Viernes 15 de julio de 2016
Llegó a su fin la historia de La Leona, no sólo la historia de una fábrica recuperada, sino de una familia de trabajadores y otra de los patrones. Una historia de amor, pero también de traiciones. Los amores contados tal cual suceden. No el amor idílico, sino el amor como lo conocemos todos, que a veces te dan ganas de putearlo y a veces querer permanecer a su lado sin decir nada, aferrarte fuerte porque es lo único que te queda, cuando todo lo demás va mal.
foto: los trabajadores lograron la expropiación de la fábrica
Una historia de amor y de lucha, donde las mujeres no se quedaron llorando y salieron a pelear.
La violencia de género también fue contada aquí y no sólo ejercida por parte de un hombre, sino por una mujer, terriblemente cruel y loca, que manejó los destinos de una familia con sus delirios, acomodó el amor y el odio a su antojo, soñó ser mariposa y su propio delirio la dejó tendida en su jardín en ruinas, junto a sus gusanos de seda, enmarañada entre los yuyos, como sus propios recuerdos. Magistral el personaje de Diana Liberman interpretado por Esther Goris, mágico y brutal a la vez.
Otra de las hermanas Liberman, Sara, fue la narradora. Excelente, impecable personaje interpretado por Susú Pecoraro. Una contadora de historias dentro de una historia de ficción. La gran archivadora de los acontecimientos.
Nazareno Cruz y el lobo
Otra perlita para destacar de los autores, haber ligado el personaje de la película de Leonardo Favio, bellísima pieza del cine argentino, con el personaje de Diego Miller, un lobo solitario condenado a no poder sentir amor. Siempre recurrente en toda la tira, verlo a Franco Uribe, finalmente Diego Miller, mirando esa película y ver cómo al final se explica por qué siempre la elegía, por qué sentía esa maldición de no poder amar, habiendo nacido en esa familia enferma de poder.
Tus labios de rubí, de rojo carmesí
Una historia que comienza en carnaval pero no termina en carnaval, sino que re comienza, bajo el cielo de la Puna, rodeados de un paisaje de sueño, María Leone y Diego Miller se reencuentran, físicamente y se identifican, se preguntan ¿“nos conocemos”? Excelente escena, excelente pregunta que a menudo nos hacemos: ¿nos conocemos? A veces no, pero nos miramos a los ojos y sabemos que venimos del mismo lugar, que llegamos hasta acá por algo, que nos encontramos por algo, para cambiar el mundo o al menos una parte.
No fue sólo la historia de una fábrica recuperada, fue la historia del cotidiano de los trabajadores, que nos enamoramos, nos enfermamos, morimos, escribimos, cantamos y amamos nuestros lugares de trabajo cuando no sentimos la opresión de la bota del patrón sobre nuestras cabezas.