías y las tareas que tenemos los socialistas revolucionarios para evitar que las próximas luchas sean canalizadas en los marcos de los Estados capitalistas. Cómo aportar a desarrollar la lucha de clases y la perspectiva de nuevas revoluciones en el siglo XXI.

Este debate es absolutamente pertinente porque desde la crisis capitalista de 2008 han irrumpido enormes procesos de movilización y revueltas, que han puesto de relieve la capacidad de las clases populares de poner en jaque a gobiernos y regímenes. Así como la profunda crisis que atraviesa al neoliberalismo como último gran proyecto de la burguesía a nivel mundial, una crisis en la dominación capitalista. Pero, al mismo tiempo, también hemos visto la capacidad de estos mismos regímenes para derrotar o domesticar los procesos de movilización de masas que los han puesto en cuestión.

Dos ciclos de la lucha de clases

A pesar de eso, desde 2008 las burguesías, en general no han logrado recomponer una nueva hegemonía y un nuevo ciclo de estabilidad y prosperidad, sino todo lo contrario. Este es el fundamento por el que nos preparamos para nuevos escenarios más agudos de la lucha de clases.

En los últimos 15 años podemos ver dos grandes ciclos de luchas. El primero tuvo como epicentro el norte de África y medio oriente con las llamadas “Primaveras árabes”. Su punto más alto fue Egipto, que dio inicio a un proceso revolucionario luego derrotado en forma sangrienta. En el sur de Europa, este ciclo se expresó con protestas mayormente pacíficas como el 15M, mientras que en Grecia hubo un proceso de lucha más intenso, que fue desviado por Syriza.

El segundo ciclo arrancó con la irrupción de los chalecos amarillos en Francia y las grandes luchas obreras y se extendió a países de América Latina, EE.UU. o aquí en Catalunya y algunos países árabes. Se caracterizaron por generar dinámicas de revuelta, es decir de fuertes acciones de resistencia o actos de presión extrema contra los gobiernos, que podrían desarrollarse en un sentido revolucionario si el movimiento de masas iba más allá en su conciencia y organización. Fueron los sectores más empobrecidos y precarizados los que protagonizaron la lucha. Lo cual dio de conjunto luchas más radicalizadas y explosivas que en el anterior ciclo, como también una mayor represión.

Este segundo ciclo del que hablamos se vio interrumpido con la pandemia, pero la guerra en Ucrania, la inflación y en general la carestía de la vida, está dando lugar a nuevos procesos de movilizaciones y nuevas revueltas. Por tanto, es un ciclo no agotado.

Pero lo que hemos visto es que todos estos procesos terminaron o bien derrotados mediante la represión, agotados en su propia dinámica o desviados mediante la institucionalización. Nuestro propósito es precisamente pensar cuáles son las vías para que los procesos que siguen en curso y los que vendrán no terminen como los anteriores.

Clase obrera y posiciones estratégicas

En este sentido para nosotros la clave es el rol de la clase trabajadora. Si va a poder irrumpir en el escenario de la lucha de clases como un sujeto independiente, capaz de unir las aspiraciones del conjunto de los sectores explotados y oprimidos. Es decir, si va ser capaz de utilizar sus posiciones estratégicas en la sociedad para desatar todo su poder de fuego para derrotar a sus enemigos de clase.

Y ¿qué quiere decir exactamente que la clase trabajadora ocupa posiciones estratégicas en la sociedad? En primer lugar, que somos los trabajadores los que creamos la riqueza en el mundo. Significa que los trabajadores de la construcción no necesitan a ningún Florentino Pérez para levantar edificios. O que las enfermeras y las trabajadoras de la sanidad no necesitan ni la Botín ni a su familia para hacer funcionar un hospital. O que las trabajadoras del hogar y los cuidados que se encargan de reproducir la fuerza de trabajo fundamental para el desenvolvimiento capitalista. Parece mentira que tengamos que explicar todo esto incluso a una parte de la supuesta izquierda. Es producto de los años de propaganda neoliberal que ha hecho mucha mella

