Esta semana, el expresidente Felipe Calderón visitó Ciudad Juárez y participó de un seminario de negocios, casi 10 años después de la masacre en Villas de Salvárcar.
Viernes 22 de octubre de 2021
Esta semana, el expresidente Felipe Calderón visitó Ciudad Juárez y participó de un seminario de negocios. Hace casi 10 años fue su anterior visita, en aquel entonces inauguraba un memorial por la masacre de 18 jóvenes en Villas de Salvárcar. En ese entonces Maricruz Camargo, madre de José Luna, uno de los jóvenes asesinados declaraba a la CNN México "Yo preferiría tener a mi hijo vivo en lugar del memorial".
Resulta paradójico que, en esta nueva visita, Felipe Calderón, acuda a hablar de negocios. Incluso, en su intervención se atrevió a reivindicar que su estrategia para combatir el llamado crimen organizado, buscaba restablecer el estado derecho, ya que, en su decir, es condición necesaria para el crecimiento económico.
Esto mientras del otro lado de la frontera Iván Reyes Arzate, excomandante de la Policía Federal y uno de los hombres cercanos a Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública en el sexenio calderonista, se declaró culpable en Estados Unidos de conspirar para traficar cocaína desde México.
El memorial de Villas de Salvárcar es la cruda metáfora de la poca memoria de Felipe Calderón. El motivo de su visita, la reiteración de uno de los motivos más claros de esta mal llamada guerra: los negocios. Desde los mas visibles hasta los inconfesables, con cadenas de valor trasnacionales y que tienen al estado mexicano en entredicho y como juez y parte de la responsabilidad de todas sus consecuencias.
La herida que somos
Vivimos en un país donde se continuó la militarización como estrategia gubernamental para combatir la violencia que genera el complejo entramado de crimen y terror que recorre al país hace ya 15 años. Estas cadenas de violencia interminable no comenzaron entonces, pero notablemente se recrudecieron desde el 2006.
La serie “Somos” que puso en circulación la plataforma Netflix, reabrió al público masivo, la veta de uno de los hechos trágicos más emblemáticos de la guerra contra el narco, la masacre de Allende en Coahuila. Ya mucho antes Diego Enrique Osorno, en los destacados y premiados reportajes como el “ El manantial masacrado” y “El lugar donde se arrastran las serpientes”, dieron cuenta de esta masacre acontecida en la región de los cinco manantiales y de la ciudad fronteriza de Piedras Negras.
Estas investigaciones y otras como el Yugo Zeta, de Jacobo Dayán y Sergio Aguayo – que aborda también la masacre de San Fernando Tamaulipas-, o Anatomía de una masacre, de Ginger Thompson, en la cual se basa la ficción Somos de Netflix, brindan elementos para ir mas allá del discurso oficial y del relato western y novelesco que prima en las ficciones comerciales y los best sellers a modo.
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De dónde proviene el interés que promueve que los zetas se entrenen en el fuerte Hood. Que sean además del brazo armado del Cartel del Golfo, instalados en las aduanas de Nuevo Laredo, y con una lógica de control territorial, se apuesten a mandar sobre todos los negocios del crimen, no sólo drogas, también tráfico de armas, trata de personas, derecho de piso, redes de lavado de dinero, terror sanguinario, etc.
El granadazo en Salamanca, la reciente persecución en Matamoros Tamaulipas, los miles de asesinados recientes en Zacatecas, Chihuahua y un largo etcétera, son sólo parte de la guerra contra las drogas o hay mucho más detrás.
Intereses tras bambalinas
Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, cuenta un pasaje de la historia del Potosí y como este aporto significativamente a los casi 16 millones de kilos de plata que entraron por España para capitalizar a toda Europa.
La ilustración de lo que era la sociedad del Potosí en su descomposición social criminal, si la usamos de modo análogo, nos supone los intereses de fondo en el horror de esta guerra que hace que tierras llenas de recursos se vuelvan inhóspitas.
En las investigaciones mencionadas, Diego Enrique Osorno, destaca que en la región de los cinco manantiales, había desde entonces sendos planes para la explotación del gas shale y que en la zona de la masacre, se instaló una planta Constellations Brand, para aprovechar los mantos acuíferos subterráneos, lo cual provocó afectaciones y conflictos agrarios con agricultores y ganaderos locales.
En el libro “Los Carteles no existen: narcotráfico y cultura en México”, Oswaldo Zavala apunta a definir que esta guerra contra los llamados carteles, es más bien la articulación de un discurso cultural que busca legitimar una estrategia de seguridad norteamericana. Haría falta decir que un plan así, sería funcional a las garantías para la expansión de sus inversiones y el despojo de territorios dependientes y semicoloniales.
Más allá de la controversia que la hipótesis puede generar, es necesario reconocer que frente a este complejo entramado, hay mas semejanza a aquellos mecanismos de la acumulación originaria de capital, que Marx diría, nacieron chorreando sangre y fuego.
No es casual que regiones azotadas por espirales de violencia, son el paso de la rica cuenca de Burgos, de yacimientos de Litio o de molibdeno, ahí se cuece la impunidad del entramado criminal de todo tipo de ilícitos bajo control de quienes están al servicio de intereses aún mayores.
Ante ello, ver sólo descomposición del tejido social, mientras se garantiza la certidumbre de estos grandes negocios, se hacen oídos sordos al despojo y se continúa la militarización, resulta impotente para ser combatida sólo con programas de asistencia social y apelando una nebulosa reinserción social a una sociedad capitalista enferma.
Sin lugar a dudas la mayor ausencia es la articulación de fuerzas desde abajo, como aquellos esfuerzos que se intentaron con la Coordinadora Metropolitana y la Nacional contra la militarización (Comecon y la Conacom). Poner sobre la mesa el fin de la militarización, la legalización de las drogas y el alto a la impunidad con juicio y castigo para todos estos crímenes son problemas clave.
Un planteamiento de conjunto presupone que no solo nos queda ser víctimas en este fuego cruzado, sino que de la posibilidad de la autoorganización, la autodefensa y la movilización que vuelva a ganar las calles, los espacios públicos, y hay un esperanza mucho más efectiva para reconstituir ese tan menguado tejido social, uno en donde las y los de abajo se empoderen para enfrentar la muerte y luchar por la vida.
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