En segundo lugar y vinculado a lo primero, significa que la clase trabajadora es capaz de paralizar las ruedas de la economía y del mundo en general, especialmente sus sectores clave. Es decir, si por ejemplo los trabajadores de los grandes puertos del comercio internacional van a la huelga no solo afecta a ese puerto, sino que paralizan el conjunto de la economía mundial. Lo mismo con quienes trabajan en grandes refinerías o el sector energético. Son capaces de poner de rodillas a la economía capitalista. Como expresa el historiador John Womack dentro del proceso productivo, las “posiciones estratégicas son cualesquiera que les permitan a algunos obreros determinar la producción de muchos otros, ya sea dentro de una compañía o en toda la economía”. Pero estas posiciones no solo le otorgan a la clase obrera la capacidad de paralizarlo todo con la huelga general, sino también, en perspectiva, de reorganizar el conjunto de la sociedad sobre nuevas bases.

Es debido a esto que para nosotros el movimiento obrero no es un movimiento más. Y esto no es por ningún tipo de esencialismo u obrerismo fanático, sino porque concentra en su seno a los sectores que son capaces de poner en cuestión la propiedad de la burguesía y, por tanto, su poder político.

En ese sentido hemos visto multitud de ejemplos de cómo cuando estos sectores han salido a la lucha han desestabilizado fuertemente a las patronales, los gobiernos y sus agentes. El último ejemplo lo hemos visto hace pocas semanas en Francia, en donde la huelga de un sector estratégico como son las grandes refinerías movilizó a otros muchos. Al mismo tiempo se convocó una jornada de huelga en todo el país que podía sumar a otros sectores y dejar a Macron en la cuerda floja, pero que fue evitada por las burocracias sindicales.

Fragmentación de la clase obrera

¿Pero entonces con esto queremos decir que la clase trabajadora no ha intervenido de ninguna manera en estos procesos de luchas y rebeliones de los que hablamos? Lo decimos claramente: la clase trabajadora ha sido un actor importante en la mayoría de los procesos de lucha y grandes revueltas en estos 15 años. Lo que decimos es que su participación ha sido de forma atomizada, lo cual ha impreso un carácter ciudadanista a las últimas revueltas. Por ejemplo, esto se vio en la revuelta de Chile de 2019 en donde, aunque la mayoría de manifestantes eran jóvenes de los sectores más empobrecidos y precarizados del país, esto no participaban como trabajadores sino de forma individual. Lo cual se expresa en la ausencia de grandes espacios de deliberación y auto organización de la revuelta.

Esto a su vez es expresión del enorme proceso de fragmentación y por tanto debilitamiento que ha vivido el movimiento obrero en toda la etapa del neoliberalismo. Lo cual ha permitido a los gobiernos criminalizar y dividir más fácilmente a quienes participaban en las movilizaciones.

Por tanto, no se trata de que los trabajadores no sean parte de los grandes embates de la lucha de clases ni que estos no sean lo suficientemente masivos. Lo que hemos visto en Sri Lanka por ejemplo da cuenta de la movilización de una inmensísima mayoría de la población con acciones espectaculares como la toma del palacio presidencial. Se trata de que la clase trabajadora no ha logrado intervenir en estos procesos como clase y con sus propios métodos de lucha. Cuando ha logrado hacerlo puntualmente o amenazado con hacerlo, la situación ha cambiado de conjunto. Como en la jornada de huelga general en Chile en noviembre de 2019, en la que después de casi un mes en el que las movilizaciones eran masivas y resistían de forma incansable la represión de la policía el Gobierno no quería retroceder un ápice. Solo con que la clase obrera apareciera en escena un solo día durante la jornada de huelga el Régimen político chileno tuvo que conceder que iban a negociar un proceso constituyente. Aunque, como sabemos, este proceso constituyente fue amañado y controlado por el viejo régimen. Pero da muestra de cómo cuando la clase obrera irrumpe con fuerza cambia cualitativamente la correlación de fuerzas.

La pelea contra las burocracias

Sin que esto suceda nos vamos a ver abocados a que las rebeliones terminen consumiéndose una y otra vez. En un ciclo sin fin de cooptación de una parte de los movimientos que a su vez se convierten en nuevos agentes de la burguesía en el interior de los movimientos sociales.

En este sentido la fragmentación de la clase trabajadora no se puede entender sin el proceso de estatización de las organizaciones de masas. Y con esto nos referimos no solo a las burocracias de las organizaciones obreras, sino también estudiantiles y de los movimientos sociales que ayudaron a fomentar la división de nuestras filas.

Es la acción de estas burocracias, y junto con ellas de los nuevos reformismos o populismos de izquierda como planteó Lucia al principio, es lo que explica la falta de hegemonía de la clase trabajadora. Por tanto, la superación de esa burocracia sindical y política es una de las tareas estratégicas que tenemos los socialistas revolucionarios.

Es por eso que los trotskistas siempre le hemos dado mucho peso al fenómeno de la burocratización. Está en nuestro ADN político. Desde el análisis de la degeneración monstruosa de la casta burocrática estalinista en la URSS hasta la que se produce en el interior del movimiento obrero. Porque es lo que explica que se mantenga este sistema decadente y de mierda. Porque estos operan como auténticos agentes de la burguesía para intentar prevenir que las luchas no se salgan del marco que imponen los regímenes capitalistas de turno.

Lo hemos visto en multitud de ocasiones esto. Por ejemplo, en Francia el único motivo que puede haber para que las grandes centrales sindicales se cuidaran de mantenerse distanciados de los chalecos amarillos fue garantizar que esas protestas no se salieran de control. También Ecuador, con la Conaie, la dirección del poderoso movimiento indígena de ahí, que en el momento más agudo de la lucha llamo a la desmovilización.

Y por supuesto lo hemos visto en el Estado español, con CCOO y UGT desviando la lucha después de las huelgas generales. O evitando que una huelga general hiciera caer a Rajoy cuando fue el escándalo de la Caja B. Y lo vimos también en Catalunya, con el rol del Procés, y las burocracias sindicales. Que, a pesar de desatarse el movimiento democrático más importante de Europa con movilizaciones masivas, la dirección burguesa y pequeñoburguesa del nacionalismo catalán lo llevo a un callejón sin salida, lo cual provocó que la represión del Estado español pudiera derrotarlo. En esto, el rol de Unidas Podemos fue clave, que terminó gobernando con el PSOE, y colaborando en la recomposición del viejo régimen que había sido masivamente repudiado en la Plaza del Sol y a través del movimiento democrático catalán.

Por eso de lo que se trata no es solo de que los procesos de lucha no sean derrotados por la represión directa, como sucedió en Catalunya, sino que tampoco se transformen en la base de maniobra de políticas neorreformistas o populistas, o que se queden en la mera resistencia.

Frente Único y hegemonía obrera

Esto nos lleva a otro gran problema estratégico: el del desarrollo de nuevas instituciones para la unificación y coordinación de los sectores en lucha. El objetivo pasa por quebrar la resistencia de los aparatos burocráticos para desplegar una estrategia de autoorganización capaz de articular aquello que se ha dividido durante décadas de ofensiva neoliberal.

Es en este plano es que para nosotros cobra una vital importancia la política de lo que llamamos el Frente único obrero. Esta idea que surgió de los debates en el seno de la Tercera Internacional consiste en plantear la unidad de acción de las organizaciones obreras, sean del carácter que sean, frente a cualquier ataque de la patronal o del gobierno contra la clase trabadora.

Es lo que pretendemos convencer por ejemplo a los compañeros de la izquierda sindical. Consideramos que es un error que se abstengan de tener iniciativas hacia la burocracia sindical, en concreto hacia CCOO y UGT, y que incluso muchas veces no intervengan en conflictos importantes porque los dirigen estos sindicatos. Nosotros pensamos que, al contrario. Es precisamente cuando hay grandes ataques o cuando hay una lucha obrera importante en curso cuando más iniciativa y política hay que tener hacia la burocracia.

Porque de esta manera podemos dirigirnos a la base de estos sindicatos, en base a una experiencia real. Este es precisamente el objetivo de la política de Frente único obrero. Tratar de acelerar la experiencia de sectores amplios de la clase trabajadora con direcciones reformistas y traidoras para de esa manera acercarlos hacia posiciones revolucionarias.

Por tanto, para nosotros la fragmentación y la actual debilidad del movimiento obrero no es porque la clase obrera este desapareciendo; o que ya no pueda jugar un papel transformador ni ninguna de todas esas chorradas e ideas que se pusieron de moda en estas últimas décadas. Se trata de una cuestión política. Es el resultado de la acción de todas las burocracias sindicales y políticas. Pero eso quiere decir que también se puede superar esta barrera y división que nos imponen.

Por eso nuestra perspectiva es en favor del desarrollo de la hegemonía obrera. No hay ninguna otra fuerza social que tenga la capacidad que tiene la clase trabajadora para aglutinar la fuerza social capaz de dislocar el poder capitalista. Al ocupar posiciones estratégicas la clase trabajadora está en un lugar privilegiado para articular un poder independiente que unifique a todos los sectores explotados y oprimidos para desarrollar la autoorganización y la autodefensa frente al Estado capitalista.

Y decimos que unifique a “todos” los sectores porque, a diferencia de lo que piensan grupos reaccionarios estalinistas y rojipardos que hacen culto de un obrerismo conservador, negando las opresiones, naturalizando la división de las filas de nuestra clase, atacando a los movimientos sociales, etc., partimos del hecho de que la clase obrera es hoy más heterogénea, feminizada, diversa, inmigrante y multiétnica que nunca. Esto es lo que ha dado lugar a multiplicidad de movimientos sociales. Sin considerar esta realidad y sin plantear una política hegemónica para tomar el conjunto de sus demandas no se puede ser revolucionario. No solo porque hay que ser despreciable para no defender a las personas racializadas o discriminadas por su género u orientación sexual. Sino porque, desde el punto de vista de la conquista de la hegemonía, la clase trabajadora está en intersección con todos estos movimientos, y justamente por eso tiene un potencial extraordinario para articular un poder independiente capaz unificar a todo el pueblo explotado y oprimido.

Sin esa alianza no se puede vencer. Porque separados del resto de la clase –como la juventud precarizada que fue un actor clave en gran parte de los procesos del ciclo reciente de revueltas– y de los movimientos, la clase trabajadora que detenta las “posiciones estratégicas” está condenada a la fragmentación y, a lo sumo, a conquistar pequeñas parciales. Pero, al mismo tiempo, sin aquella fuerza decisiva de las trabajadoras y los trabajadores, los movimientos, estudiantil, de mujeres, ecologista, de inmigrantes, etc., carecen de la fuerza necesaria para derrotar a los capitalistas y sus Estados y conquistar un nuevo orden social. Porque nuestro objetivo es justamente crear un nuevo orden socialista para sustituir al capitalismo, y acabar con esta sociedad miserable llena de explotación y opresión.

¿Cómo nos preparamos?

Para terminar, toda esta discusión tiene que ver en última instancia con cómo nos preparamos política y estratégicamente para generar una voluntad colectiva obrera y popular que pueda aprovechar políticamente los procesos de lucha que vendrán en el futuro y sea capaz de decidir el resultado.

Dicho más claramente, el problema estratégico fundamental es si frente a los próximos combates existe un partido revolucionario que plantee esta perspectiva con la suficiente fortaleza para incidir en la realidad y evitar, como decíamos antes, que la energía desplegada en las calles, las empresas, los centros de estudio, se disipe en nuevas trampas reformistas para recomponer los regímenes políticos o caiga en la impotencia frente a los golpes de la reacción. Esta no es una tarea del futuro, sino del presente.


VER TODOS LOS ARTÍCULOS DE ESTA EDICIÓN
COMENTARIOS
CATEGORÍAS

[Corriente Revolucionaria de los Trabajadores (CRT)]   /   [Política Estado Español]   /   [Clase obrera]   /   [Clase trabajadora]   /   [Estrategia]   /   [Hegemonía ]

Esteban Rivera

Madrid
Secretario de la Sección Sindical de CGT en el Grupo ALSEA. Madrid